Gerencia del Centro Histórico - Elementos filtrados por fecha: Septiembre 2022

En esta sección te recomendamos sitios y comercios que encontrarás cruzando el Zócalo de la ciudad de Puebla, de norte a sur, y de oriente a poniente.

 

INMUEBLES HISTÓRICOS

 

Catedral de Puebla

C. 16 de Septiembre s/n

Lunes a sábado

9:00 a 20:00 horas

Con una fantástica composición arquitectónica que deslumbra a locales y foráneos desde adentro como afuera de sus instalaciones, este inmueble religioso contiene uno de los acervos artísticos más relevantes de México.

Época de construcción: siglos XVI al XIX

 

Pasaje del Ayuntamiento

Av. Juan de Palafox y Mendoza s/n

Lunes a domingo

Abierto las 24 horas

Este sitio, al que puedes acceder las veinticuatro horas del día, es reconocido por sus portadas, vitrales y comercios, y sobre todo, por ser el punto de encuentro favorito de las y los poblanos.

Época de construcción: siglo XVII

 

Palacio Municipal

Av. Juan de Palafox y Mendoza No. 14

Lunes a viernes

9:00 a 17:00 horas

Actual sede del Gobierno municipal, este inmueble es una de las edificaciones más representativas de la arquitectura de la ciudad de Puebla.

Época de construcción: XVI al XX

 

La casa del que mató al animal

C. 3 Oriente No. 205

Lunes a domingo

8:00 a 17:00 horas

Este mítico inmueble muestra una rica variedad de elementos arquitectónicos, como el dintel y las jambas de su portada, con escenas de cacerías talladas en cantera. Actualmente es la sede del periódico El Sol de Puebla.

Época de construcción: siglos XVII, XIX y XX

 

GALERÍAS, BIBLIOTECAS Y ARCHIVOS

 

Archivo General Municipal de Puebla

Pasaje del Ayuntamiento s/n

Lunes a viernes

9:00 - 4:30 horas

El Archivo General Municipal de Puebla es uno de los repositorios documentales más importantes del país. Resguarda testimonios que datan del año 1532 a nuestros días. Bimestralmente publica su revista digital El Pregonero de la ciudad disponible en: https://www.pueblacapital.gob.mx/archivo-municipal

 

Biblioteca “Salvador Cruz Montalvo”

Av. Juan de Palafox y Mendoza No. 14

Lunes a viernes

9:00 - 17:00 horas

Esta biblioteca, fundada en 1996, está conformada por más de mil 700 ejemplares sobre la historia, tradiciones y costumbres de la ciudad de Puebla, y está disponible para la consulta de investigadores y de público en general.

 

Galería de Arte del Palacio Municipal

Av. Juan de Palafox y Mendoza No. 14

Lunes a domingo

10:00 a 20:00 horas

Este espacio, gestionado por el H. Ayuntamiento de Puebla a través del Instituto Municipal de Arte y Cultura de Puebla, promueve la obra de artistas locales, nacionales e internacionales.

 

COMERCIOS

 

La cuna del taco árabe

Portal Iturbide No. 107

Lunes a domingo

12:30 - 21:30 horas

En esta emblemática taquería podrás degustar una de las estrellas de la gastronomía poblana: los tacos árabes.

 

La Nueva España de Puebla

Av. 5 de Mayo, esquina con Portal Hidalgo

Lunes a sábado de 10:00 a 20:30 horas

Domingo de 11:00 a 20:00 horas

Con más de cien años de tradición y experiencia en sastrería, este comercio ha surtido, desde la década de los veinte, camisas, corbatas y accesorios a los caballeros de la ciudad de los ángeles.

 

Nevados Don Hermilio

Pasaje del Ayuntamiento s/n

Lunes a domingo

8:00 - 23:30 horas

En este sitio encontrarás los famosos nevados de Don Hermilio, una versión de sorbetes y nieves preparados con una receta familiar que ha trascendido por más de cien años.

 

Vittorio’s Pizza

Portal Morelos No. 106

Lunes a domingo

8:00 - 00:30 horas

Este restaurante es un clásico del Centro Histórico con cuatro décadas de existencia y que ha fusionado la gastronomía poblana con la italiana.

Publicado en Cuetlaxcoapan 29

 

01. Palacio Municipal

El edificio actual fue construido a finales del siglo XIX y principios del XX. Desde la fundación el edificio era conocido como Casa de la Audiencia.

02. Fuente de San Miguel

Escultura del arcángel protector de Puebla a punto de darle un golpe de espada a un demonio.

03. Las Estaciones / Musas

Esculturas regaladas por colonias de extranjeros radicados en Puebla: alemana, española, sirio-libanesa e inglesa.

04. Los Ángeles

Conmemora el 6to Coloquio Internacional de la Organización de Ciudades Patrimonio de la Humanidad.

05. Monumento a Ángeles Espinosa

Escultura del holandés Jan Hendrix, en memoria de Ángeles Espinosa Iglesias, poblana que promovió el arte y la cultura.

06. Monumento al Sitio de 1863

Monumento dedicado al Benemérito Ejército de Oriente.

07. Catedral de Puebla

En sus orígenes la ciudad de Puebla pertenecía a la Diócesis con sede en Tlaxcala. En 1538 se decidió trasladar la sede a la Angelópolis. La Catedral se construyó en la plaza principal.

08. Palacio Episcopal

En este lugar Agustín de Iturbide se alojó del 2 al 5 de agosto de 1821, para la jura solemne de la Independencia de Puebla.

09. Antiguos Colegios Palafoxianos

El obispo Juan de Palafox y Mendoza integra el Colegio de San Juan y el Colegio de San Pedro en un seminario conciliar hacia 1647.

10. Biblioteca Palafoxiana

El obispo Juan de Palafox y Mendoza dispuso la donación de su “Librería de cinco mil cuerpos” en 1646, convirtiéndola en la primera biblioteca pública en América Latina.

11. Casa del que mató al animal

Data del siglo XVI y en su portada se representa una escena de caza inspirada en uno de los tapices flamencos llegados a la Nueva España.

12. Antiguo Colegio del Espíritu Santo

Sirvió como cuartel en 1852, Escuela Normal de Profesores en 1893, bodega comercial y sede del Poder Ejecutivo del Estado en 1967.

13. Iglesia de la Compañía

Posee dos torres y tres entradas frontales, privilegio antes reservado a Catedral. Alberga los restos de Catharina de San Juan, conocida como la “China Poblana”.

14. Biblioteca José María Lafragua

En este espacio se realizan eventos de corte académico como cursos, conferencias y presentaciones de libros.

15. Callejón de los Sapos

Durante el virreinato eran habituales las inundaciones en esta zona, por eso no era difícil encontrar ahí sapos y ranas.

16. Parroquia de Analco

Data del siglo XVII y se encuentra erigida en el barrio indígena de Analco, “al otro lado del río” como su nombre lo indica en náhuatl.

17. Puente de Ovando

Construido alrededor de 1775 para suplir al puente de Analco que estaba en ruinas. Estaba situado junto a la casa del regidor don Agustín de Ovando Villavicencio.

18. Puente de Bubas

Fue construido alrededor de 1555 sobre la actual Av. 2 Oriente para comunicar los barrios indígenas de la época.

19. Iglesia de la Luz

El templo se consagró en 1804 y su terminación total data de 1818. Se ubica en el barrio de Tepetlapa, uno de los más tradicionales de la ciudad.

Publicado en Cuetlaxcoapan 29
Jueves, 22 Septiembre 2022 19:07

El Zócalo de Puebla

¡Bienvenidos!

 

En esta bitácora de explorador te invitamos a recorrer el Centro Histórico de Puebla conociendo los elementos que conforman el Patrimonio Cultural, utilizando tus cinco sentidos. Pon mucha atención a lo que ves, escuchas, hueles, sientes y pruebas, mientras descubres todos los secretos que Puebla tiene para ti.

El Patrimonio Cultural está por todos lados y forma parte de nuestra vida cotidiana.

Piensa en todos aquellos objetos, recuerdos, canciones, comida y lugares que tienen un valor especial para ti y tu familia y dibújalos o escríbelos:

Mi bitácora patrimonial

 

¡Vamos a explorar el Patrimonio Cultural de la ciudad de Puebla!

Pide a papá o mamá que te acompañen al Centro Histórico para descubrir los secretos de algunos elementos del Patrimonio Cultural que puedes encontrar en el Zócalo de Puebla, la plaza pública con la que fue fundada la ciudad hace más de 491 años.


¿No puedes venir al Zócalo? No te preocupes, puedes entrar a Google Maps y desde ahí explorar y descubrir cada uno de estos elementos que forman parte del patrimonio de Puebla.

