Dossier

Mercado de La Victoria de Puebla. Apuntes para su historia

 

Sergio Moisés Andrade Covarrubias

 

Desde su fundación la ciudad de Puebla de los Ángeles descolló como un lugar de enorme importancia económica, política, social y cultural, contraponiendo su fama con la de la capital del virreinato. Su rápido crecimiento y fomento de su papel dio pie a que poco después del medio siglo de su erección se le distinguiera con el epíteto de “Muy Noble y Muy Leal Ciudad de los Ángeles”, distinción poco común en los anales de la Nueva España.

  En su devenir la ciudad de Puebla logró que, sobre todo en el siglo XVII, disfrutara de un estatus prestigioso como lugar de convergencia de gran parte de artículos de diversa procedencia geográfica, así fuera Europa, Asia o las Filipinas, o también de otras posesiones españolas en el continente americano. En el mismo sentido, también de mercancías producidas a lo largo y ancho del virreinato con destino a muchas partes del globo terráqueo, cuyo medio de transporte principal eran las flotas ancladas en los puertos de Veracruz y Acapulco. Una somera lista de los productos poblanos abarcaría lo siguiente, según lo enumeran Lilián y Gustavo Illades Aguiar: harinas, panes, bizcochos, jamones, tocinos, manteca, jabones, sombreros, loza de barro, vidrio, talabartería, objetos de hierro forjado, instrumentos de labranza y cerámica de talavera. Igualmente, muy apreciados fueron “sus paños, sedas y mantas, fabricadas en los obrajes desde 1548, año en que Carlos V dio licencia a los vecinos —jefes de familia- de instalar libremente telares para las sedas. Adicionalmente, Puebla descolló en el comercio de la grana proveniente de Antequera”.'

  Igualmente, según los mismos autores, se puede saber que la actividad comercial se verificaba en la plaza principal (hoy conocida como “Zócalo”), donde los lunes se instalaba el mercado. A la larga, debido al crecimiento poblacional, fue necesario abrir nuevos lugares para el abastecimiento de mercancías por parte de la población, ubicados en las plazas de El Carmen y San Agustín, cambiándose el día de comercio en la plaza principal a los jueves. Años después los días miércoles se abriría el tianguis y mercado en la alameda nueva de San José2.

  Hacia 1764, de acuerdo con Hugo Leicht, el gobernador Esteban Bravo de Rivero ordenó retirar algunos puestos de la plaza, estableciendo cajones de madera a modo de calles. El7 de enero de 1796, se incendiaron veintitrés de estos, situados junto al Portal de Flores (hoy Morelos), frente al Sagrario. El intendente Flon trató de liberar la plaza edificando el Parián para los baratilleros y cajones de ropa, que- dando en el año de 1816 los jueves y sábados como días de mercado. Los otros días se establecerían en Santa Inés, el Montón y los Sapos.3

  Es así que en el año de 1854 se planteó la necesidad de construir un espacio adecuado para un mercado central, que contara con to- dos los elementos funcionales para un servicio de esas características y acorde con la calidad de la ciudad. Para el caso se propuso construirlo en un lugar céntrico que no afectara a otras construcciones y que tuviera el suficiente espacio para la realización de transacciones comerciales. El lugar escogido fue el área que ocupaba la huerta del convento de Santo Domingo y algunas edificaciones adyacentes. Conseguir dicho espacio no fue dificultad, puesto que las autoridades conventuales no tuvieron empacho en ceder con lo solicitado, basadas en un convenio que, a su vez, les concedía algunas prerrogativas en la administración del mercado, así como una renta adecuada.

  Hay que hacer notar que esta buena disposición se debió al hecho de que dicho convenio se firmó con las autoridades que en ese momento detentaban el poder, siendo primer mandatario de la república “su alteza serení- sima” Antonio López de Santa Anna, quien inclusive emitió una orden para llevar a cabo la obra del mercado. De ahí que se podría plantear la hipótesis de que el nombre como es conocido se deba a la remembranza de algún hecho glorioso del guerrero veracruzano (como bien podría ser la derrota infligida al brigadier español Isidro Barradas en septiembre de 1829) y no a honrar la memoria del primer presidente de nuestro país, Guadalupe Victoria, ni mucho menos la conmemoración del triunfo en la batalla del 5 de mayo de 1862.

  La orden de marras dice así:

República Mexicana. Gobierno del Departamento de Puebla en su Capital.

Secretaría de estado y Despacho de Gobernación. Sección de Municipalidades.

