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ACERVOS ANGELOPOLITANOS

Hallazgos al interior de libros pudorosos

La duquesa de Aveiro en el Museo de Arte Religioso Ex Convento de Santa Mónica

Jonatan Moncayo Ramírez¹

Las siguientes páginas dan cuenta de un hallazgo inesperado. Hace un par de años, en 2018 para ser exactos, formé parte de la estupenda iniciativa del Seminario Reconocer, impulsado en ese entonces por el Mtro. Agustín René Solano Andrade, profesor de la Facultad de Ciencias de la Comunicación, y el Museo de Arte Religioso Ex Convento de Santa Mónica. La dinámica era sencilla pero estimulante. Las y los participantes del seminario debíamos elegir alguna pieza de la exposición permanente y hacer una breve investigación. El objetivo consistía en actualizar las cédulas de sala. Además, debíamos impartir una breve charla, dirigida al público en general, sobre nuestras pesquisas. Con esto en mente, se nos propuso recorrer de arriba abajo el museo y elegir la pieza que fuese de nuestro interés. Eso era lo fascinante. Sin ningún impedimento, podíamos seleccionar, libremente, aquello que quisiésemos compartir con los visitantes del museo.

Los libros antiguos siempre me han cautivado. Así que mi elección, sin dudarlo, se ajustó a uno de los tantos libros expuestos. Mientras deambulaba y observaba detenidamente las vitrinas, vino a mi mente el artículo de José Luis Gonzalo Sánchez-Molero, titulado “El libro antiguo: los problemas para su difusión entre los lenguajes de musealización y la digitalización”, en el cual resalta que el mayor desafío que debe afrontar la gestión del patrimonio bibliográfico, más allá de la conservación o la catalogación, es la divulgación.²

La duquesa de Aveiro, por Francisco Ignacio Ruiz de la Iglesia. ca. 1700. Museo del Prado.

El libro antiguo, como objeto museístico, es complejo. Nunca resulta sencillo realizar exposiciones sobre libros, o con libros, pues éstos fueron concebidos como objetos individuales y portátiles. A diferencia de otros bienes culturales con valor patrimonial, no fueron diseñados para su contemplación o exhibición. Un libro, para su completo funcionamiento y comprensión, necesita de movimiento. Es decir, parafraseando a Emilio Torné, el libro se pensó, desde el momento de su creación, como una “máquina de lectura”.³ Además, los libros antiguos son escurridizos y demandantes, pues, sin ningún miramiento, alejan de sus páginas a quienes no estén preparados para comprenderlos, ya sea por su idioma, formatos, autores, ideas o conceptos poco usuales. De igual manera, los libros expuestos en vitrinas siempre son “pudorosos”, pues únicamente muestran una o dos de sus páginas, quedando oculto su contenido. Por lo tanto, se vuelve indispensable explicitar, en un lenguaje claro y sencillo, por qué los libros exhibidos son relevantes, ya sea por su autor, por su temática, por su impresor, por sus antiguos poseedores, etc.⁴

El libro que elegí no destaca, en lo absoluto, por su belleza. No posee una portada con suntuosos grabados que atrapen desde el primer instante la vista. Ante su sencillez, lo primero que sobresale es que se trata de un libro que ha sido restaurado para garantizar su conservación. En algún momento, tras las múltiples manos anónimas que recorrieron sus páginas, su portada se desprendió. Esta última, luego de volverse a reintegrar, se conserva con visibles daños, pues sus esquinas inferiores están mutiladas. Por fortuna, aún permanece intacta la información que nos permite identificar a su autor, título, lugar y año de impresión. Sin embargo, mi interés por esta obra se debió a su dedicatoria, la cual fue dirigida a una de las mujeres más prominentes del siglo XVII, una portuguesa radicada en Madrid. Así pues, en un museo destinado a mostrar a los visitantes las particularidades de la vida monacal femenina angelopolitana, elegí esta obra para ampliar la mirada y comprensión del acervo del Museo de Santa Mónica, donde una sola pieza, en este caso un libro pudoroso, nos puede llevar a descubrir mundos insospechados. Cual Virgilio, quien se convirtió en guía de Dante en su viaje por el infierno y el purgatorio en la Divina Comedia, los invito a descubrir los entresijos de un libro expuesto en el Museo de Santa Mónica.

