Elisa Ávalos Martínez
Ignacio Jerusalem y Stella (Ignaczio Gerusalemne) (*Lecce, Nápoles, 03.06.1707; † Ciudad de México, 1769), fue un músico —violinista— y compositor suritaliano, elogiosamente calificado por sus contemporáneos como “el milagro musical”, alumno brillante de la llamada “escuela napolitana” y una de las figuras más trascendentes de la vida musical de la Nueva España durante el siglo XVIII.¹
Según el profesor Cetrangolo, quien localizó la partida bautismal de Ignacio Jerusalem en los archivos de la curia arzobispal de Lecce, Jerusalem, habría nacido el 3 de junio de 1707 en dicha ciudad, a orillas del mar Adriático, y se le habría puesto el nombre de “Ignatius Dominicus Orontius Joseph Pascali Jerusalem”, es decir, Ignacio Domingo Oronzo José Pascual Jerusalem. Procedía de una familia de músicos, originaria de Nápoles, y fue el séptimo hijo de Matteo Martino Gerusalemme, musico di scuola y maestro di capella, y de Ana Curzio o Stella.
Sabemos de la actividad de su padre en el teatro de Lecce, lo que seguramente habría familiarizado a nuestro músico con las producciones operísticas puestas en escena durante su infancia y juventud. Todo parece indicar que, siempre bien relacionado con la Iglesia y la aristocracia, a las que sirvió toda su vida, habría iniciado su actividad musical como violinista ya en Lecce, ya en Nápoles, adquiriendo también cierta formación y experiencia en el ámbito músico-escénico y operístico. En 1732, o por entonces, dejó Italia para pasar a la península ibérica, instalándose no está muy claro si en Cádiz, para trabajar en el coliseo (es decir, en el teatro) de dicha ciudad andaluza, o si, tal vez, en Madrid.
Desde aquí, su rastro se pierde hasta 1742, cuando, al parecer, José Cárdenas Guzmán y Flores se encontraba en Madrid, quien era administrador del Hospital Real y General de los Indios en la capital del virreinato de la Nueva España, y que se hallaba en la villa y corte española con la intención de reclutar y contratar a una veintena de artistas, instrumentistas, cantantes e instructores de baile, entre los que se encontraba el propio Jerusalem, para el coliseo de la Ciudad de México. Así, Jerusalem fue contratado en España por el citado administrador del hospital como “compositor y violinista para el segundo Coliseo de México, principal centro de cultivo de la tonadilla y la zarzuela fuera de la
España peninsular”, en 1742. Llegó a los 35 años, casado y con dos hijos.
Se ha considerado a Jerusalem como el “introductor del estilo operístico italiano en la música religiosa en el virreinato de la Nueva España hacia la segunda mitad del siglo XVIII”. En 1749, oficialmente, es contratado y nombrado organista —tocaba también el clave— y maestro de capilla interino de la catedral de México, ascendiendo, por oposición, a maestro titular el año siguiente. Los duros exámenes se prolongaron durante algo más de un mes: el 30 de junio de 1750 hubo preguntas a los aspirantes sobre canto llano y composición, y se pidió musicalizar el texto del villancico A la milagrosa escuela y el de la antífona O Emmanuel rex; el 11 de julio de 1750 se interpretaron ambas piezas, y dos días más tarde, se pidió al examinador, Juan Durán, su dictamen sobre los ejercicios realizados por Jerusalem, quien le dio al candidato al magisterio la antífona Iste Sanctus, para que realizara sobre ella diversos contrapuntos.
Durán dio su valoración el 15 de julio de 1750, y el 20 de julio 1750, reunido todo el tribunal, se aprobó el trabajo del aspirante, a quien se nombró definitivamente el 03 de agosto de 1750, con un salario de 500 pesos anuales, más otros 200 pesos por el trabajo suplementario de asistir a la escolanía. A este contrato Jerusalem respondió: “que siendo su ánimo servir a esta santa iglesia en su coro, se ha de servir su dignidad admitirlo con aquel salario que le pareciere conveniente […] a componer música para los villancicos […] y a enseñar a los niños del Colegio [de infantes], por hallarse apto para todo ello”. Por tanto, Jerusalem iba a ocupar el magisterio de capilla de la Catedral de México algo menos de veinte años, prácticamente hasta su muerte, acaecida el 15 de diciembre de 1769.
