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Dossier

Arqueología en la Plaza Mayor. Salvamento arqueológico

Elvia C. Sánchez de la Barquera Arroyo, María Felicitas Rojas Cortés, Carlos Alberto Morales Fernández, Brenda Suárez Martínez, Sergio Suárez Cruz y Manuel Alfonso Melgarejo Pérez

La arqueología está presente en todos los espacios donde ha existido ocupación humana: desde restos de fogones hasta las grandes construcciones de la antigüedad. Por ello, los objetos recuperados del pasado forman parte del estudio de la arqueología. Los espacios públicos contemporáneos como plazas, parques, jardines, pasajes comerciales o calles, son utilizados en el día a día por miles de personas, y han sufrido cambios a lo largo del tiempo. ¿Es realmente factible hallar objetos del pasado en estos espacios?

    La Plaza Mayor de la ciudad de Puebla es, sin duda, un espacio público dinámico y cambiante, donde se viven y cuentan historias de propios y extraños. Al plantearse una renovación, siempre se piensa en modernizar con nuevos elementos y nuevas tecnologías, pero ¿qué pasa con lo antiguo? ¿Qué pasa con lo que queda en el subsuelo?

    El también llamado “Zócalo”, fue un espacio central para la denominación de Ciudad Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO, en 1987, nombramiento que implica la elaboración de programas de rescate, revitalización y conservación del Centro Histórico. Así, la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e Históricos salvaguarda este Patrimonio Cultural; por tanto, todas las obras ubicadas en este espacio, y, en general, en la Zona de Monumentos del Centro Histórico de Puebla, son reguladas por el Instituto Nacional de Antropología e Historia en sus distintas áreas; en este caso, arqueología.

   El Proyecto de Salvamento Arqueológico en la intervención del Zócalo de Puebla, 2021, tuvo como objetivo inicial identificar elementos propios de la arqueología histórica que abunden en el conocimiento del desarrollo urbano, formas de vida, historia, intervenciones arquitectónicas y costumbres de la sociedad poblana.

   Se excavaron dos de ocho pozos programados, además de la supervisión arqueológica en todos y cada uno de los trabajos ejecutados por la compañía constructora encargada del proyecto. Al final, se lograron tener elementos suficientes para proponer algunas hipótesis relacionadas con otras ocupaciones humanas previas en este espacio.

    Así, el presente artículo está conformado por dos apartados: en el primero se presenta un resumen de lo que sabemos del Zócalo y sus modificaciones para diseño y equipamiento urbano y, en el segundo, se habla de las actividades arqueológicas y los principales hallazgos del proyecto de salvamento arqueológico.

 

Breve historia de la Plaza Mayor y sus intervenciones


Es el Zócalo el punto de partida para el trazo de la naciente ciudad, además de ser el espacio de vinculación entre la autoridad cívica (el Ayuntamiento) y la eclesiástica (la basílica Catedral de Puebla). Contó desde sus inicios con un espacio de 117 varas1 de largo por 128 de ancho. Al norte de la plaza se ubicaron la Casa de Cabildo, la Cárcel y el corral del Consejo. Para 1533, el cabildo aprobó ceder 18 pies para la construcción de los portales2.

    Esta plaza ha gozado de diferentes intervenciones para remozamiento, cambio en el contenido ornamental y escultórico, así como en la disposición del mobiliario y distribución de espacios. Para 1557, el principal abastecimiento de agua de la ciudad fue la fuente de 7 varas de diámetro, tallada en piedra, que se instaló al sureste de la Plaza Mayor para dejar espacio a otras actividades como el mercado, las corridas de toros y otras fiestas populares.

    Durante este siglo, también se le construyeron cañerías para la conducción del agua. Asimismo, este espacio abierto funcionaba como escenario de representaciones teatrales durante los siglos XVI y XVII, mismas que no siempre fueron del agrado de las autoridades por el contenido considerado profano y hasta hereje.

    Desde inicios del XVII, a la Plaza Mayor le distinguía la Picota y una horca que figura aún en el plano de 1754, ya que era el lugar donde se ejecutaban las sentencias. Durante la Colonia funcionó como tianguis en el que participaba población originaria de diferentes procedencias,3 hasta la construcción del mercado La Victoria y El Parián. 

