Dalila Franco
La Catedral Angelopolitana resguarda uno de los archivos musicales más importantes de América, el cual da cuenta de la memoria sonora de la seo durante los siglos XVI, XVII, XVIII y XIX, en más de mil manuscritos.¹ Entre estas joyas del patrimonio documental poblano, de incalculable valor musicológico, se encuentra la obra de Manuel Arenzana, último maestro de capilla en ejercer el magisterio durante la época virreinal.
Desvelar la vida del compositor, más allá de los mitos creados sobre su figura en los albores de la Independencia² y épocas recientes,³ fue una labor que implicó la búsqueda en archivos tanto mexicanos como españoles. El producto de este empeño es un trazo biográfico construido a través de diversas fuentes de primera mano. Es así como podemos afirmar que Manuel Arenzana Crespo nació en España, en la provincia de Soria, extremo oriental de Castilla y León, el 24 de marzo de 1750.⁴ Fue el segundo de once hijos de un modesto esquilador de caballerías,⁵ y es posible suponer que la condición económica orillara a la familia Arenzana a entregar a Manuel⁶ a los servicios de la entonces Catedral de San Pedro Apóstol. Ahí pudo haberse desempeñado como monaguillo e infantejo de coro, así como haber recibido educación tanto escolar como musical.
Al cambio de voz, entre los once y catorce años, Manuel se pudo haber incorporado a las clases de órgano. Lo anterior se infiere al revisar la serie documental referente al examen de oposición que presentó el compositor para ocupar la plaza de maestro de capilla en la catedral de Puebla, donde dijo ser facultativo en el clave.⁷
No obstante, el rastro del músico se pierde en un vacío documental de aproximadamente dieciséis años, apareciendo nuevamente en 1788, con un nuevo hallazgo archivístico en Cádiz, donde contrajo segundas nupcias con Juana Solsona, en la parroquia de San Antonio. En aquel tiempo, el ambiente sonoro gaditano estaba impregnado por el estilo italianizante de la obra de Franz Joseph Haydn, Las siete últimas palabras de Cristo en la Cruz, encargada en 1787 por el sacerdote don José Sáenz de Santa María para la celebración de Semana Santa del oratorio de la Santa Cueva.
Un nuevo documento, resguardado en el Archivo General de Indias, señala la ruta seguida por el compositor hacia el territorio novohispano. Se trata de una carta que Manuel envía a Juana, donde le cuenta el periplo realizado en 1791. La misiva cuenta cómo viajó desde Cádiz en la fragata “La Dolores, alias La Afortunada”, como mozo de repostería, y que, al tocar tierra firme en Veracruz, se dijo enfermo y fue a curarse a la Puebla de los Ángeles.⁸ Una vez en la Angelópolis, dirigió sus pasos a Catedral, donde entregó un memorial al cabildo, solicitando “sufrir” el examen de oposición para ocupar el puesto de maestro de capilla, vacante desde la muerte de Joseph Lasso Valero.⁹ Otros dos compositores presentaron sendas solicitudes a las dignidades catedralicias. Por una parte, estaba Cayetano Pagueras, músico radicado en La Habana,¹⁰ y por la otra, José Fayotillo, cuyo examen no consta en el legajo G del Archivo del Cabildo Metropolitano.
Si bien Manuel Arenzana no llevaba consigo documentos probatorios de su educación musical en la Catedral de San Pedro Apóstol en Soria, al parecer, sí contaba con el respaldo de quien resultó ser el dictaminador, el fraile franciscano Martín Francisco de Crucelaegui. Así lo consignó en la misiva dirigida a Juana Solsona, que obra en el AGI, a la cual nos hemos referido líneas arriba. Una semana después de haber presentado los kiries a cuatro, que constituyeron su examen de oposición, la resolución a su favor, otorgada por el fraile, lo convirtió en el último maestro de capilla del periodo novohispano en la Catedral de Puebla. Su magisterio fue uno de los más largos y fructíferos, con treinta años de vigencia y uno de los catálogos de autor más nutridos del archivo musical de la seo poblana, con algo más de cien obras.
Durante esas tres décadas, Manuel Arenzana fue testigo de varios sucesos de importancia histórica para el entonces territorio novohispano. Vivió en carne propia las consecuencias de las progresivas restricciones económicas impuestas por la Corona española a la Iglesia, a través de la ley de consolidación de vales, en el contexto de las reformas borbónicas. A la distancia, vivió la Guerra de Independencia en la península ibérica y sus repercusiones en Puebla, y vio cómo cobró fuerza el criollismo, antecedentes de la Guerra de Independencia en el territorio novohispano.¹¹
Aun cuando las condiciones no fueron las más favorables, el magisterio de Manuel Arenzana fue uno de los más prolíficos. Su música es la síntesis de la estricta y ortodoxa educación recibida en una de las catedrales más conservadoras del territorio peninsular de la Corona española, donde el barroco tardío imperaba en la enseñanza. También, es reflejo de la nostalgia por su natal Soria, notoria en ciertos pasajes rítmicos donde las castañuelas de los pasacalles se entretejen en las líneas de los violines. Su producción también refleja la tendencia italianizante en la música del siglo XVIII, de la influencia de la ópera en todos los ámbitos de producción musical, incluso en los religiosos. El maestro escribió misas, motetes, maitines, oficios de difunto, así como lamentaciones y misereres para los oficios de Semana Santa.¹²
La presente investigación permitió retirar la equivocada etiqueta de “decadente” impuesta por el musicólogo Robert Stevenson a la música novohispana de finales del siglo XVIII, en el contexto catedralicio poblano.¹³
Manuel Arenzana murió en Puebla el 21 de agosto de 1821, a unos cuantos días de que se firmaran los tratados de Córdoba y con ello se formalizará la independencia de México.
Dalila Franco. Maestra en musicología por la UNAM. Sus principales líneas de investigación abordan la historia de la música poblana de los siglos XVIII y XIX. Desde la gestión cultural, se ha desempeñado en distintas áreas de instituciones públicas municipales, estatales y federales.
FUENTES PRIMARIAS
FUENTES SECUNDARIAS
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