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Dossier

La ciudad y el comercio. Representaciones

 

Carlos Montero Pantoja

 

La ciudad de los Ángeles se fundó en un enorme territorio con vocación agrícola. El territorio de Los Ángeles abarcó poblaciones del actual entorno metropolitano como Atlixco y Cholula con las que ha tenido una relación muy estrecha, incluso en el presente. Desde luego, Huejotzingo, Calpan, Tepeaca, Tecali, Tecamachalco, Quecholac y otras que corresponden al actual estado de Tlaxcala pero que, durante el virreinato, formaban un territorio uniforme y único caracterizado por el cultivo de trigo, maíz y frutales —todavía llamados castizos—; por cierto, actualmente muchas de las frutas (durazno, pera, manzana, granada, nuez...) se usan en la creación del chile en nogada. Además, los labradores angelinos sembraron también uva para vino, obteniendo buenos resulta- dos pues se producía vino generoso de alta calidad, de tal manera que este producto era de consumo cotidiano entre las personas provenientes del viejo mundo; por ende, fue de interés de los comerciantes.

  La vocación agrícola distinguió al territorio con la denominación de “granero de América”, y en consecuencia, centro de abasto de la Nueva España. Para responder a las necesidades de consumo nacional se crearon las condiciones centralizadas (en el ámbito urbano se concentraban los servicios y los equipamientos para el tratamiento de todo lo que se producía. Esta circunstancia facilitaba el consumo cotidiano, lo mismo que el de los territorios conquistados y del viejo mundo, a través de los comerciantes que llevaban los productos locales y traían mercancías de otras culturas).

  Las representaciones de infraestructura y equipamientos expresaban con claridad la vocación del territorio. Así tenemos que en la zona urbana de la ciudad se molía el trigo para producir harina con la que se hacía el pan del consumo interno, pero también los viajeros la llevaban para el viaje y los comerciantes para venderla en otras poblaciones. De manera similar se molía el maíz para el consumo de los indígenas, pero el grano fue importante para la alimentación de los cerdos y otros animales.

  La producción de carne, principalmente de cerdo y sus derivados, creó figuras arquitectónicas como los mataderos, las cocinerías, curtidurías, jabonerías. Entonces como ahora, el cerdo se aprovechaba al ciento por ciento, tanto que por eso se ha dicho del poblano que come tres cosas: cerdo, cochino y marrano.

  La representación arquitectónica de toda esta actividad agropecuaria se evidencia en los molinos dispuestos en el ámbito urbano, en la ribera del río San Francisco: al norte, el de San Antonio; al noreste, el de San Francisco, que probablemente fue el más importante durante el virreinato; continuando el cauce del río hacia el sur, el molino del Carmen; siguiendo el mismo cauce, distante de la zona urbana, el molino de Huexotitla, que por cierto es el único que se mantuvo activo hasta muy avanzado el siglo XX.

  Las curtidurías y tocinerías estuvieron localizadas también en la ribera del río San Francisco y probablemente en la parte más distante del ámbito urbano centro. De las curtidurías, solo se conservan testimonios de los comercios dedicados a la confección de bolsas, calzado, cinturones, carteras y accesorios diversos. Para vender estos productos todavía existen dos sitios de artesanos que trabajan las pieles, ubicados en la calle 2 Oriente 412 y 607, en las inmediaciones de El Parián. De tocinerías solo quedan vestigios en un edificio de la calle 2 Sur 704.

  Al finalizar el siglo XIX surgieron los alma- cenes como un género comercial novedoso, ocupando edificios monumentales como la Casa de los Muñecos, desde luego, también se construyeron edificios ad hoc completa- mente nuevos, en tanto que otros inmuebles virreinales se adaptaron a las nuevas necesidades urbanas. Estos primeros almacenes decimonónicos fueron La primavera, La Ciudad de México, La Ciudad de Puebla, París Londres. Allí mismo se estableció el primer banco de la ciudad, el Banco Oriental, que estuvo en la esquina enfrente del Palacio Municipal y del zócalo. Estos equipamientos se emplazaron en la calle 2 Norte, particularmente en las tres cabeceras de manzana, es decir, de la calle Juan de Palafox y Mendoza hasta la 6 Oriente; desde luego, la influencia se extendió hasta San José. Esta función comercial de las calles comprendía toda la 2 Norte, lo mismo que la 5 de Mayo, porque ambas tuvieron por destino el conjunto religioso de Santa Mónica, San Juan de Dios (que en la segunda mitad del siglo XIX se renovó para convertirse en la cárcel de la ciudad con una zona de juzgados) y San José, cuyo jardín funcionó como alameda de la ciudad hasta la primera década del siglo XX. Las calles se funden en el tejido del barrio de San Antonio por donde transcurría el Camino Real a Tlaxcala que pasaba por los barrios El Refugio y Santa Anita; fuera de la zona urbana continuaba por los pueblos de San Felipe Hueyotlipan, San Jerónimo Caleras y San Pablo Xochimehuacán.

