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Viernes, 20 Agosto 2021 15:09

La Lyonesa, una textilera en resistencia

 Por Mónica Franco

 Los muros de la manufacturera textil La Lyonesa —ubicada en la avenida 12 Oriente, entre 22 y 24 Norte, en el barrio de Los Remedios— resguardan vestigios históricos del proceso de industrialización que vivió el país en el periodo cardenista, cuando se incrementó el mercado nacional y se disminuyó la importación extranjera.

La mitad del recinto, que ocupa una manzana de calle, es similar al Museo Industrial de Metepec, en Atlixco. Cubiertos con un velo de polvo, perduran ahí las máquinas hiladoras de algodón, los rodillos para estampado de telas, las tinas de acero para preparar la tintura de las telas, las calderas y los ductos de ventilación. Perviven junto a los fantasmas de los obreros que dieron vida al sindicalismo en México.

Esta fábrica de hilado, tejido y acabado fue fundada en 1942 por el químico textil alemán Arturo Rotzinger Bader quien llegó a México a principios de 1920.

El fin del conflicto entre el Segundo Reich y los países aliados significó el exilio de los soldados alemanes que regresaron a Alsacia. El Tratado de Versalles, en 1919, obligó a Alemania a devolver ese territorio a Francia —que desde el final de la guerra franco-prusiana, en 1871, había sido anexado al entonces recién formado Imperio Alemán—.

 Una vez en Puebla, Rotzinger Bader fue contratado por la Compañía Industrial de Atlixco, fundada en 1899 en la Hacienda de San Diego Metepec, lugar al que la materia prima y los especialistas llegaban en un tren de la Compañía de Ferrocarril de San Rafael y Atlixco.

 Sus conocimientos sobre colorantes, sustancias químicas y fibras artificiales convirtieron al alemán en el responsable del proceso de acabado de las telas de la segunda textilera más grande de la época después de la de Río Blanco, Veracruz.

 En 1930, diez años después de su llegada a México, Rotzinger Bader compró sus primeros tres telares y formó Textiles Lorena, con ahorros del cambio de monedas de oro y plata, acuñadas durante el porfiriato, con las que le pagaron por su trabajo especializado.

 Así empieza la historia de La Lyonesa, una de las fábricas más antiguas del centro histórico de Puebla, que resiste estoicamente no solo la embestida del tiempo sino de la proliferación de los textiles chinos y de la pandemia de Covid-19.

 Carlos Gerardo Rotzinger Fernández tiene 59 años, es técnico textil y nieto de aquel excombatiente alemán. Caminamos por la fábrica mientras me cuenta que los años dorados de la empresa fueron entre 1962 y 1985, cuando el precio de los combustibles se mantenía estable y aún no llegaban las telas sintéticas de China y de otros países asiáticos como India y Pakistán.

 En 1994, la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio con América del Norte (TLCAN) benefició a sectores económicos como el automotriz, pero sepultó a la industria textil, del vestido y del juguete. “Las textileras empezaron a cerrar, pero nosotros nos mantuvimos”, me comenta.

 “Nos mantiene el acabado de las telas. Puedes importar hilo y lo tejes en México, o puedes importar telas en crudo y nosotros le damos el último paso. A las telas puedo darles acabados suaves o rígidos, de mezclilla, repelente para casas de campaña, telas para pantallas de cine. Somos versátiles”, explicó Rotzinger Fernández.

 El empresario textil retoma la historia de su abuelo Arturo Rotzinger Bader y de su padre, Arturo Rotzigner Lichtle. Regresamos a 1942, cuando textiles Lorena se  convierte en La Lyonesa y se instala en el barrio de Los Remedios. El paso de un arroyo en la 12 Oriente, que nacía en la colonia América Sur, facilitó la producción de hilos para tejer telas.

 Arturo padre dejó la Compañía Industrial de Atlixco después de 22 años, para dedicarse de lleno a la fabricación de telas en su empresa, con la ayuda de sus hijos Marcelo, Arturo, Alfredo y Ana. Para 1962, la familia Rotzinger compró los terrenos y casas rústicas que rodeaban la primera nave textil, fundada 20 años atrás, hasta ocupar toda una manzana.

Carlos Gerardo recuerda que su padre era un hombre inflexible, de carácter fuerte y poco expresivo, pero tan trabajador que estuvo al frente de la fábrica hasta seis meses antes de su muerte, a los 57 años.

“Mi padre no tenía huellas dactilares debido a que desde muy pequeño empezó a trabajar. Las telas, recién teñidas en tinas de madera, que parecían calderos de colores, eran tendidas en andamios. Ahí, los obreros, sentados, pasaban ocho horas colgando telas. Los químicos, el calor y la fricción le borraron sus marcas dactilares”, me cuenta Carlos.

 “Actualmente, la fábrica cuenta con 80 trabajadores, entre obreros y administrativos, pero en algún momento llegaron a ser cerca de 200 obreros textiles”, prosigue, mientras me muestra la máquina RAME o Stenters, que realiza el ennoblecimiento textil y el secado que cientos de obreros y su padre realizaron manualmente por años.

 Antes de salir de la fábrica, Carlos Rotzinger Mateos, de 32 años, quien es un productor de arte y espectáculos y es hijo de Carlos Gerardo, me muestra los tesoros de su familia: una colección de aproximadamente 100 rodillos de estampado Lyonesa, una técnica de impresión de telas por serigrafía. A ella le deben el nombre de la fábrica que fundó su bisabuelo.

 Los recuerdos de estas cuatro generaciones de los Rotzinger se funden entre los telares que aún producen telas, entre el eco de los ductos de ventilación en los que hacemos sonar nuestras voces para conocer su longitud, entre el polvo de naves industriales habilitadas como set de grabación.

 El futuro de la industria textil en Puebla es tambaleante y el de La Lyonesa es incierto, pero, en tanto el destino decide qué pasará con esta última, sus máquinas traídas desde Alemania, Francia, Checoslovaquia y Holanda, son custodias de la historia del Centro Histórico, la Casa de Todas y Todos.

 

 

Por Ariel Azuara Campos

Sin duda, el arte poblano de los años 60’s nos reunió en casas, teatros o auditorios; además era muy común en las familias pertenecer a algún club de la época: Rotario, Leones, Cámara Junior, 20-30, Sociedad Mutualista o bien algún grupo literario musical como la Bohemia Poblana, Club Bohemio y Centro Cultural, ser miembro de un grupo en especial, nos hermanaba de muchas maneras.

