Gerencia del Centro Histórico - Elementos filtrados por fecha: Octubre 2021


Unos 70 integrantes del Sindicato Único de Trabajadores de la Industria de la Carne, Similares y Conexiones de la República Mexicana encabezan la comitiva de sindicatos de la Confederación de Trabajadores de México (CTM) en el desfile del Primero de Mayo.

 

El nombre de “rastro” como sinónimo de carnicería o desolladero surgió en España en el siglo XVI, porque los animales eran degollados en un matadero de donde luego eran arrastrados por las calles hasta los lugares donde se destazaban o curtían, dejando a su paso un “rastro” de sangre. Esto sucede hasta la actualidad, aunque de manera muy distinta y más higiénica, al cargar la carne de las cámaras de refrigeración a las camionetas que la trasladan a los expendios.

Fue en 1922 cuando el Ayuntamiento de Puebla construyó el primer Rastro Municipal en la calle 9 Oriente, entre la 14 y 16 Sur, donde actualmente se encuentra la Dirección General de la Policía Estatal Preventiva. Durante 50 años este matadero trajo bonanza al barrio de Analco, en donde se respiraba un ambiente campirano. En enormes terrenos, como el que se encontraba junto al Hospital Guadalupe (16 Sur y 13 Oriente), llegaron a pastar hasta 100 reses diarias antes de ser arreadas por las calles de terracería que las llevarían al sacrificio.

Los matanceros, en su mayoría vecinos del barrio, heredaron de generación en generación el oficio; eran los reyes de la zona, aunque en realidad trabajaran para los introductores del ganado. Su labor era nocturna y, al amanecer, después de que les repartían las vísceras y algunos sobrantes de carne como pago por su trabajo —lo que sucedió así hasta 1937, cuando formaron un sindicato—, se amontonaban en las pulquerías. Ahí reponían fuerzas hasta pasado el mediodía, luego se iban a sus casas a dormir unas horas, para regresar por la noche y retomar la matanza.

Generaciones matanceras

Pero, entonces, antes de 1922, ¿Dónde se sacrificaba a los animales? Para conocer más acerca de esto, platicamos con Leopoldo Arellano Castillo, secretario general del Sindicato Único de Trabajadores de la Carne, Alimentos Similares y Conexos de la República Mexicana Sección 4.

“Don Polo”, como lo llaman con respeto y cariño sus compañeros de trabajo, tiene 60 años, de los cuales ha trabajado 51 en el sacrificio de animales para consumo humano. Pertenece a la tercera generación de matanceros; ahora también el mayor de sus hijos, Marco Antonio, ha aprendido el oficio de los artesanos de la carne.

El abuelo de don Polo, Gumercindo Arellano, nació en 1870; trabajó como matancero hasta 1940, es decir, hasta los 70 años tuvo la fuerza necesaria para degollar y destazar animales; el hijo de Gumercindo, Gerardo Arellano Bonilla, nació en 1919 y también trabajó en el sacrificio de animales hasta los 72 años.

Gumercindo fue quien le contó a Polo que, antes de 1922, había un pequeño matadero que se encontraba frente a la calle que se llamaba La Barranca (hoy 3 Oriente), cercana al Puente de Ovando. Desde ahí se arrastraba a los animales sacrificados para trasladarlos a los puestos que se colocaban entre las calles 10, 12 y 14 Sur; a los primeros mercados como La Victoria, la carne se llevaba en carretas. Se sabe que la sangre producto de la matanza caía en el río San Francisco; el olor era insoportable, motivo por el cual el Ayuntamiento de Puebla decidió trasladar el Rastro a la 9 Oriente.

Gumercindo trabajó en ese matadero de La Barranca y después en el primer Rastro Municipal, en donde llevó a la faena a sus cinco hijos varones; como los demás matanceros, recibían como pago carne y vísceras que luego vendían en carnicerías o pulquerías.

También les pagaban con la cerda o pelo de los animales. Teresa Bonilla, abuela de don Polo, era quien lo clasificaba por colores y peinaba, para luego venderlo a quienes elaboraban cepillos con mangos de madera; éstos se utilizaban para limpiar sacos o para cepillarse el cabello.

