cabecera_fuente
Dossier

35 voces que ponen en valor el Patrimonio Cultural del Centro Histórico de Puebla: retos, oportunidades y nuevos compromisos

Manuel Villarruel Vázquez. Director del Centro INAH Puebla

 

No. 04

 

El concepto de Patrimonio de la Humanidad tuvo diversos orígenes, pero también está asociado a nuestro país por la participación de quien fuera director de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), el ilustre mexicano Jaime Torres Bodet, a mediados del siglo XX, quien impulsó la idea del “patrimonio espiritual de la humanidad”, así como a las aportaciones de algunos intelectuales mexicanos que formaron propuestas que evaluaban los valores y las problemáticas de los bienes culturales que eran imprescindibles no solo para el patrimonio del país donde se ubicaban, sino también para cualquier ciudadano del mundo.

   En 1960, Vittorino Veronese, como director de la UNESCO, haría un llamado a todos los países, solicitando la ayuda urgente para salvar los Templos de Nubia, ubicados en el territorio de Egipto y Sudán, ante la inminente pérdida cultural que suponía la inundación derivada de la construcción de la Gran Presa de Asuán. Veronese, a través de una convocatoria mundial, recuperó una idea que empezaba a ser recurrente en los círculos académicos en los últimos años: la simiente de lo que sería la definición del concepto de Patrimonio Mundial. Al referirse a los templos nubios diría: “Esos monumentos, la pérdida de los cuales se encuentra trágicamente cerca, no pertenecen únicamente a los países que los resguardan. El mundo entero tiene el derecho de verlos perdurar”. Ante una situación de emergencia, se aceleró la concepción del marco referencial para el Patrimonio Mundial; después de ello, seguirían muchas aportaciones de especialistas, eruditos, artistas y filósofos que darían forma a la visión de la  Carta de Venecia en 1964, y, posteriormente, a la creación de la Convención del Patrimonio Mundial, Cultural y Natural de la UNESCO en 1972.

    Cincuenta años han transcurrido desde su creación y la adhesión de las primeras naciones a la Convención. México lo haría en 1983, y unos años más tarde, en 1987, se realizarían las primeras seis inscripciones propuestas por nuestro país y, entre ellas, estaría el Centro Histórico de Puebla. La UNESCO consideró los criterios (ii) y (iv), que describen primordialmente los valores de su barroco mestizo plasmado en las construcciones procedentes principalmente de los siglos XVI, XVII y XVIII, pero también las características del asentamiento originales de esta ciudad, establecida como experimento urbano novohispano.

  Hoy, a 35 años de su inscripción, más que nunca es necesario el trabajo multidisciplinario e interinstitucional para lograr la conservación de sus valores, enmarcados en el espíritu señero concebido hace cinco décadas. De este modo, se debe concluir con un Plan de Gestión Integral que permita su protección y desarrollo, atendiendo las principales problemáticas en el Centro Histórico: la recuperación y conservación del perfil urbano histórico; la incentivación de la habitabilidad en la zona central con vivienda accesible a diferentes estratos económicos; la vigilancia a las políticas de uso del suelo, para evitar cambios radicales que promuevan la alteración de la estructura construida original; la mejora de las redes de infraestructura; la gestión de políticas de incentivación de inversiones sustentables, y la activación de consejos ciudadanos bien informados como medio de apoyo y equilibrio a las políticas gubernamentales.


ÍNDICE

Cuetlaxcoapan 32