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Enfoque al patrimonio

Entre lo privado y lo público: El Museo José Luis Bello y González

Ana Martha Hernández Castillo¹

Matrimonio Bello–Grajales en el comedor de su casa (hoy sala de marfiles) Tomada del libro Museo Bello, México, Secretaría de Cultura del Estado de Puebla, 2009. Matrimonio Bello–Grajales en el comedor de su casa (hoy sala de marfiles) Tomada del libro Museo Bello, México, Secretaría de Cultura del Estado de Puebla, 2009.

El Museo José Luis Bello y González es, indudablemente, una referencia obligada en la ciudad de Puebla cuando de espacios museísticos se habla;  y es que no solo el edificio ecléctico que alberga el museo llama la atención por su elegante construcción, sino que la variedad, delicadeza y belleza de la colección de arte que resguarda ostenta gran notoriedad, y es bien conocida por propios y extraños.

Siendo el segundo museo público de la ciudad de Puebla, inaugurado el 21 de julio de 1944, el Museo Bello tiene sus orígenes en el fenómeno del coleccionismo, cuyas raíces podemos rastrear hasta la antigua Grecia. Los griegos acumulaban los ricos botines de guerra en los templos y espacios públicos para la celebración de su nombre y para el deleite público.

Sala de Música. Museo José Luis Bello y González. Fotografía: Laura Arellano Zazueta.

Wikipedia: Museo José Luis Bello y González.

Posteriormente, en el Renacimiento, el coleccionismo se desarrolla en el ámbito de los soberanos europeos, quienes se dieron a la tarea de acopiar objetos artísticos, conscientes de que ésta actividad les proveía de prestigio, aunque en estos momentos, el coleccionismo permanecía aún en la esfera de lo privado.

El paso para convertir las colecciones privadas en conjuntos de acceso público sucedió en Francia cuando, a mediados del siglo XVIII, las autoridades de la ciudad de Amiens hacen construir el primer museo concebido como tal e inician el camino a la exposición de colecciones en el ámbito público.²

En cuanto a la ciudad de Puebla, y en general en el Virreinato de la Nueva España, el coleccionismo de arte tuvo sus orígenes en el seno de la autoridad, tanto civil como eclesiástica, cuyos miembros, por siglos, fueron los mecenas de las artes y, por ende, propietarios del monopolio cultural. Es preciso señalar que, durante la época virreinal, la Angelópolis fue un centro intelectual, cultural, comercial y manufacturero estratégico; un ámbito fértil en donde el arte sacro se desarrolló ampliamente, pues los artistas contaron con el patrocinio episcopal. Se trajeron de Europa copias de los pasajes bíblicos más representativos para que fueran reproducidos en la Nueva España, con la finalidad de propagar la fe y también fomentar el desarrollo artístico. Así, los obispos poblanos desempeñaron dos papeles en el desarrollo de las bellas artes novohispanas: como mecenas y como coleccionistas.

Se considera al obispo don Antonio Joaquín Pérez Martínez (1763-1829), el primer coleccionista poblano, quien patrocinó a la Academia de Bellas Artes con fondos eclesiásticos y de particulares, y tomó bajo su tutela, entre otros, a pintores como Julián Ordóñez (1784-1853). Gran número de las obras de arte coleccionadas por el obispo fueron donadas a la Academia en vida. A su muerte, se pusieron a la venta algunos lienzos que le pertenecían, destacando obras originales de grandes maestros europeos, como Murillo, Durero o Jordano.

Siguió este afán, el obispo Francisco Pablo Vázquez y Sánchez Vizcaíno (1769-1847). Viajó por Europa —Bruselas, París, Londres, Roma, Florencia— acompañado de una comitiva de artistas, situación que muy probablemente acrecentó sus afanes coleccionistas facilitándole la adquisición de nuevas obras. También tenía un sinnúmero de libros que fueron heredados a la Biblioteca Palafoxiana. La colección del obispo Vázquez estuvo a la venta en 1851, además, parte de su obra fue otorgada a su alumno, y luego también obispo, Francisco Suárez de Peredo (1823-1870). De acuerdo con Francisco Cabrera, las obras de este obispo pasaron a formar parte de la galería de José Luis Bello y González, y posteriormente se incorporaron a la de José Luis Bello y Zetina.³

De esta manera, desde el siglo XVI la Iglesia y las autoridades civiles tuvieron acceso a obras de arte de gran calidad que fueron atesoradas a través de los años. Sin embargo, las medidas de corte liberal que se tomaron durante la presidencia de Ignacio Comonfort (1855-1858), acabaron con el ancestral mecenazgo de la Iglesia. Con la Ley de Desamortización de Fincas Rústicas y Urbanas Propiedad de Corporaciones Civiles y Eclesiásticas (1856) los bienes de la Iglesia, antaño intocables, se hicieron circulantes y accesibles prácticamente para cualquier persona.