En el Rastro nada se desperdicia, ni la sangre. Muchos de los trabajadores, que actualmente tienen más de 40 años en la matanza, cuentan que iniciaron siendo adolescentes de 15 años y que lo primero era ayudar a sus padres en el batido de la sangre que se utiliza para hacer la moronga o rellena.

Gerardo, el padre de Polo, también tuvo cinco hijos; cuatro trabajaron en el Rastro, tres de ellos ya fallecieron, uno dejó la matanza y se dedica a la venta de artículos de piel de animales. Don Polo, que es el más chico de sus hermanos, aún es un hombre fuerte que continúa trabajando en el sacrificio, buscando mejoras laborales y salariales para sus compañeros.

En busca de la dignificación del oficio

En los años treinta, caminar por la 9 Oriente, entre la 14 y 16 Sur, era atravesar campos donde pastaban toros, arriaban cerdos y cabras, en donde el olor a estiércol era normal; por ahí transitaban los trabajadores con sus carretas de pago, de vísceras y trozos de carne, tras sus jornadas de trabajo de más de ocho horas.

A Polo ya no le tocó esta época de pago en especie, pero sí de transitar esas calles. Él nació el 14 de julio de 1961, en la 15 Oriente 1615, en la antigua zona conocida como Aviación (hoy colonia Azcárate). Para 1967, cuando Polo tenía seis años, su familia se trasladó a la calle Maximino Ávila Camacho (hoy Juan de Palafox y Mendoza) 1601, para estar más cerca de su centro de trabajo.

Cuenta que llegó como ayudante al primer Rastro Municipal cuando tenía nueve años y que, con su primer salario de 15 pesos, compró zapatos, un pantalón, una chamarra de mezclilla y golosinas en el Mercado La Victoria: “Me sentía como si fuera rico”, cuenta don Polo.

Lo que sí le tocó a don Polo fueron las pulquerías como centro de reunión de los matanceros, de ahí la fama que tenían de ser “bien tomadores”. La realidad era que, comenta, después de jornadas nocturnas que iniciaban a las ocho de la noche y terminaban entre las cinco o seis de la mañana, desestresarse con un pulque y un mole de panza, o un taco de moronga, de tripas, de cabeza de cerdo, de lengua de res o de mollejas, “era la gloria”.

Don Polo vivió esta transición gracias a que, en 1934, hartos de los abusos que recibían de algunos introductores de ganado que les “pagaban” con muy poca carne y entre algunos insultos, los matanceros formaron su sindicato. Éste obtuvo su toma de nota cuatro años más tarde, por parte de la Confederación de Trabajadores de México (CTM). Fue así como, por fin, los trabajadores de la carne empezaron a recibir pago en efectivo, a través de su líder sindical, en las oficinas que establecieron en la Privada 16 A Sur 903, atrás del Rastro Municipal.

Con todo, los matanceros aún trabajaban descalzos, porque no tenían dinero suficiente para comprarse botas, así que con sus pies desnudos caminaban entre los ríos de sangre. También compraban sus cuchillos por sí mismos; sus chairas (afiladores) las adquirían entre las limas de desperdicio industrial y sus cubiertas las hacían de los cuernos de toro: “A mí todavía me tocó comprar mi material para trabajar”, cuenta don Polo.

En efecto, la lucha sindical unió a los trabajadores de aquel primer Rastro Municipal. Empezaron a realizar asambleas que se encuentran plasmadas en libretas en donde se anotaba, a mano y con letra manuscrita, su orden del día. Ahí se daba cuenta de los trabajadores que se ausentaban con o sin permiso, a quienes se les prestaba dinero de su caja de ahorros ante alguna emergencia, el trato que recibían de los introductores y, más adelante, de los directivos municipales del Rastro.

Convocatoria para la Primera Convención General Ordinaria del Sindica del Comité Ejecutivo de la Sección 4 del Sindicato Único de Trabajadores de la Industria de la Carne, Similares y Conexiones de la República Mexicana (SUTIC) 1951.

 


Certificado de la Confederación de Trabajadores de México (CTM) para la Unión Sindical de Detallistas y Similares del Ramo de Carnes de la Ciudad de Puebla. 1936.