 

¡Fin de la exploración!

 

Recuerda que el patrimonio es de todos y todas y tenemos que cuidarlo para que se conserve y preserve y más niñas y niños como tú puedan conocerlo.

 

Te invitamos a compartir con nosotros tu descubrimiento preferido en una fotografía a través de Facebook o Instagram, utilizando el #ExploradoresDelPatrimonioPuebla

 

SOBRE LOS AUTORES

Fernanda Gutiérrez. Especialista en la generación de contenidos de museología educativa, mediación y educación en museos y sitios patrimoniales. Actualmente es encargada de las actividades de mediación y divulgación cultural en el Departamento de Exposiciones del Instituto Municipal de Arte y Cultura (IMACP).

Claudia Marín. Docente e investigadora en Historia del Arte. Creadora de programas de educación y mediación del arte en el Museo Amparo.

Edson Andrade Jiménez. 

Publicado en Cuetlaxcoapan 29
Jueves, 22 Septiembre 2022 19:00

Que la belleza nos acompañe ahora

¿La llamamos Puebla de los Ángeles o Puebla de Zaragoza? No sé. Hasta en eso hemos sido caprichosos y ambivalentes respecto de nuestra ciudad.

 

La llamamos según vamos queriendo.

 

Yo, que soy más drásticamente laica y liberal que Benito Juárez, creo que el general Zaragoza cumplió su deber con heroísmo y, por fascinante que me parezca la leyenda, no creo que los ángeles trazaron las calles de nuestra ciudad. Sin embargo, creo que primero en tiempo es primero en derecho y que esta ciudad se llamaba “Puebla de los Angeles” cuando el benemérito Zaragoza nos hizo el favor de protegerla, sin pedir nada a cambio, cumpliendo su deber sin la pretensión de ganarse un lugar en la lista de nombres encimados que llevan los lugares por los que pasa nuestra historia.

    Mal no sólo de aquí, sino del tiempo y de otros sitios. Nombres tan raros como San Andrés Chalchicomula o la calle de Niño Perdido, se han quedado en el aire a cambio de nombres como Ciudad Serdán y el Eje Lázaro Cárdenas. Como si no hubiera horizontes sin nombre a los que dar los nombres de nuestros nuevos mitos, nuevas leyendas, nuevos próceres.

   “Puebla de los Ángeles” la llamaron quienes tuvieron la ilusión de fundarla, quienes, bajo el espíritu aventurero y valiente del Renacimiento, creyeron en la belleza de este valle, en la docilidad de su agua, en la maravilla de sus montañas; quienes quisieron cobijar aquí sus vidas y las de sus hijos, su idea del mundo, su música, su sofisticado conocimiento arquitectónico, sus emociones y la herencia del mejor occidente que haya existido: el que aceptó y bendijo la mezcla de las razas más distintas como parte y esencia de la suya.

    Cumplido el requisito de mencionar nuestra alcurnia, qué más da el apellido que le pongamos a nuestra ciudad, qué más da la filiación que le va y le viene según el ánimo de quienes la gobiernan y quienes la viven. Nuestra ciudad tiene un nombre sonoro, hecho con un diptongo, tres vocales y tres consonantes. Hermoso nombre: Puebla.

    Qué más da si fue de los ángeles, es de Zaragoza o es de cualquier otra leyenda a la que nuestro ánimo quiera acogerse. Lo importante es saber qué tanto nos da, qué tanto nos importa nuestra ciudad: Puebla.

 

Yo digo que tengo reverencia por este lugar.

 

Tanta pasión y reverencia como tienen ustedes y muchos otros.

 

    Tengo también, como tantos, a la hora de la hora, a la hora de defenderla, a la hora de cuidar sus calles y sus árboles, la paz entre su gente, el silencio de su noche y el aire limpio de sus madrugadas: tengo miedo, tengo flojera, tengo ausencia y dejadez y falta de tiempo y ganas de no pelearme y encierro en mis pequeñas cosas y olvido.

    Creo que todo poblano debe considerarse bien nacido porque nació en esta ciudad que un día fue clara, y siempre es generosa, porque sigue abrigándonos a pesar de la terquedad con que nos empeñamos en lastimarla.

      No hemos cuidado bien lo nuestro.

 

¿Para qué presumimos?

 

    Hace quién sabe cuánto tiempo que no tenemos vergüenza, ni suficiente amor como para no dividirnos entre ángeles y Zaragozas las culpas y los desastres, los bienes y parabienes que hacemos con la estirpe de nuestra ciudad. Y no conseguimos ponernos de acuerdo.

   Desconozco si los fundadores estaban de acuerdo en todo lo que hacían, es probable que no, pero sé que lograron acordar lo que hemos olvidado nosotros: la gran idea renacentista de que en esta ciudad ni los extraños pudieran perderse porque su perfecta cuadrícula dividía las calles en las del norte, las del sur, las del este y las del oeste. Eso les quedó bien. Ahora hasta en eso tenemos un caos. Cada fraccionamiento es una encrucijada de nombres redondos y destinos indescifrables. Lo transitan autobuses, taxis y automóviles de cualquier ralea, en un desorden y haciendo un ruido que haría palidecer del miedo al mismísimo Alonso Martín Partidor y a cualquiera de los otros fundadores nuestros.

    Las siete condiciones de la ciudad ideal de Platón estuvieron entre los sueños y en mucho de lo que hicieron realidad quienes fundaron Puebla.

    También fue una idea sabia fundar la ciudad cerca del río. Casi todas las grandes ciudades giran en torno a la vida de un río. Imposible pensar en Roma sin el Tíber, en París sin el Sena, en Londres sin el Támesis, en Nueva York sin el Hudson, en Sevilla sin el Guadalquivir.

   Nosotros, a falta de uno, teníamos dos ríos. ¿Qué hicimos? Entubamos el preclaro río San Francisco que pasaba aquí muy cerca. Hubiéramos podido ir andando por su vera si no lo hubiéramos ensuciado hasta desecarlo; y hemos vuelto negras y pestilentes las aguas del río Atoyac. Algunas de nuestras catástrofes naturales: los ríos y arroyos retomando su cauce a la brava, las hemos provocado nosotros.

    Hace no mucho, teníamos el agua de una presa llamada Valsequillo que nuestros hijos no alcanzaron a conocer sino como algo negro que podríamos llamar hidrógeno, porque el oxígeno 2 lo perdió el lago por ahí de los años setenta del siglo pasado. Aniquilamos lo que otros construyeron con el esfuerzo y el estruendo y el costo de una obra mayor. Y así. El jardín de las Trinitarias lo convertimos en explanada y el arroyo de Sanaca, en calle. Así... Por ejemplos no iba yo iba a parar.

    Ni modo, dirían muchos: las ciudades crecen, el mundo progresa, la libertad de empresa conlleva desastres.

 

¡Aleluya! Vamos a decir que sí. ¿Y qué más?

 

    Igual que la anterior generación se permitió tirar edificios bellísimos como el Palacio de Micieses y parte de la casa del Deán para construir monstruos como el cine Reforma y el cine Coliseo, mi generación se ha permitido ver cómo en sus narices una zona destinada a reserva ecológica se convirtió en centro comercial. ¿Ni modo? Vamos a decir que ya pasó así y que qué hacer. Ya vimos grandes películas en esos cines y fuimos felices bajo esos adefesios, ya compramos con toda placidez en las nuevas tiendas, y vivimos bien en los fraccionamientos construidos sobre la tierra que se expropió barata a unos campesinos a los que no se invitó al negocio.

    Hay esperpentos por todas partes, construidos con toda clase de esfuerzos. Lo mismo por los defensores de los ángeles que por los fieles de Zaragoza. Ahí están por un lado la iglesia del Cielo en el cerro de la Paz y por el otro el monumento de los cañoncitos en el fuerte de Loreto. Ahí están los ángeles de fibra de vidrio que asustan en el nuevo túnel y las unidades habitacionales señoreando el cielo con todos los tinacos negros que es posible poner juntos.

    Hemos hecho mil barbaridades, nos hemos peleado al grado de que en 1909 había en la ciudad noventa clubes antirreleccionistas y en 1910 no pudo salir de entre ellos un candidato a gobernador por el nuevo régimen.

    Es probable que hayamos empezado desde antes: en el siglo diecisiete, un obispo hostilizó a las monjas que vivían encantadas en sus conventos, sin que nadie las mangoneara, y no paró hasta rendirlas por hambre.