Excelentísimo Señor. Di cuenta a su Alteza Serenísima el General presidente con el oficio de Vuecencia número doscientos noventa y dos, en el que se inserta el del Señor Prefecto de esa Capital, sobre la necesidad de construir en ella un mercado público y su Alteza ha resuelto con esta fecha lo siguiente:

“Facúltese al Gobernador del Departamento para que pueda disponer todo lo concerniente a la construcción de un mercado en la Capital del Departamento de Puebla, de mampostería, eligiendo el punto que considere más a propósito y contratando la obra con el arquitecto que por este preste las garantías necesarias por su honradez e idoneidad y pagándose su importe de los fondos del municipio”. Y lo traslado a Vuecencia en contestación y para los fines consiguientes. Dios y Libertad, Mégico, Agosto treinta y uno de mil ochocientos cincuenta y cuatro. Aguilar. Excelentísimo Señor Gobernador del Departamento de Puebla. Es copia. Secretaria de Gobierno. Puebla Octubre doce de mil ochocientos cincuenta y cuatro. Licenciado Joaquín María de Uriarte. Secretario.4

Está por demás decir que ya se había elegido el punto idóneo para la construcción del mercado, desprendiéndose así el convenio entre las autoridades departamentales y la orden de los dominicos, representados respectiva- mente por el gobernador José María González de Mendoza, y por fray Mauricio López y fray José María Cao y Romero, este último prior de dicha orden, signado el día 14 de septiembre de 1854.5 La ceremonia en la que se puso la primera piedra tuvo lugar el día 22 de octubre del mismo año, siendo el gobernador, a nombre de Santa Anna, quien presidiera el acto.

  La puesta en marcha de las obras de erección del mercado sufrió los avatares de la época, en la que levantamientos armados y la caída de presidentes eran el pan de cada día, dándose así el caso de que el real funciona- miento del mismo -y no en su totalidad- se pudo dar hasta comienzos de la década de 1870. Para entonces, ya establecidos firmemente los gobiernos liberales y amparados con las Leyes de Reforma, la posesión total del predio de los dominicos pudo ser una realidad y así comenzar con lo proyectado. Se llevaron a cabo diferentes propuestas y proyectos que nunca se vieron terminados o concretados, hasta que, en el año de 1907, en los estertores del régimen porfirista, se replanteó nuevamente la propuesta, aunque con algunas modificaciones. Estas requerían de hacerse de otros predios y solares, ya que la construcción se proyectaba con mayores dimensiones a las concebidas hasta entonces. Al efecto, la Compañía Bancaria de Bienes Raíces quedó como contratista, proponiendo un año para la terminación total del proyecto. Una vez aprobado este, el Cabildo, o mejor dicho su presidente Francisco de Velasco, se dio a la tarea de organizar su puesta en marcha. Aun así, es hasta el día 18 de septiembre de 1910, dentro del programa de festejos por el centenario del inicio de la guerra de Independencia, que se colocó la primera piedra del nuevo edificio, siendo apadrinado tal acto por el gobernador Mucio P. Martínez. 

  El nuevo proyecto, obra del arquitecto Julio de Saracibar, contempló la desaparición de todas las instalaciones de la plaza como pues- tos y cobertizos, la sustitución del pavimento de piedra por uno de concreto, la construcción de un segundo piso en la fachada de la calle de la Cerca de Santo Domingo (hoy avenida 3 Norte) y el arreglo de las diferentes secciones del mercado en torno de dos grandes pasajes que cruzan el mercado.7 Las obras se desarrollaron muy lentamente, de tal suerte que para el mes de marzo de 1911 solo se había adelantado una tercera parte del total.

  En ese mes, debido al avance de las fuerzas revolucionarias en el interior del estado y al mal manejo de la crisis derivada de los acontecimientos donde murieron Aquiles Serdán y sus compañeros de lucha, tuvo que renunciar el gobernador Martínez y junto con él varios jefes políticos de distrito y otros tantos presidentes municipales, entre los que se encontraba el señor De Velasco. Dos meses después cayó también el presidente Díaz.