 

La época dorada

Los documentos históricos mencionados, además de fotografías de los trabajadores en desfiles o en las asambleas nacionales con Fidel Velázquez y Blas Chumacero —los grandes líderes de la CTM—, además de los reconocimientos del Ayuntamiento de Puebla, entre otros, están guardados bajo llave en la sede del Sindicato Único de Trabajadores de la Carne, Alimentos Similares y Conexos de la República Mexicana. Son archivos que hablan de la importancia que tuvieron los matanceros de la ciudad de Puebla.

De acuerdo con Polo, los años de gloria de los trabajadores del Rastro fueron entre 1960 y 1970, cuando sacrificaban cerdos, reses y borregos a una velocidad impresionante; hubo noches en que se mataban hasta 350 reses en menos de 12 horas. En la actualidad, esa cifra se contabiliza por tres días.

Y es que los matanceros de Puebla tenían fama de ser los mejores, por eso, hasta las puertas del Rastro Municipal llegaban toros que arriaban desde Tlaxcala. Ahí los sacrificaban, desollaban, extraían sus vísceras y entregaban canales (los animales cortados por la mitad), de tal forma que no se desperdiciaba nada.

Aunado a su saber hacer, hay que tomar en cuenta que por esas épocas no había carne de exportación como la que hoy se vende en los supermercados; tampoco había granjas de cerdos como las actuales, con su propio proceso de sacrificio; los mataderos clandestinos no existían. Así, todos iban al Rastro Municipal, por lo que la actividad que había afuera del sitio era impresionante; casi las 24 horas del día se veían personas arriando animales, pulquerías, cantinas y fondas abiertas, porque, además, estaban muy cerca de ahí las bodegas de la antigua central de abasto.

Del Rastro a Industrial de Abastos Puebla

En 1972, la construcción de viviendas de una clase social con mayores recursos y la dignificación de la zona de Analco como uno de los principales atractivos culturales del Centro Histórico de Puebla, obligó a trasladar el Rastro a la junta auxiliar de San Jerónimo Caleras. Actualmente, ahí se encuentra lo que se denomina Industrial de Abastos Puebla (IDAP).

El IDAP es un organismo descentralizado del Ayuntamiento de Puebla, ubicado en la Carretera Federal Puebla-Tlaxcala, km 6.5. Éste es el encargado de prestar el servicio de sacrificio de animales con prácticas higiénicas y la inspección sanitaria de los productos cárnicos que se comercializan, procesan y distribuyen en la ciudad.

Gracias a la lucha sindical, a partir del traslado del Rastro a este sitio —que colinda con el estado de Tlaxcala y que fue inaugurado el 3 de enero de 1972 por el entonces gobernador, Rafael Moreno Valle, y el presidente municipal, Carlos J. Arrutia y Ramírez—, los trabajadores empezaron a gozar de periodos vacacionales. Además, el Ayuntamiento de Puebla compró y los equipó con uniformes, botas, cuchillos y chairas, todo lo indispensable para realizar un sacrificio en las condiciones sanitarias adecuadas.

En el antiguo Rastro Municipal de la 9 Oriente, hoy, los reyes de la zona son los uniformados de azul, los policías estatales que entran y salen del recinto las 24 horas de día, que comen o se cortan el cabello en la zona; quienes son foráneos, se hospedan en cuartos que rentan a los nietos de los trabajadores originales del Rastro, aquellos que lograron comprar un terreno, mediante el sindicado, justo entre la 16 y la 18 Sur. Los matanceros mayores que aún viven recuerdan con nostalgia cuando ellos eran los que reyes de la carne y de Analco. Este texto va para ellos, esos hombres fuertes que aún trabajan en IDAP y que dejaron sus años de juventud en el primer Rastro Municipal y que fueron reconocidos oficialmente como trabajadores hasta la creación del segundo Rastro, ahora IDAP: Humberto Morales Pérez, dado de alta como trabajador municipal en 1976; Leopoldo Arellano Castillo, en 1978, Rafael Luna Rosas, en 1979. Ángel Alejandro González, en 1983, Víctor Palacios Alvarado, en 1983; entre otros más.