El gobierno también apoyó el desarrollo de nuestra sensibilidad; durante el sexenio del Gobernador Aarón Merino Fernández, se creó la Comisión De Promoción Cultural, la cual sería más adelante la primera Secretaria De Cultura del país, estando al frente Pedro Ángel Palou Pérez.

El arte expresa de tantas maneras la sensibilidad humana, pero lo más importante es que tenga un sitio donde florecer, de lo contrario se pierde en el tiempo. Octavio Paz lo sintetiza de una manera magistral:

“La libertad no necesita alas, lo que necesita es echar raíces”. Y en Puebla las raíces del arte son profundas.

En el ambiente actoral fuimos dando muchos pasos, por ejemplo Olga Ibáñez, era muy entusiasta, tanto que logró traer un seminario de teatro con personajes muy importantes de talla nacional, la respuesta de la gente de Puebla fue tan buena, que funda la Escuela de Arte Teatral,  de la misma manera Manuel Reigadas crea el muy conocido Espacio 1900, por supuesto surgieron más opciones, se crearon nuevos foros: el Teatro Normalista, el grupo Teatro Popular José Recek Saade.

Los espacios teatrales más activos en la ciudad eran el Auditorio Benavente, sobre todo al fin de año por las ceremonias escolares, el Teatro Normalista; eventualmente el Teatro Franzoni y como siempre el Teatro Principal, primer teatro de América, que aun cuando fue fundado en 1760 su belleza engalanaba cualquier presentación en la ciudad.

Nuestros artistas poblanos se hicieron figuras importantes en todo el país tanto en radio, cine, teatro y televisión por ejemplo Mari Cruz Olivier, pionera de las telenovelas; Héctor Bonilla, Joaquín Cordero, Raúl Valerio.

La gracia de Fernando Soto Mantequilla o José Antonio Espino (Clavillazo) que cuando se trataba de frenar un conflicto en la escena decía: -Momento, aquí la cosa es calmada- y

¿Qué decir de Gaspar Henaine? el famoso Capulina; sus frases se hicieron expresiones populares: -“No lo sé, puede ser, a lo mejor, tal vez, quién sabe…”.

En las radiodifusoras de México, era frecuente escuchar al poblano Alfredo Gil, del trío Los Panchos, a Chucho Martínez Gil con la canción “Háblame” 

Aunque estés allá, en el fin del mundo

A tu lado voy en un segundo

Nada más cierra tus lindos ojos

Y háblame, háblame, háblame

El arte por supuesto necesitaba de difusión: En lo que hoy es el hotel San Leonardo, en la planta alta se instaló una escuela de periodismo y al frente de ella dos inquietas mujeres María Sánchez Robledo y Ema Rizo de Yáñez.

Los periódicos locales de la época como  el Sol de Puebla, La voz de Puebla, La Opinión y el Heraldo de Puebla se vendían más los domingos por el suplemento dominical y los lunes por el Aviso Oportuno, mientras que en la radio el formato noticioso de Puebla se inició con Enrique Montero Ponce. Las casas de poblanas y poblanos se acompañaban con las voces familiares de Pepe Azpiazu Bello,  Fernando Rodríguez, José Luis Ibarra Mazari, Pedro Ángel Palou Pérez, Jesús Manuel Hernández e Ivonne Recek De Luke, todos ellos nos acompañaban  a través de las estaciones de radio XECD, XEHR y XEPA.

Y en algunos de los espacios deportivos de aquel entonces, como la Arena Puebla,  se  presentaban caravanas artísticas; en los demás como el estadio Ignacio Zaragoza, la Cancha De San Pedro, Lienzo Charro, Toreo y el recién inaugurado Estadio Cuauhtémoc solo se practicaba deporte.

El paisaje artístico de Puebla en el Centro se acompañaba por el mercado La Victoria, ahí se encontraban fondas, comestibles, telas, zapatos, losa, ropa, utensilios de barro, peltre, un sinfín de artículos, vaya la creatividad poblana alcanzó hasta la gastronomía, justo en este mercado se crearon las famosas cemitas poblanas.  

¡Cuántos momentos importantes pasaron ante nuestros ojos! El Centenario de la Batalla 5 de mayo, el entubamiento del río San Francisco, la autopista México Puebla, la creación de Ciudad Universitaria, el traslado de la fuente de San Miguel de la Plaza del Boliche a la plancha del Zócalo, la inauguración del Auditorio de la Reforma, los Juegos Olímpicos, celebrados en nuestro país “México 68”; el conflicto universitario entre derecha e izquierda con los alumnos de la Universidad Autónoma de Puebla.

Las expresiones de los jóvenes de los años 60’s comenzaron en nuestras casas, fueron nuestros primeros espacios, para abrir los siguientes escenarios de aquella  época.

 

Edición del texto: Erika Chávez González 

 

 

Por Ariel Azuara Campos

“Si nadie te garantiza el mañana, el hoy se vuelve inmenso”… Esta frase de Carlos Monsiváis era el motor del artista de los años 60’s en cada pincelada, cada verso. En las notas de pianos y telones había tanto que decir…

Al principio las tertulias se hacían en las casas, se fueron creando espacios, como la amplia sala de la casa de Anita Machorro viuda de Albisúa; ahí había un piano y sillas mirando al centro pegadas en el perímetro de las paredes para gozar del programa literario musical que iniciaba a las 8:00 y terminaba a las 12:00 de la noche a más tardar. Ella nos rentaba ese espacio para nuestras sesiones dominicales, en la que tomaban parte literatos, cantantes, músicos e invitados. El maestro de ceremonias Monsieur Cobel organizaba el programa. De aquellas reuniones se elegía lo mejor para un solo concierto anual realizado  en el Teatro Principal o el Auditorio Benavente o el de la Normal del Estado, cuando entré, yo tenía 14 años de edad, mis amistades eran más grandes.

 

 

¿Cómo olvidar la poesía de Gregorio de Gante, José Recek Saade o a Germán List Arzurbide y su movimiento estridentista; los versos de María Sánchez Robledo, Ernesto Moreno Machuca y José Murad, Alicia María Uzcanga Lavalle, casi todos tomaban como temática el amor,  excepto fray Gerónimo Verduzco y Dolores Posada Olayo quienes escribían poesía mística.

 

A las débiles puertas de mi celda sombría,

robándome el sosiego, la humana tontería

montó guardia de honor con zafia grosería.

