Carta editorial

Posturas femeninas. Museo Universitario Casa de los Muñecos, 2021. Edgar Esaú Sales Broca. Posturas femeninas. Museo Universitario Casa de los Muñecos, 2021. Edgar Esaú Sales Broca.

La aparición del concepto de museo, en el siglo XIX, significó un hito en la vida cultural de las ciudades en occidente, pues se convirtió en un símbolo del progreso y en una expresión de la idea de la nación moderna. En sus inicios, el museo fue un espacio exclusivo de la burguesía, pero a partir de la segunda mitad del siglo se convirtió en un lugar público, que abrió sus puertas a las clases trabajadoras en un esfuerzo por encausarlas en el proceso de conformación como ciudadanos. Esta es la era que George Stocking ha denominado “el periodo del museo”, comprendido entre 1840 y 1900.

El museo moderno fue concebido no sólo como una ruptura con las formas antiguas en que se albergaba y exhibía el conocimiento, sino como la expresión de una racionalidad distinta. Frente a los salones de la nobleza del antiguo régimen, con sus altos muros repletos de lienzos, y frente a los llamados gabinetes científicos, en donde convivían, indiscriminadamente, artefactos de distintas disciplinas, sin ordenamiento alguno, el museo decimonónico fue la puesta en marcha de una nueva sistematización del conocimiento y de una manera distinta de pensar la relación de ese conocimiento con la sociedad que lo producía. Puede decirse que la guía de esa nueva orientación fue la taxonomía, pues los museos dejaron de ser meros repositorios para convertirse en productores de conocimiento al integrar los objetos en una lógica narrativa, dotándolos de un nuevo sentido y significado en un discurso donde cada uno ocupaba su debido lugar.

Hasta hace algunas décadas, uno de los presupuestos de los que partía la historiografía sobre el tema era pensar el museo como un espacio neutral, cuya función residía en captar, catalogar, almacenar y exhibir diversos objetos que, por sus características, poseían un significado para una sociedad determinada. Pero a mediados de los años ochenta surgió en Francia una nueva museografía, con una postura crítica con respecto a las maneras tradicionales de organización y administración de los museos. Entre los cuestionamientos formulados, algunos historiadores hablaron del “museo disciplinario”, es decir, del museo como un espacio vigilado y controlado donde el conocimiento es ofrecido a un consumidor pasivo. Los estudios de género han estudiado la manera en que los museos consolidaron un “patriarcado imperial”, mientras que los estudios poscoloniales han puesto en evidencia el hecho de que, al optar por una secuencia narrativa evolucionista, los museos alentaron un imaginario que naturalizaba el predominio de la raza blanca y de la civilización occidental, jugando un rol importante en el proyecto colonial.

Como se puede apreciar, los museos no son espacios estáticos y neutrales, sino lugares en constante conformación y discusión, en donde las y los visitantes tienen un papel activo y decisivo en la construcción del conocimiento. Para una ciudad como la nuestra, que tiene la dicha de ser la segunda ciudad del país con más museos (32), tan sólo detrás de la Ciudad de México, esta es una cuestión fundamental. Esperamos que este dossier contribuya a la reflexión acerca del diseño de nuestros museos, su importancia, y el papel trascendental que jugamos como visitantes.

MARÍA GRACIELA LEÓN MATAMOROS

Encargada de Despacho de la Gerencia del

Centro Histórico y Patrimonio Cultural