 

 


Bono de Cooperación al Ayuntamiento de Puebla para la construcción del Monumento a La Victoria del Ejército Mexicano en la Batalla del 5 de Mayo. 1961.

 


Portada del Reglamento Interior del Trabajo del SUTIC, impreso en tamaño bolsillo. 1941.

 

 

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Jueves, 07 Octubre 2021 16:09

Del tenemos al somos patrimonio

Escolta de EscuelaLeonaVicario en desfile del 5 de Mayo. Estatua de Plazuela de San José. 1930. Propiedad de Arely Cacho Garmelo, colección particular.

 

Esta sección surge con la intención de generar, de manera colectiva, un archivo visual de la memoria de la ciudad de Puebla. A través de la convocatoria #Pueblagram, lectoras y lectores generosamente han compartido con nosotros sus fotografías, tanto antiguas como modernas, relacionadas con la temática de este número, “Del tenemos al somos patrimonio: Gerencia del Centro Histórico y Patrimonio Cultural”.

Agradecemos profundamente el entusiasmo y la participación de todas y todos, invitándolos a estar pendientes de las siguientes convocatorias y sus temáticas, mismas que se publicarán en http://centrohistorico.pueblacapital.gob.mx

¡Centro Histórico, casa de todas y todos!

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Inauguración y bendición de la reja del atrio de la iglesia de Nuestra Señora del Carmen. 1933. Propiedad de Arely Cacho Garmelo, colección particular.

Los hermanos Ramón y Juan Ramos Sánchez saliendo de su trabajo en una vulcanizadora. Avenida 2 Oriente, entre las Calles 2 y 4 Norte, Centro Histórico de la Ciudad de Puebla. 1940- 1942 aprox. Autor desconocido. Propiedad de Moisés Ramos Rodríguez, colección particular.

 

Don Juan Ramos Sánchez en el Centro Histórico de la Ciudad de Puebla. Tal vez la Avenida 5 de Mayo, entre las Avenidas 6 y 8 Oriente. 1942-1944 aprox. Autor desconocido. Propiedad de Moisés Ramos Rodríguez, colección particular.

 

Práctica de la Escuela Militarizada General Ignacio Zaragoza donde estudió Carlos Cacho. Gasolinería Virreyes en el Paseo Bravo sobre Avenida Reforma. 1950. Propiedad de Arely Cacho Garmelo, colección particular.

 

Bombero en la fuente de agua azufrosa, enfrente del cuartel de San Javier (13 Sur y Av. Reforma). 1961. Propiedad de Nayeli Reyes Luna, colección particular.

 

La Casa de Alfeñique. 1965. Autor: Aurelio Rojas. Propiedad de Nayeli Reyes Luna, colección particular.

XV años de María Elena Brito Maldonado. Atrio de la Parroquia de Santiago Apóstol. 1955. Propiedad de Marisol Valle Celorio, colección particular.

 

 

Postal enviada a California mostrando la parte oriental de la Catedral de Puebla. 1981. Propiedad de Luis Gerardo Valderrama Trujillo, colección particular.

 

Ingenieros e ingenieras químicos de la UAP. Tercer Patio del Edificio Carolino. 1966. Propiedad de Arely Cacho Garmelo, colección particular.

 

Dulcería dentro de la terminal de los A. U., principios de los años 70. Propiedad de María Elena Flores, colección particular.

 

 

Comercio ambulante en La Merced. Avenida 10 Poniente, esquina con la Calle 5 Norte, Centro Histórico de la Ciudad de Puebla. 1990-1992 aprox. Autor: Rodolfo Pérez, fotoperiodista. Propiedad de Moisés Ramos Rodríguez, colección particular.

 

Puebla orgullo del patrimonio cultural y natural. Zócalo. 2010. Propiedad de Marisol Valle, colección particular.

 

Patrimonio Edificado en el Barrio de Analco, 2019. Propiedad de Magda Karina Rosas Hernández, colección particular.

 

Patrimonio Edificado en el Barrio de Analco, 2019. Propiedad de Magda Karina Rosas Hernández, colección particular.

 

Simetrías del cielo. Barrio de Analco, 2021. Propiedad de Norma Onorato Enriquez, colección particular.

 

Barrio del Artista después de la lluvia. 2020. Propiedad de Rolando Lino Mina, colección particular.