                                                                                                                                                                                                                                                    Gregorio de Gante

Del Conservatorio de Música y Declamación del Estado también salieron varias figuras, bajo la batuta de Fausto de Andrés y Aguirre, pero no fueron las únicas, una de las más reconocidas en Puebla fue “el ruiseñor poblano” Concepción Velasco Fuentes y su maravillosa voz de soprano coloratura; la contralto Aurea Taboada, El concertista Enrique del Castillo; los niños cantores de Puebla, el compositor de música académica, Isaías Noriega de la Vega; Francisco Reyes Alegre y Fidencio Sánchez compositores de música inspirada en Puebla; los pianistas como Héctor Guerrero, Eduardo Olivares Iturriaga, también  magníficos acompañantes de cantantes de ópera como María Elena Pérez Reyes, la señora Eurosa y  el maestro Carlos Oropeza, quien por cierto era el músico de planta de programas de televisión en México, uno de ellos se llamaba Club del Hogar.

Y es que en Puebla hay, había y habrá mucho que decir, cantar, contar y mirar, tanto que aquella iniciativa que tuvieron los pintores en 1940 al fundar el Barrio del Artista, hoy sigue siendo uno de los atractivos de la ciudad.

El reconocido José Márquez a través de sus diferentes técnicas, las pinturas de caballete de su hermano Ángel, el estilo único para el retrato de Faustino Salazar –En honor a él y  durante un tiempo hubo una galería con su nombre dentro del Palacio Municipal de Puebla y otra para el pintor José Márquez-; la sensibilidad de Martín Serrano para captar la esencia de las flores, los murales de Fernando Rodríguez Lago –Aún hay un mural suyo en el Salón de Protocolos del H. Ayuntamiento-; los reconocidos grabados de Fernando Ramírez Osorio, quien también realizó el mural Nuevo Mundo en el Palacio Municipal de Tehuacán, Puebla.

Y Erasto  Cortés un excelente grabador de quien hoy el museo ubicado en la  Avenida 7 Oriente No. 4, en el Centro Histórico, lleva su nombre y resguarda su obra; las acuarelas de Jaime Andrade y  Esteban Aguirre Beltrán;  la destacada miniaturista Josefina Albisúa, de quien por supuesto hay otras obras…

 

 

Las  y los jóvenes de aquel tiempo éramos muy inquietos, Puebla danzaba al ritmo de diversas figuras como Vidal Calvario, Elías Guerra y Martha Molina de Martínez quienes dirigían grupos de Danza Folclórica; representaron a Puebla en México y en giras internacionales. Cinthya Cuottolene, Esther Feres, Alma Porras, Fabiola García Rosete y Ángeles Guzmán eran amantes del Ballet Clásico, a través de sus academias la niñez y juventud poblana aprendían la gracia del movimiento.

Estoy seguro de que todos los artistas que conocí, dedicaban la semana entera a practicar y practicar el arte en el que cada quien fue labrándose un nombre, pero para que nuestros domingos fuesen dejando buen sabor de boca, era muy usual que después de comer, asistiéramos al cine y disponernos a disfrutar de una función en la que se proyectaban siempre  dos películas en los cines Variedades Coliseo, Reforma, Puebla, Guerrero y México, incluso había dos cines  que presentaban hasta tres películas continúas, eran el cine Constantino y el Colonial. Durante el largo intermedio entre una y otra película, daba tiempo para ir a la dulcería por palomitas, refresco, alguna que otra golosina, fumarse un cigarro y comentar la película que acabábamos de ver o la emoción por la que iba a empezar. 

Ya para cerrar con broche de oro el paseo dominical, nada como ir al Café Rococó a saborear un exquisito pastel al calor de un café, mientras el matrimonio dueño del lugar, de origen alemán hacía un recorrido musical entre arias y canciones populares. Ella cantaba y él acompañaba al piano. A veces pienso que el café era solo un pretexto para hacer lo que más amaban, compartir el arte del sonido y el silencio, en el brillo de sus ojos verdes se notaba el amor a la música, incluso había momentos en los que disfrutábamos de los violines de Pedro Gómez… De las y los artistas poblanos tengo mucho más qué contar, pero eso será en la siguiente entrada de este blog.

Edición del texto: Erika Chávez González 

 

Viernes, 06 Agosto 2021 11:51

Besada por Pedro Infante

 Por Mónica Franco

“¡Pedro Infante la besó a ella!”, gritaban con sobresalto y la señalaban las mujeres que hacían una valla humana en la avenida Juárez, para ver pasar al gran ídolo de México. El protagonista de “Nosotros los Pobres” y “Ustedes los ricos” iba a bordo de un Cadillac blanco descapotable, que salía del Toreo de Puebla, en donde dio un concierto para unas 13 mil personas. Era 1953.

“Pasaste a mi lado… con gran indiferencia… tus ojos ni siquiera voltearon hacia mí”… Así le cantaban las poblanas a Pedro Infante, mientras la protagonista de esta historia, la mujer que fue besada, sentía que la estrella de cine le cantaba al oído “Amorcito corazón, yo tengo tentación de un beso”.

Es momento de presentarles a Guadalupe Escobar Hernández, llamada cariñosamente “Pita”, una poblana de 90 años, quien suspira y sonríe al recordar que fue besada por Pedro Infante cuando tenía 22 años.

Sus ojos permanecen vivaces, al igual que su espíritu y feminidad. Un color coral brilla en sus labios, su aroma es de flor de azahar. Usa medias y falda larga. Pita es personificación de la dignidad, monumento de memoria viva y deslumbrante.

Pita nació en 1931, en el barrio de Santa Clara. A los pocos años, su familia se trasladó al segundo patio de la casona marcada con el número 325 de la avenida Reforma, espacio que ahora ocupa Teléfonos de México.

El 11 de agosto de 1939 se inauguró el elegante Cine Reforma, cuando Puebla ya contaba con 140 mil habitantes. Pita se sentaba con Joaquín, su pequeño hermano, en el quicio de la puerta de la vecindad. Desde ahí observaban las luces de la marquesina del cine, que anunciaba “Lo que el viento se llevó”, “Cumbres Borrascosas” o “El Mago de Oz”.

Un año después, el padre de Pita compró un terreno en la naciente colonia Rancho Azcárate, cerca del Campo Aéreo Militar Pablo L. Sidar, conocido como Aviación, hoy, Parque Ecológico Revolución Mexicana. En esa época no había drenaje, agua potable ni electricidad en esa zona.

Pita y sus hermanos lloraban porque querían regresar al centro histórico; querían seguir viendo las luces de la marquesina del cine y sentarse en las bancas del zócalo de la ciudad.

