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Dossier

Las Musas del Zócalo de Puebla

Alma Rosa Ruiz López, Tahany Ayup Arguijo y Zyanya Yaotzín Barragán Bravo

Dentro del Zócalo de Puebla, uno de los lugares catalogados por la UNESCO como Patrimonio Mundial de la Humanidad desde el año de 1987, podemos encontrar, erguidas, a las Musas del Zócalo. Cuatro detalladas esculturas de hierro colado de tamaño natural alzadas sobre basamentos recubiertos con placas de ónix de la región, las cuales se encuentran distribuidas en cada una las esquinas de la plancha. En su tesis de doctorado, Adriana Hernández1 hace referencia al posible recibo de compra y las data del año 1889. No obstante, se cree —gracias a sus inscripciones— que sus basamentos fueron elaborados posteriormente, en el periodo del Maximato (1928-1934).

    Al pie de las esculturas se aprecia una inscripción a manera de firma, “Antoine Durenne Sommevoire”, misma que las identifica como producto artístico de la casa fundidora de Antoine Durenne, ubicada en la ciudad de Sommevoire, Francia, una de las firmas más reconocidas de la metalurgia francesa del siglo XIX. Así, se les puede encontrar en la lámina 197 del catálogo de compraventa de 18702.

    Los nombres bajo los cuales se les presenta en esa publicación corresponden a cada estación del año: primavera (Printemps), verano (Ètè), otoño (Automne) e invierno (Hiver). No obstante, en el argot popular poblano se les conoce con el nombre de la colonia de inmigrantes que financió cada basamento: musa española (primavera), musa inglesa (verano), musa sirio-libanesa (otoño) y finalmente, musa alemana (invierno).

   Su origen francés es evidencia de un momento particular de la historia de México y el mundo. Mientras que la Revolución Industrial permitía crear nuevas técnicas para el trabajo de los metales y con ello la producción en serie, México buscaba remodelar y embellecer espacios públicos. Fue así que durante la época porfirista (1876-1911) nuestro país llenó el paisaje de sus parques y plazas de mobiliario urbano y decorativo de hierro colado como florones, fuentes, rejas y estatuaria. Estos elementos eran pedidos por catálogo a casas fundidoras extranjeras, específicamente inglesas y francesas, como el caso de las Musas del Zócalo de la ciudad de Puebla3.

   A lo largo de los años, al ser bienes de uso público, las esculturas han sido intervenidas, mas no por especialistas en restauración: el interés ha estado solamente en el mantenimiento, pero no en su conservación. Estos tratamientos derivaron en alteraciones y cambios en su apreciación estética, a causa de la aplicación de materiales no adecuados e incompatibles.

 

Estado de conservación

 

A pesar de encontrarse en un lugar privilegiado y pese a que están instaladas desde principios del siglo XX, la realidad es que el conjunto escultórico de las musas pasaba desapercibido para los visitantes y transeúntes de Puebla. Esto se debía, en parte, al estado de conservación que presentaban, puesto que la corrosión generalizada y la actividad biológica (presencia de telarañas, anidación de insectos, deyecciones de aves), provocaban que las piezas se perdieran entre el entorno natural que las enmarca.

 

Esquema donde se observa de manera comparativa a cada una de las Musas y su respectivo grabado dentro del catálogo de compraventa de 1870 de la casa fundidora de Antoine Durenne. De izquierda a derecha observamos; grabado de Hiver, Musa Alemana, grabado de Automne, Musa Sirio-Libanesa, Grabado de Ètè, Musa Inglesa, Grabado de Printemps, Musa Española.

 

    Del mismo modo, la suciedad y el descuido que se observaba en los basamentos (restos de pintura en aerosol y pérdida de elementos y de material en las juntas) no permitía apreciarlos en su totalidad. Se tenía claro que era necesario subsanar esos efectos de deterioro para retornarle a las piezas la dignidad que les caracterizaba.

   Previo a la intervención, se llevó a cabo una fase de diagnóstico para comprender cuáles eran los principales agentes de deterioro de las piezas. De igual forma, se detectaron intervenciones anteriores respecto a las cuales había que evaluar el estado de conservación que presentaban. Gracias al análisis mediante microscopía óptica, se determinó que el nivel de corrosión era superficial y no estaba afectando la estructura del metal.

    Por otra parte, bajo fluorescencia con luz ultravioleta, se observó una gran capa de recubrimiento deteriorado localizado sobre todo en la parte inferior y superior de las esculturas. Este material también se pudo identificar a través de pruebas de solubilidad y calas estratigráficas.