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Jueves, 07 Octubre 2021 15:50

Imágenes de un mismo mundo

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Cuando transitamos por los archivos, sobre todo los que han recogido cinco siglos de historia, con testimonios tan diversos como los que se resguardan en el Archivo Histórico del Municipio de Puebla, podemos hacer múltiples lecturas, que van más allá de los documentos escritos. En este sentido, desde el punto de vista de la información no escrita, hasta el mínimo detalle sobre la composición y conformación de un acervo puede aportarnos información valiosa.

Entre la documentación que resguarda este archivo tenemos los volúmenes que componen la serie denominada “Disposiciones Municipales”. En ella se compilan todos aquellos reglamentos, disposiciones, acuerdos, reformas, bandos, leyes, decretos, entre otros, que debió observar el Municipio y que abarcan un periodo que va desde la segunda década del siglo XIX hasta la última del XX. Así, en un esfuerzo de unificación, se creó un cuerpo documental que agrupa la reglamentación para el Municipio en distintos momentos políticos en que se pretendió regular todos los aspectos de la vida de las ciudades y sus habitantes. 

Para asegurar la conservación y preservación de los volúmenes antes mencionados fue necesaria una adecuada intervención sobre los mismos. En un primer acercamiento, observamos el cambio de uso de materiales, sistemas constructivos y formas de almacenamiento documental con la intención de preservar su contenido. No obstante, la idea de conservación muchas veces se ve fracturada por distintos factores, entre los cuales debe considerarse el uso y función que se le ha dado o dará al material documental, al material sustentado³ y material sostenido (tintas y papel), a los materiales utilizados para encuadernar o el sistema constructivo de la encuadernación; todos ellos, trabajan como un engranaje que, en conjunto, forman una máquina llamada: tomo o volumen.

En este trabajo, nos centraremos en narrar el estado de conservación de los volúmenes I, II y III de la serie de Disposiciones Municipales, a través de la descripción del estado de conservación en el cual se encontraron, así como el proceso de intervención en sus diferentes niveles, de acuerdo con el deterioro que presentaban y las soluciones de almacenamiento que se realizaron para prolongar su vida útil, es decir, afianzar la función y uso que continúan dando a quienes acuden a ellos como fuentes de investigación y preservar .

Debe considerarse que cada documento que conforma el volumen fue generado y pensado de manera independiente, los cuales se almacenaron siguiendo su fecha de expedición, generando una compilación de Acuerdos y Disposiciones político-administrativas del Municipio. Estos documentos se encuadernaron en consideración a lo ya mencionado, de tal forma que uno de los principales problemas a los que se enfrentó el encuadernador fue la diversidad de formatos de los documentos expedidos.

 
Los materiales y técnicas 

El soporte de los documentos anteriormente mencionados es papel de pulpa de madera, elaborado de forma mecánica en su mayoría; y entre los materiales sustentados tenemos tintas tipográficas. En menor número, también hay documentos manuscritos con tinta ferrogálica, por ejemplo, en el primer volumen, fojas 1-2, se encuentra el “Reglamento provisional para el gobierno interior del H. Ayuntamiento”; en las fojas 147-152, el “Proyecto de reglamento económico de la Secretaría del Patriótico Ayuntamiento”; y en las fojas 327-328, el “Reglamentos-Índice”.

Los cuerpos están unidos con costura de diente de perro y tres incisiones que cumplen la función de estaciones donde se sujetan tres nervios de hilo de yute, mismo que sirve como el anclaje del cuerpo a la cartera. La lomera, por su parte, tiene un encolado con cola de origen animal y el lomo curvo forma una media caña y un cajo. La cartera que protege al cuerpo es una media encuadernación con el lomo de cuero y papel jaspeado que cubre las tapas frontal y posterior. Los lomos están conformados por cinco secciones, en el segundo cuadrante se inscribe el nombre de la serie, en la cuarta sección está inscrito el año y número de cada volumen.

La tarea de trabajar con documentos de diversos formatos, que van desde reglamentos de 16 cm de alto hasta bandos de 148 cm de alto, en una primera compilación, implicó realizar una serie de dobleces que permitieran una fácil apertura y despliegue. Así, los documentos de gran formato presentan una serie de 6 dobleces a lo ancho y 3 de alto para llegar al formato establecido para la encuadernación.