A finales de 1940, el gobernador de Puebla, Maximino Ávila Camacho, llevó servicios públicos a todas las colonias que rodeaban el campo de aviación. Quería establecer una escuela de pilotos una vez que se convirtiera en el secretario de Comunicaciones y Obras Públicas del gobierno de su hermano, el presidente Manuel Ávila Camacho.

Pita recuerda la llegada del agua y la luz como uno de los más grandes sucesos de su vida, al igual que cuando Pedro Infante aterrizó en el campo de Aviación y cantó para un grupo de niños que jugueteaban por ahí. Era 1942, cuando el cantante era uno de los más escuchados en la XEB AM e iniciaba su despunte en la industria cinematográfica.

“A escondidas de mi mamá, mi amigo Florentino me rentaba una bicicleta por 25 centavos. Nos encontrábamos en Aviación cuando, de una avioneta, descargaron cerdos. De ahí bajó un hombre bien parecido, de pantalones vaqueros, camisa a cuadros y con sombrero ranchero. Uno de los chicos gritó: ‘¡Es Pedro Infante!’”.

Cuenta que lo siguieron por el hangar y que le insistieron tanto que cantara, que Infante bajó una guitarra de su avión y dio un mini concierto para la pandilla de niños. Además, los llenó de golosinas y refrescos. “En ese entonces no había cámaras, si no, serían recuerdos muy fuertes”, expresa Pita.

En ese momento, ella tenía 11 años. No sabía que, poco más de una década después, el destino los volvería a encontrar fugazmente. En 1953, Pedro Infante, ya con una carrera consolidada, se presentó en El Toreo, ubicado en la 9 Poniente 1901, espacio que hoy ocupa una tienda de autoservicio.

Al terminar el concierto, al que Pita acudió con su hermano Efrén y una prima, las seguidoras de quien fuera considerado uno de los hombres más viriles y carismáticos de la época, se arremolinaron por la avenida Juárez a la altura de la 17 Sur: “Caminábamos rumbo al Paseo Bravo, para tomar el autobús Panteón-Aviación, cuando nos detuvimos en un alto que marcó el agente vial, parado arriba de un banquito de madera. En ese momento, el Cadillac blanco de Pedro Infante también se detuvo. Él se estiró y desde el auto me besó en la mejilla. No sé si me reconoció, porque solo a mí me besó. Todas gritaban: ‘¡Pedro Infante la besó a ella!’”, y la nostalgia se arremolina en sus ojos.

Pita se arrepiente ahora de no haberse volteado para que el beso hubiera sido en la boca y no en la mejilla, que, asegura, no se lavó en muchos días.

Después de ese suceso, nuestra protagonista dejó la colonia Azcárate para trasladarse al barrio El Alto, en donde vivió dos años en el edificio Noche Buena. Sus recuerdos se concentran en las calles empedradas, que caminaba con zapatillas para ir a su trabajo, y en el chileatole y los postres que vendían en el mercado El Alto.

Pita calcula que tendría como 25 años cuando su familia se mudó al barrio de Los Remedios, muy cerca de la iglesia homónima localizada en la calle 20 Norte (entre 8 y 6 Oriente), a unas cuadras del mercado Acocota y el Centro de Convenciones, que en otros tiempos sirvió de cuartel al general Ignacio Zaragoza, en la batalla del 5 de mayo de 1862.

Zaragoza eligió esta edificación por su cercanía al camino de la entrada de Veracruz, por donde se acercaría el ejército francés, y también por la comunicación con los demás terrenos que se encontraban cerca a los Fuertes de Loreto y Guadalupe.

Del barrio de Los Remedios, Pita recuerda con añoranza la fiesta de la virgen, que se realizaba del 1 al 8 de septiembre, cuando había una feria con antojitos, juegos mecánicos, mariachis y las danzas de Moros y de Huehues.

Pita es como un cofre de tesoros: dentro de sus memorias políticas están las reformas universitarias, que provocaron enfrentamientos violentos entre “fúas” (integrantes del Frente Universitario Anticomunista, la derecha) y “carolinos” (estudiantes y maestros de izquierda) en 1961. Asimismo, el movimiento lechero, que se opuso a la pasteurización propuesta por el entonces gobernador de Puebla, general Antonio Nava Castillo, en 1964. Más recientemente, recuerda su participación en las marchas contra el desafuero del actual presidente de México, Andrés Manuel López Obrador.

Este relato es solo una parte de las memorias de Pita, la relacionada con los sitios en los que vivió, todos ubicados en el corazón de la ciudad, el Centro Histórico, la Casa de todas y todos.

 

Ortega Camarillo, David; y Francisco Navarro Sada

Conocer, valorar y compartir. Propuesta didáctica para la apropiación social del patrimonio cultural, México, Con Sentidos. Rutas para la Educación, 2020, pp. 128.

Promover los procesos de apropiación cultural en una localidad es todo un desafío, principalmente cuando no se tienen a la mano las herramientas adecuadas. Por esta razón, la Biblioteca Jean Paul L’Allier te invita a conocer este libro, dirigido tanto a docentes de educación básica como a promotores culturales. En él encontrarás, además de las reflexiones de los autores, diversas metodologías para la puesta en marcha de procesos creativos, así como recomendaciones para el desarrollo de múltiples actividades, encaminadas a propiciar experiencias colectivas que ayuden a conocer, valorar y compartir el patrimonio cultural.

La educación patrimonial, para el caso mexicano, es un ámbito que aún está en desarrollo. Por esta razón, este libro cumple con una función importante. Organizado en cuatro capítulos, las lectoras y lectores aprenderán sobre qué es la didáctica del patrimonio cultural; cuáles son los ejes metodológicos para la apropiación social del patrimonio cultural; la experiencia formativa de vigías del patrimonio cultural en México; así como los procesos creativos para la apropiación social del patrimonio cultural en contextos comunitarios. En suma, un libro que sin duda constituye una referencia obligada para el desarrollo de proyectos y actividades destinadas a fortalecer los procesos de apropiación cultural en Puebla, ciudad Patrimonio Mundial.

 

Galina Russell, Isabel; PEÑA PIMENTEL, Miriam; PRIANI SAISÓ, Ernesto; BARRÓN TOVAR, José Francisco; DOMÍNGUEZ HERBÓN, David; y Adriana ÁLVAREZ SÁNCHEZ (coords.)

Humanidades digitales: lengua, texto, patrimonio y datos, Ciudad de México, Bonilla Artigas Editores, 2018, pp. 234.

