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ENFOǪUE AL PATRIMONIO

El siglo XIX en la ciudad de Puebla

Algunas miradas desde la arqueología

Raúl Martínez Vázquez¹

 Una ciudad que se encuentra prácticamente a una década de cumplir cinco siglos de existencia, merece que su historia sea contada desde diferentes perspectivas y desde diferentes disciplinas; esto es lo que se busca realizar a través de la mirada del trabajo arqueológico que ha se podido desarrollar, con motivo de obras de infraestructura o remodelación de espacios, en tres lugares de la urbe angelopolitana. Uno de los escenarios del hecho bélico más conocido de Puebla, un antiguo río del centro histórico hoy convertido en vialidad y las casonas del museo privado más importante de Puebla, nos cuentan historias cuyo punto común los sitúa en la temporalidad del siglo XIX, tiempo que vio nacer y consolidar una nación mexicana, que se encuentra a un año de conmemorar dos centurias de la consumación de su independencia.

 

EL FUERTE DE GUADALUPE: UN ANTES DEL 5 DE MAYO

El fuerte de Guadalupe fue uno de los escenarios donde aconteció la batalla del 5 de mayo de 1862, hecho histórico de gran trascendencia para la ciudad de Puebla y de fuerte proyección nacional. Hasta el 2012, la antigua fortificación se había conservado como una ruina testimonial, pero en ese año se decidió adaptar un museo de sitio, por lo cual fue requerida la participación arqueológica en las obras respectivas. Sin duda, mucho se ha escrito y documentado del 5 de mayo, pero nada desde la metodología de la Arqueología, por lo cual la oportunidad se antojaba inmejorable.

 

Mascarón en el portón de la antigua fábrica de Los Ángeles. Daniel Herrera Rangel.

Antigua fábrica Los Ángeles. Daniel Herrera Rangel

En lo que fue el interior del antiguo templo basilical en honor a la virgen de Guadalupe se excavaron una serie de pozos para colocar zapatas de soporte a una cubierta; se supervisaron dichas zapatas y en una de ellas, localizada a la altura del crucero, se encontraron los restos de un aljibe de planta rectangular y con una profundidad de 3 metros a partir del piso existente; este elemento tuvo la particularidad de tener inscrita la fecha 1801 y encontrándose ya rellenado. Además, se pudieron hallar restos del piso original del templo, formado por piezas octogonales de barro y rectangulares de talavera. Precisamente, una buena sección de piso original del templo se pudo liberar en el costado Oriente, entre la torre y el crucero, también formado por ladrillos y azulejos, encontrándose una variedad de más de 40 tipos de estos últimos. La existencia de un pozo es esta área lleva a pensar en una especie de réplica de la capilla del Pocito, como en la villa de Guadalupe de la Ciudad de México.

Regresando al antiguo interior del templo, también se localizó una cimentación a la altura del coro, en forma de herradura y abierta hacia el oriente, que correspondía a una construcción previa a la basílica guadalupana; las referencias históricas establecen la presencia de edificios religiosos anteriores, por lo cual podría tratarse de una capilla que tuvo la advocación de Belén.

El cerro donde se ubica el fuerte era conocido en la época prehispánica como Acueyametepec, y posteriormente fue cambiando de nombre a raíz de la construcción de edificaciones religiosas, de allí que se haya conocido como cerro de la Ermita (por una ermita que hubo a San Cristóbal), cerro de Belén y finalmente de Loreto y Guadalupe, por los dos templos que se construyeron con estas advocaciones. Para 1801 se colectaba limosna para edificar una iglesia a la virgen de Guadalupe, probablemente junto a la existente de Belén, y para 1804 ya estaba en construcción.² La iglesia fue dedicada el 11 de diciembre de 1816 y en ese mismo año, ante el temor de un ataque de las fuerzas insurgentes, se comenzaron trabajos de fortificación.³

Los indicios que pudieran delatar la batalla del 5 de mayo fueron prácticamente nulos, más bien lo que se pudo localizar en términos arquitectónicos tiene que ver con la ocupación religiosa del espacio (la capilla con el piso de azulejos o los presumibles restos de la capilla de Belén) o bien elementos complementarios, anteriores a la basílica guadalupana, como sería el aljibe, el cual, para cuando se construye la gran iglesia de tres naves, ya estaba fuera de servicio.

Es importante mencionar que, con el centenario de la batalla del 5 de mayo en 1962, es que se da el acondicionamiento del fuerte para ser visitado; no se sabe a ciencia cierta que se hizo para esta adaptación, pero lo más probable es que fue en este momento que debieron salir a la luz evidencias de la batalla, pues salvo un casquillo de bala de manufactura mexicana (que por cierto es de 1914), no se localizó utillaje armamentístico durante estos trabajos.

