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Dossier

35 voces que ponen en valor el Patrimonio Cultural del Centro Histórico de Puebla: retos, oportunidades y nuevos compromisos

José Luis Escalera. Fundador y director de Profética, Casa de la Lectura

 

No. 19

 

"Puebla debe abrirse a la reflexión y la transformación que viven tantas ciudades latinoamericanas y europeas, para conservar su importante patrimonio edificado y su traza renacentista, al tiempo que incorpore y aplique las ideas que ofrecen la arquitectura y el urbanismo contemporáneo, a fin de convertirse en la ciudad que puede ser."

 

Qué chula era Puebla

 

"Lo que sabemos o lo que creemos afecta al modo en que vemos las cosas."

John Berger

 

Durante sus primeros 400 años, lo que llamamos Puebla era solamente su centro. La ciudad cabía en un paseo a pie: San Javier, al poniente; San José, al norte; El Carmen, al sur, maíz y alfalfa, ríos, manantiales y lagunas que rodeaban la ciudad y que sedujeron a sus fundadores en 1531. Por fin en paz, luego de las muchas guerras que a lo largo del siglo XIX asolaron la ciudad, sin las rutas comerciales al Pacífico y al Atlántico, que tanta riqueza le habían traído durante el virreinato, pero superada también la etapa bélica de la Revolución mexicana, una nueva prosperidad de la mano de la pax priista hizo pensar a los poblanos que era momento de olvidar su pasado para girar hacia el futuro y sus promesas. Primero, lentamente, y poco después con una velocidad que todavía me espanta recordar. Vino el desastre: demolimos las estaciones de trenes, entubamos el río de San Francisco, destruimos y destruimos, abandonamos la ciudad antigua para lanzarnos a garabatear una nueva. Pronto, se desbordó por todos lados el huracán caótico, descontrolado, brutal y francamente feo que es. No fue hasta que la UNESCO declaró al centro de Puebla Patrimonio de la Humanidad que cambió nuestro modo de ver la Puebla virreinal y descubrimos maravillados que el tesoro, aunque mermado y ruinoso, seguía ahí.

 

El camino del infierno está empedrado de buenas intenciones

 

De 1987 a la fecha, en el centro han pasado muchas cosas buenas y muchas malas, entre las que destaco el sueño incompleto de Alfonso Vélez Pliego de hacer de este un barrio universitario donde estudiantes y profesores estudiaran y vivieran; la peatonalización que propuso un grupo de arquitectos y urbanistas, liderados por Carlos Mastretta, de El Carmen al Señor de las Maravillas, sobre el eje 16 de Septiembre-5 de Mayo, y que se hizo parcialmente; el adoquinamiento de las calles; la instalación de luminarias acordes con el contexto; el nacimiento del Museo Amparo de Manuel Espinosa, indiscutiblemente el mejor museo privado del país fuera de la cdmx; la llegada de otros museos, espacios culturales y librerías; la apertura de hoteles, restaurantes, cafés y bares; la consolidación del Barrio del Artista y el de Los Sapos; el fallido rescate del antiguo claustro del convento de San Francisco y alrededores. También, se pintaron muchas fachadas, aunque sin retirar cables, mufas y medidores que las ensucian, y dejando los ruinosos interiores intactos; se demolieron marquesinas; se retiraron anuncios luminosos y pintados sobre fachadas; llegaron turibuses de distintos tamaños y colores; permanecen las casetas de venta de periódico que degradan y estorban; siguen ahí las ya inútiles cabinas telefónicas; cables y más cables ensucian el cielo, las casas y los templos. Inexplicablemente, Telmex aún conserva una gigantesca antena de comunicaciones que nada tiene que hacer en el centro; llegó la moda de las terrazas y miradores en las azoteas y seguimos demoliendo y perdiendo muchas casas por abandono y, crimen de crímenes, para convertir  sus interiores en estacionamientos.

 

"Hay ciudades que nada hacen: están muertas. Hay las que copian exactamente lo que otras hacen: sobreviven. Y están las que crean su propio futuro: innovan, rediseñan."

Toni Puig

 

Nuestro gran pendiente con el centro es vivirlo, no solo visitarlo. La zona de monumentos de Puebla contiene la esencia, el carácter, la historia y fama de Puebla. Ahí es donde mejor podríamos vivir. Es posible revivir sus barrios creando las condiciones para que se conviertan en entornos plurales que incluyan a los que, por desgracia, siempre han sido excluidos; densos y diversos donde el trabajo, la escuela, el mercado, las tiendas, el café, los amigos, el parque o el gimnasio estén a no más de 15 minutos de distancia. Nos urge olvidar la leyenda de los ángeles trazando sus calles, para rediseñarlas mejor, abandonando las banquetas estrechas y sustituyendo coches estacionados por árboles, flores y espacios verdes y sombreados. Eliminar el tráfico de paso, contar con una infraestructura ciclista y transporte público —de verdad, no las carcachas peligrosas que hoy asolan la ciudad— que nos permita entrar y salir del centro sin coche, para poder caminarlo una vez dentro. Puebla debe abrirse a la reflexión y la transformación que viven tantas ciudades latinoamericanas y europeas, para conservar su importante patrimonio edificado y su traza renacentista, al tiempo que incorpore y aplique las ideas que ofrecen la arquitectura y el urbanismo contemporáneo, a fin de convertirse en la ciudad que puede ser.

 


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