  En sustitución del señor De Velasco quedó el señor Antonio Pérez Marín y como encargado de Obras Públicas el señor Manuel Ramos Luna, asociándose a la obra de reconstrucción del mercado el ingeniero Francisco Tamariz Oropeza. Resumiendo la labor de estos comisionados, en poco más de dos años, de septiembre de 1910 a diciembre de 1912, según el informe que presentó el ingeniero Tamariz se erogaron en la obra de reconstrucción del mercado de La Victoria un total de 759,839.14 pesos, de los cuales se gastaron 137,500.00 pesos en la compra de cuatro casas adyacentes a los terrenos del mercado y el resto, es decir 622,339.14, en la obra propiamente dicha.8

  En esos dos años y pico se procedió a la fabricación y posterior instalación de los pues- tos cerrados, se tomó como muestra la propuesta del maestro herrero Ramón Sierra y Riva. También se aceptaron y se pusieron en ejecución sendos proyectos de saneamiento, drenaje y abastecimiento de agua y de instalación de luz. El primero quedó adjudicado a la compañía Constructora de Ferrocarriles y el segundo a la Compañía de Tranvías, Luz y Fuerza, subcontratistas de la obra. Además de esto se aprobó la instalación del laboratorio de química, del gabinete bacteriológico y de la oficina de vacuna en el interior del mercado. Por último, se arrendó la primera accesoria del mercado en 50 pesos al señor Rodolfo Castuera.

  Otras cuestiones interesantes, entresacadas del informe del señor Tamariz, nos informan de lo siguiente:

  • Superficie aproximada: 17,250 metros cuadrados, correspondiendo 2,294 a las cuatro casas adquiridas (dos sobre la calle de Cruz de Piedra y dos sobre la calle de Mariano Arista, esto es, las actuales 8 y 4 Oriente, respectivamente).
  • Distribución: en palabras de Tamariz serían “131 accesorias, de las cuales 68 son exteriores y 63 interiores... En la planta alta habrá 51 cuartos de habitación, 2 viviendas de ocho piezas cada una, 22 bodegas, 12 despachos, tres salones y una oficina para abastos y Gabinete Bacteriológico, con todas las dependencias necesarias. En la parte interior habrá aproximadamente 330 puestos de fierro con rejas del mismo material, y zócalos de cemento arma- dos, y 1,250 metros lineales de plataforma de cemento armado...”, teniendo entradas por siete portillos, tres correspondientes a la fachada principal y cuatro a las laterales.
  • Total de presupuesto estimado: 1421,744.44 pesos. Se mencionó que sería menos una vez terminada la obra.

  Si fue menos, no está a discusión, ya que finalmente la obra se concluyó hasta 1915. A pesar de eso, el 5 de mayo de 1913 se inauguró solemnemente la parte ya terminada del mercado, bajo el gobierno de Victoriano Huerta a nivel federal y de Patricio Carrasco a nivel estatal, siendo presidente municipal el señor Andrés Matienzo. A partir de entonces y hasta 1986 el mercado La Victoria fue punto central de abasto de la ciudad de Puebla y aun de otros puntos, y hasta el momento no deja de hacer recordar otra época y otras circunstancias.


Bibliografía

AGMP, Libro de Escrituras No.8, Archivo General del Municipio de Puebla.

Cervantes, Enrique A. Puebla de los Ángeles en el año mil novecientos treinta y tres, Puebla, Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, 1998.

Illades Aguiar, Lilián e Illades Aguiar, Gustavo, Ecos del pregonero, Puebla, Puebla, Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, 2010.

Leicht, Hugo , Las Calles de Puebla, Puebla, Secretaría de Cultura-Gobierno del Estado de Puebla, 1992.

Montero Pantoja, Carlos y Meyer Medel, María Silvina, Arquitectos e ingenieros poblanos del siglo XX, Puebla, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, Dirección de Fomento Editorial, 2006.

Revista Popular Ilustrada, Revista Mensual de Arte y Literatura, Puebla, mayo de 1913.


  1. Illades A guiar e Illades Aguiar ,2010,p.66
  2. Ibid, pp. 140-141.
  3. Leicht, 1992, p.471 a/b.
  4. AGMP,f. 76 v.
  5. Foja 75v.
  6. Cervantes, 1998.p.XIV.
  7. Montero Pantoja y Meyer Medel , 2006.p .108
  8. Revista Puebla Ilustrada …pp. XII-XVI.

Sobre el autor

Egresado de la licenciatura en Administración Pública y de la maestría en Historia de la BUAP, actualmente titular del Museo de Arte Religioso Ex-Convento de Santa Mónica (INAH-Puebla). Anteriormente coordinador del Museo de la No Intervención Fuerte de Loreto (INAH-Puebla) y director del ICP y la Hemeroteca del Estado “Juan N. Troncoso” (Secretaría de Cultura / Gobierno de Puebla).