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Transbarroco

SONORIDADES PATRIMONIALES

Elena Castillo Merino

Escuchar no sólo se hace con el oído,

se hace con todo el cuerpo. 

Sol Rezza

 

Las calles y los espacios del Centro Histórico de la ciudad de Puebla se han estructurado con el paso del tiempo: casi cinco siglos, en donde la ciudad ha sido un ente en movimiento y transformación. Este sitio central es el que habitamos, caminamos, escuchamos... Lo atravesamos desde los sentidos, y, si algo me identifica como poblana, es justamente la sonoridad que encuentro en cada esquina, en cada fragmento de territorio de este patrimonio cultural de la humanidad.

    El centro de Puebla está lleno de estímulos musicales y sonoros que se van entretejiendo como una sinfonía en movimientos variados que pueden ir desde lo más sutil hasta lo más distópico. Pero no solo encontramos estas sonoridades a manera de recreación, sino que también está musicalidad, estos sonidos, contienen información puntual y precisa de la sociedad y de nuestro presente, tomando en cuenta que el registro de estos archivos históricos, de estos “paisajes sonoros”, nos sirve de referencia para conocer nuestro pasado cultural en un contexto diferente: el de la escucha. Recordemos que el paisaje sonoro ha sido nombrado Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO.

    Cuando era niña, uno de los sonidos que se instauró en mi biblioteca sonora fue el de las campanas de las iglesias que se encuentran en el centro. La primera que recuerdo, y que hasta el día de hoy sigue siendo una belleza escuchar, es la del campanario de la Catedral, famosa por su leyenda que nos cuenta que la campana más grande, “Santa María de la Concepción”, fue subida por los ángeles a la torre. Así, la sonoridad del campanario de la Catedral se hace presente desde su fundación, y contiene información valiosa que ha interactuado con los poblanos. Este sonido ha servido como llamado a consagración, a batalla, a fiestas, pasando incluso por varios Vaniloquios de Campanas, uno de ellos, “Angelis Custodiant”, realizado en 2016, autoría de Bely David Rocha, quien fue el encargado también de dirigir dicha obra para la celebración de la ciudad. Tuve la oportunidad de unirme al grupo de tañedores para interpretar este concierto en la torre principal de la Catedral, y esta experiencia terminó de cautivar mi experiencia sonora con este espacio.

    Frente a este recinto nos encontramos con el Zócalo de Puebla, y, con él, un sinfín de sonidos que construyen este espacio como sitio de convivencia familiar, social, política, cultural, de protesta, de comercio, etcétera. Así, se han concentrado sonoridades que pueden evidenciar el curso de la historia de la ciudad en esta plaza: globeros, boleadores, artistas, activistas, turistas, nativos, todos nosotros hemos dejado un poco de nuestro espíritu en los sonidos que creamos al habitar este Zócalo, generando con esto melodías urbanas que nos hacen interactuar y reconocer nuestras similitudes y diferencias.

   Pero sigamos caminando. Por las calles aledañas al primer cuadrante se escuchan a lo lejos melodías creadas por cantantes y organilleros, y, conforme avanzamos, estas se apoderan de nuestra escucha; oficios que no solo resisten el paso del tiempo y el vaivén económico, sino que resisten la diversa gama de estímulos sensoriales de la calle. Durante el día, podemos encontrar en la esquina de Correos de México un dueto de organilleros tocando y animando la experiencia sensorial. Frente a ellos, algún cantante, gente que transita por las banquetas y algunos automóviles, combinando estos sonidos en una interesante textura que nos invita a experimentar una especie de postal entre el pasado y el presente. Si seguimos por la calle 5 oriente hacia el callejón de Los Sapos, los fines de semana encontraremos a los vendedores de antigüedades, ¡que gala sonora se crea ahí! Fonógrafos, artilugios, pajaritos, fiesta, convivencia, que se extiende por la calle 6 sur hasta llegar al callejón de John Lennon, donde los artesanos nos reciben con sonidos propios de sus oficios, amalgamando y dando identidad a este sector del centro histórico. La calle 3 oriente nos lleva también a nuestro ya querido y reconocido periódico El Sol de Puebla, en “La casa del que mató al animal”, cuyo primer dueño fue don Pedro Carvajal.

    Recuerdo que hace años, cuando comencé la práctica de la caminata urbana, una de las paradas esperadas para deleitarme con sus sonoridades fue esta esquina. Se podía escuchar, hasta la fecha, pero en horas más determinadas, la imprenta del periódico, ¡qué sonido! Letras e historias de nuestra ciudad creándose a ritmo de percusiones.

   Nos dirigimos ahora a la parte poniente, cruzando los portales aledaños al Zócalo; acústicas que, por su estructura propia, añaden efectos especiales como reverberaciones y ecos que hacen que nuestras propias voces se transformen es una especie de montaje escénico. Sin duda alguna, efectos que potencian la invitación que nos hacen las actrices y actores a los recorridos nocturnos de las “Leyendas de Puebla”.

 

 

    La calle 5 de mayo es el eje que divide el Centro Histórico: atravesar este corredor es cruzar un ambiente sonoro variado que cambia dependiendo la hora del día. Conforme avanzamos en este andador, encontramos negocios que, si bien en años anteriores la cantidad de ruido que generaban era abrumante, los altavoces cobraban una importancia de superioridad, parecería que “el que suena más fuerte tiene más poder”, pero, a través de la consciencia de la escucha atenta, se puede apreciar cómo poco a poco cobra sonoridades más armónicas y menos contaminantes. Recordemos que el exceso de ruido nos inhabilita de experimentar el espacio en todas sus dimensiones.

 

 

    Llegamos al antiguo Mercado “La Victoria”, ahora plaza comercial, que nos saca a la calle 6 poniente. Aquí podemos apreciar otra sonoridad muy diferente de la zona oriente, de la que ya hemos hablado con anterioridad. Escucharemos vendedores con sus ya característicos pregones que, de alguna manera, son una extensión del mercado “5 de Mayo”, que se encuentra a unas calles de ahí. Sonidos de cocina, de fiestas patronales, de circulación más enérgica y variada. Zona comercial que se desdobla en múltiples sensaciones y eventos auditivos. Cada calle del centro de Puebla contiene historias sonoras que nos ofrecen una experiencia estética a través de la práctica de la escucha.

 

 

   ¿Qué pasaría si comenzáramos a poner más atención en los sonidos que se generan constantemente en nuestro entorno? Si recurrimos a nuestros demás sentidos para apreciar un fenómeno, probablemente encontraremos nuevas formas de experimentar los espacios. Escuchar el Centro Histórico de Puebla nos ayudará a entender mejor nuestra historia, nuestro pasado, y si la incluimos en nuestra forma de vivir y la relación que tenemos con este espacio, podemos beneficiarnos del universo sonoro que nos ofrece en toda su amplitud. Reintegrarnos a través de la experiencia de la escucha nos ayudará a fortalecer una relación armónica con el espacio, con nosotros mismos y, por ende, con los demás. Escuchar no solo se hace con el oído, se hace con todo el cuerpo.

 

Sobre la autora

Elena Castillo Merino. Inició su formación musical en el Conservatorio de Música del Estado de Puebla, posteriormente ingresó a la Facultad de Artes de la BUAP donde cursó el nivel técnico y la licenciatura en Música con especialidad en composición. Artista y diseñadora sonora. También conocida como Elentric.