Salón Rojo. Museo José Luis Bello y González. Fotografía: Laura Arellano Zazueta.

Wikipedia: Museo José Luis Bello y González.

Las Leyes de Desamortización permitieron que particulares con recursos financieros accedieran a las colecciones artísticas que habían sido iniciadas por los obispos. Uno de estos particulares fue José Luis Bello y González, patriarca de una de las familias más representativas de finales del siglo XIX y principios del XX en Puebla, en cuyo seno se creó la maravillosa colección de arte que actualmente podemos observar en el museo que lleva su nombre.

José Luis Bello y González nació en 1822 en una familia veracruzana de escasos recursos. Durante su adolescencia trabajó en la Aduana Marítima de Veracruz y a los 18 años radicó en Oaxaca para trabajar como empleado en la Casa de Moneda.⁴ Para mediados del siglo XIX, gracias a una vida disciplinada y de trabajo, contaba ya con una fortuna importante, que le permitió mudarse a Puebla para probar suerte en los negocios. Aquí se asoció con, el también veracruzano, Francisco Cabrera y Ferrando. A la postre, su socio contraería nupcias con su hermana María Josefa, y entre ambos se hicieron de tiendas de ropa, adquirieron varios inmuebles en el centro, así como fábricas textiles.

La sociedad se disolvió el 31 de diciembre de 1870 y los bienes se dividieron: Cabrera conservó tres casas y Bello retuvo para sí la fábrica textil. A partir de entonces, don José Luis continuó con el comercio y la industria, actividad en la que destaca su sociedad con Manuel Penichet, con quien estableció una fábrica de tabaco en Puebla. De igual forma se dedicó a inversiones inmobiliarias adquiriendo, entre otras, la casa número 2 de la calle Victoria (3 Poniente y 3 Sur), donde hoy día se encuentra el museo que lleva su nombre.⁵

Su holgada situación económica le permitió adquirir obras de arte para su deleite personal. Inició su colección con una serie de óleos que, por encargo suyo, le fueron traídos de Europa por, su entonces socio de negocios y cuñado, Francisco Cabrera y Ferrando,⁶ quien, con su fina sensibilidad artística, y acompañado de su familia, emprendió en 1858 un “viaje de ilustración” que duró veinticinco meses, trayendo a su regreso un cuantioso acervo artístico para sí y para su cuñado.⁷

A partir de este momento, don José Luis continuó adquiriendo obras de arte de diversos géneros. Entre los anticuarios con los que mantuvo relación —además de Cabrera y Ferrando— destacan Francisco Díaz San Ciprián, Alejandro Ruiz Olavarrieta, Manuel Cardoso, Luis Suárez Peredo y Rafael Lucio.⁸ También se sabe que buena parte de la colección de Bello fue adquirida a órdenes religiosas, e incluso a la propia Catedral de Puebla; obras que seguramente pertenecieron, en sus orígenes, al coleccionismo episcopal.

A la muerte de José Luis, acaecida el 11 de junio de 1907, sus bienes pasaron a sus hijos. Los óleos de su colección, que para entonces ya ascendían a 250, se repartieron en partes iguales entre su primogénito Rodolfo, hombre de negocios y político; Francisco, médico y director de la Escuela Nacional de Profesores; Carlos, egresado del Colegio de Minería o Escuela Nacional de Ingenieros; y José Mariano, quien siguió los pasos de su padre al dedicar todo el tiempo que le dejaban sus ocupaciones en adquirir objetos de arte de todo género, e incrementó la colección comprando nuevas piezas a otros anticuarios y coleccionistas. En el acervo del Museo Bello se han localizado obras que pertenecieron, en otro momento, a las colecciones de las familias Pérez-Martínez, Vázquez y Sánchez, Suárez Peredo, Cabrera Ferrando, Olavarrieta, Arizpe Ramos, Miranda, entre otras.

La colección que acopió durante su vida es rica, tanto en artes aplicadas de los siglos XVI al XX, de Asia, América y Europa —muebles, plata herrajes, cristal, vidrio, talavera, etcétera—; también compró óleos de gran calidad para su pinacoteca, entre los que se encuentran copias de los grandes maestros europeos, obras de los grandes exponentes del arte novohispano (como Miguel Jerónimo Zendejas, Cristóbal de Villalpando y Luis Lagarto), notables pintores del siglo XIX mexicano como Agustín Arrieta y Juan Cordero, así como obras de factura europea. Si bien el origen de su colección pictórica se debe a la herencia paterna, su afición por la pintura lo llevó a incrementar esta parte del acervo con otras adquisiciones, incluso gracias a sus propios hermanos y a la incorporación de obras de su propia autoría.