    Y así. ¿Quién entregó a los hermanos Serdán? ¿Y quién a las monjas de Santa Mónica? ¿Quién ayudó a desbaratar el centro de la ciudad en los años cuarenta? ¿Y quién empezó la guerra entre la Universidad Autónoma de Puebla y la otra mitad de Puebla, en los años sesenta? ¿Quiénes, con qué legitimidad, expropiaron los terrenos que están bajo las nuevas y chuecas avenidas en lugar de invitar a sus dueños a unirse a un proyecto que no necesariamente estaba mal? ¿Quiénes?

 

Nosotros: poblanos de un lado y poblanos del otro.

 

Cómo y cuánto nos hemos peleado. Cuánto y cómo hemos destruido.

 

    Pero también, por fortuna, hay que decirlo, porque no se vale mencionar sólo nuestros errores, también cuánto y cómo hemos conseguido acordar. ¿Quién construyó la fachada de San Francisco? ¿Quién la plaza de Santo Domingo? ¿Quién la fuente de San Cristóbal? ¿Quién el mercado de la Victoria? ¿Quién la estación del ferrocarril? ¿Quién la plazuela de los Sapos y el auge de los bazares? ¿Quiénes las fábricas de hilados y tejidos? ¿Quién la Biblioteca Palafoxiana? ¿Quién la laguna de San Baltazar? ¿Quién construyó el edificio Carolino y quién lo recuperó y lo mantiene? ¿Quién el Teatro Principal? ¿Quién arrulla con su fiebre a los volcanes y llena los nuevos bares y acoge a quienes llegan de otros sitios? Nosotros, también por fortuna, nosotros, poblanos de uno y otro lado. Poniéndonos de acuerdo, recordando nuestro origen y ocupándonos en mejorar nuestro destino. Creo que estamos a tiempo. Cuánto y cómo podemos reconstruir, recuperar, volver a fundar. Cuánto nos falta por hacer.

     Puebla ha sido elegida patrimonio de la humanidad. No sin razón. Esta ciudad es una maravilla y, a pesar nuestro, pero también por causa nuestra está llena de personas excepcionales.

    Sí hay razones para celebrar la fundación de esta ciudad, la rara fundación de una ciudad que no atropelló las construcciones y los templos de otras culturas para cimentar su esperanza, la voluntariosa fundación de una ciudad que desde sus orígenes fue un crisol y hasta la fecha está empeñada en serlo.

    A pesar de nuestra mala fama, los poblanos tenemos una prodigiosa habilidad para integrar. Yo soy nieta de un emigrante y ¿cuántos aquí no lo somos? Hasta en la comida. Las chalupas tienen jitomate, puerco y maíz. Son una mezcla. Los tacos árabes, tienen carne y tortilla de harina, desde en el nombre está su mezcla. El mole y los chiles en nogada son la quinta esencia de nuestra enorme destreza para mezclar, integrar, crear alianzas.

    No las desprestigiemos, mucho menos las neguemos. Esta nuestra ciudad no puede encaminarse sin remedio al desorden y la suciedad, a la devastación de su ambiente, la desaparición de sus parques, el descuido en sus necesidades de agua, el abandono de su gente más pobre en lugares a los que después resulte imposible llevar los servicios más elementales. No puede seguir caminando hacia convertirse en el monstruo indomable que es ya la Ciudad de México.

    Puebla, de los ángeles, Puebla de Zaragoza, Puebla nuestra, merece que la tratemos con cuidado, merece que protejamos su centro histórico, su aire, la convivencia entre sus habitantes, sus parques, su agua, sus árboles. Merece que seamos capaces de vivirla con regocijo, puestos todos los días en la búsqueda del mismo afán con que fue creada.

 

Dejemos pues que la belleza nos acompañe.

Que la belleza nos acompañe no sólo a invocar nuestro pasado, sino a recrear y bendecir nuestro presente.

 

SOBRE LA AUTORA

Ángeles Mastretta. Escritora y periodista poblana conocida por crear personajes femeninos sugerentes y ficciones que reflejan las realidades sociales y políticas de México.

Publicado en Cuetlaxcoapan 29
Jueves, 22 Septiembre 2022 18:53

EN EL ZÓCALO, NOSOTRAS

Sé impaciente. Sé una loca.

Sé anónima. Sé una forastera.

Lleva una doble vida.

No hagas sólo Bellas Artes.

Quéjate, quéjate, quéjate.

Di groserías.

Sé un gran simio.

Y sobre todo, diviértete en el camino.

Guerrilla Girls

 

 

¿Cuál es la función de un Zócalo? El Zócalo es una plaza pública que desde una perspectiva moderna se nos presenta como un espacio social, de esparcimiento, lugar de reuniones efectivas, de encuentro y socialización, pero pocas veces lo entendemos como un lugar de encuentro de identidades y espacio donde manifestaciones se han dado su lugar, no hay que olvidar su origen: el Zócalo no solo es la plancha del jardín, es también los espacios que lo contienen, el lugar donde se encuentran presentes los poderes políticos, religiosos y económicos, poderes que han sido por siglos partícipes en las injerencias que las mujeres han tenido, o no. Un Zócalo es siempre un espacio político.

    En días pasados aconteció en las calles del Centro Histórico de Puebla la marcha del 8M, día en que miles de mujeres salimos a la calle a manifestarnos y en la que participamos un colectivo de mujeres artistas.

  ¿Y qué hace el arte en medio del Zócalo? ¿Qué hace ahí en medio de una manifestación política? El arte es ante todo un medio de comunicación y las artes gráficas han sido históricamente un lenguaje efectivo para extender mensajes a las calles. Pensemos en el uso de mantas, carteles, esténciles, stickers, entre otros. Las artes gráficas han jugado un papel importante en los movimientos sociales y han resultado en la evidencia documental de ellos, por citar algunos: los movimientos estudiantiles de 1968 en Ciudad de México; en Puebla el Movimiento Estudiantil del 61 o el Movimiento Lechero del 64; y recientemente en momentos como las manifestaciones por el asesinato de Agnes Torres o por la desaparición de Mara Castilla, la Marcha de las Putas, entre otras.

    En el Zócalo, la necesidad de dar voz y las artes van de la mano. La gráfica aporta una presencia visual a los reclamos de justicia del movimiento. En el marco del 8M, nuestra aportación consistió en que cada una de las integrantes del colectivo de artistas realizó una placa de linóleo en donde representó su lucha personal, las cuales fueron impresas en varias copias en tinta violeta sobre banderines blancos. Cabe mencionar que el plástico cortado con que se realizaron las banderas proviene del poblado de San Salvador Huixcolotla, Puebla, comunidad que se dedica a la elaboración del papel picado.

    En talleres independientes y universitarios imprimimos las imágenes, cosimos las banderas en máquina y realizamos el armado de la instalación con la participación de hombres y mujeres. Todas fuimos responsables de la organización y de llevar el proyecto a la marcha para portar en alto nuestros reclamos impresos durante toda la caminata.

    Las banderas nos funcionaron como punto de reunión y como referencia para encontrarnos y compartir intereses, demandas y consignas: igualdad de oportunidades en todos los niveles, justicia por las desaparecidas, los feminicidios, la violencia sistemática en contra de nosotras y una exigencia de aborto libre y gratuito. Al final del recorrido, las banderas se colgaron en el Zócalo de un extremo al otro y así permanecieron hasta el día siguiente.

    Como artistas vemos necesario este ejercicio de convergencia e integración para posicionarnos en el contexto social e histórico. No hay muchos sitios públicos que nos permitan esa expresión y el Zócalo habríamos de pensarlo y defenderlo como este espacio de diálogo abierto con los otros, como se hizo anteriormente con el movimiento #LaCalleEsNuestra ante el Programa de Artistas Urbanos, un momento en que se pretendió hacer una “limpia” de las manifestaciones artísticas en la calle, generando un valor económico a expensas de precarizar a los trabajadores de la cultura. Para nosotros, el Zócalo es un espacio característico por incluir, y esto comprende una diversidad de manifestaciones como la música, el clown, las artes escénicas y visuales, la fotografía y la danza, entre otras. Es el lugar donde disfrutamos desde un concierto de cuerdas, uno de electrónica o una función de cine al aire libre.

   Por ello, es consciente el uso del espacio para levantar la voz. El Zócalo fue nuestro por muchas horas en que las mujeres lo abordamos desde el cuerpo, desde lo sonoro y lo visual. El aire fue pintado de violeta, el agua de rojo y la tierra vestida de carteles y consignas, alimentando un movimiento que no para de crecer.

 

 

SOBRE LAS AUTORAS

Mónica Muñoz Cid. Su trabajo se ha centrado en la exploración de los procesos gráficos tradicionales, utilizándo la multiplicidad en la estampa para construír el discurso que aborde temas relacionados con la vida en la ciudad y las relaciones humanas de carácter afectivo, social y político.