Sin embargo, el paso del tiempo evidencia el cúmulo de deterioros dados por sus materiales constitutivos, los factores ambientales, la manipulación y almacenamiento, por lo cual requirieron un trabajo de intervención mayor. Los trabajos de restauración iniciaron con la elaboración de una ficha de estado de conservación para poder realizar un diagnóstico y una propuesta de intervención.

El proceso de intervención

 

El primer paso consistió en la limpieza para la eliminación de polvo ligero y de elementos añadidos al volumen (grapas, cintas adhesivas, etc.). Se debe considerar que aquello que llamamos polvo puede contener partículas metálicas, grasa, esporas, entre otros residuos, causando retención de humedad y se favorezca el desarrollo de insectos y microorganismos que afectan la integridad del volumen y a quienes lo consultan. En este paso, se eliminó la cola de la lomera, la cual se encontraba oxidada y cristalizada. También se eliminó la costura de diente de perro que había generado roturas en el borde de la hoja, provocando tensión y resistencia a la apertura.

El principal efecto de deterioro que provocó realizar varios dobleces en los documentos de gran formato fue la deformación del material. Los pliegues generados por el aplastamiento en el momento de doblar el papel y el peso del propio cuerpo ocasionaron microrroturas de las fibras, tornándolo frágil en la longitud de este. En el momento en que se despliega el documento, y al retornar a su posición original, permanece el doblez generado en forma de surco cóncavo o convexo debido a la memoria en la hoja difícil de corregir; un pliegue inexacto o incorrecto puede generar una arruga que influye en la flexibilidad del papel o en posteriores deformaciones. Con el paso del tiempo, la iluminación, los factores ambientales, los materiales con los que fue elaborado el papel y las condiciones de uso, provocan que el soporte vaya perdiendo flexibilidad por resequedad y se va fracturando, ocasionando la pérdida de soporte.

Ante este daño, se realizó el reencolado, la devolución de plano y humectación parcial del documento por vaporización o aspersión. En aquellos documentos que el soporte no permitía su manipulación se laminó colocando un soporte auxiliar; en los dobleces se colocaron refuerzos, y si era necesario se cambiaba la posición del doblez para no fatigar la zona ya debilitada, y en aquellos faltantes mayores a 10 cm² se colocaron injertos. Todos los procesos se realizaron con materiales compatibles con el original, reversible, retráctiles y no invasivos (papel japonés tengucho de 5 gr, sekishu de 15 gr para refuerzo), laminado e injertos (almidón de trigo y methilcelulosa como adhesivos).

 

Se resolvió dividir los volúmenes de acuerdo con los tamaños de impresión, si bien esto consideraba perder la continuidad del folio, permitiría a los documentos mantener una posición adecuada y evitar así las marcas por aplastamiento debido a la diferencia de tamaños. Finalmente se colocaron los documentos en guardas de primer nivel fabricadas en material libre de ácido, y con la idea de evitar que se pierda la conformación de los volúmenes se construyeron contenedores que mantendrían los diferentes formatos unidos. Los trabajos realizados en el Taller de Restauración documental del Archivo General Municipal, como el aquí descrito, buscan resolver las problemáticas que el paso del tiempo ha ido ocasionando. Cabe destacar que las tareas de conservación también observan a aquellos que consultan los documentos como agentes activos en la preservación y divulgación de tan importantes testimonios.

Licenciado en Restauración y Museología por la Universidad Tecnológica Equinoccial del Ecuador y responsable del Taller de Restauración documental del Archivo General Municipal de Puebla en convenio con la Asociación Apoyo al Desarrollo de Archivos y Bibliotecas de México, A. C.

Material sustentado: todo el que se encuentre plasmado sobre un soporte y que puede ser de diferente naturaleza como grafito, tinta, carboncillo, pastel, tiza, acuarela, etc. Al respecto véase: http://www.adabi.org.mx/publicaciones/artEsp/ccre/importanciaLimpieza.pdf.

