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Dossier

35 voces que ponen en valor el Patrimonio Cultural del Centro Histórico de Puebla: retos, oportunidades y nuevos compromisos

Pedro Sardá Cué. Investigador

 

No. 33

 

"En los 35 años desde su inscripción como Patrimonio Mundial, se ha despertado una competencia por encontrar lugares escurridizos que, ocultos, han vencido al tiempo. Todos nos sentimos más motivados a restituir la belleza y el vigor a tímidos gigantes edificados, por la satisfacción de ver el renacer de edificios, plazas, historias y colores. Basta hurgar en las fotografías antiguas de familias o periódicos para recordar lo mucho que se ha avanzado en esta conservación desde 1987."

 

¿Podemos describir nuestro rostro sin mirarnos al espejo? Parece una pregunta sencilla de responder, solo que la reflexión nos lleva a recordar que también es a partir de la opinión de los otros que aprendemos de nosotros mismos. La distraída cotidianidad nubla la objetiva percepción de nuestros valores. Es por ello que nos sorprende cuando escuchamos a los visitantes decir: “los poblanos sí conocen su historia y su ciudad”. La autopercepción y, aún más, la admiración por lo propio son talentos raros que los poblanos adquirimos lentamente. Ahora, gracias a la inclusión de Puebla en la Lista de Patrimonio Mundial de la UNESCO, protegemos, nos preparamos y nos preocupamos por el bienestar de la arquitectura, las artes y la convivencia entre los ciudadanos y la ciudad.

    En los 35 años desde su inscripción como Patrimonio Mundial, se ha despertado una competencia por encontrar lugares escurridizos que, ocultos, han vencido al tiempo. Todos nos sentimos más motivados a restituir la belleza y el vigor a tímidos gigantes edificados, por la satisfacción de ver el renacer de edificios, plazas, historias y colores. Basta hurgar en las fotografías antiguas de familias o periódicos para recordar lo mucho que se ha avanzado en esta conservación desde 1987.

    Aún falta mucho por hacer. Pienso que para consolidar la conservación se debe considerar la recuperación de la vida familiar del Centro Histórico, a través del uso habitacional de los espacios hoy vacantes, o la restauración de zaguanes y vanos de acceso a patios e interiores. También, es necesario enaltecer la decoración propia de cada época de los inmuebles y fomentar su recreación artística con investigación documental. La motivación de sus propietarios y usuarios por conservar y recuperar el patrimonio debe ir de la mano del sano beneficio económico de los mismos inmuebles.


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