Debido a su carácter altruista, a su gran preocupación por la educación de las generaciones venideras, y al no haber tenido descendencia estableció en su testamento, redactado en 1918, que a su muerte (5 de septiembre de 1938), y a la de su esposa Guadalupe Grajales (18 de enero de 1840), el sinnúmero de objetos de arte que había reunido durante su vida fueran donados a la Academia de Bellas Artes de Puebla, y que la colección nunca fuera fragmentada. 

Su voluntad se cumplió y el acervo, otrora privado, constituye hoy en día el Museo José Luis Bello y González, asentado en la que fuera la casa de don Mariano, en la calle Victoria. La iniciativa gubernamental de establecer el Museo Bello en la antigua residencia del coleccionista fue muy afortunada, ya que hoy por hoy, en nuestro país sobreviven muy pocos museos donde se exhiben colecciones privadas en su recinto original.

Las puertas del Museo José Luis Bello y González permanecieron abiertas al público de forma ininterrumpida por 55 años, hasta que el fuerte movimiento telúrico que azotó la ciudad en junio de 1999 obligó al cierre del museo por una década. El maravilloso edificio, remodelado por Carlos Bello en 1907, con el gusto ecléctico de las mansiones porfirianas, resultó muy dañado por el sismo por lo que fue restaurado; la colección de 3,028 piezas de arte también fue restaurada, estudiada y reacomodada en un nuevo discurso curatorial que hoy día, con breves modificaciones necesarias para la adecuada conservación de las obras, aún puede observarse en las 13 salas del museo y que busca emular el gusto particular del coleccionista en el acomodo y exhibición de sus obras.

Pinacoteca de la casa de Mariano Bello. Tomada del libro Museo Bello, México, Secretaría de Cultura del Estado de Puebla, 2009.

En resumen, podemos decir con relación a la familia Bello y Acedo que, si bien sus integrantes no viajaron a los grandes centros del arte mundial, fueron capaces de reunir una grandiosa colección de arte producto de su sensibilidad personal. Por esta razón, su nombre permanecerá inscrito en la historia de las Bellas Artes de Puebla. Don Mariano Bello será recordado en la posteridad como un hombre de gran espíritu altruista, heredero del fenómeno del coleccionismo poblano, y comprometido con la educación y el deleite de las futuras generaciones.

El Museo José Luis Bello y González es un bastión del coleccionismo poblano y es un claro ejemplo del paso de una colección privada al ámbito público que busca, además de la pervivencia del nombre del coleccionista, el reconocimiento de nuestro pasado como eje de cohesión social y de identidad para todos los poblanos.

Bibliografía

  • CABRERA, Francisco, Puebla y los poblanos, México, Libros de México, 1987.
  • FERNÁNDEZ, Miguel Ángel, Coleccionismo en México, Monterrey, Museo del Vidrio,
  • GALÍ BOADELLA, Montserrat, “El Patrocinio de los obispos de Puebla a la Academia de Bellas Artes” en Patrocinio, colección y circulación de las xx Coloquio Internacional de Historia del Arte, México,UNAM-IIE, 1997.
  • GÓMEZ RAMÍREZ, María Josefa, “Los Bello, su posición y su fortuna dentro de la sociedad poblana (1852-1890)”, tesis Profesional para obtener el grado de Licenciado en Historia, Puebla, BUAP, 1992.
  • SAINTE FARE GARNOT, Nicolas, “Las casas- museo: el ejemplo del Jacquemart André”, en Revista de Arte, 279 (2000).
  • YANES, Emma, Pasión y El Museo de Arte José Luis Bello y González, México, Instituto Nacional de Antropología e Historia, 2005.

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¹Licenciada y maestra en Historia del Arte y candidata a doctora en Estudios Históricos. Ha sido docente en la Licenciatura en Historia de la BUAP y durante 20 años ha participado en varios proyectos relacionados con los museos y la gestión cultural de Puebla.

²SAINTE FARE GARNOT, Coleccionismo…, pp. 380-386.

³GALÍ BOADELLA, El patrocinio de los obispos

⁴GÓMEZ RAMÍREZ, “Los Bello…”, p. 17.

⁵YANES, Pasión y coleccionismo…, pp. 23-27.

⁶GÓMEZ RAMÍREZ, “Los Bello…”, p. 65.

⁷CABRERA, Puebla y los poblanos, p. 63.

⁸FERNÁNDEZ, Coleccionismo en México, p. 192.