 

 

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Una de las funciones de la Jefatura de Ejecución de Proyectos² consiste en asegurar que el impacto de estos no sólo se enfoque en el patrimonio edificado, sino también en diferentes aspectos sociales, buscando el beneficio de los habitantes que hacen uso de los edificios y calles del Centro Histórico. Esto implica la conformación de proyectos integrales que logren reactivar y mejorar las condiciones y actividades en beneficio de la ciudadanía.

El proyecto denominado “Transición de líneas aéreas a subterráneas CFE, Barrio El Parral y Paseo Bravo” nace a raíz de mejorar la imagen urbana de la zona sur-poniente del primer cuadro del Centro Histórico de la ciudad de Puebla, con el propósito de rescatar la perspectiva histórica patrimonial que comprende específicamente las calles Reforma, 3 Poniente, 5 Poniente y 7 Poniente, entre las calles 11 Sur, 9 Sur y 7 Sur del Barrio “El Parral”.

Esta era una de las zonas con mayor índice de contaminación visual provocada por la infraestructura de servicios públicos, tales como postes, líneas áreas de energía eléctrica, telefonía y telecomunicaciones; lo que ocasionaba deterioro en la imagen urbana del Centro Histórico. El mantenimiento a las fachadas de inmuebles públicos, religiosos y privados en dicha zona era escaso, debido al peligro que representaban los cables de alta tensión. Otra de las problemáticas, que dieron pie al desarrollo y ejecución del proyecto, era el mal estado en el cual se encontraban los arroyos vehiculares y accesos peatonales (banquetas).

El proyecto tuvo y tiene la intención de enaltecer los valores culturales, arquitectónicos y urbanos de la zona intervenida, además de dar a conocer el patrimonio a través de un proyecto estratégico interdisciplinario que permitió la inclusión de actores sociales y realizar obras en pro del bien social y patrimonial.

La finalidad de conservar el patrimonio a través de la inducción de las líneas aéreas a subterráneas de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) y Teléfonos de México (Telmex), así como otras de instalaciones especiales, se dirigió a preservar las trazas existentes en las vialidades, banquetas y parámetros desde su edificación en los diferentes siglos; donde se conservan estilos y elementos decorativos que caracterizan esta parte del barrio, y a su vez modernizar las instalaciones de comunicación y energía de la zona, además de obtener una mejor imagen urbana y un buen tránsito peatonal y vehicular para los locatarios, transeúntes y turistas.

El espacio público es de todos, por ello el compromiso de la comunidad para su cuidado es de vital importancia, pero ¿cómo podemos hacer para que la comunidad tenga interés en la preservación del patrimonio y por ende del espacio público? Justamente, haciéndola partícipe de las propuestas y acciones de mejoramiento en los espacios que habitan, creando conciencia de la importancia de preservar el patrimonio. Es fudamental la socialización del proyecto, así como recabar la opinión, puntos de vista, necesidades e inquietudes de diferentes actores sociales y autoridades, para que en conjunto se lleven a cabo las acciones necesarias sin perjudicar sus actividades, y a su vez buscar que no existan obstáculos para el desarrollo de la obra en cuestión.

Desde los orígenes del proyecto, el equipo de trabajo que se integró para la toma de decisiones, acciones y vigilancia de la administración de los recursos, destinado para la ejecución de la obra, estuvo constituido por los beneficiarios de la zona de intervención, quienes, trabajando en conjunto con la autoridad, conformaron el “Comité de Contraloría Social”. Además, en este proyecto la participación de las dependencias federales y municipales, así como de organismos que suministran servicios de infraestructura pública y privada, fueron determinantes para crear una coordinación conjunta con los habitantes del barrio y representantes de la comunidad general. 

En el proyecto se identificaron las salidas de servicios públicos de CFE, telefonía e instalaciones especiales que se encuentran sobre la banqueta y arroyos vehiculares, además de identificar los elementos que conforman dichas instalaciones, tales como: cableado, postes de madera, postes de concreto, registros, transformadores, número de mufas y de conexiones a los inmuebles. A su vez, se identificaron 5 fachadas históricas, las cuales fueron intervenidas con la finalidad de rescatar y conservar los atributos arquitectónicos e históricos que las conforman.

