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Mi historia en el Centro Histórico de la ciudad de Puebla

Guillermina Doña éxitos Vidal, Artífice de la tradición y artista de la masa

 

Julieta Castañeda Castellanos

 

Desde su fundación, la historia de la ciudad de Puebla está construida por distintos hitos sociales, culturales y artísticos, dignos de difundir y en esta ocasión, nos centraremos en uno que marcó para siempre la vida cotidiana de la ciudad de los ángeles y los paladares de sus ciudadanos: el arte de hacer pan.

  Con más de 400 años de trayectoria, este oficio llegó al valle de Cuetlaxcoapan como parte de los saberes que instauraron una ciudad idílica. Y con la nobleza del agua, la harina, el azúcar y otros ingredientes, el oficio de la panadería se convirtió en una dulce tradición que sigue vigente hasta nuestros días.

  De la fascinante variedad de representantes de este oficio, en estas líneas conocerás a una de las mujeres del gremio panadero que conquistó el arte de la masa por su pasión, determinación y constancia: doña Guillermina “Éxitos” Vidal.

  Desde muy joven aprendió de su padre los saberes de este oficio, al que también se conoce como tahonero. Empezó vendiendo pan de dulce a las personas que estaban en las calles del Centro Histórico de Puebla hasta que pudo abrir su primera panadería. Luego, cinco. Sin frenos ni expectativas, doña Guillermina Vidal rápidamente empezó a crecer en todos los sentidos, y de aprendiz se convirtió en maestra: ya no solo se dedicó a trabajar la masa, también enseñó a sus hijos y trabajadores el resultado de la alquimia entre texturas, temperaturas y sabores.

  Con más de cincuenta años de haber heredado las recetas familiares, doña Guille, como muchos la llamamos de cariño, nunca ha usado conservadores ni mejorantes. Su pan es tradicional y, con ello, nos da la oportunidad de revivir los sabores que todos conservamos en nuestros recuerdos. Todos los días, de 8:00 a 11:30 horas, desde la Panadería “La Princesa”, ubicada en la esquina de la calle 3 Sur y la avenida 9 Poniente, podemos ver la maestría y el dinamismo con que doña Guille dirige los tiempos de amasar, hornear y atender a la clientela, siempre con una sonrisa y una historia que contar acerca de los más de cincuenta tipos de pan que sabe hacer.

  Si has pasado por la panadería de doña Guille, sabrás que es un placer ver cómo su clientela llega de esquina a esquina siguiendo el olor del pan. Pero más placentero aún es platicar con ella y conocer todo lo que ha logrado al empoderarse dentro de un gremio fuertemente dominado por hombres. Doña Guille es un gran testimonio de que la tradición está al alcance de las manos que generosamente la trabajan, la aman y la comparten.