No resulta raro comprender que, casado y con hijos, y habiendo trabajado para el teatro, pudiera haber sido visto por sus superiores eclesiásticos como sospechoso de llevar una vida poco edificante para ejercer su actividad profesional en el ámbito del templo. Y, acaso influido por esa posibilidad, en 1751 dejó su puesto en el coliseo de México (para cuyas solemnidades escribió abundante música, hoy perdida), bajo la excusa o pretexto de no poder compatibilizar bien ambas tareas en el teatro y en la catedral.
Por otra parte, la seguramente natural inclinación del músico italiano hacia la música secular y, en concreto, a la operística, en la que se había formado y debía sentirse cómodo, pudiera haber sido considerada un inconveniente o un cierto riesgo para los productos catequético-sonoros a los que debía dar lugar como fruto de su actividad y desempeño profesional; de manera que, por un lado, contaba con el atractivo de escribir “a la moda”, garantizando la novedad y el interés de su audiencia, pero, por otro, el celo y la censura eclesiástica debía ser un contrapeso no pequeño para el vuelo de su libertad expresiva.
Jerusalem fue objeto de quejas en el capítulo catedralicio y mantuvo un pleito con algunos músicos de su propia capilla. A pesar de estos inconvenientes, conservó siempre el apoyo del cabildo, que, sabedor de su valía, siempre aprovechó sus dotes.
Por su talento e inspiración, habilidad, fecundidad y capacidad musicales —como intérprete y compositor—, fue calificado entre sus coetáneos de “milagro musical”, e incluso se le colocó a la misma altura que al maestro de la Real Capilla en Madrid (a pesar de que, en ocasiones, pudo haber cometido un cierto abandono en sus deberes), y llegó a ser “reconocido como uno de los introductores del estilo italiano dramático en la música religiosa” en Latinoamérica. Durante su etapa al frente de la capilla catedralicia, esta alcanzó tal prestigio que se decía que era una de las mejores de toda América, y que no había una de mayor magnificencia en Toledo o en Sevilla, de suerte que su coro parecía más integrado por ángeles que por personas.
Las dos décadas de actividad musical de Jerusalem en la principal Catedral novohispana, se caracterizaron por su prolífica producción; sin duda, necesaria para abastecer a templo tan relevante, tanto de todo lo necesario para la liturgia como de todo tipo de funciones religiosas en las que tomará parte el capítulo.
Murió en 1769, sucediéndole Matheo Tollis della Rocca, de 1769 a 1782, interinamente en el magisterio de capilla catedralicio. A su muerte, el cabildo adquirió los manuscritos de sus composiciones, que obraban en poder de su viuda. Sus obras se siguieron utilizando durante varios años, hasta el siglo XIX. Y fuera de la capital virreinal, su música se llegó a cantar en los oficios religiosos de iglesias, conventos y catedrales por todo el territorio de la Nueva España, incluidos el Colegio de Vizcaínas en la propia capital del virreinato, Guatemala, Puebla, Morelia (catedral y Colegio de las Rosas), Durango, Guadalajara, la colegiata de Guadalupe o la Alta California (en misiones franciscanas, como la de San Fernando o la de Santa Bárbara), lugares donde todavía hoy se conservan documentos con su música.
Su amplio catálogo, con más de 220 obras solamente en el archivo catedralicio de la Ciudad de México, 69 obras en el Archivo de la basílica de Guadalupe, 31 obras catalogadas en la Catedral de Puebla y otras más en varios archivos mexicanos, está integrado por obras litúrgicas en latín, así como por villancicos para coro a cuatro voces y bicorales, arias da capo vueltas “a lo divino”, pastorelas, loas y cantadas (concertadas con violines y acompañamiento continuo y variadas combinaciones instrumentales). Así, se aprecian sus magníficas dotes como violinista, rastreables en las obras conservadas a partir del virtuosismo que respira su técnicamente exigente escritura para los instrumentos de cuerda.
