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Dossier

Místicas voces. Monacato femenino y Canto litúrgico en la Biblioteca Palafoxiana

Adriana G. Alonso Rivera y Gustavo Mauleón Rodríguez

Con motivo del aniversario 371 de la Biblioteca Palafoxiana de Puebla, en el año 2017 tuvimos el agrado de presentar una breve exposición del libro antiguo titulado Místicas Voces. Monacato Femenino y Canto Litúrgico, conformada por 27 libros impresos, dos volúmenes de manuscritos encuadernados y un facistol perteneciente a un convento de monjas (este último, préstamo temporal del Museo José Luis Bello y González). La razón por la que decidimos emprender este proyecto se debió al conocimiento de que nuestra señera biblioteca resguarda entre sus fondos antiguos importantes colecciones de libros litúrgicos de los ritos Romano e Hispánico o Mozárabe. Entre ellos destacan los que contienen algún tipo de representación o notación musical de tipo neumático cuadrada. Sabemos por ciertas marcas de propiedad, aspectos codicológicos y otros hallazgos de investigación, que algunos de esos libros proceden directamente de conventos de monjas –o fueron utilizados en ellos otros ejemplares de las mismas ediciones, o inclusive copias manuscritas–, particularmente de los conventos de la Concepción y de la Santísima Trinidad de la ciudad de Puebla.

  En los conventos pertenecientes las órdenes regulares, el rezo y canto de las horas canónicas —llamado también Oficio Divino— durante el día y la noche, ocupó un lugar esencial entre las actividades cotidianas del claustro, dada la dedicación absoluta que los religiosos y religiosas debían tener a la oración y la contemplación divina. De la actividad musical en la clausura femenina, se tienen suficientes referencias y testimonios en Puebla, particularmente de los citados conventos concepcionistas que no sólo compartieron la misma regla, sino que algunas de sus monjas —incluyendo a las fundadoras— tuvieron interesantes vínculos familiares. El de la Santísima Trinidad conservó azarosamente una parte importante de su archivo musical hoy conocido como “Colección Sánchez Garza”, el cual desde 1967 se encuentra custodiado por el cenidim/inba, ubicado actualmente en el Centro Nacional de las Artes de la Ciudad de México. Sin embargo, algunos ejemplos y fuentes de canto llano (y “figurado”) de los conventos mencionados, se localizan también en la Biblioteca Palafoxiana, en la que igualmente se hallan otros libros de diferentes materias, oriundos de estas instituciones. Dichos ejemplares pasaron a esta biblioteca en diferentes momentos, especialmente durante el siglo xix y los albores del siglo xx, concretamente a partir del proceso de desamortización de los bienes de la iglesia y de la exclaustración de los conventos femeninos.

    A partir del planteamiento de ocho ejes temáticos, ambos autores nos dimos a la tarea de agrupar el acervo bibliográfico y documental, presente en la Biblioteca Palafoxiana, que involucró la práctica de la liturgia y el canto al interior de los conventos femeninos. Dichos ejes se estructuraron de la siguiente manera:

 

Historia, preceptos y providencias.

 

El Sacrosanto y Ecuménico Concilio de Trento (1543-1564) y su publicación, constituyó uno de los hitos fundamentales en la reforma de la vida religiosa de occidente. Entre sus disposiciones se incluyeron señalamientos directos a las órdenes religiosas masculinas y femeninas, así como a la forma en que éstas debían acatar sus reglas y constituciones. No obstante, en el III Concilio Provincial Mexicano (1585) se brindaron algunos complementos a estos temas y otros matices interpretativos a lo establecido por Trento.

    La reforma conciliar trataba de volver a la antigua observancia que, para el caso de los conventos femeninos de los reinos españoles, poseyó en las reformas a la vida monacal establecidas por Santa Teresa de Jesús el ejemplo ideal de perfecta virtud. Por esta razón es que a Teresa se le consideró la gran santa contrarreformista, pues no sólo dio la pauta para el desarrollo de una espiritualidad más interior, basada en la contemplación absoluta, sino que además el “modelo de vida común”, contenido en su reforma descalza, fue la piedra angular que habría de dar sostén a los votos de pobreza, castidad y obediencia¹. Dicho modelo se encargaba de excluir cualquier aspecto que pudiera representar un obstáculo para la edificación espiritual y la ortodoxia de la observancia regular. En este sentido, exaltaba la austeridad material, regulaba la distribución de los espacios conventuales, las tareas y los cargos a desempeñar dentro del claustro, además de insistir en la obligatoriedad de las prácticas de comunidad, particularmente, las que tenían lugar en el coro, como el rezo del Oficio Divino.

