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Dossier

La escritura conventual femenina en Puebla. Los textos de Sor María Anna Águeda de San Ignacio

 

Claudia Crsitell Marín Bertollini

 

Dentro de las mujeres notables presentes en la historia de Puebla, encontramos algunas que sobresalen por su heroísmo y valentía, otras que son notorias por sus saberes y conocimiento, otras más por su impulso a las artes, la cultura y la ciencia, o bien, por la protección del entorno natural y la biodiversidad. Cada una de ellas ha dejado un matiz en el entramado histórico de Puebla que se hace presente en la ciudad que vivimos hoy

Sor María Anna Águeda de San Ignacio forma parte de este conjunto de mujeres notables, su historia nos permite remontarnos a la Puebla virreinal y sus conventos femeninos, a una época de una marcada religiosidad y un carácter fuertemente devocional.

 

En un período que ha sido profusamente estudiado desde el carácter contemplativo, arquitectónico, artístico, e inclusive gastronómico de los espacios monacales, la historia y carácter de Sor María Anna Águeda de San Ignacio sobresale debido a la singularidad de su persona y su importante contribución a las letras conventuales en Puebla.

 

Sor María Anna Águeda de San Ignacio, cuyo nombre en el siglo fue María Aguilar Velarde, originaria de las cercanías de Atlixco, Puebla, nació el 3 de marzo de 1695, siendo sus padres don Pedro de la Cruz Aguilar y la señora Manuela Velarde.

 

Se trasladó a Puebla en su juventud para ingresar en el entonces beaterio de Santa Inés del Montepulciano, que posteriormente se convertiría en el Convento de Santa Rosa, pero que aún estaba a la espera de las aprobaciones reales y pontificias para dicho efecto. A lo largo de los años fungió como secretaria, procuradora, tornera y enfermera en dicho recinto.

 

En 1739, la bula papal emitida por Clemente XII permitió que el beaterio se convirtiera en el Convento de Santa Rosa de Santa María de Religiosas Recoletas de Santo Domingo, efectuándose la bendición del convento en 1740, con la profesión de las primeras 25 hermanas.

 

Una vez instaurado el espacio como convento femenino, Sor María se convirtió en la primera priora, fuertemente vinculada a la figura del obispo Domingo Pantaleón Álvarez de Abreu, cuya cercanía a lo largo de su función como cabeza del claustro y muy probablemente, su inclinación hacia las letras y la intelectualidad, hicieron que el obispo tomara cierta predilección por dicho espacio, llamándolas inclusive “las rosas de su corazón”, ejerciendo un importante patrocino artístico y espiritual hacia las monjas, realizando mejoras a los espacios conventuales, decorando el coro con lienzos alusivos a la Virgen María firmados por José Joaquín Magón, e inclusive dejando instrucciones para que su propio corazón fuese depositado a su muerte en este convento a manera de memoria paterna y presencia perenne.

El desempeño de Sor María como líder de la comunidad dominica no se limitó a aspectos de cuidado físico y administrativo, sino que abarcó también tareas vinculadas con la formación y acompañamiento espiritual de las religiosas.

 

De acuerdo con el estudio realizado por Alejandra Domínguez sobre la figura de Sor María, el espacio conventual, más allá de representar un espacio cerrado y alejado del contexto civil y la vida cotidiana, significó para nuestro personaje un lugar de libertad, pues para ella, al igual que para otras mujeres, fungió como un espacio de formación que le daba acceso a la lectura y la educación al que, de otro modo, no podía tener acceso dentro de los esquemas sociales del momento.

 

Es ahí donde brota su espíritu fuertemente orientado a la contemplación de la Pasión de Cristo, siguiendo el carisma de los textos de la Devotio Moderna del agustino Thomas Kempis, cuyos ejemplares impresos probablemente estaban disponibles para ese momento en territorio novohispano en las bibliotecas de los distintos recintos conventuales.

