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Dossier

35 voces que ponen en valor el Patrimonio Cultural del Centro Histórico de Puebla: retos, oportunidades y nuevos compromisos

Antonio Molero Sañudo. Historiador

 

No. 11

 

Entre los criterios de selección manejados en el apartado cultural del Programa de Patrimonio Mundial de la UNESCO se encuentran los siguientes: ser un tipo de edificio, conjunto arquitectónico, tecnológico o paisaje que ilustre una etapa significativa de la historia humana. En 1987, el Centro Histórico de Puebla fue incluido en este apartado. Uno de los edificios principales que hicieron posible este nombramiento fue su Catedral.

     Por la documentación, sabemos que en su atrio hubo diversas construcciones. Cabe mencionar que este espacio ha sido violentado durante años: se han colocado focos empotrados en el piso, desplazando las “lajas de piedra del siglo XVIII”, o se han fijado a ellas esculturas anacrónicas de peso considerable. No obstante, en 2019, hubo una situación extraordinaria, al colocarse una réplica en tamaño natural de la Capilla Sixtina, soportada por una estructura de hierro muy pesada. Obviamente, en el montaje y desmontaje, se maltrataron e incluso rompieron algunas lajas del empedrado, que se volvieron a fijar con materiales ajenos a los utilizados originalmente.

     La crítica historicista a continuación es: si resulta lícito utilizar el atrio para este tipo de instalaciones fuera de contexto, por mucha intención cultural que las mueva, ¿no se debería acudir a los historiadores? Por ejemplo, para descubrir que aquí se levantó, durante casi un siglo, una estructura de iguales dimensiones correspondiente a uno de los dos sagrarios que cerraban el atrio al público, según el proyecto del obispo Juan de Palafox. ¿No habría tenido mayor interés para los visitantes en general reconstruir esta historia patrimonial?

  Por otro lado, debemos aceptar que este tipo de instalaciones de entretenimiento y difusión de la cultura originarán desperfectos al patrimonio. Por tanto, valdría la pena establecer criterios que, ante situaciones así, permitieran realizar prospecciones arqueológicas que, en este caso, hubieran aclarado dónde se ubicaban los edificios que ocuparon el atrio. Sería una excepcional forma no solo de preservar, sino de enriquecer un “edificio único” del Patrimonio de la Humanidad.


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