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Letras para la ciudad

El viajero no sabe que la ciudad se sostiene por deseos

José Luis Prado

Thomas Klaus mira el reloj que indica el mediodía. La estación de Fráncfort está habitada por cientos de jóvenes; él puede distinguirse por su cabello largo y su estilo de vestir pasado de moda: suéter de rombos y pantalón de pana café; el resto va uniformado: todo un ejército de batalla. Klaus lleva bajo el brazo una cantidad considerable de papel de estraza y una libreta Moleskine envuelta entre los demás papeles. Su equipaje: un backpack y un reproductor de música.

 

*

 

Plain notebook

Berlín, 10 de febrero

 

Apenas guardo recuerdo de Wilhelm. Una fotografía, que muestra el paso del tiempo, lo muestra con su uniforme militar. En 1958 decidió viajar a México y de pronto se quedó a vivir allá, abandonando lo poco que le quedaba. Mientras vuelo hacia ese país desconocido para mí, intento escribir una biografía de la que no sé si después de algún tiempo rescate algún valor.

    Últimamente he pensado en el viaje como metáfora de la experiencia, a esto le sumo la idea de pensar y sentir en otra lengua.

  Es la primera vez que viajo a México. Durante mis años en la universidad recuerdo que tuve especial interés por algunos escritores latinoamericanos. Leí al escritor mexicano Juan Rulfo y al argentino Jorge Luis Borges con esmero. En la literatura del mexicano Juan Rulfo encontré una gran pasión por el tema de la ausencia. La novela Pedro Páramo es la búsqueda del hijo en pos del padre, el encuentro con lo siniestro: das unheimlich. Narra la historia de Comala, gente viva que la habita en un tiempo pretérito, y la Comala del presente llena de ánimas, que es enfrentada por el protagonista Juan Preciado. Rulfo muestra la no-expresión de los muertos.

    Luego de la lectura del autor jalisciense decidí buscar más información sobre la literatura mexicana. En un libro sobre las vanguardias encontré un movimiento llamado Estridentismo. El poeta Germán List Arzubide formaba parte del grupo; había nacido en Puebla, lugar en el que ahora reside Wilhelm Seesing. Quizá este azar sea el que me condujo hasta estas tierras.

    Siempre he creído que el viaje debe llevar el misterio en el camino.

 

   Thomas Klaus reconoce en el viaje algo más que una búsqueda. Sabe que ahí todo se torna más entrañable.

 

*

 

Plain notebook

Jardines de San Francisco

Puebla, 19 de febrero


Llevo relativamente pocos días en esta ciudad que me parece fascinante. Puebla se descubre en una estructura arquitectónica barroca, caótica; pero su traza es tan lineal que por momentos pienso que no podré extraviarme en esta urbe. Mientras camino por un lugar que apenas conozco, que se encuentra al cruzar lo que antes fue un río que circundaba buena parte de la ciudad —según me contó Perla—, una especie de Fata Morgana: un jardín con desniveles, capaz de aislar los sonidos de la ciudad y la antigua arquitectura de una fábrica que se descubre solo una vez que te internas en ella, descubro a muchas parejas expresar su cariño de una forma ajena. Parece que viven un simulacro de pasiones, que actúan de forma mecánica: se toman de la mano, se sientan y besan. En mi país, solo queda el yo, quizá ni eso.

 

*

 

Plain notebook

Berlín

Apuntes sobre el Estridentismo

 

En enero de 1923 se publicó en Puebla el Manifiesto estridentista número 2, ahí puede leerse: “La posibilidad de un nuevo arte, juvenil, entusiasta y palpitante, estructuralizado novidimensionalmente. La exaltación sugerente de las máquinas; las explosiones obreriles que estrellan los espejos en los días subvertidos”.

 

*

 

Thomas Klaus mira las manecillas del reloj de bolsillo y se asegura de que es tiempo de caminar hasta la cafetería donde trabaja Perla. Durante su trayecto, recuerda cómo sus pasos se cruzaron aquella mañana, en la que apeló al extravío como estrategia para su rutina: intentar bordear las calles del centro de la ciudad hasta que la arquitectura de una cafetería lo atrajo, y entonces decidió entrar a beber algo. En el establecimiento, miró una mesa solitaria sobre la que había unos cigarrillos, un café a medio beber y un cuaderno rojo. “Un personaje fantasma”, pensó frente a esa imagen. Se sentó en la mesa de al lado y, desde el otro extremo, Perla lo observó leer Andamios interiores. Motivo suficiente para que ella sintiera curiosidad por el extranjero. Thomas lo recuerda como si se tratara de una estampilla postal: el detalle definido de sus acciones.

    En la cafetería llamada El Andén, Thomas pide un café en el que piensa esperar a que terminé el turno de Perla, al tiempo en que intenta algunos apuntes.

    Ve a Perla a lo lejos y se encamina a ella mientras la mira despedirse de uno de sus compañeros de trabajo. Deciden caminar hasta la Fata Morgana, como la ha llamado Klaus. Ahí se sientan y charlan. Thomas no deja de mirarla.

 

*

 

Unheimlich

 

Una vez que llegan a los Jardines del Paseo San Francisco, Thomas, con su alemán directo, le cuenta que al llegar a Puebla buscó de inmediato a Wilhelm Seesing y le preguntó por qué abandonó Alsfeld en 1958.

    Seesing evitaba las conversaciones como si hubiera olvidado comunicarse con palabras. Se conduce con absoluta discreción sin reparar abiertamente en detalles que contrastan en su vida actual.