 

El primer libro, Varias devociones compuestas por la V. M. y R. M. Sor María Anna Águeda de San Ignacio, publicado en 1758, dos años después de su muerte, en primera instancia, por promoción del obispo Domingo Pantaleón Álvarez de Abreu, agrupa un conjunto de textos devocionales vinculados a la Pasión, la figura y virtudes de María, el Santísimo Sacramento, así como un conjunto de principios dirigidos a las novicias en su proceso de formación en el convento.

 

El primer texto, las Meditaciones muy provechosas para oír misa, comprende una serie de recomendaciones a las religiosas para acompañar las distintas etapas de la celebración litúrgica, haciendo especial énfasis en la transubstanciación como momento clave en el cual Cristo se hace presente y ellas, como sus fieles esposas han de asistirlo en la recreación del sacrificio eucarístico. La segunda sección, titulada Modo fácil y provechoso de saludar y adorar los sacratísimos miembros de Jesucristo en su sacratísima Pasión, recoge cada uno de los momentos del camino de Cristo hacia el Gólgota, haciendo énfasis en cómo a lo largo de su camino hacia la cruz, los diferentes miembros de su cuerpo soportaron un dolor particular; su frente es lastimada por las espinas, sus manos y pies son penetrados por los clavos, su espalda recibe golpes y latigazos; sufrimientos que las religiosas habrán de buscar imitar para acompañarlo en el padecer infligido por los pecados del hombre, y que a modo de contrición, les permitirán purgar su espíritu, purificar su alma y participar en la labor de la redención del hombre.

 

La siguiente sección, llamada Devoción a la Santísima Virgen María en honra de su purísima leche, es un texto que mira hacia las virtudes y bondades de María y cómo, a través de su divina leche, concedida de manera particular a algunos personajes como San Bernardo y Santa Rosalía, ha otorgado a los hombres un regalo de purificación y salvación.

 

A continuación, los Exercicios de tres días que hacen las R. M. en su convento de Santa Rosa de Santa María, presentan, a manera de un manual o instructivo, las tareas de oración llevadas a cabo por las religiosas en su convento y que fungen como un camino de purificación, contrición y penitencia para encontrarse con Cristo. Este género devocional lo encontramos en otros contextos religiosos, como los Ejercicios propuestos por San Ignacio de Loyola o las Moradas de Santa Teresa.

 

Por último, la sección explícitamente dirigida a las religiosas, Leyes de amor divino que debe guardar la fiel y amante esposa de Christo para ser a los ojos de su esposo más graciosa, grata y agradable, nos recuerda que, como priora de la comunidad, recaía en ella la responsabilidad de la conducción y formación de las novicias, puede verse como un conjunto de mandamientos o recomendaciones a las religiosas en su preparación para el encuentro con su divino amor.

Al igual que el texto que aborda el tema de la Pasión, esta sección está fuertemente influida por el carisma de la Devotio Moderna, recuperando en su estructura inclusive el carácter paternal con el que Kempis se dirige a su congregación, que en el caso de Sor María se torna en un discurso amoroso para el mayor provecho de sus novicias en el proceso de su formación y profesión.

El otro texto, Vida de la V. M. R. M. María Anna Águeda de San Ignacio, primera priora del Religiosísimo Convento de Dominicas Recoletas de Santa Rosa de la Puebla de los Ángeles, compilado por Joseph Bellido, también fue publicado a expensas del obispo Álvarez de Abreu en 1758, a los dos años del fallecimiento de Sor María, es una versión editada y revisada de los “cuadernos” redactados por la propia religiosa, que corresponden a sus experiencias y revelaciones.

Este género literario se distingue por mostrar una narrativa biográfica en la cual se presenta al personaje a lo largo de distintas etapas de su vida, presentando al lector aquellos hechos clave que determinan su carácter espiritual, vinculado al misticismo y la devoción a Cristo.