 

Las reglas monásticas

 

Las reglas hacen referencia a un conjunto de normas generales encargadas de estructurar y regir la vida espiritual y cotidiana de las religiosas pertenecientes a una corporación determinada; las particularidades de dichas disposiciones se desprenden del carisma o modelo espiritual adoptado por cada comunidad. La Biblioteca Palafoxiana resguarda muchos de los estatutos regulares observados por las monjas Concepcionistas y Trinitarias de la ciudad de Puebla, así como los establecidos por San Agustín y observados tanto por las monjas Dominicas de Santa Catalina de Siena y Santa Inés de Montepulciano, como por las Agustinas Recoletas del Convento de Santa Mónica. De este conjunto general de reglas se desprende otra serie de disposiciones llamadas Constituciones, las cuales detallan los principios que habrían de regular de manera más específica actividades monásticas como la distribución del tiempo, las tareas conventuales, los cargos a desempeñar por las religiosas, el modo de vestir el hábito, los códigos de convivencia dentro de la comunidad, entre las más importantes.

  Resultan ser más las afinidades compartidas entre reglas y constituciones observadas por las distintas órdenes religiosas que sus diferencias. En este sentido es necesario señalar que el gobierno de dichas corporaciones se encontraba sujeto a la potestad de la autoridad secular, cuya intención homogeneizadora, iniciada a mediados del siglo XVII, culminó hacia la siguiente centuria con una serie de reformas encargadas de establecer un mismo modelo de vida para la totalidad de los conventos femeninos, sin importar sus distintas naturalezas carismáticas.

    Obispos como Juan de Palafox y Mendoza, se encargaron de proveer y ejecutar estatutos regulares, como es el caso de la Regla y constituciones, que han de guardar las religiosas de los conventos de Nuestra Señora de la Concepción, y la Santísima Trinidad, de la ciudad de los Ángeles de 1641, reimpresas en 1744 y 1795. O la Regla del glorioso Doctor de la Iglesia N. G. P. S. Agustín, que han de guardar las religiosas de los Conventos de Santa Catarina de Sena y Santa Inés de Monte Policiano, de la Orden de N. P. Santo Domingo, cuya edición de 1789 se encuentra también en la Biblioteca Palafoxiana.

  Otros prelados como Manuel Fernández de Santa Cruz, no sólo mandaron observar tales disposiciones, sino que, además, las modificaron, ampliaron y expidieron en aras de su adaptación a las necesidades de una comunidad específica de religiosas; tal es el caso de la Regla dada por N. P. S. Agustín a sus monjas. Constituciones que han de guardar las Religiosas Augustinas Recoletas de Santa Mónica de la Ciudad de la Puebla de 1691, para cuya implementación, el obispo Santa Cruz tomaría en cuenta otras constituciones, rituales y ceremoniales de Agustinas Recoletas españolas, mismas que fueron solicitadas exprofeso para fundar el convento de Santa Mónica. Esto último consta en algunas cartas manuscritas conservadas también en la Biblioteca.

    Dentro de las reglas y las constituciones, pueden observarse los principios que rigieron la realización de las celebraciones y los rituales canónicos. Las oraciones (y/o cantos) del día se encontraban distribuidas dentro del Oficio Divino, que según todas las reglas monásticas, debían rezarse conforme al Breviario romano y con todo el decoro y solemnidad posibles. Dichas oraciones, organizadas dentro de las llamadas “horas canónicas”, se dividieron a su vez en mayores: maitines (después de la media noche), laudes (al amanecer) y vísperas (al ponerse el sol); y menores: prima, tercia, sexta y nona (a lo largo del día), aunque era usual que en los diferentes conventos se variarán los horarios por muy diversos motivos.

    Las reglas y constituciones de las monjas del convento de Nuestra Señora de la Concepción y del de la Santísima Trinidad de Puebla, por ejemplo, indican aquellas oraciones que debían rezar las monjas de velo negro y coro, a diferencia de las monjas legas o de velo blanco. Del mismo modo estas disposiciones prohíben realizar cantos o danzas de carácter profano, no sólo a las hermanas, sino también a las niñas que tuvieran a su cargo y criadas. Por otra parte, las constituciones de los conventos dominicos de Santa Inés y Santa Catalina, prohíben el uso de instrumentos musicales como guitarras, sonajas y “atambores”, por restarle modestia y gravedad al culto divino y a la profesión religiosa. Finalmente, las reglas y constituciones de las Agustinas Recoletas obligan a participar a toda la comunidad de monjas, sin excepción, en los rituales canónicos anteriormente citados, incluidos los cantos que debían realizarse “al unísono y en tono grave” como muestra de recogimiento espiritual.