Las humanidades digitales llegaron para quedarse. Indudablemente se trata de un terreno fértil. Día a día, se presentan nuevas propuestas en todos los rincones del planeta. De manera particular, en América Latina se han desarrollado proyectos novedosos, y prácticas incluyentes, que ayudan a fortalecer el posicionamiento de esta nueva disciplina. Como bien apunta José Francisco Barrón Tovar, desde que las tecnologías digitales empezaron a invadir las prácticas, los objetos, las metodologías, y los alcances de los humanistas, surgieron múltiples preguntas referentes a qué efectos históricos traerán dichas transformaciones. Hoy en día, las herramientas digitales son una realidad. Así lo ha demostrado, desde el año 2011, la RedHD (Red de Humanidades Digitales), iniciativa encaminada a fortalecer y promover la comunicación entre los humanistas digitales de la región (http://www.humanidadesdigitales.net/).

 

 

En este sentido, es indudable que nuestra manera de comprender, comunicar y divulgar el patrimonio cultural se transforma vertiginosamente. La Biblioteca Jean Paul L’Allier te invita a conocer esta obra, escrita por académicos que conforman la RedHD, la cual te será de utilidad para hallar nuevas formas de transmitir conocimiento y desarrollar proyectos encaminados a fortalecer los referentes identitarios de Puebla, todo ello a partir de la aplicación de tecnologías digitales. Un libro que te ofrece herramientas básicas para dar a conocer, y comunicar con el mundo, las particularidades de una ciudad Patrimonio Mundial.

 

 

 

VÉLEZ PLIEGO, Francisco M.; y M. Ambrosio GUZMÁN ÁLVAREZ

Cartografía histórica de la ciudad de Puebla, Puebla, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, 2016.

 El concepto de cartografía, empleado desde el siglo XIX, fue implementado por el portugués Manuel Francisco Barros e Souza. Dicho concepto se refirió, en un primer momento, al estudio de los mapas antiguos. Hoy en día la definición se ha ampliado, incluyendo también el arte, la ciencia y la tecnología de hacer mapas.

 

En este libro, la Biblioteca Jean Paul L’Allier te invita a conocer algunas de las primeras representaciones cartográficas de la ciudad de Puebla. Ordenadas de manera cronológica, la más antigua es la del año 1698, realizada por Cristóbal de Guadalajara, titulada “Planta de la ciudad de los Ángeles de la Nueva España”, la cual se conserva en el Archivo General de Indias. En total, el libro contiene 26 planos que muestran, desde 1698 hasta 1947, las transformaciones de Puebla, ciudad Patrimonio Mundial.

 

 

 

 Baxter, Sarah

Destinos literarios, Madrid, Anaya, 2020, pp. 143.

Existen múltiples formas de conocer una ciudad. Entre las más fascinantes se encuentra aquella que, por medio de una multitud de palabras, le da vida a una infinidad de paisajes, calles, olores, sensaciones, etc. Ciudades de tinta, aquellas que la literatura recrea y reconstruye, las cuales, en más de una ocasión, se vuelven más reales que cualquier fotografía. En este libro, la periodista Sarah Baxter nos invita, por medio de la lectura y la imaginación, a descubrir la esencia de ciudades emblemáticas. Un viaje que no sólo es geográfico, sino también que nos adentra en diversas eras y épocas históricas. Para ello, recupera fragmentos de los clásicos de la literatura. Por ejemplo, en Los miserables (1862) nos muestra a París, ciudad francesa de la luz y la miseria. En Ulises (1922) de James Joyce, Dublín es un mundo en miniatura, que se devela a través de los acontecimientos rutinarios de una épica jornada irlandesa. En cometas en el cielo (2003) de Khaled Hosseini, Kabul, capital afgana, se presenta como una ciudad mística perteneciente al camino de la seda, en la cual su cultura ancestral se ve abruptamente truncada por una tragedia moderna.

 

 

Los destinos literarios aquí presentados, ilustrados magistralmente por Amy Grimes, nos develan mundos cautivadores. Más allá de ser únicamente el telón de fondo de las tragedias, romances y desventuras que se narran en ellos, se convierten, muchas veces, en los verdaderos protagonistas. A decir de Sarah Baxter, “las palabras, la cultura y los hechos están entrelazados y profusamente representados en una novela que leerla se asemeja a recibir una maravillosa lección de historia sin siquiera darnos cuenta.” Así pues, con este libro, la Biblioteca Jean Paul L’Allier te invita a descubrir, y disfrutar, 25 destinos literarios, los cuales podrás comparar con Puebla, ciudad Patrimonio Mundial.

 

 

Por Ariel Azuara Campos

Si querías estar en una tardeada en los años sesenta, conseguir los discos de Elvis Presley, The Doors o The Beatles, era parte de tus necesidades vitales. Mis amigos de la secundaria, y luego los de preparatoria, buscaban cualquier ocasión y oportunidad para realizar la famosa tardeada estudiantil. Lo primero era saber en casa de quién se iba a realizar.

Claro que había que obtener el permiso de los padres, eso sí, bajo sus condiciones; después se acordaba con el grupo el día y la hora, aunque eso era muy fácil ya que por lo regular las tardeadas eran los viernes después de haber cumplido con nuestro deber de ir a la escuela, o los sábados de 5 de la tarde a 10 de la noche como máximo.

Hacer una tardeada era algo que nos tomábamos muy en serio, los organizadores se repartían las comisiones para tal efecto. Dependiendo del número de asistentes, aportábamos una cooperación para realizar las compras en la tienda del barrio, que poco a poco fuimos dominando hasta lograr un cálculo perfecto. Nuestra lista consistía en dos rejas de refrescos chicos, tres paquetes de pan de caja, un frasco de mayonesa grande, dos kilos de jamón o queso de puerco en rebanadas delgadas (según el presupuesto), un paquete de popotes, una lata grande de rajas en vinagre rojas, servilletas y hielo. Cuando había un poco más de dinero (rara vez sucedía, pero sí llegaba a pasar) se compraban aceitunas, palillos y queso de vaca que se partía en cuadros; eso era para días especiales, cuando estábamos celebrando un cumpleaños o festejando una mención honorífica para el grupo o al equipo mejor calificado al presentar un trabajo. Cualquier cosa era pretexto para reunirnos y convivir. 

Dos horas antes de que nos reuniéramos, los comisionados llegaban a la casa elegida para mover los muebles ¡Era básico dejar espacio suficiente para bailar! Quienes estaban en la comisión del “tentempié”  preparaban los bocadillos con mucha destreza: rápido ponían en media rebanada de pan, la media rebanada de jamón y una raja de adorno, así rendían y se veían más elegantes.