Elizabeth Flores Lagunes. Artista visual y gestora independiente. Actualmente lleva la Oficina de Servicios para Artistas (O.S.A.). Formada en la Universidad de las Américas Puebla.

Publicado en Cuetlaxcoapan 29

El humano es uno de los seres más complejos de este planeta. A lo largo del tiempo, se las ha ingeniado para modificar su apariencia, su entorno y la forma en que se relaciona con sus semejantes; modificaciones que no siempre tienen que ver con la supervivencia biológica de la especie. Sin embargo, a pesar de tanta variabilidad, diferencias y divergencias, existen elementos que nos son comunes a todos, por más distancia espacial o temporal que exista, a lo que normalmente nos gusta llamar “naturaleza humana”.

    Cuando observamos la composición urbanística de las ciudades, podemos ver que la gran mayoría se agrupa en torno a una plaza. Grandes espacios abiertos, normalmente ubicados en una superficie plana y rodeados por los edificios principales o elementos arquitectónicos, resguardan la identidad de dicha sociedad.

   La dupla "plaza-edificio" principal es muy común en los sitios arqueológicos mexicanos: prácticamente es una pareja indivisible. Lo que conocemos como pirámides, se tratan de edificios religiosos en los que se resguardaba a alguna deidad en las capillas que las coronaban. Normalmente, en las pirámides más altas o centrales, se albergaban a los dioses tutelares de cada pueblo.

     Sin embargo, el espacio en el que se congregaba la población para ser testigo y partícipe de las ceremonias religiosas y políticas era abajo, en la plaza. Son pocos los visitantes a los sitios arqueológicos que se detienen a mirar las piedras que conformaban los pisos prehispánicos y reflexionan que están precisamente en el espacio en el que la gran mayoría de las mujeres y hombres del pasado se reunían.

   Eran pocas las personas —tradicionalmente los sacerdotes especializados— quienes tenían el privilegio de ascender por las pirámides, ya que se trataban de espacios sagrados. Desafortunadamente, es por ello que las pirámides han sufrido un acelerado desgaste a últimos tiempos, ya que no estaban diseñadas para resistir el paso de grandes cantidades de personas al mismo tiempo.

    La filóloga e historiadora Jane Ellen Harrison, realizó un interesante estudio respecto al desarrollo del ritual y el arte, así como su consiguiente materialización arquitectónica en plazas y escenarios teatrales. Al utilizar a los griegos clásicos como ejemplo, se remonta a un origen lejano en el que los humanos se reunían y realizaban ceremonias colectivas de bailes y rituales.

    Echando mano de la orografía natural, se utilizaban espacios amplios y poco accidentados. Inicialmente, la responsabilidad del ritual recae en todos los miembros de la comunidad, mientras que los espectadores se reducían a aquellos impedidos social o físicamente para participar y que se tenían que conformar con mirar a la distancia.

    No obstante, nos encontramos aquí con seres que, lejos de situarse pasivamente ante sus condiciones y esperar que alguna divinidad les resuelva los problemas y tome cartas en el asunto: “En lugar de pedirle a un dios que haga lo que quiere que se realice, él mismo lo hace o lo trata de hacer, en lugar de plegarias dice conjuros [...] Cuando ha de salir de cacería y atrapar a un oso, no le pide a su dios la fuerza para engañar y superar al oso, sino que ensaya su caza en una danza del  oso”.1

    El tiempo pasa, las sociedades se vuelven más complejas y en algún punto del camino se decide que ya no será toda la comunidad, sino un grupo selecto de personajes quienes se harán cargo de los rituales. El resto de la comunidad se volverá espectadora.

 

Litografía del escenario dramático y ritual de la ciudad de Epidauro, Grecia. Tomado de Harrison, 2013, p. 106.

 

    Este cambio se logra ver en los escenarios primitivos de las representaciones dramáticas, en las que el lugar donde se recrean las ceremonias se vuelve más pequeño y cuenta con espacios privados, mientras que los de la audiencia aumentan. De igual forma, religión y representación artística se separan. Evidentemente, estos cambios se dieron a lo largo del tiempo y con grandes variaciones entre las culturas. Para nuestro mundo me- soamericano, hasta 1520, los rituales, si bien se realizaban por un grupo altamente especializado de sacerdotes, contaban con la participación activa de la comunidad durante los preparativos y al momento de congregarse en la plaza. Los espectadores realizaban bailes, cantos o plegarias colectivas en determinadas ceremonias.

 

Reconstrucción hipotética del Templo Mayor de Tenochtitlan. Al pie del templo se congregaba la comunidad para formar parte de los eventos políticos y religiosos. Imagen tomada de López Austin y López Luján, 2017, p. 344.

 

     En la antigua Tenochtitlan, por ejemplo, se sabe que, dentro del recinto sagrado, se ubicaban más de setenta templos y plataformas, entre las que destacaba el famoso Huei Teocalli o gran casa del dios. Este Templo Mayor, que superaba los 40 metros de altura, albergaba las capillas del dios patrono de los mexicas —Huitzilopochtli— y el dios Tláloc. Además, contaba con un pequeño espacio al frente en el que se realizaban los rituales más importantes para esta cultura.

    Se sabe, gracias a las fuentes históricas, que desde la plaza enfrente del Templo Mayor los fieles eran parte de las principales fiestas religiosas, pero también era donde se daba cuenta ante la comunidad del cambio de poder. Ahí se notificaba públicamente la muerte del tlatoani y, días después, se recibía al sucesor; incluso llegó a ser el espacio donde se resguardaba la población en casos de emergencia. De esta forma, podemos comprender cómo ambos elementos se complementan: mientras que el edificio convoca, la plaza acoge a la comunidad, en particular, durante los eventos de mayor relevancia social y política.

   Hay interrogantes sobre si la distancia que nos separa del mundo mesoamericano o griego y la pérdida en la actualidad de los rituales, en particular los religiosos, podría implicar la desaparición de las plazas. El filósofo coreano Byung Chul Han ha reflexionado sobre el tema. Subraya que los rituales han ayudado a los hombres a organizar su percepción y sus actividades en el tiempo.

    El participar —activa o pasivamente— en ceremonias que se repiten cíclicamente nos había permitido formar “diques” en el flujo del tiempo. Ahora que esos diques cada vez son menores, el tiempo al parecer se ha desbordado, lo cual ha provocado una falta de dirección y sentido, pero a la vez se logró liberarnos de teleologías e imposiciones en las riendas de nuestro destino.

    Las ciudades modernas se alejan cada vez más de las actividades agrícolas, por lo que se pierde el sentido e interés en prevenir o celebrar determinados ciclos estacionales. Sin embargo, existe aún un evento relacionado con la cuenta del tiempo, que sigue logrando convocar a grandes multitudes en las plazas de distintas ciudades. Los cambios de año, que son una medida artificial consensuada por muchos países y que incluso se ha tenido que ajustar, siguen siendo de los eventos favoritos en los que se reúnen propios y extraños para celebrar y dar testimonio del acontecimiento.

 

Los restos de la antigua plaza tenochca a los pies de su Huei Teocalli. Zona arqueológica del Templo Mayor, Ciudad de México. Fotografía PLB.

 

    Ahora que los poderes político, económico, jurídico y religioso están separados en distintas personas, los espacios donde se realizan los eventos principales de estas autoridades se han diversificado: algunos, como los judiciales, incluso se han restringido. Aquellos que perviven en las plazas principales son los políticos y económicos, mayormente. En ellas se realizan ceremonias cívicas, se congregan las personas para realizar protestas y demandas sociales, además de llevarse a cabo actividades propias del intercambio mercantil y, en tiempos de guerra, son los espacios simbólicos que deben ser defendidos.

    Además de estas acciones, es relevante subrayar una más que nos vincula con nuestros ancestros: las plazas son lugares de encuentro y recreación. Son espacios donde se conocen y reconocen las comunidades, a las que asistimos para vernos y dejarnos ver, donde podemos pasear y los más jóvenes incluso para buscar pareja.

    La arqueología nos ha enseñado que la forma en que habitamos los espacios no ha sido igual y, que incluso, se ha modificado a pasos agigantados en últimas fechas. De acuerdo con los estudios en zonas habitacionales sabemos, por ejemplo, que los hogares anteriormente eran espacios donde las áreas de descanso, alimentación y aseo eran compartidas por los integrantes de las familias.