    Finalmente, otros libros como la Llave de oro, para abrir las puertas del cielo… de 1815, fungieron como verdaderos manuales para el virtuoso desempeño de la vida religiosa. En él pueden encontrarse, además de La regla y ordinaciones de las monjas de la Inmaculada Concepción, una serie de sumarios con instrucciones para el desarrollo de actos litúrgicos, como el ceremonial de profesión, donde se explica, paso a paso, cada momento del desposorio místico de la novicia con Cristo, en el que tanto ella misma como el sacerdote que presidía la ceremonia y el resto de las hermanas, debían participar diciendo una serie de antífonas y otros cantos litúrgicos indicados a modo de diálogo. De tal manera se señalaba siempre la formación de dos grupos o coros de monjas, no sólo en las ceremonias corales, sino también en otros espacios comunes como en el refectorio o en la sala De Profundis.

 

Instrucción para religiosas

 

La Biblioteca Palafoxiana cuenta con algunos libros de instrucción que fueron muy apreciados por sus lectoras, entre ellos se encuentra el tratado que lleva por título La religiosa instruida con doctrina de la Sagrada Escritura y Santos Padres de la Iglesia Cathólica… de 1717, cuyo autor fue un franciscano español llamado Antonio Arbiol, y su función radicaba en servir “para todas las operaciones de la vida regular, desde que la monja recibe el hábito santo, hasta la hora de su muerte”. En él es posible encontrar consistentes avisos, entre ellos los que atañen a las muy diversas enseñanzas que debían impartir las maestras de novicias, como las concernientes a la doctrina cristiana y en algunos casos, incluso, sobre la enseñanza del canto para el Oficio Divino en los conventos donde se acostumbró el canto gregoriano. Sabemos por su marca de propiedad que este libro fue utilizado para las lecturas de comunidad en el refectorio de un convento de la Concepción, muy posiblemente el de Puebla de los Ángeles.

    Como nos muestran algunos de los tratados de instrucción, desde el noviciado solían enseñarse los fundamentos musicales para aprender el canto llano o gregoriano y dar así solemnidad y mayor dignidad al Oficio Divino, particularmente en las fiestas especiales y las propias de la comunidad. Si bien llegó a ser costumbre de muchos conventos novohispanos cultivar la música polifónica e instrumental de carácter litúrgico, paralitúrgico e incluso profano -muestra de ello es la llamada “Colección Sánchez Garza”-, pronto las reglas monásticas comenzaron a prohibir algunas de estas prácticas por considerarlas perniciosas a la vida monacal, sin embargo es sabido que no siempre fueron obedecidas tales prohibiciones.

 

Artes y compendios de canto llano


El canto de origen latino, ligado desde sus inicios al cristianismo occidental, es el llamado “Canto Gregoriano o Canto Llano”, mismo que se conforma por textos recitados y cantados provenientes fundamentalmente de las sagradas escrituras, así como de la patrística y de otras autoridades que paulatinamente dieron origen a la liturgia del cristianismo católico. Estos libros fueron manuales de instrucción que en ocasiones podían traer impresa la regla misma de una orden, junto con los avisos para aprender el canto llano, lo que podía incluir también ejemplos para la práctica del canto litúrgico, tal es el caso de la Regla de N. S .P. S. Francisco, y breve declaración de sus preceptos para su mejor observancia, y fácil inteligencia con una instrucción para los novicios de la Religión de N. Padre San Francisco, y breve explicación del canto llano con otras advertencias curiosas, y necesarias…, impreso en México en 1725, compendio realizado por el franciscano fray Manuel Sánchez quien fue “predicador y maestro de novicios del convento grande de N. Padre San Francisco de México”.