Empecemos por los datos básicos. El libro en cuestión se trata de la Segunda Parte de la monumental obra titulada Chronica Seraphica, publicada en Madrid, en cuatro tomos, entre los años 1682 y 1698, en la imprenta de Juan García Infanzón. De manera concreta, el libro que se conserva en el Museo de Santa Mónica perteneció, en su momento, a la biblioteca del convento de Santa Catalina de Siena, primer convento femenino de la ciudad de Puebla, que estuvo ubicado en las actuales calles 3 Norte y 2 Poniente. Esto lo podemos saber a partir de su marca de fuego, señal distintiva que se utilizó en la Nueva España para indicar la pertenencia de un libro a una determinada biblioteca.

En su totalidad, la obra fue escrita por Damián Francisco García de Labra Cornejo (1629- 1707), natural de Palencia (España), quien ingresó al convento franciscano de Nuestra Señora de la Esperanza en Ocaña, al cumplir 15 años. Diez años después, se incorporó al Colegio Mayor de San Pedro y San Pablo de la Universidad de Alcalá, donde concluyó sus estudios de Teología. En 1673, ocupó el cargo de guardián del convento de San Diego de Alcalá, y, entre los años 1680-1682, fue custodio provincial de Castilla. En 1682 rechazó el arzobispado de Castellamare (Nápoles), pero sí aceptó el obispado de Orense en 1694, cargo que ocupó hasta su muerte.

La pluma del franciscano alcanzó fama por su ingenio y hábil sentido del humor. Sus poesías, repletas de sátira e ironía, tuvieron que ser distribuidas en copias manuscritas, desde finales del siglo XVII, para lograr evadir la censura. El tono “picante” de sus escritos, y ciertos rumores sobre su persona, lo llevaron a ser descrito como “un don Juan con sotana”. Fue confesor de las clarisas descalzas en el convento de San Pascual. Tal y como destaca Zoraida Sánchez Mateos, la cercanía que mostraba con sus feligresas le otorgó fama de ser el mejor amigo de las devotas.⁵ Los juegos de burlas y picardía de Cornejo tienen como protagonistas a obscenos miembros del clero (monjas y frailes), así como galanes y damas que rompen con los códigos culturales del momento. Zoraida Sánchez Mateos señala que una de las poesías que mejor ejemplifica dichas características es su soneto: “A la brevedad del mayor anhelo”:

Esta mañana, en Dios y en hora buena, salí de casa y vineme al mercado

Vi un ojo negro, al parecer rasgado, blanca la frente y rubia la melena. Llegué y le dije: “Gloria de mi pena muerto me tiene vivo tu cuidado.

Vuélveme el alma, pues me la has robado con ese encanto de áspid o sirena”.

Pasó, pasé; miró, miré; vio y vila

Dio muestras de querer. Hice otro tanto. Guiñó, guiñé; tosió, tosí; seguíla.

Fuese a su casa, y sin quitarse el manto, alzó, llegué, toqué, besé, cubríla,

dejé mi dinero y fuime como un santo.⁶

Por otro lado, fray Damián Cornejo también fue reputado por su amplio dominio sobre temas sacros y su escritura de hagiografías (vidas de santas y santos). En este sentido, en 1680, el Ministro General de su orden le pidió escribir una crónica, lo más completa y exhaustiva posible, de la orden franciscana, la cual debía remontarse a sus orígenes y resaltar, cuidadosamente, a los hombres y mujeres que le habían dado forma y fama a dicha corporación.⁷

Con relación a la Segunda Parte de la Chronia Seraphica, que aquí nos atañe, y tomando en consideración que el libro formó parte de un convento femenino poblano, sobresalen, por ejemplo, las relaciones de vida de mujeres como Santa Clara, Cunegunda, Salomea y Margarita Colonna. No obstante, uno de los aspectos más llamativos se encuentra en su dedicatoria. El libro, impreso en 1684, se dedicó “a la excelentissima señora duquesa de Aveyro y Maqueda”.

 
¿QUIÉN FUE LA DUQUESA DE AVEIRO?