    A pesar de que los metales son bastante resistentes y duraderos, el hierro al exterior necesita tener una capa protectora: el contacto constante con la humedad y el oxígeno desencadena procesos de corrosión que ocasionan que las piezas pierdan su forma. En este sentido, la capa colocada con anterioridad, además de que no se encontraba homogénea, presentaba un estado quebradizo y grandes zonas con pérdida; esto expuso partes sin protección a la intemperie que precisamente son las áreas que presentaban un mayor grado de corrosión. Por ello, era necesario remover los restos de esta capa, así como la corrosión activa de las piezas.

 

Intervención de restauración y conservación


La intervención de las musas se realizó a mediados del año 2021 y fue llevado a cabo por un equipo de 20 personas: entre ellas, egresados de la Escuela de Conservación y Restauración de Occidente (ECRO) y de la Escuela Taller de Capacitación en Restauración de Puebla. El proyecto fue ejecutado con base en los criterios y principios de la disciplina de la restauración, enfocado completamente a la salvaguarda de la historia del recinto, así como en la revalorización de las musas del Zócalo.

    La intervención consistió en remover los productos de corrosión invasivos para posteriormente colocar un sistema de recubrimientos de protección y así ralentizar el proceso natural de envejecimiento de las piezas. Para esto, fue necesario primero eliminar los restos de recubrimiento sintético que ya no cumplían su función y se observaban quebradizos. Posteriormente, se retiraron los productos de corrosión en superficie al emplear geles diseñados específicamente para tratar este deterioro de la manera más controlada y menos abrasiva. El proceso se llevó a cabo durante dos semanas, ya que un tratamiento así sobre hierro colado a la intemperie es una batalla constante contra la humedad y la corrosión instantánea. No obstante, se llegó a un nivel de estabilidad y limpieza adecuado para aplicar el sistema de protección.

    Una vez que se trataron los productos de corrosión, se prosiguió a colocar un sistema de recubrimientos de alta resistencia. La elección del recubrimiento se fundamentó en las siguientes aseveraciones: 1) se sabe que las obras elaboradas en hierro colado de mediados del siglo XIX de factura presentaban un sistema de recubrimientos que contemplaba un primario y una pintura. Un sistema que brindaba no sólo protección con primarios de plomo o cromo, sino que enaltecía su belleza con tonalidades a gusto de la época; 2) el hierro colado expuesto al exterior es sumamente inestable debido a sus propiedades químicas; 3) el microclima que existe en el Zócalo de la ciudad de Puebla es sumamente húmedo, con una alta presencia de contaminantes atmosféricos e incidencia del sol directo. Si las musas no presentaran un recubrimiento de alta resistencia, su entorno tan fluctuante y agresivo generaría en ellas un incremento en la velocidad de corrosión.

   Fue así como, de manera colegiada y analizadas las tres aseveraciones anteriores, se decidió colocar un sistema de alta resistencia que consistió en la aplicación de un recubrimiento de poliuretano con cargas pictóricas sobre un primario anticorrosivo con pigmentos libres de plomo y metales pesados.

 

Fotografías de detalle; En la Izquierda observamos un acercamiento a la Musa sirio-libanesa donde se observa suciedad y corrosión. En la derecha observamos un acercamiento a la zona superior de la Musa inglesa donde se observa el recubrimiento quebradizo que poseían. Foto de Eunice Corazón Peralta de Dios, 2021.

 

Fotografía de la intervención en la Musa sirio-libanesa. Se observa cómo se encuentran eliminando minuciosamente los residuos de los recubrimientos deteriorados de la zona superior de la obra. Foto de Julio César Herros González, 2021.

 

    Debido a la investigación histórica, se sabe que es probable que este tipo de bienes (hierro colado) hayan tenido tonos blancos o verdosos emulando las esculturas de bronce o de mármol4, colores que corresponden al gusto de aquella época. Sin embargo, al realizar una investigación social sobre cómo se perciben las musas dentro del imaginario colectivo poblano, y mediante la comparación de los bienes escultóricos de hierro colado en todo México, se decidió colocar un acabado en color negro mate. Este no solo resaltaría sus detalles y su forma, sino que los integraría a la tipología histórica y artística de las obras fabricadas en hierro colado que existen en México.

    En los basamentos elaborados con placas de ónix, se realizaron procesos de estabilización, limpieza y protección. En primer lugar, se realizó la limpieza de suciedad superficial, contaminantes, remanentes de aerosol y pintura vinílica. Después, se llevó a cabo la reposición de elementos faltantes, así como la adhesión de aquellos que se encontraban desprendidos. Finalmente, se pulió la superficie de las placas para posteriormente colocar un recubrimiento de protección.