    Además, eran reducidas en sus dimensiones; incluso, se utilizaban los mismos espacios para varias actividades: se comía de día en un sitio y por la noche se desenvolvían los petates para dormir. El que hubiera habitaciones tan reducidas implicaba que la vida cotidiana se realizaba al exterior; precisamente, el tiempo pasaba mayormente en los lugares de encuentro común: plazas, mercados o los lugares de trabajo.

Plaza principal de la ciudad de Puebla. Fotografía cortesía de Manuel Villarruel.

 

  En cambio, ahora, el pensamiento moderno que privilegia la libertad, individualidad y autonomía ha generado la demanda de tener cada vez mayores espacios individuales y separaciones al interior de los domicilios. A pesar de que en nuestros hogares se puede realizar casi cualquier tipo de actividad laboral o de reproducción, seguimos saliendo a las calles y nuestras plazas para socializar.

    El psicólogo húngaro Mihály Csickszentmihalyi (2004) ha detectado que las actividades colectivas en las que se congrega un gran número de personas con fines pacíficos realizadas al unísono, son capaces de generar en nosotros altos niveles de bienestar emocional. Hay que pensar, por ejemplo, en cómo en las sensaciones al salir de un concierto musical o de un evento deportivo.

   Es por ello que se destinan grandes cantidades de recursos y esfuerzo para mantener en buenas condiciones nuestras plazas, ya que son el reflejo de nuestra sociedad: son los espacios donde nos encontramos, identificamos y reunimos para realizar actividades que nos producen bienestar. Por este motivo, debe ser una responsabilidad de todos su cuidado y conservación.

 

Plaza de la Constitución, Ciudad de México. Fotografía PLB.

 

    La riqueza histórica de un país, de una ciudad y de una comunidad deja su huella en las plazas públicas que generosamente nos han recibido y cobijado durante años y a través de las generaciones. No es gratuito que tanto la Plaza de la Constitución de la Ciudad de México —conocida popularmente como Zócalo— y la plaza principal de la ciudad de Puebla hayan sido reconocidas como patrimonio cultural no solo nacional, sino del mundo por la UNESCO. Son herencia material viva de nuestro trayecto histórico y también promesa de lo que podemos llegar a ser.

 

 

Sobre la autora

Patricia Ledesma Bouchan. Maestra en Arqueología por la ENAH, universidad donde imparte clases a alumnos de las licenciaturas de Historia y Arqueología. Es titular del Museo del Templo Mayor del INAH desde 2015.

 

Bibliografía

  • Csickszentmihalyi, M. (2004). Good business: Leadership, flow and the making of meaning. Nueva York: Penguin Books.
  • Han, B.-C. (2020). El aroma del tiempo. Un ensayo filosófico sobre el arte de demorarse. Barcelona: Herder.
  • Harrison, J. E. (2013). Arte y ritual antiguo. (A. Saborit, Ed.) México: Ediciones del Museo Nacional de Antropología-INAH.
  • López Austin, A., y Lopez Lujan, L. (2017). Monte sagrado, Templo Mayor. México: INAH-UNAM-IIA.

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  1. Harrison, "Arte y ritual antiguo", p. 32.
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Jueves, 22 Septiembre 2022 18:34

¿Qué es Casa Abierta?

Casa Abierta surge como una iniciativa de la Gerencia del Centro Histórico y Patrimonio Cultural ante la identificación de mecanismos insuficientes de socialización y difusión de los proyectos de conservación del patrimonio que se desarrollan en el Centro Histórico y las áreas patrimoniales del municipio. La comunicación cercana de las acciones que desarrolla el Ayuntamiento de Puebla hacia las y los habitantes de los barrios y colonias, que dan vida a las zonas patrimoniales de nuestra ciudad, resulta un aspecto clave para el involucramiento de la ciudadanía en la construcción de mejores condiciones de habitabilidad; pero también, para contribuir a la preservación del valor universal excepcional que hace de nuestro Centro Histórico un sitio especial en el mundo.

    En este sentido, Casa Abierta tiene como objetivo contribuir a la socialización, apropiación simbólica y participación de la ciudadanía en los proyectos de mejoramiento urbano y del patrimonio cultural, a través de la apertura de espacios itinerantes en los barrios y colonias en donde se desarrollan estos proyectos.

 

Casa Abierta en los barrios de San Antonio y El Refugio

 

La primera edición de esta iniciativa se desarrolló en el marco del proyecto de Mejoramiento de la imagen urbana de los barrios históricos de San Antonio y El Refugio. El proyecto, ejecutado entre enero y marzo de 2022, se realizó con el objetivo de mejorar las condiciones de habitabilidad de los barrios mediante el mantenimiento integral de fachadas en deterioro y de la intervención de banquetas en mal estado. Estas acciones fueron posibles gracias al cofinanciamiento del Fondo de Apoyo a las Ciudades Mexicanas Patrimonio Mundial de la Secretaría de Cultura del Gobierno Federal.

 

    Entre las principales acciones de mejoramiento ejecutadas se encuentran:

 

» Intervención integral de 166 fachadas, a través del mejoramiento de sus aplanados, emboquillados, y aplicación de pintura en sus muros y elementos arquitectónicos.

» Mejoramiento de 1, 225 m2 de banquetas y 587 m de huella podotáctil en la 7 norte, entre 18 y 24 poniente.

 

¿Cómo funcionó Casa Abierta en los barrios de San Antonio y El Refugio?

 

Casa Abierta tuvo su sede temporal en la Av. 22 poniente núm. 320, gracias al alojamiento facilitado por la ciudadanía. El proyecto abrió sus puertas a la población todos los días lunes, desde el 17 de enero al 28 de febrero de 2022.

   En este espacio se desarrollaron cuatro tipos de acciones generales encaminadas a socializar el proyecto de Mejoramiento de la imagen urbana de los barrios históricos de San Antonio y El Refugio, así como contribuir a la habitabilidad de la zona.

 

Acción 1: Socialización del proyecto de mejoramiento de imagen urbana

Consistió en la exposición en sitio de los objetivos y características del proyecto durante su periodo de ejecución en los barrios de San Antonio y El Refugio, a través de láminas y apoyos gráficos. Esta acción permitió, a su vez, esclarecer las dudas de las y los habitantes sobre el proyecto en desarrollo y los mecanismos para participar en el mismo.

 

 

Acción 2: Mapeo colectivo

La operación de Casa Abierta en una sede temporal representó una oportunidad para que la ciudadanía expresara las diversas problemáticas, necesidades y potencialidades de sus barrios. Para ello, se utilizó la técnica de mapeo colectivo para que las y los habitantes pudieran identificar y representar a través de un mapa de sus barrios los ámbitos de mejora de su contexto socioespacial, así como los aspectos positivos de sus barrios.

    Como resultado de este ejercicio, se identificaron 75 necesidades de atención en los barrios, que se relacionaron principalmente con la seguridad pública, limpieza, movilidad, servicio de alumbrado y de drenaje. Las necesidades identificadas por las y los habitantes fueron canalizadas a las diversas dependencias del gobierno municipal para su correspondiente seguimiento.

 

 

Acción 3: Jornadas de atención integral

Consistió en el desarrollo de 10 actividades a cargo de 6 dependencias del gobierno municipal para contribuir a la atención integral de las y los habitantes de los barrios de San Antonio y El Refugio, a través de jornadas de limpieza de vialidades; de análisis de movilidad y seguridad vial; de atención médica general y servicios de nutrición; de atención de bienestar animal; de servicios de estilismo; así como jornadas para dar mantenimiento a la cancha de futbol de San Antonio.

 

 

Acción 4: Recorrido patrimonial

Con el objetivo de fortalecer el interés de la ciudadanía en el patrimonio tangible e intangible del Centro Histórico, el 12 de febrero de 2022 se realizó un recorrido a pie en los barrios de San Antonio y El Refugio. A diferencia de los recorridos que generalmente son encabezados por un guía de turistas o una persona con formación académica en temas patrimoniales, en esta actividad se buscó reconstruir la historia y conocer la vida cotidiana de los barrios a través de sus propios habitantes.

 

 

Numeralia de Casa Abierta en los barrios de San Antonio y El Refugio:

» 7 semanas de actividades

» 10 actividades realizadas por 6 dependencias del gobierno municipal

» 186 participantes de las actividades realizadas en Casa Abierta

» 117 perros y gatos atendidos por las jornadas de bienestar animal

» 75 necesidades expresadas por vecinas y vecinos a través del ejercicio de mapeo colectivo

» 1 recorrido patrimonial por los barrios históricos de San Antonio y El Refugio.