María de Guadalupe Lencastre nació en 1630 en el palacio de los duques de Aveiro en Azeitâo, en la península de Setúbal, al sur de Lisboa. Fue hija de don Jorge de Lencastre, heredero de los títulos de Aveiro y Torres Novas, y de su segunda mujer, doña Ana María de Cárdenas. Al tener dos hermanos varones, la cabeza del ducado de Aveiro no le correspondía a ella, sin embargo, un par de circunstancias azarosas la terminaron colocando al frente de una compleja trama familiar. Desde 1640, el destino de la vida de María de Guadalupe, y la crisis de su linaje, estuvieron marcados por el conflicto entre España y Portugal.

Recordemos que en 1580 se vivió la incorporación del reino de Portugal a la Monarquía Hispánica. Sin embargo, luego de varias décadas de tensión, en 1640 inició la desintegración de dicha unión, lo cual trajo consigo varias revueltas y movilizaciones armadas. En medio quedaron atrapadas diversas familias, las cuales debían decidir, lo más pronto posible, a cuál corona apoyarían durante el conflicto. María de Guadalupe, junto con su madre, huyó a España y se asentó en Madrid. Al poco tiempo su hermano, don Raimundo de Lencastre, quien ostentaba el eminente título del ducado de Aveiro, las alcanzó. De esta manera, la casa de Aveiro, una de las más importantes de Portugal, la más poderosa después de la de Braganza (la que se convertiría a la postre en casa reinante), tomó su decisión. Dicho de otro modo, durante el conflicto entre las dos coronas, eligió a España. Las consecuencias e infortunios no se hicieron esperar. Desde Portugal, les fue arrebatado el título del ducado de Aveiro y todas sus posesiones.

Portada de la Segunda Parte de la Chronica Seraphica.

Como premio a su fidelidad, Felipe IV (conocido como el “rey Planeta”) concedió a don Raimundo, entre otros, el título de duque de Ciudad Real y la orden del Toisón de oro en 1662. Por su parte, en 1665, María de Guadalupe contrajo nupcias con don Manuel Ponce de León (hijo del duque de Arcos). Don Raimundo murió al año siguiente, sin descendencia, razón por la cual, de forma repentina, María de Guadalupe heredó todos los títulos españoles que le habían sido asignados a su hermano.

Con relación a los títulos de Portugal, tras su escape a Madrid, el acto de los Lencastre se consideró como un delito de lesa majestad, cuyo castigo consecuente era la muerte y la reversión de los bienes a la Corona. Para evitar esto último, don Pedro de Lencastre, tío de Raimundo y María, quien permaneció en tierras lusitanas, consiguió que el ducado de Aveiro recayese en su persona. Sin embargo, en 1668, tras el Tratado de Lisboa, es decir, el acuerdo de paz entre ambas coronas, María de Guadalupe reclamó su derecho al título.

La muerte sin descendencia de su tío don Pedro en 1673, para ese momento arzobispo e inquisidor, le abrió un resquicio para que sus derechos fuesen reconocidos, lo cual logró muchos años después, gracias a dos sentencias del Consejo Real de Portugal de 1679 y 1681.

Las sentencias portuguesas tenían una condicionante. María de Guadalupe debía trasladarse a Portugal y rendir vasallaje al rey portugués. Su esposo, ya para ese momento duque de Arcos, se negó rotundamente a apoyarla, impidiéndole realizar el viaje. María de Guadalupe llevó a cabo, desde entonces, una extenuante batalla en defensa de sus derechos, al punto de que solicitó el amparo y protección al rey de España para poder hacer uso de su título. La apelación resultó infructuosa. Ante la falta de apoyo de su esposo, tomó la determinación de ponerle punto final a su matrimonio, y se divorció.

