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Dossier

35 voces que ponen en valor el Patrimonio Cultural del Centro Histórico de Puebla: retos, oportunidades y nuevos compromisos

Mariana Muñoz Couto. Socia directora de Uriarte Talavera

 

No. 13

 

Para la ciudad de Puebla, que la UNESCO integrara al Centro Histórico en su Listado del Patrimonio Mundial significó que los tres niveles de gobiernos asumieran una responsabilidad compartida para el resguardo y la protección del conjunto de los bienes con valor histórico. Con esto, se dio un mayor involucramiento de las partes, con el objetivo de poner en valor el hasta entonces ignorado y deteriorado Centro Histórico. Algunos aún recordamos las calles oscuras, la invasión del ambulantaje y la suciedad que abundaban en él, previo a su inscripción. Sin duda, esto fue un detonador de la conciencia de las autoridades y la necesidad de la intervención inmediata, poniendo a Puebla un marcador en el mapa de las ciudades patrimonio, con todo lo que ello implica: el reconocimiento local, nacional y, sobre todo, internacional.

   De la mano de todo esto, poco a poco comenzó a haber un mayor involucramiento de la sociedad civil, así como la llegada de la inversión privada para dar servicios correspondientes al valor histórico y cultural de la ciudad. Todo ello incrementó el turismo no solo en cantidad, sino también en calidad, y la oferta cultural se consolidó. Sin embargo, son aún muchos los poblanos que desconocen el valor de su Centro Histórico y las prácticas culturales que todavía se conservan en sus barrios y diferentes cuadrantes. Fue un paso monumental, literalmente, en los esfuerzos de promoción y conservación de los casi tres mil edificios históricos que existen en el centro.

    Es indudable que en estos 35 años ha habido grandes logros, como la dotación de servicios públicos básicos, entre los que se encuentran limpieza, banquetas decentes y un alumbrado que no solo ilumine las fachadas, sino que proporcione seguridad y dignifique los espacios públicos. También es cierto que ha habido un esfuerzo por conservar (incluso en exceso) la integridad de los edificios. Digo en exceso porque en otras partes del mundo se enfocan en crear un Centro Histórico vivo y heterogéneo en cuanto a su composición social y en cuanto a los usos de los propios edificios. Es posible ver intervenciones modernas interesantes en edificios antiguos, que además se revitalizan y encuentran nuevos significados en los usos. Pienso que algunas políticas muy restrictivas de las instituciones federales necesitan actualizarse en sus prácticas de conservación del patrimonio, para no caer en fachadismos y reconstrucciones “fieles”, que vuelven a los edificios en intocables mamotretos que ignoran las nuevas necesidades y demandas de la sociedad. Como comenté anteriormente, no se puede negar la derrama económica que toda la declaratoria de Patrimonio originó en el Centro Histórico, desde la correcta canalización de presupuestos públicos hasta la inversión privada que se beneficia con la llegada de un turismo que demanda una oferta de alojamiento, cultura y comercio a la altura de otros Centros Históricos a nivel mundial.

     No obstante, parece indispensable que se destinen esfuerzos y presupuestos a estudiar el Centro Histórico, pero, más allá de la simple catalogación, son importantes los estudios que lo vinculen con la periferia o con la ciudad en su totalidad. También es necesario no olvidar que el Centro Histórico no solo es un “sitio”, sino que es el espacio histórico donde se han llevado a cabo prácticas culturales durante siglos. Es decir, no abarca sólo los edificios, sino la gente, las historias familiares, los oficios tradicionales, las formas de convivencia, las prácticas religiosas. Así, se necesita potenciar este carácter social para realmente “conservarlo” y salvaguardarlo.

    Al considerar esta dimensión social, los esfuerzos deben centrarse en combatir la expulsión de los espacios de vivienda, buscando combinar la terciarización de los espacios con los usos originales para los que fueron destinados, sin caer en la momificación y el conservadurismo. Un balance muy difícil de sostener.

    Uno de los retos que se enfrentan hoy y que prevalecerá en el futuro inmediato para el desarrollo del Centro Histórico son los recursos económicos que se destinan para su conservación. Desde luego, es indispensable que existan presupuestos sostenidos en los tres niveles de gobierno para emprender acciones realmente significativas, pero, además de esto, se requiere muchísima más apertura para que la inversión privada pueda participar de manera activa con el mismo objetivo: la conservación del patrimonio histórico. Pero destinar presupuestos no lo es todo mientras prevalezcan las malas prácticas y, sobre todo, mientras no se actualicen los paradigmas de conservación.

 


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