Los refrescos se enfriaban en una tina o en cubetas,  a un lado debía estar el destapador, popotes, y una toalla para secar el refresco, el cual, cuando llegábamos, ya estaba deliciosamente frío.

Al llegar contábamos cosas de la escuela, chistes “blancos” o comentábamos los artículos de revistas de la época como “Notitas musicales”. Seguramente lo más leído de esa publicación eran las dos páginas donde venía la canción de moda ¡Uy también la revista Cinelandia! Ahí nos enteramos del estreno de la película Odisea del Espacio 2001, estábamos muy pendientes de que llegara a la cartelera del cine Variedades.

Cuando se prendía la consola y se ponía un disco  LP del grupo o solista de moda, el responsable de repartir los bocadillos, pasaba con servilletas en mano. Aunque yo me los preparaba en casa, esos bocadillos de las tardeadas siempre me sabían mejor, no sé por qué.

Estoy seguro de que gracias a esas tardes de amistad, tuvimos la fortuna de conocer la música de grupos y solistas que se estaban escuchando seguramente en otras partes del mundo, Bill Haley, Ray Conniff, Fausto Papetti, The Rolling Stones, Janis Joplin, Bob Dylan, Connie Francis. Por supuesto, también escuchábamos las “rolas” (así les decíamos) de los artistas nacionales (Los Rebeldes del Rock, los Hooligans, los Locos del Ritmo, Crazy boys, los Apson, Los Brincos, Gloria Ríos, Rocking Devil´s, Angélica María, César Costa, Johnny Laboriel, Manolo Muñoz, Alberto Vázquez. ¡Qué tiempos! Y es que al llevar cada uno sus discos LP bajo el brazo (todos con nombre para que no se confundieran), se formaba un gran catálogo de música.

Bailábamos un buen rato. Cuando el ambiente estaba en pleno apogeo, alguien proponía el juego de “los calabaceados”,  que consistía en estar todos en pareja, salvo uno, y al comenzar el baile el calabaceado, fuera mujer u hombre, tomaba a cualquiera de las parejas, y así se continuaban intercambiando al calabaceado. ¡Era emocionante! porque al acabar la pieza musical, quien se quedara solo, entregaba una prenda. 

A veces alguien llevaba una guitarra, cuando eso sucedía… ¡Era el momento para cantar! Había canciones que no podían faltar en nuestro repertorio, una de ellas era “Siluetas”: 

Oh, anoche fui por ti (sin pensar)

Lo que me iba a suceder (al llegar)

Tras de tu ventana dos siluetas distinguí

En la oscuridad con otro te encontré (siluetas, siluetas, siluetas, siluetas)...

 

O “Tus ojos”, pero quizá las más conocida por todos mis amigos era “Mi pueblo” una canción de Paul Anka, cantada por César Costa:

Me fui de viaje solo, a ver si así

Tú me querías como yo a ti

Pero al llegar al pueblo en que nací

Al solo verlo, me sentí feliz. 

Toda la gente me empezó a mirar

Cuando al bajarme comencé a cantar

Oía a lo lejos las aves silbar

El sol de pronto quería brillar

 

Cuando ya estaba por terminar la reunión, el calabaceado debía cumplir un castigo. Así se finalizaban las tardeadas para todos, después el grupo comisionado acomodaba los muebles en su lugar, recogía la basura, colocaba los envases de refrescos en las rejas para poder entregarlos al día siguiente.

Ahora que lo pienso, esos años fueron momentos de cambio, las olimpiadas, el 68… México estaba cambiando y Puebla también.

 

Edición del texto: Erika Chávez González 

 

 

Martes, 29 Junio 2021 16:21

Voces subterráneas

La arqueología es una ciencia enfocada al estudio del desarrollo de la sociedad, mediante el hallazgo de cultura material depositada en el subsuelo a través del tiempo, la cual puede complementarse y enriquecerse con la información generada por el dato histórico, arquitectónico y etnográfico. En Puebla los trabajos de arqueología comienzan a partir de los años 70´s, desarrollándose con un grado de interés nulo y llevándose a cabo con ciertas restricciones de índole político, económico, religioso e ideológico.

A pesar de los obstáculos, la arqueología urbana poblana comienza a dar frutos en la última mitad de los años noventa, con el trabajo realizado por equipos de reconocimiento científico e interdisciplinario, enfocados en el resguardo, preservación y difusión del patrimonio histórico de la ciudad, y quienes hasta hoy en día son piezas fundamentales en el progreso de la arqueología poblana.

Inauguración de la exposición "Voces Subterráneas. La arqueología urbana en la ciudad de Puebla" el 29 de noviembre de 2012. Arnulfo Allende Carrera

Del 26 al 30 de noviembre de 2012, se llevó a cabo el II Congreso sobre estudios antropológicos de Puebla, organizado por el Colegio de Antropología Social de la Facultad de Filosofía y Letras de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. A raíz de este evento y en un esfuerzo por la revaloración social mediante la difusión y divulgación del patrimonio arqueológico, Lillian Torres González y Stefan Carvajal Garduño plantearon la idea de desarrollar una propuesta museográfica, que buscara manifestar a la población la importancia de la Arqueología en el contexto urbano, sus aportes a la historia de la ciudad de Puebla, así como su contribución al conocimiento y cuidado del Patrimonio Cultural.

Del mismo modo, realizándose un trabajo en conjunto que involucró los esfuerzos de estudiantes, profesores y otros profesionales como Arnulfo Allende Carrera, Juan Antonio Cerquera Guerrero, Erik Chiquito Cortés, Rodolfo García Cuevas, Guadalupe Gutiérrez Martínez, Frida López Muciño, María Teresa Meléndez Morales, Luis Manuel Mora del Carmen, Martha Patricia Orduña Pérez, Citlalli Reynoso Ramos, Andrea Rivera Meza, María Inés Judith Romero Rosas, Diana Alejandra Ruíz Cruz , Axel Silva Zamora, Frederick Thierry Palafox y María de los Ángeles Velasco Jiménez.

Siendo dicho exhibición un ejercicio académico e institucional para llevar a cabo un proyecto museográfico a la realidad, se inauguró el 29 de noviembre de 2012 en el Museo de la Memoria de la Memoria Histórica Universitaria la exposición denominada “Voces Subterráneas. La arqueología urbana de la ciudad de Puebla”.