  Las calles de la ciudad, principalmente las que conectaban con los caminos reales o nacionales, se volvieron de uso mixto: comercial en planta baja alineado a la calle, lo demás construido conservaba el uso original de vivienda.

  La plaza principal y todas las plazuelas virreinales tuvieron funciones comerciales, mismas que conservan en la actualidad. El zócalo tuvo un parián (mercado), perfectamente diseñado, ordenado con locales del mismo tamaño (al finalizar el siglo XVIII se expulsaron a los vendedores a la plazuela de San Roque donde años después les construyeron un mercadillo que terminó por convertirse en El Parián actual). Por su parte, los tres portales del entorno del zócalo tuvieron venta diversificada en puestos con forma de ala- cena o kiosco (en la década de 1930 hubo un proyecto del Ayuntamiento para recuperar los portales tal como se tienen en el presente).

  Por esos y otros factores la Ciudad de los Ángeles fue punto de encuentro de viajeros entre los que destacaban los comerciantes, por- que aquí encontraron las condiciones idóneas para comerciar (negociar, traficar, hacer tratos y negocios con otros, por medio del dinero, o por medio de los géneros y mercancías, permutándolas o vendiéndolas). "Viene del latino Commercari, que vale comprar juntamente con otros" (RAE, Diccionario de autoridades, Tomo I1 {1729}) o mercar (comprar). Así la Ciudad de los Ángeles se consolida en una de las tres vocaciones históricas: el comercio,' cuya localización resultó con sentido estratégico debido a la posición geográfica de la ciudad y a su origen español, pues no había en la Nueva España otra población española.

  De tal manera que no es casual que en el presente existan lugares para el comercio de gran magnitud, tipo tianguis, como el de San Martín, especializado en ropa; la Central de Abasto que vende los productos agrícolas cultivados en el valle Puebla-Tlaxcala, complementado con productos básicos; el tianguis histórico de Tepeaca, que fue suprimido al finalizar el siglo pasado para embellecer el centro histórico, no obstante, la población ha recuperado buena parte de aquella vocación comercial, pero fuera del casco; otro gran mercado tipo tianguis es el de Cuapiaxtla, por cierto, formado con los vendedores expulsados de Tepeaca. Por supuesto, en el territorio hay mercados de la misma figura del tianguis, pero de menor importancia que los antes dichos.

  En el tejido urbano donde se concentran actividades se forman lugares especializados. Por ejemplo, el último uso especializado que tuvo la calle 8 Oriente-Poniente fue de ferreterías, antes allí hubo cererías y actualmente se ha consolidado con papelerías; la calle 6 Oriente se ha consolidado con la especialidad en dulces poblanos, tanto que los poblanos la identifican como la “Calle de los Dulces”; el callejón y plazuela de Los Sapos surgió como sitio de anticuarios, el uso se tambaleó por la dominancia de antros y luego por la venta de muebles de madera, por fortuna se ha recuperado la venta de antigüedades; con venta de comida se configuró el Paseo de San Francisco como lugar de comida poblana, especialmente de chalupas, con este mismo sentido es famosa la plazuela del Carmen, aunque aquí los comerciantes son ambulantes; mención especial merece El Parián que se ha consolidado con la especialidad de artesanía de textil y talavera como productos dominantes, además, va teniendo impacto en calles aledañas.

  Desde luego la ciudad también tiene comercios emblemáticos, por ejemplo, las dulcerías La Fama; las taquerías La Oriental, Bagdad o Tony; las desaparecidas rosticerías Pollos Toledo, la tradicional El Divino Pollo; las cemitas El As de Oros o Cemitas El Carmen; las torterías El Girofle, Tortas Meche; las cafeterías Café Aguirre, Wimpys; restaurantes Fonda de Santa Clara, El Antiguo Cazador, El Mural de los Poblanos.

  Por tanto, debe entenderse que la ciudad entera tenía actividad comercial distribuida en calles, plazuelas, edificios ad hoc, casas con locales habilitados ex profeso para esa función, incluso en los zaguanes, en donde se vende comida de antojitos poblanos.


  1. Las otras son la actividad primaria sostenida en la agropecuaria, donde sobresale la agricultura; la manufacturera dominada por la incipiente producción de textiles y de otros insumos; también el sector de los servicios debido a la atención que la ciudad proporcionaba a los viajeros sanos y enfermos. Desde luego, el saber, representado en la diversidad de los colegios.

Sobre el autor

Profesor-investigador del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades “Alfonso Vélez Pliego” de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP). Doctor en Arquitectura y Urbanismo por la Universidad de Valladolid, España, en 1997. Participó en el diseño del Modelo de Intervención para el Centro Histórico de Puebla. Sendas y Espacios de Encuentro, en 2008-2011, La ciudad de Puebla lo ha considerado Poblano Distinguido y le ha entregado el facsímil de la Cédula Real en 2011 y 2016. En este último año recibió el Premio Municipal de Investigación Histórica Hugo Leicht.