María de Guadalupe fue una mujer excepcional, de quien sorprende no exista un profundo estudio biográfico. Entre sus facetas más importantes, además de su afición a la pintura y ser mecenas de diversos artistas,⁸ descuella haber sido una de las mujeres más cultas de su tiempo.⁹ Sor Juana Inés de la Cruz, con quien se carteaba, la definió como “la única maravilla de nuestro siglo”.¹⁰ Por ejemplo, contaba con una biblioteca personal, la cual llegó a alcanzar poco más de cuatro mil volúmenes.¹¹

No es casual que fray Damián Cornejo, en la dedicatoria de la Chronica Seraphica, apuntase que la duquesa sabía “los sudores y tareas de los estudiosos”. La equiparó con Minerva, la diosa de la sabiduría. Aquella mujer también fue una gran promotora de las misiones de ultramar y sostén de nuevas corporaciones. Así lo destacó Pedro Dañón en 1715 en la ciudad de México, en su sermón fúnebre:

Grande por las virtudes que veremos, aunque no es posible referirlas todas, grande por madre de religiosos, huérfanos y desvalidos, grande por la oración, limosna y cari- dad, grande por madre de misioneros, madre de peregrinos y fomentos de religiones […] grande por la eminente sabiduría con que comprendió todas las facultades, pudiendo ser maestra en la universidad más célebre de las ciencias enseñándolas todas, grande porque perfectamente sabía once idiomas con que hablaba a cada nación y a cada uno en su lengua.¹²

Pedro Dañón enfatizó que María de Guadalupe impulsó las misiones en China, India, la costa de Adra, el Cabo de Buena Esperanza, las Islas Marianas, África y Túnez. La casa de la duquesa de Aveiro fue definida, en las memorias de Louis de Rouvroy, duque de Saint-Simon (1675-1755), como un foco de erudición, un lugar a donde llegaban noticias de todos los rincones del mundo, las cuales se conversaban y discutían, pero sobre todo un espacio con una gran influencia en la corte del rey de España:

Era una persona muy virtuosa […] y extraordinaria por su ingenio y erudición; conocía perfectamente bien la historia sagrada y profana, el latín, el griego, el hebreo y casi todas las lenguas vivas; Su casa en Madrid era la cita diaria de todo lo que era más importante en espíritu, conocimiento y nacimiento […], un tribunal [de] gran autoridad, [donde eran visitantes asiduos] los ministros de asuntos exteriores […]¹³

Doña María de Guadalupe Lencastre es uno de los mejores ejemplos que muestra que la corte del rey fue un espacio compartido, donde la diferenciación sexual no era una limitante, es más, las mujeres desempeñaron un papel determinante en la conformación de grupos y redes clientelares, teniendo acceso directo, o indirecto, a las vías por donde circulaba el poder, el cual, por cierto, manejaban con mucha habilidad y destreza.

Por esta razón, el franciscano fray Damián Cornejo no dudó en dedicarle la segunda parte de su Chronica Seraphica a la duquesa de Aveiro, y agradecerle las “benignas influencias de su generosa piedad”. Dicha dedicatoria le garantizaba una amplia circulación a su obra y le daba acceso a la red clientelar de la duquesa, es decir, le permitiría contar con un considerable número de lectores y lectoras. Cornejo entrelazó las virtudes de María de Guadalupe, mujer lectora, con las “portentosas vidas” de las mujeres contenidas en su Chronica Seraphica (Santa Clara, Cunegunda, Salomea y Margarita Colonna); virtudes que a su vez debían convertirse en “espejo clarísimo” para las religiosas angelopolitanas, de ahí que se convirtiera en un libro de obligada lectura para las mujeres del convento de Santa Catalina de Siena de la ciudad de Puebla.

Así pues, un libro pudoroso del acervo del Museo de Santa Mónica, que en primera instancia podría parecer irrelevante, nos muestra distintas imágenes de un mismo mundo, el de las monarquías ibéricas del siglo XVII, indicándonos los caminos que debemos recorrer para comprender, a partir de la relevancia de las mujeres lectoras y del patrimonio bibliográfico que se resguarda en nuestra ciudad, las conexiones entre Puebla, Lisboa y Madrid.