Objetos arqueológicos expuestos y visitantes a la exposición "Voces Subterráneas. La arqueología urbana en la ciudad de Puebla". Lilian Torres González

Voces subterráneas planteó la importancia del quehacer arqueológico como proveedor de información social, cultural, económica y religiosa de los pobladores antiguos, reflejando actividades humanas en determinadas zonas y periodos de tiempo en Puebla, abarcando desde la enigmática época prehispánica hasta el innovador siglo XX. Todo lo anterior reunido en veinte años de labores arqueológicas realizadas en la Angelópolis, destacando proyectos como:

1.- Proyecto Arqueológico, Arquitectónico e Histórico del Estanque de los Pescaditos (1997), en donde se registraron los primeros asentamientos prehispánicos de la ciudad, así como restos arquitectónicos de antiguas fábricas. El material se conformó por vasijas de barro ubicadas temporalmente en el Preclásico Medio (100 a.C. a 200 d.C.), otras en menos cantidad correspondientes a los periodos Clásico y Posclásico (Cedillo, 1998) y loza mayólica correspondiente a los siglos XVI y XVIII.

2.- Salvamento Arqueológico del Paseo de San Francisco (1996-1998 y 2003-2005), el cual mostró evidencia de construcciones fabriles, espacios conventuales, casas habitación, así como de obras hidráulicas. El material cerámico encontrado fue fechado para los siglos XVI y XVIII; además de presentarse evidencia de vidrio, juguetes de plástico, utensilios relacionados con la industria, municiones y demás artefactos de guerra.

4.- Proyecto de intervención y reutilización de la Ex Fábrica La Constancia Mexicana (2011), documentando el reconocimiento por etapas de elementos tanto arquitectónicos, como partes integrantes del sistema mecanizado de producción industrial observables en superficie y complementado con la información obtenida a través de excavaciones [I]. La cultura material se conformó por cerámica vinculada a los siglos XIX y XX.

5.- Proyecto Remodelación del Museo Amparo (2011), registra por medio de excavaciones el proceso de cimentación del edificio, localizándose un sistema de drenaje hecho de ladrillo y tubos de barro [II] El hallazgo cerámico fue fechado para los siglos XVIII y XIX, el cual descendió de contextos caseros y se vinculó con la preparación y consumo de alimentos. Además de hallarse vidrio, metal y plástico ubicados en un rango de mediados del siglo XVIII a principios del siglo XX.

6.- Proyecto Fuerte de Loreto (2012), en el que se obtuvo información acerca de los procesos constructivos y de ocupación del fuerte [III], quedando al descubierto cerámica, vidrio y metal vinculados a los siglos XIX y XX.

7.- Informe correspondiente al hallazgo de una trinchera que sirvió de refugio al ejército francés durante la toma de la ciudad de Puebla en 1863, hallada dentro del Barrio de San Sebastián [IV], lográndose el descubrimiento de vasijas de barro vidriado vinculadas al siglo XIX y utilizada por el ejército francés.

Dichas labores arqueológicas y sus resultados fueron el impulso para crear un proyecto que pasó de estar únicamente en propiedad de especialistas en la materia, y se centró en la comunicación a la ciudadanía. Siendo el patrimonio material la evidencia que complementó y enriqueció los 6 temas principales que conformaron Voces subterráneas. Los temas fueron los siguientes:

  • Ecos sagrados de los pobladores prehispánicos: En este apartado se reconoce la existencia de asentamientos prehispánicos funcionando al momento de la llegada de los conquistadores españoles. Tomando al Almoloyan (río San Francisco) como elemento vital en el desarrollo ideológico de los grupos indígenas antiguos. Pudiendo ser el agua un valioso líquido, digno de ser ofrendado posiblemente con vasijas de alimentos u otras provisiones.
  • Arqueología de la Fundación: Se da a conocer la fundación de la Puebla de los Ángeles, sobre un valle denominado Cuetlaxcoapan, y de cómo esta ciudad de paso formó parte de diversos proyectos sociales, mismos que tuvieron impacto en el pensamiento ideológico tanto indígena como europeo. Un ejemplo quedaría expresado en la cerámica denominada como de contacto o fundacional (1531-1570), manufacturada con materiales y técnicas de tradición indígena, pero con formas y decoración de influencia europea.
  • Viviendo en la Puebla colonial: Se describe un periodo en donde las influencias orientales y europeas son apreciables en la manufactura de la cerámica mayólica poblana de los siglos XVI, XVII y XVIII, industria que se convierte en una de las más importantes para la ciudad. Aunado el control y regulación en la elaboración de loza vidriada, lo cual crea desacuerdos entre los loceros de la luz, quienes implementan una nueva modalidad tipo chorreada y que hoy en día se conoce como el tipo “La Luz negro/café”. De igual manera, observándose una época en donde las leyes o normas impuestas por el gobierno prohibían los cultos y costumbres paganas e idólatras, que en muchas ocasiones fueron infringidas por los habitantes.
  • Entre guerras y suspiros. El siglo XIX poblano: Se muestra un siglo de acciones militares, al ser la ciudad objeto de batallas y guerras. Presenciándose un periodo en el que la alfarería poblana decaía, mientras que la llegada de porcelanas y lozas europeas, fabricadas con procedimientos industriales serían las de mayor demanda. A consecuencia de esta situación, mucho de los alfareros poblanos logran la imitación de los estilos y formas de la vajilla europea.
  • De telares, chacuacos, algodones y sabores. La industria en Puebla: Esta segunda parte del siglo XIX, muestra el nacimiento de una puebla industrial, bajo la creación del primer complejo manufacturero de América Latina, donde se producían hilo, tela, zapatos, pieles, camas de latón, fósforos, pastas para sopa, vidrio y aguas gaseosas.
  • La era del plástico y el vertiginoso siglo XX: Se describe la transformación social poblana, colocándose para este tiempo como una ciudad moderna, con avances en tecnología, la cual se manifiesta a través de la transformación del petróleo en plástico, un adelanto que permitió la elaboración de recipientes de plástico y la fabricación de juguetes con molde en serie, por mencionar figuras de soldados, vaqueros, apaches y autos.

Cartel "Voces Subterráneas. La arqueología urbana de la ciudad de Puebla", 2012.

Durante el año 2012 Voces subterráneas fue una exposición temporal, recibida por el público con gran interés y agrado. Tal fue la aceptación que tres años más tarde, el 30 de junio de 2015 vuelve a colocarse en el ojo del espectador poblano por solicitud del Instituto Nacional de Antropología e Historia INAH Puebla, presentándose nuevamente y por primera vez en el Museo Regional de Puebla MUREP, pero en esta ocasión con la incorporación de material proveniente de dicho museo y titulada “Voces Subterráneas. Caminando por la memoria de Puebla”. Tal acontecimiento, reconoció la necesidad de integrar otras propuestas tanto para el desarrollo y perfeccionamiento de la museografía, como para el enriquecimiento del saber.