El conjunto de actividades proyectadas tenía el propósito de devolver, rescatar, mejorar y conservar una buena imagen urbana, de manera paralela a la inducción de líneas aéreas a subterráneas donde se fueron restituyendo lajas de cantera, concretos y firmes, así como guarniciones de piedra o concreto. Dichos trabajos se fueron coordinando con las dependencias del gobierno municipal, tales como Tránsito Municipal, supervisión de obra por parte de la Secretaría de Infraestructura y Servicios Públicos (SISP), empresas contratistas, el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), CFE, Telmex y Megacable.

La participación de los habitantes, comerciantes y representantes del Mercado El Parral fue de gran importancia para facilitar los trabajos técnicos, y así tener un clima de seguridad para todos los trabajadores y empresas que ejecutaron el proyecto.

La coordinación para definir los trabajos referentes a las fachadas se dio mediante la identificación de los propietarios o representantes locales y comerciales, a los cuales se les reunía y se les explicaba la importancia de conservar sus inmuebles con las mismas características y tipologías que han surgido en este barrio; respaldado con la aplicación de normas y reglamentos vigentes que determina el INAH, aplicadas por la Gerencia del Centro Histórico y Patrimonio Cultural. Para la ejecución de los trabajos, la participación y acompañamiento del personal técnico adscrito a la Dirección de Seguimiento y Elaboración de Proyectos de la Gerencia del Centro Histórico y Patrimonio Cultural fue determinante para brindar los comentarios pertinentes con relación a la delimitación de las actividades a ejercer en zonas patrimoniales, así como aplicar la normativa correspondiente y evitar el deterioro de los elementos históricos que conforman la zona de intervención. Fue indispensable definir los tramos específicos de lajas de cantera, la colocación de huella táctil y precisar los trabajos de mantenimiento de las fachadas a intervenir: tales como el retiro de pintura en mal estado, de aplanados sin adherencia, de vegetación en muros, aplicación de pintura de esmalte, tratamiento a elementos de madera, así como determinar el color de pintura que se aplicaría en su fachada conforme a la tabla de colores autorizada por el INAH.

La Gerencia realizó todos los procedimientos legales aplicables para la obtención de la licencia de obra expedida por el INAH, así como la conformación del comité de obra con personal del Mercado El Parral. Asimismo, participó en cada uno de los recorridos técnicos de obra con las diferentes dependencias de gobierno y del suministro de servicios, como son Telmex, CFE, Megacable, INAH, y la parte ejecutora que es la SISP, entre otros.

Una vez identificadas las aceras donde se va a realizar el tendido subterráneo de las líneas de CFE de mediana y baja tensión, el personal técnico de CFE fue señalando los lugares específicos para la construcción de bóvedas donde se ubicaron los transformadores, a su vez se señalaron sobre las banquetas las ubicaciones de registros y los cruces adecuados para el óptimo funcionamiento de las instalaciones.

Las dificultades técnicas inherentes al tránsito peatonal y vehicular fueron resueltas mediante la organización y coordinación con dependencias encargadas del tránsito vehicular; ya que se realizaron cruces para ductería en diferentes puntos del barrio, los cuales ocasionan obstrucción de la vialidad por tiempos cortos en cada semana y obstrucciones de pasos peatonales. La empresa encargada de la ejecución de los trabajos siguió las indicaciones de seguridad sugeridas por el personal de tránsito municipal, la SISP y la Gerencia.

Este tipo de proyectos conlleva la conjunción de un equipo multidisciplinario, el cual cumple y obedece las normativas aplicables para realizar intervenciones en el Centro Histórico con acompañamiento, en todo momento, por el INAH.

En suma, este texto tuvo la intención de dar a conocer, de una manera sintetizada, el trabajo de la autoridad municipal para atender, de manera integral y conjunta, acciones que contribuyen a la conservación del patrimonio edificado del Centro Histórico de Puebla, mismas que, en vinculación con el ámbito privado, permiten seguir conservando la denominación de Patrimonio Mundial

  1. Jefa del Departamento de Ejecución de Proyectos de la Gerencia del Centro Histórico y Patrimonio Cultural
  2. Esta Jefatura forma parte de la Dirección de Seguimiento y Elaboración de Proyectos

 

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