Dossier

El AGMP en la historia comercial e industrial de la ciudad de Puebla

 

Arturo Córdova Durana

 

El Archivo General Municipal de Puebla, AGMP por sus siglas, es en su tipo el acervo histórico más completo de América y el segundo más antiguo, pues conserva la casi totalidad de sus actas de cabildo, la serie más importante del archivo, en las que se encuentran asentadas las decisiones de sus autoridades para el buen gobierno y administración de la ciudad, desde 1532, a un año de su fundación, hasta la actualidad, siendo posible reconstruir con su información el quehacer diario de la ciudad en sus casi cinco siglos de existencia.

  Tan importantes son los datos que contiene que la Unesco inscribió esta serie en octubre de 2015, y otras siete más de las sesenta y siete series documentales que posee y dos de sus colecciones, en la Memoria del Mundo, de América, Latinoamérica y el Caribe. Por lo tan- to, es una fuente primaria de información de consulta obligada para cualquier tema que se pretenda estudiar de la ciudad de Puebla, trátese de gobierno, hacienda, justicia, milicia, urbanismo, seguridad, salubridad, o de otra índole. El Archivo General Municipal de Puebla es así el depositario de la memoria de esta urbe tan importante y trascendente como lo ha sido la antigua Ciudad de los Ángeles, la que desde el propio siglo XVI [legó a ser muy noble y muy leal, llamada después Puebla de los Ángeles y Puebla de Zaragoza, y hoy reconocida como Cuatro Veces Heroica Puebla de Zaragoza.

  Con tales antecedentes, hoy solo nos será posible esbozar la importancia de este archivo para documentar la historia comercial de esta pujante e industriosa ciudad que desde el mismo siglo de su fundación obtuvo prestigio y fama, siendo codiciados sus productos por los comerciantes de todos los confines del mundo, ya que la ubicación estratégica de la urbe fue de vital importancia para el comercio transoceánico e intercontinental de la llamada Nueva España. Fueron varios siglos en los que la ciudad fue el paso obligado de personas y mercancías, y en muchas ocasiones su destino final, volviéndose cada vez más rica y opulenta, como lo vemos reflejado hoy en los 2,619 monumentos patrimoniales de su arquitectura civil y religiosa de los siglos XVI al XIX que la hicieron digna de ser declarada en 1987 Ciudad Patrimonio del Mundo, pues si se le sumaran las edificaciones históricas y emblemáticas del siglo XX superaría su número la cantidad de tres mil.

  La fama, riqueza e importancia de la Muy Noble y Muy Leal Ciudad de los Ángeles, se la dieron no solo sus élites gobernantes, ricos hacendados, comerciantes e industriales y sus apreciadas telas y textiles, sus ceras artísticamente labradas, sus jabones olorosos y de finas fragancias, y los demás productos artesanales e industriales que conformaban el menaje de sus casas señoriales, templos y conventos, y que eran demandados por los distintos reinos de la Corona española y por lejanas naciones de Europa y Asia.

  La riqueza de la ciudad angélica se vio incrementada con la venta de sus miles de fanegas de trigo candeal y pelón, y la harina salida de sus numerosos molinos trigueros, siendo dieciocho de estos los que en el siglo XVl aprovechaban la fuerza del agua de los ríos Atoyac y San Francisco para mover sus piedras molientes, quedando en el imaginario poblano la centenaria existencia de tres de ellos: San Francisco, Huexotitla y el de En medio, activos durante cuatro centurias continuas. De las numerosas panaderías que vivían de su producción salían las ingentes cantidades de bizcochos, que, junto con las fiambres que salían de las numerosas tocinerías de la ciudad, sostenían de sobra las armadas de Barlovento y del Caribe, además de abastecer al cada vez más creciente y exigente mercado interno. En cuanto al pan de dulce que se consumía en Puebla, era enorme su variedad tamaño y peso, sobreviviendo en el tiempo algunos nombres de estas piezas, cuya calidad, peso y precio eran controlados, en el siglo XVII, por medio de pintaderas registradas ante las autoridades municipales, las que contenían el signo emblemático del propietario o propietaria del horno o panadería donde se amasaba el pan. Incluso en algunos volúmenes de las Actas de Cabildo, como el 18, es posible encontrar la regla con la que se hacía la postura del pan.

  Del mismo modo que el pan, la cantidad y calidad de los productos artesanales e industriales poblanos que se han mencionado eran garantizados por los distintos gremios que existieron en la Puebla de los Ángeles, siendo los “veedores” o jueces de cada gremio las autoridades encargadas de visitar los talleres gremiales para velar por el estricto cumplimiento de sus ordenanzas, siendo hechas mu- chas de estas a semejanza de las que se aprobaron primero en España. Es importante mencionar que las ordenanzas de los loceros del año 1653, que resguarda el AGMP en su acervo histórico, son las que se tomaron como referente principal para la denominación de origen de la loza estannífera o talavera poblana actual. Este y otros temas del comercio e industria poblanos pueden ser estudiados en las series documentales del Archivo General Municipal y complementados con la información de otros acervos poblanos como el Archivo General de Notarías, el Archivo Judicial y el del Registro Público de la Propiedad y del Comercio.