 

UN RÍO ENTUBADO QUE SACA SUS SECRETOS A LA LUZ

Lo que iba a ser un puente elevado en el Boulevard 5 de Mayo, importante arteria vial de la capital poblana, fue cambiado por un paso a desnivel, esto en el tramo comprendido entre la 2 Norte y la Calzada Zaragoza, en el contexto de las megaobras de infraestructura por los 150 años de la batalla del 5 de mayo en 2012. Como en muchos casos, la presencia de los arqueólogos tuvo que ser forzada por los hallazgos que las labores iban sacando a la luz. Las excavaciones profundas fueron dejando al descubierto elementos hidráulicos que era necesario registrar y salvaguardar, considerando los alcances de la obra.

Dos secciones del antiguo muro de contención del río San Francisco fueron descubiertas; su sistema constructivo consiste en una mampostería irregular con acabado de sillares rectangulares de cantera, pegados con mortero de cal Y arena. En el caso del muro de la ribera Norte, se liberó un arco de medio punto que daba salida a una cloaca que venía del cerro de Loreto, la cual fue desazolvada; una salida más proveniente del antiguo cuartel de San José (hoy Hospital del IMSS) se encontró en la otra ribera. La empresa ejecutante reubicó parte del material de los muros así como el arco, de tal manera que se integrara con la obra nueva, aunque lamentablemente este trabajo tuvo serias deficiencias técnicas.

Para 1881, las autoridades militares construyeron un muro de retención en uno de los lados del río San Francisco, partiendo de uno de los aleros del Puente de Xanenetla.⁴ Presumiblemente se puede pensar que estos muros son los que se liberaron con la obra del viaducto, además, hay testimonios fotográficos previos al entubamiento del río donde se notan los muros e inclusive la salida de la cloaca ya mencionada.

En la zona colindante con la guardería del IMSS se descubrió una obra arquitectónica que difícilmente se hubiera pensado que existiera, considerando los trabajos de entubamiento del río. Se trató de una antigua presa, con parte de su muro principal, un talud y restos de tres compuertas. Al no haber otra solución para la preservación, la presa tuvo que ser reubicada, para lo cual fue cortada en fragmentos, previo un levantamiento topográfico, y se armó de nuevo en un espacio aledaño al llamado lago de la Concordia, junto al estadio Ignacio Zaragoza. Este retiro permitió conocer el sistema constructivo desde adentro, localizando sepilotes de madera en la base, pero también una varilla metálica que reforzaba una de las secciones. De esta manera no quedaba duda que aunque la presa se mencionaba desde el siglo XVII, se estaba ante una reconstrucción del elemento ya del siglo XIX.

Conocida como la Presa de San José, debió haber tenido varias reparaciones a lo largo de los años. Para 1871, a esta presa, que era la del molino de San Francisco, se le designaba como “La Tejía”.⁵ En un plano de 1907, realizado a propósito de una alineación que debía hacerse en el terreno ubicado al norte del cuartel, (donde se ubican actualmente la guardería y el estacionamiento del IMSS), se muestra la cortina de la presa.⁶ De los varios materiales recolectados durante el rescate arqueológico, vale la pena destacar uno de los botones hallados al retirar la presa, por ser de oro y tener el escudo de los Estados Unidos; se considera que pudo haber quedado del momento de la invasión norteamericana de 1847, sobre todo en el entendido que el ejército norteamericano ocupó el cercano cuartel de San José (1847-1848).⁷

 

EN LAS ENTRAÑAS DEL MUSEO PRIVADO MÁS IMPORTANTE DE PUEBLA

Fundado en 1986, el Museo Amparo, localizado a unas cuadras del zócalo de la ciudad de Puebla, comenzó en el 2011 un proyecto de remodelación de sus instalaciones, por lo que fue necesaria la participación de un equipo arqueológico que supervisara los trabajos que se iban realizando, aunque no siempre hubo la sensibilidad de la empresa para comprender esto. Fueron diferentes frentes los que se revisaron, pudiéndose localizar vestigios de etapas anteriores a la primera remodelación de los años 80, y vale la pena hacer notar que se hizo una búsqueda detallada de los antecedentes históricos de los inmuebles que ocupa el museo.