Bibliografía
  • CRUZ, Juana Inés, Obras completas, 1, México, Fondo de Cultura Económica, 1951.
  • DAÑÓN, Pedro, Sombra fúnebre, oración que dixo el P. Fray Pedro Dañon… A la Excelentissima Señora Doña Maria de Guadalupe, Duquesa de Aveyro, de Arcos, y Maqueda, México, Herederos de la viuda de Miguel DE RIBERA CALDERÓN, 1715.
  • GONZALO SÁNCHEZ-MOLERO, José  Luis, “El libro antiguo: los problemas para su difusión entre los lenguajes de musealización y la digitalización”, en Antonio GALÁN GALL (coord.), I Jornadas de Gestión del
    Patrimonio Bibliográfico. Grupo de Trabajo de Patrimonio Bibliográfico de Rebiun (Toledo, 1 y 2 de junio de 2017): Número monográfico de RUIDERAe. Revista de Unidades de Información, 12 (2° semestre 2017), pp. 91-108.
  • GILLESPIE, Jeanne, “Casting New Molds: The Duchess of Aveiro’s Global Colonial Enterprise (1669-1715)”, en Early Modern Women, 8 (Fall 2013), pp. 301-315.
  • MAILLARD ÁLVAREZ, Natalia, “María Guadalupe DE LENCASTRE, duquesa de Arcos y Aveiro y su biblioteca”, en Actas de las XIV Jornadas sobre Historia de Marchena. Iglesias y conventos, Marchena, Ayuntamiento, d.l., 2011, pp. 139-157.
  • MOURA SOBRAL, Luis de, “María Guadalupe DE LENCASTRE (1630-1715). Cuadros, libros y aficiones artísticas de una duquesa ibérica”, en Quintana: revista de estudios do Departamento de Historia da Arte, 8 (2009), pp. 61-73.
  • PÖRTL, Klaus, “La obra poética de fray Damián CORNEJO (1629-1707): los problemas de una edición crítica a base de los apógrafos”, en Iberoromania: Revista dedicada a las lenguas y literaturas iberorrománicas de Europa y América, 7 (1978), pp. 35-43.
  • SAINT-SIMON, Louis, Mémoires complets et authentiques du duc de Saint-Simon sur le siècle de Louis XIV et la régence, , publiés sur le manuscrit original entiérement écrit de la main de l’auteur, par le marquis de Saint- Simon, pair de France, etc., etc. Tome V, Paris, H.-L. Delloye, 1840.
  • SÁNCHEZ MATEOS, Zoraida, “Damián CORNEJO: un don Juan con sotana”, en María Pilar CELMA VALERO, Susana HEIKEL, y CARMEN   MORÁN  RODRÍGUEZ  (eds.),  Actas del LI Congreso Internacional de la ‘Cervantes y la universalización de la lengua y la cultura españolas’, Palencia, aepe, 2016, pp. 354-367.
  • TORNÉ, Emilio, “La mirada del tipógrafo: el libro entendido como una máquina de lectura”, en Litterae: Cuadernos de cultura escrita, 1 (2001), 145-177.

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¹ Doctor en Historia por El Colegio de México. Profesor de la Universidad Iberoamericana Puebla.

² GONZALO SÁNCHEZ-MOLERO, “El libro antiguo…”.

³ TORNÉ, “La mirada del tipógrafo…”.

⁴ GONZALO SÁNCHEZ-MOLERO, “El libro antiguo…”.

⁵ SÁNCHEZ MATEOS, Zoraida, “Damián Cornejo: un don Juan con sotana”.

⁶ Tomano de: SÁNCHEZ MATEOS, Zoraida, “Damián Cornejo: un don Juan con sotana”, p. 361.

⁷ PÖRTL, Klaus, “La obra poética…”.

⁸ MOURA SOBRAL, “María Guadalupe de Lencastre…”.

⁹ GILLESPIE, “Casting New Molds…”.

¹⁰ CRUZ, Obras completas, I, pp. 100-105.

¹¹ MAILLARD, “María Guadalupe de Lencastre…”. La biblioteca, conformada por 4,374 volúmenes, estaba dividida en 13 secciones: 1. Historia en lengua romance; 2. Historia en latín; 3. Escolástica, medicina y ciencias naturales, en latín; 4. Teología positiva en latín; 5. Prédica en latín; 6. Prédica en romance; 7. Miscelánea de latín y romance; 8. Matemáticas y otras ciencias en latín y romance; 9. Moral y mística, latín y romance; 10. Gramática y manuscritos; 11. Humanidades en idiomas extranjeros; 12. Religión en idiomas extranjeros; 12. Religión en idiomas extranjeros; 13. Varios.

¹² DAÑÓN, Sombra fúnebre

¹³ SAINT-SIMON, Mémoires complets…, p. 149.