     El señor Wilhem aprendió que el olvido está dado por la negación, y la negación llega hasta el grado en que se vuelve incapacidad para afrontar las desgracias. Wilhelm Seesing, al escuchar las palabras de Thomas, fue impulsado al mundo que lo conducía de nuevo a las cosas que consiguió olvidar. “Esta ciudad funciona como un olvido perpetuo”, la frase de Wilhelm sacudió a Thomas, y lo levantó de la silla. Seesing lo llevó a rastras hasta el cuarto en que dormía: un espacio reducido y tranquilo de un departamento en avenida Reforma. Recogió sus cosas y las echó a la calle. No estaba dispuesto a revivir esa vieja Alemania. Mucho menos por Thomas.

 

*

 

Después de un camino de media hora han dejado atrás la ciudad, al menos eso piensa Thomas. Puede ver desde el estudio de Perla un mosaico de luces. Ella también siente a la ciudad fragmentándose en millones de estrellas. Mira a lo lejos y no dice palabra alguna [   ].

     Cree que la casa es una pequeña isla a las afueras de Puebla. Después de un rato, toman el té que ha preparado Perla y conversan… Se sugieren.

     Perla mira los ojos verdes de Thomas y desnuda el cuerpo en el paraíso de su memoria; ella desconoce el destino de esta idealización; se calla porque tiene miedo de nombrar aquello que no existe. Sabe que llegar a su casa fue una muestra mínima de la trascendencia del tiempo reflejado en la mirada de Thomas Klaus, que no tiene más que el presente: los dos sentados en el pequeño jardín donde reposa el césped. Perla piensa entonces que el futuro “es solo una figura retórica”. Thomas, por su parte, piensa en callar. Se ha dado cuenta de que en la libreta de viaje no encuentra una sola idea rescatable. Decide ausentar a su autor.

 

*

 

Perla llevaba meses juntando dinero para hacer un viaje al sur. Han pasado algunas semanas y no ha podido ver a Thomas para despedirse.

 

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Asunto: Noticias de viaje

De: Perla Gutiérrez

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Enviado: miércoles, 26 de abril de 2009 - 2:26:38

Para: Thomas Klaus (Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.)

 

    Thomas:


No sé qué ha pasado contigo. Parece que esta vez no funcionará la frase “andábamos sin buscarnos, pero andábamos para encontrarnos”, así que te dejo este mail que espero leas.

    Estos últimos meses han sido de verdad cansados para mí. La ciudad cada vez se vuelve más pesada, hay tantos recuerdos que se vivifican mientras camino por el centro.

   Ya no miro como la mayoría de la gente a la Catedral. Su historia me pesa, sus calles son imposibles para extraviar mi memoria.

    La última semana de marzo me llegó un correo como respuesta de un trabajo en la Argentina, parece que las cosas irán bien, así que para cuando leas esto seguramente estaré en otra parte. Solo he querido escribirte para agradecer tus palabras ausentes, por ayudar a darme cuenta de que hay cosas mayores en el silencio. Estoy segura de que la palabra divide al mundo y provoca esa fragmentación que tanto me aterra: llena de significados. Ahora entiendo la fascinación que te mueve por este y la soledad. En fin… no quiero echar a perder las cosas y hablar de más.

    Me han robado mi teléfono celular así que, si has intentado llamar, lamento no poder regresar la llamada. No pienso comprar otro.

    ¿Sabes?, me quedo con la sensación de las noches en que caminábamos, tratando de oír lo que decían los maniquíes de la tienda Almacenes Rodríguez; guardo en la memoria nuestros refugios en la ciudad: la Fata Morgana que inventaste como metáfora de eso que se desvanece una vez que lo miras fijamente, que se pierde cuando intentas tocarlo o, en el peor de los casos, poseerlo. Me quedo con tu mirada verde y transparente, que, sin duda, se reproducirá cada vez que esté cerca de algún jardín, me quedo con… sí, con eso también.

    Un abrazo y te deseo suerte.

    Perla.

 

*

 

Thomas está paralizado de pie mientras observa el reloj de la Central de Autobuses; siente por un momento que el tiempo no avanza. Observa con la mirada dilatada el cuaderno que sacó de su equipaje y comienza a leer un poema que Perla había escrito en su Moleskine:

 

*

 

   Esperando que un mundo sea desenterrado por el lenguaje, alguien canta el lugar en que se forma el silencio. Luego comprobará que no porque se muestre furioso existe el mar, ni tampoco el mundo. Por eso cada palabra dice lo que dice y además más y otra cosa.

 

Alejandra Pizarnik

 

*

 

Como Wilhelm Seesing, Thomas Klaus sabe que los recuerdos que intenta matar emergerán una vez que se enfrente a las noches que, algunas veces, suelen reducirse a sensaciones, silencios martillados por la dura palabra: un incesante enfrentamiento de espejos. Klaus lleva de vuelta a Alemania una geografía inhabitada que bien cabe en su equipaje: el verde de un pequeño parque con la característica de crecer como hierba silvestre e inundando las paredes de su memoria.

 

Sobre el autor

José Luis Prado. Escritor, editor y tallerista. Licenciado en Lingüística y Literatura Hispánica por la Facultad de Filosofía y Letras de la BUAP. Colaborador de Lado B y Círculo de poesía, columnista en el periódico Intolerancia y miembro del consejo editorial Broca.