La mayor parte del museo corresponde a lo que fue el primer hospital de la ciudad de Puebla, que comenzó a funcionar en 1539 y fue conocido como de San Juan de Letrán o el Hospitalito, esto en contraparte al Hospital de San Pedro, fundado en 1541, y que era más grande. En 1643 el obispo Palafox ordena trasladar a las enfermas, que ya para este momento eran sólo mujeres, al de San Pedro y convierte el nosocomio en el colegio de niñas vírgenes; el colegio con este título perduró hasta 1875, teniendo el inmueble posteriormente también usos educativos hasta que en el siglo XX llegaría la adaptación del museo.

En algunos de los espacios las actividades de remodelación sacaron a la luz restos de antiguos drenajes, como en el caso del llamado Patio de los Lavaderos, donde hubo secciones construidas con ladrillo y con lajas. También se pudo identificar el nivel de las actuales calles 2 Sur y 9 Oriente, esto al hallarse un enlajado en uno de los espacios que se ocupaba para la paquetería, en lo que fue la antigua casa de la familia Espinoza Yglesias.

Se pudieron extraer 6 entierros, contando con el apoyo de un equipo de Antropología Física, para su posterior análisis; de estos entierros, el número 6, localizado en la antigua sala 8 del museo, entre dos de los patios, es de llamar la atención, pues consistía en un entierro secundario, es decir, colocado allí cuando ya eran huesos y teniendo la presencia de 9 cráneos; cabe mencionar que había más restos pero ya no se pudieron rescatar por los alcances de obra.

El análisis de los materiales cerámicos determinó que provenían de contextos caseros, relacionados con la preparación y consumo de alimentos. La colección recuperada en el Museo Amparo es producto de un sitio de carácter doméstico, integrado por población pluriétnica (propietarios criollos y/o mestizos y sirvientes indígenas). En cuanto a la cronología, se puede considerar que los contextos recuperados están dentro de un rango de mediados del siglo XVIII a principios del XX. No obstante, aunque mínimamente, también hay presencia prehispánica, tal es el caso de un cuenco de loza de color café del Horizonte Formativo (1200-800 a. C.). Su presencia en el museo no es casual, pues materiales de este tipo se han reportado en torno a lo que fue el antiguo Río Almoloyan (actualmente entubado bajo el Bulevar 5 de Mayo). También se recuperaron piezas de vidrio y metal, las cuales, junto con algunas piezas de cerámica semicompletas, tienen un valor testimonial para los edificios del museo, de allí que se haya propuesto una sala introductoria, aunque lamentablemente dicha propuesta no llamara la atención de las autoridades de la institución.

 

A MANERA DE CONCLUSIÓN

El presente recuento, general y breve, de tres trabajos de rescate arqueológico en la ciudad de Puebla, ha querido dejar patente la necesidad de aprovechar las diferentes obras de infraestructura para conocer más de la historia de una de las urbes más importantes de México. Cuando la Arqueología puede contrastarse con el registro documental, ofrece posibilidades de conocimiento insoslayables que contribuyen a preservar el valioso patrimonio de la Puebla de los Ángeles. Quiero terminar este sucinto texto aludiendo a la experiencia sucedida en los trabajos del Museo Amparo, donde en un principio se pensó que los múltiples cráneos encontrados podían ser de las niñas vírgenes del colegio. No fue así, eran restos de hombres y mayores, pero a pesar de ello, pudimos ver mentes vírgenes en el personal de la constructora, cuya cerrazón sin duda motiva a seguir desentrañando la Historia desde la mirada de la Arqueología.

Bibliografía
  • CASTRO MORALES, Efraín,  La Independencia en la región de Puebla, Puebla, Gobierno del Estado de Puebla-Secretaría de Cultura, 2010.
  • LEICHT, Hugo, Las calles de Puebla, Puebla, Junta de Mejoramiento Moral, Cívico y Material del municipio de Puebla, 1986.
  • MONTERO, Carlos, El barrio de San José, Puebla, Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades “Alfonso Vélez Pliego-BUAP, 2007.

 

  1. Arqueólogo por la Universidad Veracruzana, con estudios de maestría en Conservación y Restauración de Bienes Culturales Inmuebles por la ENCRyM-INAH; actualmente cronista del municipio de Izúcar de Matamoros, Puebla.
  2. LEICHT, Las calles de Puebla, p. 217.
  3. CASTRO, La independencia en ..., pp. 181- 182.
  4. LEICHT, Las calles de Puebla, p. 227
  5. LEICHT, Las calles de Puebla, p. 221.
  6. MONTERO, El barrio de San José, p. 60.
  7. LEICHT, Las calles de Puebla, p. 284