  La información contenida en el AGMP y en el Registro Público de la Propiedad fue exhaustivamente estudiada hace ya casi un siglo por el acucioso investigador alemán Hugo Leicht Meyer y dada a conocer en su célebre libro Las calles de Puebla, de obligada consulta para quien quiera conocer mejor los recovecos de la historia de la ciudad. Es gracias a la documentación del acervo histórico del AGMP y de obras como la de Hugo Leicht que se puede conocer la vocación comercial ancestral de muchas de estas calles, siendo durante más de tres siglos la principal calle del comercio angelopolitano la célebre calle de Mercaderes —actual calle 2 Norte-, la misma a la que en el siglo XVI se le llamó calle de la Carnicería, por obvias razones, y se le conoció también como calle de la Sierpe, por la leyenda de la serpiente que devoró al hijo del conquistador propietario de la célebre Casa del que mató al animal, sede hoy de El Sol de Puebla y antes del exclusivo Hotel Italia.

  La calle de los Mesones, hoy avenida 8 Oriente, es otro ejemplo más. Fue llamada así por ubicarse en ella varios de los establecimientos que daban cobijo a los españoles y mercaderes que llegaban a Puebla por el camino real de Veracruz a México, actual 14 Oriente, y cruzando el antiguo puente de San Francisco entraban a la “traza española” o Centro Histórico por esta calle para hospedar- se en el mesón de San Francisco, el del Cristo, el del Roncal o en cualquier otro de los que existían en esta rúa o en las inmediatas a ella. Existió también la llamada “de los Herreros” en la actual 3 Poniente, donde se ubicaban varias fraguas que prestaban sus necesarios servicios para el buen mantenimiento de carros, carretas y cabalgaduras, y ofrecían sus productos como cerraduras, llaves, candados, rejas, balcones y goznes, entre otros.

  Los portales mismos fueron planeados y fabricados con fines comerciales, excepto el del Palacio Municipal, y fueron antiguamente conocidos por el giro comercial de su destino. Tenemos así que el actual Portal Morelos durante siglos se llamó Portal de las Flores, pues al ubicarse al oriente del zócalo protegía del sola este delicado producto para que no per- diera su frescura durante el día y, por lo mismo, no bajara su valor de venta. En cambio el portal poniente, hoy Portal Juárez y durante el siglo XIX Portal Iturbide, fue destinado para la venta de productos no perecederos, como lo eran los libros, llamándose así Portal de los Libreros en el siglo XVI y Portal de Borja en los siglos XVII y XVIII, por haberse ubicado allí la imprenta de Juan de Borja Gandía, el segundo impresor que tuvo Puebla, la que perteneció después a su viuda Inés Vázquez Infante, la primera impresora de Puebla. El hoy Portal Hidalgo fue el Portal de la Audiencia por ser el lugar donde los alcaldes de la ciudad impartían justicia a nombre del rey. Sin embargo, el extremo poniente de este portal se conoció en el siglo XIX como el Portal de los Chileros.

  Los libros de “encabezonamiento” de alca- balas y el de registro de censos o hipotecas para los siglos XVI y XVII, los de “propios” y los de cuentas para el siglo XVIII, y los de comercio para los de los siglos XIX y XX son buenas fuentes para obtener datos fidedignos al respecto.

  La extensa serie de “Expedientes” es el mejor complemento para tal fin, pues su información es riquísima y vasta a nivel histórico y gráfico para documentar las presencias y ausencias de comercio e industrias de nuestra monumental ciudad, siendo más de mil volúmenes los que conforman la serie con datos que van desde finales del siglo XVI hasta el siglo XX; las imágenes que ilustran el presente artículo dan fe de ello.

  El lector a quien le interese conocer a profundidad la historia de un producto comercial o industrial en concreto, como la loza estannífera, la vidriería, la ebanistería, la cerería y demás productos que ya se han mencionado, deberá conocer primero sus distintas ordenanzas en los libros que integran la serie de gremios; inclusive puede llegar a conocer en el acervo histórico municipal cómo eran los exámenes que presentaban los oficiales que pretendían ser maestros en su oficio y poder tener su propio taller para fabricar y vender sus productos, y podría encontrar, incluso, indicios sobre la ubicación física de estos.

  Ahora bien, si su interés específico es conocer los comercios que existieron en los lugares que ocupan los actuales, los productos que vendían, su origen y características, y hasta sus precios, también puede encontrar información documental y gráfica sobre estos en la serie “Expedientes” ya citada, así como en los fon- dos fotográfico y cartográfico del Archivo Municipal. Muchos de estos locales comerciales e industriales modificaron la fisonomía urbana de Puebla y, a pesar de ser iconos de la ciudad y exitosos establecimientos, dejaron de existir, demoliéndose en muchos casos hasta las edificaciones que los albergaron, como pasó con el Gran Hotel de la avenida Reforma que era de tres niveles y despareció para levantarse en su lugar una moderna construcción. ¿Quién se acuerda hoy del Hotel Italia, el Hotel Jardín o el Hotel Arronte? ¿Alguien conoció La Princesa, el Cine Teatro Guerrero o el antiquísimo Cine Lux, los almacenes Astor, Blanco, Las Fábricas de Francia o el más antiguo Ciudad de México? ¿Podría alguien decir qué comercios existieron en cada uno de los portales y en el Pasaje del Ayuntamiento, y ya no digamos de las principales que dividen la ciudad en sus cuadrantes mayores, como son las actuales avenidas Reforma y Juan de Palafox y Mendoza o las calles 5 de Mayo y 16 de Septiembre?

  Sirva el presente artículo para refrescar la memoria de la ciudadanía poblana y conocer de paso la memoria de la ciudad a través de la documentación histórica que resguarda el Archivo General Municipal de Puebla en sus dos sedes, la del Palacio Municipal y la de la Antigua Cementera, institución archivística abierta a la consulta de sus fondos y series documentales. 


Sobre el autor

Es miembro del Consejo de la Crónica de la Ciudad de Puebla y analista del Archivo General Municipal de Puebla.