 

En el caso de la Vida de Sor María, encontramos un discurso autobiográfico en el cual se debate entre la posibilidad de ser leída y escuchada y la necesidad de la revelación de sus encuentros místicos a solicitud de sus confesores, como en el caso de otras religiosas que tuvieron experiencias similares, desde la venerable Sor María de Jesús de Ágreda en Soria, hasta Sor María de San Joseph en la Puebla del siglo xvii; situación que generalmente generó una especie de triangulación comunicativa entre la voz de la religiosa, el confesor o bien, el compilador del texto, y el lector.

 

Desde la perspectiva de la literatura femenina, nos encontramos ante un dilema que nos permite cuestionar la libertad con la cual las religiosas como Sor María asentaban en estos cuadernos la totalidad de sus experiencias y revelaciones, sabiéndose leídas, analizadas y ciertamente cuestionadas por un lector masculino, de tal modo que las publicaciones que desde el siglo xviii hasta la actualidad llegan a nosotros pueden estar permeadas e interpretadas por un filtro que limitara, adecuara o censurara los textos originales.

 

Los textos escritos por Sor María, acompañados en sus diferentes versiones por una serie de grabados elaborados por Benito Ortuño y José de Nava, si bien están dirigidos principalmente a su congregación, pensados en la educación y acompañamiento espiritual de las novicias en su proceso de convertirse en esposas de Cristo, trascendieron los espacios conventuales gracias a la primera publicación realizada por el obispo Álvarez de Abreu, y posteriormente por los jesuitas en Colegio de San Ignacio en 1791.

 

La huella literaria y espiritual dejada por Sor María Anna Águeda de San Ignacio en Puebla se inscribe en una línea cronológica en la que es antecedida por personajes de la talla de Sor María Jesús de Tomelín en el convento de la Limpia Concepción, Sor María de San Joseph en el convento agustino de Santa Mónica, y Sor Isabel de la Encarnación en el contexto carmelita.

 

Un fragmento de su texto inscribe: “… experimentando los altos grados de contemplación a que Dios la levantaba, por que reconocía en ella éxtasis, raptos, deliquios, sueño y sed divina de Dios, que son modos de contemplación muy elevada, y que sólo concede el Señor a las almas muy perfectas”. Sus textos nos llevan entonces a ese espacio místico, el jardín cerrado, en el cual la religiosa, como esposa de Cristo, forma parte del rebaño del Divino Pastor, se sabe amada y se inscribe en una dinámica de entrega devota a su consorte.

 

Su imagen, perpetuada en el grabado de Benito Ortuño nos muestra a la religiosa con su mano levantada en primer plano mostrando una pluma, instrumento de su labor literaria y herramienta para la transmisión de sus revelaciones, reflexiones y recomendaciones a las novicias.

 

Josefina Muriel clasifica sus textos como teológicos, no sólo devocionales o místicos, sino como textos que proponen lecturas en las que la religiosa dialoga directamente con Dios, explica su relación con lo divino, y marca pautas para la adecuada comunicación y entrega a él. De este modo, Sor María Anna Águeda de San Ignacio se convierte en un personaje único en el contexto angelopolitano y novohispano, pues traspasa con su escritura los escritos de personajes de la talla de Sor Juana Inés de la Cruz, al abordar un género literario con contenidos de suma profundidad intelectual.

 

Bibliografía

Bellido, Joseph. Vida de la V. M. R. M. María Anna Águeda de San Ignacio, primera priora del Religiosísimo Convento de Dominicas Recoletas de Santa Rosa de la Puebla de los Ángeles. Puebla: Imprenta de la Bibliotheca Mexicana, 1758.

De San Ignacio, María Anna Águeda, Sor. Varias devociones compuestas por la V. M. y R. M. Sor María Anna Águeda de San Ignacio. Puebla: Imprenta de Christobal Thadeo de Ortega y Bonilla, 1758.

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