 

SOBRE LA AUTORA

Denisse Larracilla Razo. Diseñadora-urbana ambiental con experiencia en la elaboración de instrumentos normativos y de planificación urbana, así como estructuras institucionales para promover y atender la movilidad urbana sustentable, espacio público y seguridad vial desde la acción gubernamental. Asimismo cuenta con experiencia en el acompañamiento técnico para el desarrollo de proyectos de mejoramiento urbano, con énfasis en movilidad sustentable y perspectiva de género desde la iniciativa privada.

 

 

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Jueves, 22 Septiembre 2022 18:23

Proyecto Análogo

Proyecto Análogo fue fundado en la ciudad de Puebla en 2017. Desde su concepción, los dos fotógrafos que lo conforman, María Prieto y Pablo Argüelles, buscan explorar diversos formatos fotográficos a través de diferentes cámaras analógicas. Su principal motor es la ciudad —cualquier ciudad—, con la decadencia y el polvo que conlleva.

    Las fotografías de esta serie fueron tomadas con Yashica 124g, Yashica-D y película Portra 160.

 

 

ZÓCALO

Qué difícil es hablar de lo que siempre se habla. Qué difícil es mirar con otros ojos lo que hemos visto siempre.

El Zócalo es nuestras venas, o nuestra frente, o un órgano vital: está siempre ahí, sabemos que existe, hablamos de él; incluso le escuchamos.

Pero nunca lo vemos: nunca realmente lo vemos.

¿Estamos en él?

¿Estamos aquí?

Qué difícil es hablar de lo que siempre se habla [otra vez].

Por eso dos fotógrafos desmañanados esperan pacientes a que algún tipo de vida se manifieste ahí, en el Zócalo.

En el centro de los centros.

Esperan, pacientes,

a que el sol salude entre las ramas.

A que despierten las lajas

A que los perros aúllen.

Qué raro es el piso y las bancas: llenos de historia y de la noche anterior.

Qué rara es la gente, que camina por aquí sin saber que camina realmente por aquí.

 

 

Publicado en Cuetlaxcoapan 29

Hoy resulta pertinente observar y abordar las dinámicas que suceden entre los espacios centrales de nuestras ciudades, en particular los objetivados por la Plaza Mayor1, ya que son poseedoras de funciones y representaciones socioespaciales equivalentes. ¿La razón? La manera en que las acciones y los procesos transformadores de la ciudad se han encargado de ir desagregado valor en el conjunto de la ciudad. Sin embargo, en este escrito se plantea que es posible sostener, desde la perspectiva del territorio que estructuran, su contribución como espacios de cohesión e identidad entre sus habitantes.

    Lo primero que hay que señalar es que, para este texto, la expresión “Plaza Mayor” hace referencia tanto a aquellos objetos arquitectónicos que dotan de forma a la misma plaza, como aquellos otros, de escala urbana, que tienen la capacidad de estructurarla.

    Además, las categorías físicas que argumentan el propio espacio arquitectónico y urbano, son insuficientes por sí solas para delimitar su relevancia como espacio patrimonial. Es necesario que estén estrechamente vinculadas con la dinámica humana, demográfica y económica que les dan razón de ser.

 “Hablar de patrimonio, por tanto, implica relacionar la física, arquitectónica/urbanística, con la actividad, económica/social, ya que es mediante una correlación entre espacio y actividad humana como se entiende lo histórico heredado, en su calidad de preexistencia sobre la que va a descansar un nuevo ciclo productivo.”2

    La noción del espacio público patrimonial es, entonces, una obra colectiva y un bien común del que todos deben de participar desde las necesidades percibidas, así como del uso y disfrute de la ciudad, entendida como la entidad urbanística compleja.

    A partir de estas consideraciones, se explica el comportamiento que han tenido estos espacios, sus paralelismos, diferencias en su gestión y apropiación de quienes los utilizan desde las escalas local y metropolitana. En particular, se abordará el caso de la Plaza Mayor de Puebla y su correspondiente a la de la ahora Junta Auxiliar de San Francisco Totimehuacán. Para estos casos, reconocemos que sus plazas son espacios fundantes y ordenadores de sus localidades, cercanas territorialmente, contemporáneas en su creación e interdependientes en su función.

   Puebla, como entidad urbana colonial, se caracterizó por ser un núcleo destinado a los conquistadores-empresarios y delimitado por barrios indígenas, población destinada al servicio de la ciudad. En su plaza, se edificaron representaciones de los poderes político, religioso y comercial, mismas que rodeaban una gran explanada que, hasta el proceso modernizador de la ciudad, en 1863, era espacio que enriquecía la vida misma de la ciudad. Algunas de las actividades que se involucraron fueron el ejercicio del poder político y religioso, intercambio de bienes de consumo, celebraciones cívicas, religiosas y populares y, desde luego, un espacio para el encuentro y ocio.

    Totimehuacán, con la ayuda de los tlaxcaltecas, fue sitiado y dominado por los españoles alrededor de 15203.. Las primeras menciones de este territorio fueron hechas por Juan de Salmerón en agosto de 1531, en una carta dirigida a la Reina Isabel de Portugal. En esta misiva, reconoció la grandeza de esta provincia y solicitaba al Congreso de Indias que, con la fundación de Puebla de los Ángeles, se respetara la extensión territorial de Totimehuacán. 

    La respuesta fue una Orden Real para que se respetasen los derechos de los indígenas sobre sus propiedades4. Con la fundación del convento de San Francisco, se impulsó el trazo y diseño de la ciudad, lo que consolidó su plaza principal, estructurada por el convento; su propio cabildo y además un portal de mercaderes.

    Al igual que en Puebla, la diversidad de funciones en la explanada se vinculaba a la complejidad de la vida de sus habitantes: comercio, celebraciones cívicas-religiosas, festividades populares y espacio de encuentro. Su interdependencia se identificó por su comercio intensivo y por su abundante producción agrícola.

    Los procesos de modernización de las ciudades transformaron sustantivamente su concepción fundacional, especialmente bajo la rectoría del sistema económico del capital. Este cambio se visibilizó a partir de quiebres tecnológicos, como lo fue la llegada del ferrocarril a la ciudad de Puebla, así como proyectos de embellecimiento, como el ajardinamiento de su plaza; pero, sobre todo, la evolución fue visible por un nuevo modelo de vivienda segregado.

  Con la llegada del automóvil, acompañada de la pavimentación de calles y proyectos carreteros5 que apostarían por una ciudad modelada bajo los principios de la articulación velocidad-distancia, la capital se extendió sin ningún límite.

    Incursión tecnológica, desagregación funcional, extensión del espacio urbano, reducción del territorio rural, vaciamiento de la ciudad heredada como lugar de habitación y creación de nuevas formas de vivienda, entre otros, han sido elementos que han reconvertido el espacio simbólico de la ciudad de Puebla y, en menor grado, a San Francisco Totimehuacán. Hoy se les entiende en un territorio compartido: poner en valor ciertas piezas monumentales para la creación de “espacios teatrales” que reclaman, en consonancia con dicha condición, una ciudad que parece ser solo para el consumo de algunos sectores de la población y de visitantes.

     Las intervenciones programadas —y en muchos casos, ejecutadas— no tendrían ninguna objeción, si no fuera por la marcada intencionalidad de la elitización de su uso; mediante este proceso, se introdujeron formas y valores propios de un determinado nivel socioeconómico o incluso de una forma de pensar las relaciones sociales. La Plaza Mayor de Puebla y, a su escala, la de Totimehuacán, aunque abiertas a todos, tienden a ser consumidas en realidad por aquellos sectores que disponen de cierta posición socioeconómica.

    En la relación interdependiente urbano-territorial entre Puebla y San Francisco Totimehuacán, es necesario visibilizar la reducción en valor que ha sufrido esta última en el proceso de metropolización de la región. Fue absorbida política y administrativamente por la centralidad de Puebla, en 1962 -al menos de manera formal-, a través de la creación de juntas auxiliares. Esta decisión formulaba la dotación de territorio para la extensión de la metrópoli bajo el estricto control de la capital.

  Espacialmente, hay evidencias de la afectación en la vocación y estructura territorial: de ser predominantemente agrícola, su economía se ha ido “terciarizando”. A la vez, se ha poblado de manera dispersa a partir de la edificación de vivienda que replica la conurbación de Puebla.

  Aun con eso, la población de San Francisco Totimehuacán ha mantenido expresiones de resistencia ante ese sometimiento. Esto ha generado auténticos procesos de representación popular que mantienen usos de suelo primarios en áreas que todavía tienen condiciones para ello. Además, se han nutrido tradiciones culturales ancestrales que tejen el espacio habitable y las relaciones  comunitarias.6

   Es aquí en donde el papel de la Plaza Mayor adquiere un carácter eminentemente popular. Esto, debido a que está vinculada, espacial y socialmente, a estas actividades que suceden en la localidad, además de incorporarse a los requerimientos demandados desde la realidad urbanística de la zona.