    De este apartado también forma parte el famoso Arte, o compendio general del canto-llano, figurado y órgano, en método fácil, ilustrado con algunos documentos, o capítulos muy precisos para el aprovechamiento, y enseñanza…, en su edición de 1776, salida de imprenta de Joseph Doblado en Madrid, cuyas prensas se llegaron a especializar en ciertas novedades para la impresión de canto llano de gran formato. Su autor es Francisco Marcos y Navas “Psalmista por S. M. en su Real Iglesia de S. Isidoro de Madrid”, quien avisa que su Arte va dividido en cinco tratados que versan sobre la teoría del canto llano, una práctica litúrgica con el Oficio de difuntos, sepultura, misa y procesión, así como “la especulativa, y práctica del canto figurado y de órgano, según el moderno estilo”, incluyendo finalmente las nueve Lamentaciones y la Bendición del cirio, con el aviso de que tales obras iban “vestidas o adornadas de cláusulas sobre su mismo canto-llano”. El “canto figurado” al que hace referencia era un tipo de monodia, en ocasiones de nueva creación, que admitía cuatro notas (longa, breve, semibreve y mínima) con empleo binario y con compases que las iban ordenando. De esta manera incluye siete misas de su propia autoría para “remediar la falta de composiciones de este género”. De Marcos y Navas las monjas de la Santísima Trinidad de Puebla copiaron y cantaron dos misas, una de ellas fue tomada de este tratado, se trata de la “Misa compuesta sobre las consonancias de los Hymnos del Corpus, según se usan en esta mi Real Iglesia de S. Isidro de Madrid”.

    De la misma imprenta madrileña de don Joseph Doblado saldría en 1789, como parte de una colección de libros litúrgicos carmelitas, uno de los compendios más completos utilizados por las órdenes religiosas en el siglo XVIII, el Ritual carmelitano. Parte primera: Instrucciones de Canto llano y figurado. A uso de los religiosos, y religiosas de la orden de Descalzos de Nuestra Madre Santísima Virgen María del Monte Carmelo, de la primitiva observancia, en esta congregación de España e Indias. En sus capítulos iniciales, el libro ofrece como una primera instrucción, todo lo relativo a los rudimentos del canto llano, sus movimientos e intervalos, la explicación de los tonos, sobre la manera de entonar Antífonas y Salmos, acerca del compás, una explicación sobre el “canto figurado” y algunas lecciones prácticas. En la instrucción segunda se entra de lleno en la práctica litúrgica misma, a través de los avisos para entonar y cantar las distintas partes de los Divinos Oficios. Finalmente cierra con una tercera y amplia instrucción acerca del orden de las misas para ser cantadas durante el calendario anual en los conventos carmelitas, no obstante, sabemos de la amplia difusión de esta obra entre comunidades de diferentes órdenes religiosas.

 

Libros y manuales litúrgicos


En este apartado se ubican ilustrativos ejemplares como el Rituale romanum Pauli V Pont. Max. jussu editum. Addita formula pro benedicendis populo, & agris, a Sacra Rituum Congregatione approbata…, publicado en Venecia en 1736 con una cuidada y elegante edición a dos tintas y con páginas de notación neumática cuadrada sobre tetragramas. Sabemos que este impreso fue utilizado, entre otras monjas, por las madres Juana Bautista, Margarita María, Águeda María, Úrsula Coleta, Micaela María y Gabriela María, como consta por una especie de calendario para su uso anotado en una de sus hojas de guarda. De igual manera se conserva en la Biblioteca Palafoxiana un interesante libro de coro manuscrito con las Antífonas del Oficio Divino, cuya portada dice “Proprium de Tempore: Antyphonario General. Desde la dominica prima adventus asta la dominica vigessima quarta post pentecostem. Siendo abadesa de este convento de N[uestr]a S[eñor]a de la Concep[ció]n n[uestr]a madre Gertrudis de los Reyes. Se renovó este libro a cuidado y diligencia de la madre Rita de San Agustín, vicaria mayor del choro, año de 1691”. Al parecer el libro era más antiguo y fue renovado en 1691 por la vicaria de coro, que era la monja encargada de los libros y papeles litúrgico-musicales, no obstante, es posible que originalmente haya sido copiado de uno de los libros de coro de la catedral de Puebla.