    Ya en el siglo XIX, una vez liberada la Plaza de Armas del campamento del ejército francés, durante la década de los sesenta se empezaron a proyectar jardines con caminos en diagonal y se colocaron bancas y espejos de agua4. En 1883, Eduardo Tamariz elaboró e instaló en el centro de la plaza un kiosco de estilo morisco; para entonces, un cronista de la época cuenta —en 1898— que la plaza ya contaba con fuentes, jarrones con plantas, candelabros de luz eléctrica y esculturas de bronce5.

    Hacia 1931, se le imprimió a esta plaza un estilo neocolonial y se le colocaron dos fuentes con bancas de mampostería. Se construyó una caseta de "Luz y Fuerza del Centro" al poniente del jardín, que fue desmantelada en 1963. En 1961, con miras a los festejos del centenario de la batalla del 5 de mayo, se retiró el kiosco de Tamariz y el monumento de Ortiz Monasterio y se reubicó la fuente de San Miguel; se instaló nuevo alumbrado y mobiliario; se rediseñaron sus jardines con un corte afrancesado y se forró la plancha con piedra de Santo Tomás.

 

Resultado de la recuperación del mosaico de la fuente antigua. Foto de Brenda Suárez.

Hallazgos del salvamento arqueológico


Una ciudad es una construcción histórica, por lo que siempre contiene consistencia de antigüedad y la posibilidad de transmitir valores culturales6. Por este motivo, realizar trabajos de índole arqueológico es de suma importancia, ya que permiten ilustrar cómo han funcionado y se han conformado a lo largo de su devenir histórico.

   Las exploraciones arqueológicas nos han permitido recuperar algunos elementos arquitectónicos como el mosaico que cubría el plato de la fuente poniente y que fue afectado durante la construcción de la zapata del monumento Puebla Ciudad Patrimonio. Su descubrimiento permitió su registro y protección, pues antes de volverse a cubrir se le colocó una cama de mortero de sacrificio para su preservación.

    También nos permitió conocer algunos terraplenes que funcionaron para las jardineras de un diseño anterior que tuvo esta plaza, ya que la traza del terraplén no era paralela a los muros de contención de la plancha del Zócalo. Más bien, tenía un diseño en diagonal que no coincidía tampoco con las actuales jardineras. El material de su construcción era básicamente escombro a base de piedra, ladrillo y fragmentos de estucos pintados, además de algunos ejemplares de piedra múcara de origen marítimo.

     Un aspecto importante que distingue la arqueología es la estratigrafía, ya que un cambio de tierra habla de un cambio en el medio ambiente que puede deberse a una modificación cultural y/o geológica. La última capa presente en la unidad de excavación ubicada entre Refugio de Hendrix y la Musa donada por la colonia inglesa, fue una tierra arenosa que poco a poco fue tornándose arcillosa; se trata de una capa que perteneció a una ciénega, por lo que la cerámica se asentó encima de cantos rodados que cubrían el fondo.

    Esta fue, sin duda, una parte primordial del proyecto, puesto que hablamos de cerámica propia del Preclásico Medio (800 a.C.-400 a.C.), en su mayoría de tradición cholulteca (tipos Atzompa, Cuanalá Negro y Ometoxtla, entre otros)7 y, en menor medida, tipos propios de Tlaxcala (Texoloc)8 para la misma temporalidad. La abundancia (179 tiestos) y tamaño de este material invitan a pensar que sí hubo una ocupación prehispánica mucho antes de la llegada de los españoles, pero también se plantea un abandono.

    Lo anterior, debido a que, por un lado, el material propio del siguiente periodo (Clásico) está ausente en capas anteriores y la cerámica del Posclásico es más bien del Tardío (tipos Coapan Laca, Apolo, San Pedro Rojo Pulido)9.A esto se le llama material de contacto y se explica por los barrios habitados por cholultecas y que participaron en la construcción de esta ciudad, como son el Barrio de Santiago y el de San Francisco. Por otro lado, esta capa de tierra propia de cuerpo de agua está sellada por una delgada capa de ceniza, lo que puede deberse a la erupción del Popocatépetl, acaecida en 80 d.C.

    La cerámica colonial que se recuperó fue mayólica y vidriada. La primera, con pasta ajena a nuestros bancos de arcilla, lo que implica importación de producción europea, así como una técnica de decorado que refleja la cultura visual de los colonizadores. Pero, sin duda, los barrios siguen consumiendo la cerámica producida en sus localidades de origen, cuya técnica, producción y comercio conocen y dominan.