     En contraste, la plaza de Puebla ha ido en sentido opuesto a esta directriz. Como centralidad metropolitana, es una réplica de lo que sucede en el resto del territorio. Su práctica urbana está caracterizada por el consumo insensato de suelo, la explotación irracional de recursos naturales y la materialización de injustas diferenciaciones sociales, visibilizadas por la carencia de servicios básicos para la mayoría de su población.

    Está claro que un palacio de gobierno ha sido financiado por dinero público o, en su momento, por un personaje acaudalado de la ciudad. No obstante, su permanencia en el espacio de la plaza, a lo largo del tiempo, está más relacionada con la presencia de las clases sociales populares que con la voluntad expresada por parte de sus antiguos promotores. Es necesario recordar que los sectores más favorecidos han abandonado estos bienes en momentos históricos concretos, en la medida en que prescindían, al mismo tiempo, de la ciudad que, hasta entonces, constituía su marco de vida más  habitual7.

    Así, esta práctica se corrobora con el traslado de los servicios del gobierno del estado al nuevo Centro Integral de Servicios (CIS), en la prestigiada zona de Angelópolis. Con este emplazamiento, se contribuyó a la desagregación de la complejidad funcional y de significado a la Plaza Mayor y del denominado “Centro Histórico”.

   Los efectos son el “vaciamiento” de funciones de servicio, lo cual acelera la transformación de este lugar como espacio de habitación y, al mismo tiempo, una selección de nuevas representaciones de poder que se alejan, cada vez más, de aquellas zonas que estaban al alcance de la mayoría de la población. Con ello, emergen ahora nuevos restaurantes distinguidos, tiendas sofisticadas y viviendas exclusivas.

   En nuestro planteamiento, la Plaza Mayor es, efectivamente, un espacio conformado por arquitecturas que le dan forma, pero que, al mismo tiempo, está vinculado ineludiblemente a la estructura urbana que le da categoría de entidad urbana, más allá de la individualidad como plaza. En el caso de Puebla, esta cualidad se ha ido desdibujando y tiende a quedar como un espacio patrimonial asilado de las dinámicas del conjunto metropolitano.

    Esto es visible en la dinámica social, demográfica, económica y urbana que se introduce en cada edificio, en cada local que abre en función de una operación inmobiliaria que aparece como de gran alcance. Para San Francisco Totimehuacán, existe el riesgo de permanecer paralizada, hundida e incluso con tendencia a desaparecer, a pesar de su dinámica demográfica y cultural prevaleciente. ¿No será más que un acto mediante el cual el bien patrimonial de la plaza será “expropiado” al conjunto social que se ha encargado de su custodia? Esto nos lleva a pensar que recuperación y expropiación constituyen el mismo acto.

     Al final, el tipo de planeamiento urbano que se formule para la metrópoli la cual cuenta con plazas centrales que han sido incorporadas, es el que determinará el papel de estos lugares. Esto ocurrirá de manera independiente a la riqueza histórico-monumental que expresan dichos lugares.

    En este sentido, es más importante la serie de circunstancias históricas que hacen de los lugares sitios de actividad acorde con su ubicación central, que la existencia de piezas monumentales aisladas que se recuperan para utilidad y valoración de muy pocos.

 

Sobre el autor

Francisco Valverde Díaz de León. Arquitecto egresado de la Universidad Iberoamericana de la Ciudad de México, Maestro en Educación Humanista y Doctor en Ciudad Territorio y Patrimonio por la Universidad de Valladolid, España. Académico de tiempo completo en la Universidad Iberoamericana de la ciudad de Puebla.

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  1. Ahora se nombra coloquialmente como “Zócalo” a cualquiera de las plazas principales de las ciudades mexicanas, en particular las fundadas durante la colonia. Habrá que recordar que durante el siglo XIX sólo a la Plaza Mayor de la Ciudad de México se le atribuyó este sobrenombre cuando se edificaba (1843). Precisamente, fue el Zócalo que recibió una escultura conmemorativa de la independencia de México, ordenada por el entonces presidente Antonio López de Santa Anna, a cargo del arquitecto Lorenzo de la Hidalga. Por problemas económicos, políticos y militares, en 1845, se abandonó la obra y sólo se pudo edificar la base circular.
  2. Álvarez Mora, Alfonso. "El mito del Centro Histórico. El espacio de prestigio y la desigualdad", Universidad Iberoamericana Puebla, BUAP Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades, Universidad de Valladolid Instituto Universitario de Urbanística, 2006, p. 139.
  3. Delgadillo, Polanco Víctor, Castro, Marín Margarita, Pinto, López Alejandro, Rosales, Cardoza Eva, Vargas, Cabrera Edgar, Bonilla, Fernández Rosa, García, Guerrero Miguel, Morales, Hernández Leticia, Vázquez, Serrano Ángel y Rosales, León Jesús. "Centro Histórico, San Francisco Totimehuacán" (Tesis de pregrado), Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, Puebla, 1984, p. 17.
  4. Rivero Carvallo, José. "Totimehuacán. Convento y templos franciscanos", Puebla, México, Impresos López, 1961, p. 40.
  5. Observar la penetración en el tejido urbano de Totimehuacán: la carretera que conduce a la presa de Valsequillo.
  6. Prevalece la organización de mayordomías barriales y las celebraciones patronales a lo largo del año; procesiones en calles concéntricas a la Plaza Mayor, tal como el Via Crucis, la Circular de la Divina Providencia, así como las celebraciones cívicas y populares acompañadas de su singular gastronomía.
  7. Ibid., iii, p. 143.
Publicado en Cuetlaxcoapan 29

Espacio público y sociedad: no se entiende lo uno sin lo otro, pues toda sociedad necesita de espacios para funcionar como tal, para interactuar, para consolidarse y fortalecerse social y culturalmente. Por otra parte, la ciudad se puede considerar como una construcción portadora de significados tecnológicos, sociales y estéticos, por tanto, un hecho social. Y el lugar de asentamiento es de suma importancia, pues el territorio condiciona la carga de significados del entorno, ya que es donde la comunidad realiza la división y distribución de los espacios, de acuerdo con su uso, producción y consumo.

    Para comprender nuestro interactuar social, es parcialmente necesario echar un vistazo a nuestro legado, a nuestra historia, a nuestro "ADN". Los poblanos somos el resultado no de una, sino de varias mezclas, ya que son muchas las personas de diferentes orígenes que han pasado por nuestro territorio y que, por alguna razón, han permanecido o han dejado aquí su herencia y descendencia.

    A estas tierras llegaron quienes se prestaron a la aventura de la conquista, por lo que durante los primeros años dominaron el vagabundaje, los excesos y las crueldades con los nativos, inestabilidad que no le convenía ni a la Corona en su dominio, ni a la Iglesia en su evangelización. Para eliminar estos problemas, la creación de una nueva ciudad ofrecía una estabilidad habitable. Para Méndez,1 este proyecto de ciudad se «desprende de las relaciones de poder coyunturales, que rediseñan las preexistencias (edificios, en sentido reducido; elementos reguladores y cultura material, en sentido amplio).»

 

La Plaza de Armas y la historia social de la Puebla de los Ángeles

 

Como la mayoría de las ciudades de la Nueva España, Puebla se levantó con una retícula en damero a partir de la plaza central, lo cual continuó con el ejemplo de varias ciudades españolas erigidas durante los siglos XII y XIII. Estos poblados recibieron su traza de los campamentos romanos, mismos que, para Hardoy,2 aprovecharon las ya establecidas fundaciones de celtas e ibéricos, red básica que se fue complementando con la sucesiva presencia de diversos pueblos como visigodos, cristianos y árabes.

    Otro antecedente urbanístico de las ciudades latinoamericanas es el notable castrum que los reyes católicos mandaron a edificar en el sitio de Granada, en 1491, al que llamaron Santa Fe. Esta estructura consistía en un rectángulo fortificado con dos ejes que se cruzaban perpendicularmente y cuatro grandes puertas orientadas de acuerdo con los puntos cardinales3.

   Una importante característica de la retícula es que facilita la defensa y la distribución, ya que en el centro se encuentran los edificios administrativos y de gobierno. El damero también contiene valor defensivo, así como estético, y favorece el desarrollo de los conceptos básicos de zonificación. Se cuidaba la imagen urbana en correspondencia con las ideas renacentistas.