   En esta sección se encuentran también otros dos manuales divulgativos dirigidos a los menos versados en la lengua latina, como era el caso de la mayoría de las religiosas, uno es el que va compendiado y traducido al castellano por Juan Bautista Sorazábal, canónigo de la insigne catedral de Santa María de la Redonda de la ciudad de Logroño, y rector del Seminario Conciliar del obispado de Calahorra y la Calzada, bajo el título de Poesía sagrada, himnos del Breviario romano traducidos al idioma español en rigurosa consonancia […] Añádese el Ritmo de Santo Thomás de Aquino a la Sagrada Eucaristía, y la Oración del Papa Urbano VIII. Para la acción de gracias después de haberla recibido, en su edición madrileña de 1777. En esta obra los himnos llevan el orden del Breviario Romano, con la finalidad de que los eclesiásticos recen y canten el Oficio Divino, con conocimiento de los textos de los himnos y con “toda atención, devoción y afecto, respecto de ser en gloria de Dios, y alabanza de sus fieles y escogidos los santos”.

  El otro manual es un salterio en castellano con una traducción de tipo parafrástico para la compresión de los Salmos, se trata del libro Interpretación clara y sencilla, o sentido propio, y literal en una paráfrasis continuada de los Salmos de David, y cánticos sagrados, con el argumento de cada uno. Obra sumamente útil a todo género de personas, en especial para las que tienen obligación de rezar el Oficio Divino…, su autor es el doctor Eugenio Garcia, “Presbítero, catedrático que fue de Historia literaria en el Seminario Palafoxiano de la Puebla de los Ángeles, y Teniente Vicario Eclesiástico de Madrid, y su partido”. Esta obra fue publicada en Madrid en 1785 en la imprenta de Joaquín Ibarra, de la que salieron otros libros de interés musical, lleva un “Discurso liminar” y resulta revelador que este antiguo catedrático del Seminario Palafoxiano, dedique el libro al obispo de Puebla don Victoriano López Gonzalo, posible patrocinador de la impresión, en cuya dedicatoria preliminar le reconoce diciendo que “no es menos notorio el esmero que V. S. I. procura fomentar por todos los términos de estudio de aquellos libros que son más a propósito para instruir sólidamente a los Fieles de su Diócesis en la doctrina más sana y verdadera; imitando en esto con gloriosa emulación el zelo apostólico de los más célebres Prelados, en especial de su nunca bastantemente alabado antecesor el Venerable Señor Don Juan de Palafox…”. Un ejemplar de esta obra fue “Del uso de sor M. del Carmen y de San Francisco de Sales. Con licencia de su Prelada. Con la misma razón del uso de Sor Ma. Dominica del Smo. Rosario”, posiblemente dos monjas dominicas del convento de Santa Rosa de Puebla.

    Dentro de los ejes temáticos de la muestra decidimos incluir otros títulos que resultan más bien complementarios como testimonios históricos, pero también literarios, acerca de la práctica del canto litúrgico y en general de aspectos de la expresión y manifestación musical en el monacato femenino. En el apartado dedicado a las Crónicas conventuales mostramos el célebre Paraýso occidental plantado, y cultivado por la liberal benéfica mano de los muy cathólicos y poderosos reyes de España nuestros señores en su magnífico Real Convento de Jesús María de México…, del erudito novohispano Carlos de Sigüenza y Góngora, impreso en 1684, en que detalla aspectos de la historia de ese importante convento de la ciudad de México, con biografías de monjas notables que florecieron en su claustro. Respecto a la práctica musical y litúrgica destacan en él algunos pasajes de la vida de la monja cantora y apuntadora de música Sor Inés de la Cruz (también fundadora del convento de San José de Carmelitas descalzas de México), así como de una de sus compañeras, la madre Marina de la Encarnación.

    Asimismo, a este apartado se suma una crónica del Carmelo poblano de 1732 llamada Fundación y primero siglo, del muy religioso convento de Sr. S. Joseph de religiosas carmelitas descalzas de la ciudad de la Puebla de los Ángeles, en la Nueva España, el primero que se fundó en la América septentrional en 27 de diciembre de 1604…, en el que José Gómez y José Martínez de la Parra, nos narran la vida de la madre Nicolasa de la Santísima Trinidad, monja muy diestra en tañer el arpa y la vihuela, y de quien se afirma que “cantaba unas letras tan espirituales que al mismo tiempo que divertía con el canto, hacía elevar el corazón con lo cantado, tocando y cantando con tanta suavidad y recogimiento, que se conocía tener en su alma grandes júbilos…”

  Como parte del tema de la Mística y hagiografía expusimos también el importante tratado del jesuita Miguel Godínez, Práctica de la Theología Mýstica…, en su edición sevillana de 1682, en la que también refiere, en varias metáforas, el sentido simbólico de la música en la manifestación de Dios. Este jesuita fue confesor de la afamada monja concepcionista de Puebla Sor María de Jesús y de la madre María Ana Águeda de San Ignacio, primera priora del convento de dominicas recoletas de Santa Rosa de la Puebla, por ello incluimos en la exposición las Vidas -o hagiobiografías- de ambas religiosas; la primera escrita por Diego de Lemus en su edición angelopolitana de 1683, y la segunda por el Jesuita Joseph Bellido y publicada en México en 1758.