Estilísticamente, responde paradigmáticamente a su origen napolitano, con su típica escritura (operística) para la cuerda y para las voces, que requiere una técnica interpretativa exigente, ya sea por sus progresiones armónicas modales, por la velocidad demandada o por los complejos melismas y vocalizaciones que despliega (por la longitud de las frases o por los amplios saltos interválicos y el dilatado ámbito o tesitura en que se desenvuelven las líneas vocales). Aunque, como buen italiano, alejado de lo intrincado del contrapunto severo —aunque capaz de anotar algunos pasos o breves pasajes fugatos—, siempre procuró mantenerse dentro de los términos de una clara y rica melodiosidad, particularmente en sus arias, lo que da como resultado un tipo de composición de textura y percepción “amable”.
Jerusalem, como ya he comentado, es reconocido como uno de los introductores del estilo italiano dramático en la música religiosa. Traía de Italia la influencia de la escuela napolitana, con su típica escritura, que se prodigaba en fioriture y en lánguidas cadencias. Con esta innovación, el compositor adquirió gran preponderancia entre los músicos que ejercitaban la vieja escuela.
Puedo decir que Jerusalem refleja una música agradable, muy audible, no extremada, que aporta unas composiciones de textura y percepción “amable, vívida y sutil”, con una instrumentación intencionadamente sencilla, casi transparente, pero elegante a la vez, cuya música deleita e instruye significativamente sobre una época concreta, y que todavía espera de más y mejores estudios al respecto, para difundir socialmente su conocimiento de la historia musical mexicana.
Tabla 1. Obras de Ignacio Jerusalem catalogadas en el Archivo Musical del Venerable Cabildo de la Catedral de Puebla
Título |
Número de catálogo |
Alleluia, Spiritu Domini |
AMVCCP.686.1 |
Ave Maria |
AMVCCP.542 |
Ave Maris Stella |
AMVCCP.543 |
Beata es Virgo Maria |
AMVCCP.544 |
Dixit Dominus a 4 y 8 |
AMVCCO.545 |
Dixit Dominus a4, con violines y trompas |
AMVCCP.546 |
Ego ex ore Altissimi |
AMVCCP.547 |
Felix namque |
AMVCCP.548 |
Fiat mihi sanctuarium |
AMVCCP.548 |
Immaculatam Conceptionem |
AMVCCP.550 |
Laetatus sum a 4 y 8 |
AMVCCP.551 |
Lauda Jerusalem a 5 |
AMVCCP.552 |
Maitines de la Concepción 1855 |
AMVCCP.553 |
Misa a 8 con violines y trompas en sol mayor |
AMVCCP.554 |
Misa a 8 en fa mayor |
AMVCCP.555 |
Misa en re mayor |
AMVCCP.556 |
Misa en sol mayor |
AMVCCP.557 |
O vos omnes |
AMVCCP.558 |
Quem terra pontus sidera |
AMVCCP.559 |
Responsorios para la Virgen María |
AMVCCP.560 |
Salve Regina |
AMVCCP.561 |
Sancta et Immaculata |
AMVCCP.562 |
Te Deum Laudamus |
AMVCCP.563 |
Verso 1 |
AMVCCP.564.1 |
Verso 2 |
AMVCCP.564.2 |
Verso 3 |
AMVCCP.564.3 |
Verso 4 |
AMVCCP.564.4 |
Verso 5 |
AMVCCP.564.5 |
Verso 6 |
AMVCCP.564.6 |
Versos con violines trompas y bajo |
AMVCCP.564 |
Vidi speciosam |
AMVCCP.565 |
MEX-MRC. Archivo Musical de la Insigne y Nacional Basílica de Santa María de Guadalupe AMVCCP. Archivo de Música del Venerable Cabildo de la Catedral de Puebla.
Elisa Ávalos Martínez. Soprano poblana ganadora del primer lugar en el concurso de canto Maritza Alemán en 2003. En 2014 fue becaria de la primera generación del Estudio de Ópera de Bellas Artes. Ha recibido distintos reconocimientos por su trayectoria y por fomentar, divulgar y aportar a la Cultura, a las Artes y a la Música.
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