    Otro material abundante en todas las excavaciones realizadas fueron los restos óseos, que se componen de fauna típica de la época prehispánica y colonial. Se contabilizaron 709 huesos como dientes, costillas, cráneos, falanges, escápulas, vértebras, huesos largos, etc. No se recuperó ningún esqueleto completo y los huesos en su mayoría se encuentran rotos y otros con huellas de corte, probablemente realizados durante su sacrificio o consumo. Las especies de animales en su mayoría son domésticos —que sirven también para el consumo humano— como el cerdo, chivo, res, aves (pollo, gallina y guajolote) pescado, caballo, así como caparazones de tortuga.

    La especie mayormente representada en las unidades de excavación es el cerdo Sus scrofa (doméstica), con un total de 284 huesos; el chivo Capra hircus (doméstica), con 183 huesos, y en tercer lugar la res Bos Taurus, representada por 177 huesos10.

 

Terraplén de jardineras anteriores encontrado durante las excavaciones arqueológicas. Foto de Elvia de la Barquera.

 

    Desde la fundación de Puebla, los animales coexistían y compartían espacio con los habitantes al realizar crianza de traspatio hasta el siglo XIX. Durante el siglo XVI, el ganado porcino vivía libre y era vendido en espacios públicos, como atrios de las iglesias o fuentes públicas, lo cual dañó la imagen de la ciudad y se convirtió en un problema de salud pública. El ganado porcino era utilizado en la producción de embutidos, cecinas y obtención de manteca para la fabricación de jabón y las tocinerías. Además, la cercanía del río San Francisco y sus manantiales facilitó los procesos y transformaciones de las industrias en desarrollo. El cerdo era la proteína animal más consumida por la población colonial española, mientras que la población indígena se alimentaba básicamente de proteína vegetal, la cual se vio afectada al ser depredada cuando se introdujeron cerdos en campos de cultivo11.

 

Algunos de los restos óseos animales encontrados en la Capa IV del actual Zócalo de Puebla. Foto de M. Felicitas Rojas.

 

    De acuerdo con las evidencias arqueológicas, el valle de Cuetlaxcoapan estaba deshabitado al momento de la llegada y asentamiento de los españoles, pero dos periodos antes, durante el Formativo, es posible la presencia de una aldea con relaciones de intercambio con Cholula, Tlaxcala y el sur de Puebla. Serán necesarias más investigaciones que abunden en los asentamientos previos, en la ocupación y abandono, en las interacciones y producciones, y en sus relaciones con el medio ambiente.

 

Cerámica del Formativo en el Zócalo de Puebla. Foto de Elvia de la Barquera.

 

Sobre los autores

Mtro. Manuel Alfonso Melgarejo Pérez. Arqueólogo por la UV, maestro en sociología por el ICSyH BUAP. Colaborador de la sección de arqueología, Centro INAH Puebla.

María Felicitas Rojas Cortés. Bióloga egresada de la escuela de Biología de la BUAP con experiencia en paleontología del cuaternario y antropología física. Actualmente colabora en el salvamento Arqueológico del ex hospital San Roque.

Brenda Suárez Martínez. Arqueóloga por la Universidad de las Américas Puebla (UDLAP), candidata a Máster en Arqueología Náutica y Subacuática por la Universidad de Cádiz.

Carlos A. Morales Fernández. Licenciado en Arqueología por la Facultad de Antropología de la Universidad Veracruzana. Colaborador en proyectos de Salvamento Arqueológico en Tamaulipas, Veracruz y Puebla. Especialista en prospección arqueológica.

Elvia Sánchez de la Barquera. Egresada de antropología de la UDLAP, Premio Nacional de Arqueologia. Investigadora en proyectos en Atlixco, Cholula y Puebla.

 

Bibliografía

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  1. Vara: fue una unidad de longitud utilizada que equivale a 83.3 cm.
  2. Terán, "El desarrollo de la fisonomía...", p. 24.
  3. Torquemada, "Monarquia Indiana"; Zerón y Fernández, "La Puebla de los Ángeles...".
  4. Terán, "El desarrollo de la fisonomía...", p. 137.
  5. Palma, “Los lugares de esparcimiento...”, p. 62.
  6. Argán, “La ciutat com ...”, p. 29.
  7. López, et al., "Informe Técnico...".
  8. Suárez,et al., "Informe Técnico...".
  9. McCafferty, "Ceramics of Postclassic...".
  10. Esta nomenclatura zoológica corresponde a la clasificación de Linnaeus, 1758.
  11. Loreto, “Calles zahúrdas y tocinerías...”, pp. 143-170; Cervantes, “La ciudad en la organización...”, pp. 173-195.