cabecera_fuente
Dossier

Ángeles Espinosa Yglesias Rugarcía: políticas de preservación patrimonial

 

 

Ana Garduño

 

La imagen actual de la ciudad de Puebla no tendría la espectacular fisonomía que desde hace décadas luce si no fuera por la regeneración arquitectónico-urbanística que se le ha realizado. Esto, gracias a la productiva colaboración entre las autoridades estatales y municipales junto con la iniciativa privada, como la Fundación Amparo, la cual se encuentra comprometida con el patrimonio poblano. Esta fundación fue liderada por una inteligente y activa gestora cultural, Ángeles Espinosa Yglesias Rugarcía, quien desde 1979 colaboró con su padre, el Director Fundador Manuel Espinosa Yglesias (1909-2000), a quien le sucedió en el cargo a la presidencia desde 1994 hasta su muerte, ocurrida en 2007.

  Ambos compartían una ideología y estaban convencidos de que debían colaborar con los sectores políticos y empresariales para lograr una incidencia significativa en la mejora de las condiciones de vida de los mexicanos, en general, y de los poblanos, en particular. En específico, su interés por Puebla los llevó a emprender una gran cantidad de proyectos de desarrollo social, económico y, sobre todo, cultural. Sus intervenciones marcan un antes y un después en la historia de su ciudad natal. De esta forma, sus biografías están estrechamente ligadas al devenir de este territorio que fue el centro de sus preocupaciones y responsabilidades comunitarias.

  Padre e hija formaban un dúo colaborativo cuyos logros y resonancias exceden el tiempo en el que vivieron. Un antecedente fundamental de su compromiso con el patrimonio que hemos heredado como país fue su apoyo, sobre todo financiero, para las excavaciones arqueológicas en el sitio donde se ubicó el Templo Mayor de la imperial ciudad México-Tenochtitlan, enterrado por siglos, y que cobró notoriedad a partir del descubrimiento accidental del monumental monolito que representa a la diosa de la luna, Coyolxauhqui, en 1978. Convencidos de la necesidad de crear una institución que nucleara sus actividades en pro de la población, del desarrollo del arte y la cultura, nacional y local, al año siguiente de iniciar el patrocinio para la materialización del ambicioso proyecto de rescate del citado santuario del Centro Histórico de la capital del país, crearon su institución emblema: la Fundación Amparo.

  Desde ese organismo concentrador de sus afanes socioculturales, incrementaron sus acciones a favor del patrimonio colectivo, de su conservación, salvaguarda y resignificación, tanto para fines educativos y de promoción artística como de impulso turístico. Así, el primer gran proyecto que acometieron fue la creación del Museo Amparo, que implicó la incorporación de nuevos lotes artísticos para el fortalecimiento de sus colecciones, así como la ampliación de las temporalidades representadas, a fin de brindar una revisión cronológica del arte nacional, desde el universo mesoamericano hasta el presente, adicionado con obras procedentes de otras latitudes, que comparten fórmulas estéticas con nuestro país.

  De 1991 a la fecha, es un recinto que concita a públicos diversos, locales y globales. Sus exposiciones permanentes y sus muestras temporales lo han consolidado como un espacio de recorrido indispensable para los visitantes de la capital poblana. Más aún, su programa educativo, sus actividades académicas y la incesante realización de conferencias, talleres, presentaciones de libros, cursos y seminarios, lo han convertido en uno de los centros culturales más activos, y propositivos, del país1.

Proyectos de dignificación urbana

  Dentro de las líneas de acción definidas y materializadas por Ángeles Espinosa Yglesias Rugarcía, es evidente una profunda preocupación por salvaguardar el patrimonio cultural edificado, sean conjuntos arquitectónicos o inmuebles de carácter civil o religioso, siempre con un relevante valor artístico o histórico.

  La citada gestora fue el impulso vital de dos proyectos fundamentales en la historia de la ciudad de Puebla: el reordenamiento urbano que derivó en su inscripción en la Lista del Patrimonio Mundial por la unesco, que se logró en 1987,2 para lo cual fue necesario instrumentar un plan para que las cuadras que constituyen el Centro Histórico fueran renovadas, lo que incluyó el arreglo integral de calles y edificaciones, así como el inicio de un programa de entubamiento del cableado; todo para acentuar su excepcionalidad.

  Activar y dotar de una misión al patrimonio recompuesto son las dos nociones fundamentales que explican su apasionada labor. Ella escribió: “Restaurar cabalmente el Centro Histórico de Puebla no es una labor de albañilería y pintura […]. Es inútil restaurar una casona o un palacio si no se los habita y se los usa, si no se los dota de vida, si no se los hace parte de un proyecto cultural”.3 Tenía plena conciencia de la trascendencia de apropiarse metafóricamente de los bienes heredados, de enlazarse en términos emocionales con ellos para vincularlos a nuestra identidad, de asimilarlos como representaciones de un tiempo anterior, en calidad de reliquias vivas que permitan evocar y explicar un pasado que nos provea de sentido comunitario.