     Como se puede ver, la fisonomía está directamente relacionada con los usos y las necesidades sociales, pero también las gubernamentales. Las plazas mayores españolas de entonces se caracterizan por ser cerradas y con accesos por los costados, mientras que las plazas mexicanas son abiertas y ubicadas frente a los palacios de gobierno. Este detalle expone influencias de la arquitectura y disposición espacial prehispánicas: amplias explanadas frente a los edificios cívico-religiosos, simétricas, abiertas, donde se privilegia a la población, donde se facilitaban festividades, tianguis y manifestaciones sociales.

    Esta Puebla fue mononuclear en sus inicios, pero para finales del XVI, los barrios asentados en los alrededores ya poseían sus propios centros religiosos y sus plazas. Por ende, los espacios públicos abiertos se fueron diversificando, tanto en su ubicación geográfica como en sus actividades culturales, propias de cada región de procedencia. Esto propició los intercambios, por lo que cada plaza fue un vinculante social y transcultural.

    A medida que creció la ciudad, creció la complejidad de su sistema de relaciones, entre la tensión y la resistencia. Es en el espacio público donde se manifiestan los valores de grupo, las ideologías y sus niveles de dominancia, donde se delatan los avances científicos y tecnológicos, y es en el arte donde se conjugan las características históricas y de significados en fondo y forma, siempre en relación con el espacio ocupado, con el visitante, con el tiempo, con el creador y con la gestión de lo urbano y de las políticas públicas4.

 

La sociedad y su incidencia en el Zócalo

 

Un aspecto importante a esbozar es la identidad, un concepto aplicable a nivel personal, grupal, comunitario, regional, nacional, incluso continental, y que se ha estudiado desde diferentes disciplinas. De hecho, las investigaciones sobre la identidad en torno al medio y a la etnicidad han sido cada vez más interdisciplinarias.

    De acuerdo con Woodward,5 es el sentido de identidad lo que provee una vinculación eficiente entre las personas y el mundo en que se vive, pues combina cómo el ego se ve a sí mismo, cómo ve a los demás y cómo es visto por los demás; por tanto, involucra elementos internos, subjetivos y externos. La cultura, entendida como sistema de símbolos, da lugar al establecimiento y reconocimiento de la propia identidad conjuntamente con el grupo al que se pertenece.

    Es así, que elementos culturales devienen en símbolos marcadores de la identidad a nivel ideológico y superestructural; por otra parte, la identidad de grupo es consciente y se basa en la identificación de relaciones objetivas reales, que puede llegar a convertirse en un medio de manipulación y control6.

 

Manifestación de Antorcha Campesina en 2021. Foto de Elvia Sánchez de la Barquera Arroyo.

 

    No se puede hablar de identidad sin plantear la otredad, factor importante para la diversidad. Las ciudades también se pluralizan, con lo que el bagaje cultural crece desbordando fronteras; además, las sociedades actuales han abierto las puertas a nuevos enfoques en las relaciones sociales. Para Habermas, estas diversificaciones no son necesariamente incompatibles: de hecho, el discurso actual de la tolerancia está sustentado en la aceptación, no necesariamente la asimilación, de valores controvertidos que en el devenir esperan una resolución a futuro7.

    Estas diversidades empujan hacia la complejidad de la estructura social, lo que, a su vez, obliga a seccionar y a especializar actividades; Hernández8 califica esto como un elevado grado de segmentación y un empobrecimiento relacional. En una ciudad de estrepitosa vida como Puebla, estos cambios son más constantes, incluso radicales, ya que suelen presentarse algunas micro-ciudades dentro de la gran urbe.

 

Instalación de demandas durante las marchas del 8 de marzo de 2022. Foto de Fabián Valdivia.

 

    Esta heterogeneidad se ha expresado en diferentes momentos en nuestro Zócalo, sobre todo en los últimos tiempos cuando la Administración pública se ha visto superada por la impunidad (corrupción); por los grupos de poder políticos y de otra índole (narco, tratantes de blancas); por la inseguridad y por la inestabilidad política que ha llevado a numerosas familias a enfrentar situaciones de dolor y de angustia. Los casos son numerosos; la participación social in crescendo y muy diversificada:

 

»Familiares de desaparecidos reclamando que las fiscalías hagan su trabajo de investigación y presenten resultados.

» Feministas y mujeres en general contra la creciente ola de feminicidios, secuestros y reclamo de derechos.

» Grupos ecologistas en defensa del agua y del territorio.

» Antorcha Campesina.

 

    Todos estos grupos se han distinguido por dejar una huella en el Zócalo, presencia que va en dos direcciones: por un lado, implica una apropiación del espacio para disponer de este y dejar testimonio de su paso. Por otro, la de proyección de sí misma hacia el resto de la sociedad, la materialización y permanencia del reclamo.

   Para Korosec9 la apropiación del espacio es el resultado de un complejo enramado que implica que el sujeto se hace a sí mismo a través de sus propias acciones; requiere de un dominio social significativo sobre la plaza; incluye un hacer histórico que conlleva un proceso de socialización y las potencialidades del individuo. La apropiación es un proceso, por lo que articula cambios temporales, es dinámico y de interacción de la persona con el medio. Estos intercambios pueden generar dicotomías, pues la manifestación grupal es un derecho y sigue siendo el uso cada vez más constante y trasgresor del espacio público.

     El Zócalo de Puebla es un espacio donde nos reconocemos y conocemos al otro; donde nos manifestamos y donde somos espectadores; donde coexistimos.

 

Demandas de los familiares de desaparecidos. Primera manifestación sobre el tapial durante las obras del Zócalo de Puebla. Marzo de 2021. Foto de Elvia Sánchez de la Barquera Arroyo.

 

Sobre la autora

Elvia Sánchez de la Barquera Arroyo. Licenciada en Antropología (UDLAP) y licenciada en Bellas Artes, Suficiencia de Investigador y Doctorado en Espacio Público y Regeneración Urbana: Arte y Sociedad, por la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Barcelona. Escultora, docente, investigadora y crítica de arte independiente.

 

Bibliografía

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  • Barth, Fredrik. Ethinc Groups and Boundaries, the Social Organization of Culture Difference, Little Brown and Company, Boston, 1969.
  • Berstein, R. J. (ed.). “Questions and counterquestions”, en Habermas and Modernity, Cambridge, 1985.
  • Brandào, Pedro. “Profecías y Profesio- nes de Fe sobre Diseño Urbano", en El Espacio Público y la Interdisciplinariedad, pp. 54-59, Pedro Brandào y Antoni Remesar Coords., Centro Portugués de Design, Portugal, 2000.
  • De Solano, Francisco. “Urbanización y Municipalización de la Población Indígena”, en Revista de Indias, núm. 127-130, julio-diciembre, pp. 241-268, Madrid, 1972.
  • Hardoy, Jorge Enrique. Las Formas Urbanas Europeas durante los Siglos XV al XVII y su Utilización en América Latina, Instituto de Estudios Peruanos, pp. 157-190, Lima, 1972.
  • Hernández, Pedro. “La Sustentabilidad del Desarrollo Regional”, en Ciudad, Región y Territorio, Nancy Churchill y Ubaldo Ortega (comps.), pp. 50-67, Área de Estudios Regionales, Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades, BUAP, 2001.
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  • Sánchez de la Barquera, Elvia. “La Escultura Pública: sus repercusiones socioculturales y motivos de vinculación entre la villa de Tecali de Herrera y la ciudad de Puebla”, Tesis doctoral, Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Barcelona, 2008.
  • Tovar de Teresa, Guillermo. La utopía mexicana del siglo xvi: lo bello, lo verdadero y lo bueno, Ed. Grupo Azabache, México, 1992.
  • Wodiczko, Krystzof. Instrument personal: democràcia com a espai públic, Fundació Tapies, Barcelona. 1992.
  • Woodward, A. Questioning Identity: Gender, Class, Nation, The Open University, London and New York, 2000.

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  1. Méndez, "Urbanismo y...", p. 16.
  2. Hardoy, "Las Formas...", pp. 157-190.
  3. Kubler, "Arquitectura mexicana...", p. 105; Tovar de Teresa, "La utopía mexicana...", pp. 24-27.
  4. Sánchez de la Barquera, “Escultura Pública...”, p. 26.
  5. Woodward, "Questioning Identity...", p. 7.
  6. Rendón, “Notas sobre identidad...”, pp. 42-43.
  7. Berstein, “Questions and...”, p. 194.
  8. Hernández, “La Sustentabilidad...”, p. 157.
  9. Korosec-Serfaty, "Seminario sobre la Apropiación...". También se pueden consultar los modelos propuestos por G. Barbey, "L’Appropiation des Espaces du Logement: Tentative de Cadre Théorique", 1976.
Publicado en Cuetlaxcoapan 29