  Finalmente, el tema de Los predicadores, se encontró dedicado a aquellos oradores en el púlpito a través del género retórico del sermón novohispano. En el primer caso José Valentín Romero dijo uno de los sermones a las exequias del obispo de Puebla Pantaleón Álvarez de Abreu, con el título La más hermosa flor de las rosas, que aviendo amurallado su corazón en la primavera de su vida con las rosas de sus virtudes, esperamos renasca en el ibierno del sepulchro, como fragrante rosa del verano, nuestro amantíssimo prelado el Illmo. Señor Doctor D. Domingo Pantaleón Álvarez de Abreu, digníssimo arzobispo obispo, que fue de esta ciudad, y obispado…, publicado en 1765, fue dedicado al entierro del corazón y honras de dicho prelado en el convento de Santa Rosa de Puebla, una parte del discurso alude claramente a la dignificación y exorno que llevó a cabo el obispo en el convento, particularmente en el coro “enriqueciendo la iglesia y sacristía de varias, costosas y exquisitas preseas, ya puliendo y adornando el choro de tal manera, que su misma hermosura alentara al fervor en las divinas alabanzas” por parte de las monjas.

    El siguiente sermón fue predicado en México por fray José de Santa Gertrudis, su título es más que elocuente: Sermón panegýrico, acordes cultos con que las religiosas músicas del Convento de N. Señora de Valvanera clausularon la octava consagrada a la Natividad de N. Señora. Cuya suave armonía consagra humilde a la exma. señora doña Juana de la Cerda y Aragón, duquesa de Alburquerque…, su publicación en 1706 fue costeada por las madres cantoras y músicas de dicho convento mexicano y en él se hace un intenso recuento de fuentes y símbolos musicales por parte del predicador para conmemorar especialmente la fiesta de la Natividad de la Virgen.

 

Sobre los autores

Adriana Guadalupe Alonso Rivera. Doctora en Historia del Arte por la UNAM. Maestra en Estética y Arte por la BUAP. Su línea de investigación se centra en los usos de la imagen en el contexto católico novohispano, concretamente en lo que respecta a la Orden de Agustinas Recoletas. Como investigadora ha impartido conferencias en instituciones museísticas y académicas dentro y fuera de México y cuenta con publicaciones arbitradas en las áreas de Historia del Arte, Museología y Estética. Como catedrática, ha impartido clases de Historia, Filosofía y Teoría del Arte en diversas universidades del país.

Gustavo Mauleón Rodríguez. Realizó estudios superiores en música y etnomusicología. Coordinó el proyecto “Documentos para la historia de la música en México” de la Biblioteca Histórica “José María Lafragua” de la BUAP (1999-2002). Ha editado estudios y facsímiles de diferentes tratados históricos de música práctica y teórica, y coordinado varios volúmenes sobre estudios de música y músicos novohispanos, patrimonio musical, temas de los que, asimismo, ha comisariado varias exposiciones.

 

Bibliografía

  • LORETO LÓPEZ, Rosalva, y Gustavo MAULEÓN RODRÍGUEZ, "Alabanzas divinas. Canto, rezo y culto litúrgico en el convento concepcionista de Puebla de los Ángeles. Siglos XVII y XVIII", en Rosalva LORETO LÓPEZ (coord.), Tota Pulchra. Historia del Monasterio de la Purísima Concepción de Puebla. Siglos XVI-XIX, Puebla, BUAP. 2017, pp. 87-138.
  • ALONSO Rivera, Adriana Guadalupe y Mauleón Rodríguez, Gustavo, Místicas voces. Monacato femenino y canto litúrgico. Guión curatorial, Puebla, 2017.
  • ALONSO Rivera, Adriana Guadalupe; “Teresa de Jesús: Reformadora, Patrona de Puebla y modelo de vida contemplativa”. Revista Cuetlaxcoapan. Año 4, no. 14, otoño 2018, pp. 10-15.

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  1. ALONSO, “Teresa de Jesús: Reformadora…”, p. 13-14.