  Por tanto, el acento está colocado no tanto en la riqueza arquitectónica como en sus usos, reales y simbólicos. Explicó: “Las ciudades se parecen en muchas cosas a los seres humanos […] conservan su lozanía y su belleza, su vitalidad y su entusiasmo, mientras haya quienes las quieran y las cuiden. Una ciudad que no recibe amor termina también por perder la vida”.4 Por supuesto, aquí el concepto clave es el del compromiso colectivo frente a los bienes patrimoniales: su conservación y protección es responsabilidad de todos, dado que se trata del legado de quienes reconocemos como antepasados. Nos corresponde disfrutarlos y garantizar su preservación para las generaciones futuras.

  Las intervenciones complementarias de la Fundación Amparo, dentro del rubro de mejoramiento de arquitectura civil y de remodelación de plazas públicas, fueron ambiciosos emprendimientos como el remozamiento del Pasaje del Ayuntamiento, 1987-1990, y el Paseo de San Francisco, 1999. En cuanto a inmuebles específicos, cabe mencionar el Mercado La Victoria que, por su ruinosa condición, fue cerrado en los años ochenta y reparado a inicios de la década de los noventa. Otra es la Casa Aguayo, acondicionada para convertirse en la sede oficial del Poder Ejecutivo estatal durante el mandato del gobernador Melquíades Morales Flores, 1999-2005.

  Otro gran programa de rescate urbano no obedeció a ninguna estrategia de posicionamiento regional, sino que fue una reacción obligada ante la terrible destrucción que implicó el sismo de 1999, que asoló a su estado natal, mismo que Ángeles Espinosa decidió explorar en sistemáticas visitas para constatar la magnitud de la tragedia e idear un esquema de atención con diferentes temporalidades, acorde a la urgencia de atención de cada inmueble dañado. Fue un trabajo mancomunado con la sociedad civil, la iniciativa privada y las autoridades gubernamentales y eclesiásticas.

  Se sistematizaron los criterios de selección de los inmuebles; se les clasificó de acuerdo con sus características y los deterioros sufridos, y se diseñó un plan de acción con resultados cuantificables a corto y mediano plazo, además de bocetar un pacto de procuración de fondos para garantizar la fluidez del financiamiento.

  En cuanto a los bienes de vocación religiosa, solo en la ciudad de Puebla se arreglaron alrededor de sesenta iglesias, que incluían, de manera destacada, a la Catedral de Nuestra Señora de la Inmaculada Concepción, los templos de San Agustín y el de La Compañía o del Espíritu Santo. En la lista de arquitectura civil restaurada, se encuentra desde el Palacio Municipal hasta los edificios Arronte ―igualmente conocido como Casa de Mangino, Casa de los Cañones o Palacio Berrueco― y el Carolino, sede de la rectoría de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, así como la también emblemática Casa del Deán (desde 1984 museo de sitio), entre muchos otros recintos.

  En 2002, Ángeles Espinosa Yglesias Rugarcía afirmó:

Algunas tareas en el campo de la cultura son urgentes e impostergables. Es necesario, por ejemplo, cuidar la riqueza arquitectónica y artística de nuestro estado. Sería criminal descuidarla ahora para pensar en restaurarla después. Y es necesario también hacer un esfuerzo extraordinario para vincular a nuestros niños a todas las formas del arte. Tenemos que hacerlo ahora, ya que de nada servirá intentar restaurar esa relación después.

  Con esta gestora cultural, estamos ante un caso de profesionalización de la asistencia social donde, mediante principios de ética aplicada, el compromiso se materializó para beneficiar a la ciudadanía y a las heredades patrimoniales, lo que se hizo, y se hace, sin esperar de manera pasiva que instituciones, asociaciones o autoridades soliciten la prestación de apoyos. Esto es, ella generó sus propios criterios y campañas de protección de inmuebles históricos. Con ello, y esto quiero enfatizarlo, la Fundación Amparo contribuyó con el diseño y la instrumentación de una política patrimonial de alcance nacional, aunque en este texto me he referido solo a algunos de sus proyectos en el estado de Puebla.

  En este sentido, es fundamental realizar una investigación a fondo sobre las alianzas, presentes e históricas, entre los diversos agentes, públicos y privados, que accionan a favor de nuestros bienes construidos. Allí la trayectoria profesional de Ángeles Espinosa Yglesias Rugarcía ocupa un lugar relevante.


  1. Para este tema, véase mi ensayo “El Museo Amparo: nacimiento y tiempo presente”, en El México antiguo. Colección del Museo Amparo (Puebla: Fundación Amparo, 2021), 29-79.
  2. En ese mismo primer año de registro de zonas culturales mexicanas, se incluyeron las acreditaciones de otros centros históricos, como el de Ciudad de México y Oaxaca, además de Xochimilco y las zonas arqueológicas de Monte Albán, Palenque y Teotihuacán.
  3. Discurso leído en la ceremonia protocolaria del Patronato del Centro Histórico (pch) de la ciudad de Puebla, el 15 de abril de 2002. Allí se anunció que este estaría integrado, además de Ángeles Espinosa Yglesias Rugarcía, por empresarios como Carlos Slim, Mario Vázquez Raña y Carlos Peralta.
  4. Ibidem.
  5. Discurso leído en la Séptima Asamblea Plenaria del Comité de Planeación para el Desarrollo del Estado de Puebla, 22 de febrero de 2002.