 

Reflexiones

 

Para finales del siglo XIX y principios del siglo XX, las plazas, parques y jardines de México se llenaron de piezas de hierro colado, objetos que decoraban y enaltecían el paisaje de las grandes urbes mexicanas. Entre ellas, se encontraban elementos como fuentes, luminarias, rejas, macetones, florones y estatuaria, como lo son las musas.

    Su función llevó a estos aditamentos a interactuar directamente con la comunidad y su entorno, dotándolos de valores sociales y culturales, volviéndolos partícipes del devenir histórico de las plazas centrales de las ciudades. Por este motivo, el conjunto de las musas posee no sólo valores estéticos e históricos por su origen y por su gran detalle de factura, sino que también son muestra de un momento histórico en el que el objetivo de los espacios públicos giró en torno al disfrute de los ciudadanos.

 

Resultados de la intervención. Foto de Julio César Herros González, 2021.

 

     Es importante mencionar que la intervención de bienes muebles e inmuebles por profesionales de la restauración enriquece significativamente el conocimiento material e histórico de los objetos. El diagnóstico material, así como el análisis de su entorno y devenir histórico, genera conocimientos no sólo para los especialistas, sino también para la sociedad en la que se encuentran inmersos. Es información que permite aportar a la revalorización del objeto y generar un impacto positivo para la conservación y cuidado de los bienes por parte del público y los usuarios.

    Finalmente, la revalorización de los objetos producto de nuestras herencias culturales está directamente relacionada con la difusión. No únicamente hay que sentarse a discutir, leer o apreciar los bienes que nos rodean y que forman el paisaje mexicano, sino generar, a través de diferentes disciplinas, información para el goce y conocimiento de toda la comunidad.

    Por último, extendemos un reconocimiento e infinito agradecimiento al equipo de restauración que participó en el proyecto: Zyanya Yoatzín Barragan, Eunice Corazón Peralta, Julio César Herros, Manuel González, Fernanda Santander, Laura Guevara, Luis Villafuerte, Paola Montserrat Pasten, Joshua Cholula, Isaac Reyes, Claudia Victoria González, Israel Camacho, Edgar Corona, Nayely Pasten, Ana Paula Romero, André Simoni, César Michell Lumbreras y José de Jesús Castañeda. Así como a Olga Ramos Hernández, restauradora perito del Centro INAH Puebla, quien supervisó y acompañó cada una de las decisiones y procesos del proyecto de intervención de las musas.

 

Sobre las autoras

Alma Rosa Ruiz López. Licenciada en Restauración de Bienes Muebles por la Escuela de Conservación y Restauración de Occidente. Directora ejecutiva de ARTEM. Conservación y Restauración. Directora del proyecto de diagnóstico y restauración de los bienes culturales ubicados dentro del Zócalo de Puebla.

Tahany Ayup Arguijo. Egresada de la Escuela de Conservación y Restauración de Occidente. Coordinadora de proyectos de ARTEM. Conservación y Restauración. Coordinadora del proyecto de diagnóstico y restauración de los bienes culturales ubicados dentro del Zócalo de Puebla.

Zyanya Yaotzín Barragán Bravo. Egresada de la Escuela de Conservación y Restauración de Occidente. Restauradora residente del proyecto de diagnóstico y restauración de los bienes culturales ubicados dentro del Zócalo de Puebla.

 

Bibliografía

  • Anónimo. “Fonte de fer A. Durenne, maitre de forges”. Catálogo de obra, p. 197, 1870.
  • Chaslin, François. “El arte del Catálogo” en Artes de México, núm. 72, pp. 54-65.
  • Dasques, Françoise. “Laboratorio de Ecos. Francia y México: Artes decorativas en metal” en Artes de México, núm. 72, pp. 26-27, 2004.
  • Hernández Sánchez, Adriana. “Las cuatro esculturas de Antoine Duranne en el Zócalo de la ciudad de Puebla, México” en Alzaprima, Núm. 5. pp. 24-37, 2013.
  • UNESCO. (s.f.). UNESCO. Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura. Recuperado de https://whc.unesco.org/es/list/416

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  1. Hernández, “Las cuatro esculturas de...", pp. 24-37.
  2. Anónimo, “Fonte de fer...”, p. 197.
  3. Chaslin, “El arte del Catálogo”, pp. 54-65.
  4. Dasques, “Laboratorio de...”, pp. 26-27.