 

Difusión y Divulgación: estrategias que comunican el patrimonio

 “Voces subterráneas. Caminando por la memoria de Puebla” fue la nueva versión que, a través de dos estrategias como son la difusión y divulgación logró concientizar a la población sobre el valor de la arqueología en Puebla. Pasando de ser conocimiento exclusivo de la comunidad científica a formar parte de un proceso educacional, que incluyó a la población en general y cuyos resultados ayudaron a fortalecer nuestra identidad local.

Si bien, los términos difusión y divulgación pueden tener significados similares, en el ramo científico su comunicación es dirigida a dos tipos de público. De acuerdo con Sarelly Martínez “la difusión de la ciencia es una actividad cuyo mensaje apunta a un público especializado en un determinado tema. La divulgación, por el contrario, busca que el mensaje sea asequible para todo tipo de personas”.⁶

Asumiendo dicha postura, es importante enfatizar que el conocimiento adquirido mediante las excavaciones arqueológicas y documentado en diarios de campo, reportes, proyectos, ponencias o publicaciones científicas restringe su difusión a un público docto en la materia, describiéndose con un lenguaje especializado que resulta en muchas ocasiones irreconocible y tedioso para la audiencia en general.

Sin embargo, Voces subterráneas adaptó dicho conocimiento y buscó su divulgación a través de un lenguaje comprensible, planteando nuevos discursos y mostrando en un nuevo contexto aspectos desconocidos del patrimonio cultural, lográndose así el apropio de la herencia histórica.

Asimismo, por medio de una divulgación y museografía adecuada, (esta última encargada de la estética, incorporando técnicas y normas como el resguardo, seguridad, ubicación, exhibición de los objetos y el diseño de guiones,), se logró la valoración del objeto, partiendo de la idea de que dicha valoración no radica en que tan antiguo o perfecto sea, sino en la información histórico-social que este pueda ofrecer, pues es precisamente de esta información con la que el espectador enriquece su conocimiento e imaginación, permitiéndole que esta última sea capaz de llevarlo a crear momentos, lugares y personajes que pudieran alimentar sus historias locales y regionales.

 

Conclusiones

Voces subterráneas fue sin duda el primer proyecto temporal didáctico que mostró información relevante sobre las diferentes etapas evolutivas de la ciudad, esto gracias al patrimonio resguardado bajo nuestros pies y descubierto por medio de excavaciones arqueológicas. La idea de esta propuesta no fue solo mostrarnos bienes patrimoniales meramente como objetos, sino describir y narrar todos aquellos procesos sociales y culturales que hicieron al propio objeto, así como su relación con el ser humano.

Las exposiciones temporales son elementos que forman parte del complementario museológico, planteando nuevos argumentos y nuevas maneras de abordar temas que aún son desconocidos para la sociedad. Sin embargo, es obligación de todo especialista difundir y divulgar los resultados de sus investigaciones, pero también de encargarse en establecer un reconocimiento del patrimonio, mediante un fácil acceso e información inteligible, logrando que el público se sienta atraído por conocer parte de su historia.

Como podemos suponer, la concepción de arqueología en Puebla cuenta con una larga y compleja evolución. La comprensión de su pasado ha sido un trabajo en equipo, incorporándose conocimiento de otras disciplinas, lo que ha permitido perfeccionar el resultado final de los estudios. De este modo, tenemos que seguir trabajando para que la arqueología poblana se convierta en una disciplina y quehacer esencial, favoreciendo su manifiesto en diversos medios.

Bibliografía

  • ALLENDE CARRERA, Arnulfo, “Diagnostico Arqueológico del Inmueble Histórico. Proyecto de intervención y Reutilización de la Ex Fábrica La Constancia Mexicana en Puebla. Pue.”, Archivo de la Sección de Arqueología del Centro INAH Puebla, 2011, p. 36.
  • “Hallazgo de una Trinchera Histórica en la Ciudad de Puebla. Informe diario de Actividades”, Instituto Nacional de Antropología e Historia INAH. Puebla, Archivo de la Sección de Arqueología del Centro INAH Puebla, 2014, p. 1.
  • ALLENDE CARRERA, Arnulfo y Erik CHIQUITO CORTÉS, “Informe General de Sondeos Arqueológicos en el Fuerte de Loreto. Reporte preliminar”, Instituto Nacional de Antropología e Historia INAH. Puebla, 2012, p. 5
  • ALLENDE CARRERA, Arnulfo, MARTÍNEZ VÁZQUEZ, Raúl y Martha MUÑOZ ARAGÓN, “Remodelación del Museo Amparo. Rescate Arqueológico. Puebla.”, Archivo Técnico del Consejo Nacional de Arqueología. INAH. México. 2011, p. 35
  • CEDILLO ORTEGA, Carlos, “Proyecto arqueológico, arquitectónico e histórico del Estanque de los Pescaditos”, en Primer Congreso Nacional de Arqueología Histórica. Memoria, Enrique FERNÁNDEZ y Susana GÓMEZ (coords.), México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Instituto Nacional de Antropología e Historia, 1998, pp. 282-293.
  • MARTÍNEZ, Sarelly, “La difusión y divulgación de la ciencia en Chiapas”, en Razón y Palabra. Primera Revista Electrónica en América Latina Especializada en Comunicación, 78 (noviembre 2011-enero 2012).
  • MUSEO DE LA MEMORIA HISTÓRICA POBLANA, “Voces subterráneas. La arqueología urbana en la ciudad de Puebla”. Anteproyecto de   Exposición Museográfica. BUAP, 2012.
  • MUSEO REGIONAL DE PUEBLA, “Voces subterráneas. Caminando por la memoria de Puebla”. Guión curatorial de exposición temporal, Centro INAH Puebla, 2015.

  1. Arqueóloga por la Universidad de las Américas Puebla UDLAP.
  2. ALLENDE CARRERA, “Diagnostico Arqueológico…”.
  3. ALLENDE CARRERA, MARTÍNEZ VÁZQUEZ, y MUÑOZ ARAGÓN, “Remodelación del Museo Amparo…”.
  4. ALLENDE CARRERA y CHIQUITO CORTÉS, “Informe General de Sondeos…”.
  5. ALLENDE CARRERA, “Hallazgo de una Trinchera…”.
  6. MARTÍNEZ, “La difusión y divulgación…”.