Gerencia del Centro Histórico - Elementos filtrados por fecha: Febrero 2024
Miércoles, 21 Febrero 2024 19:44

Puebla a través del tiempo

 

 

Rinconada del Factor

1939

Fotógrafo anónimo

Colaboración con Puebla Antigua

 

Publicado en Cuetlaxcoapan 36
Miércoles, 21 Febrero 2024 19:28

Agenda del Centro Histórico

 

 

En esta sección te recomendamos conocer y visitar los comercios más icónicos del Centro Histórico de Puebla, mismos que han marcado la cotidianeidad de las y los poblanos.

 

  1. Almacenes Rodríguez

Av. 4 Poniente No. 301

9:30 a2030 horas

Desde 1950, año de su fundación, ha comercializado textiles; y en la actualidad, prendas de ropa para toda la familia.

  1. La Moderna. Casa Yitani 

C.3 Norte No. 396

 8:30 a 20:30 horas S

Sedería, mercería y telas. Fundado en 1917, este establecimiento es un referente en la venta de telas finas.

  1. La Cadena

3 Norte No. 810

9:00 a 20:00 horas

Esta popular mercería vende artículos de decoración de temporada, manualidades y papelería. Abrió sus puertas en 1911.

  1. Librería Paulinas

C.2 Sur No. 306 10:00 a 19:00 horas

Esta librería especializada tiene a la venta artículos y libros religiosos, y se encarga de distribuir en la arquidiócesis de Puebla los misales semanales.

  1. Florería La Orquidea

2 Sur No. 509 8:00 a19:00 horas Desde hace más de seis décadas, esta icónica floreria especializada en orquídeas es una de las florerías más visitadas del Centro Histórico de Puebla.

  1. Tienda de ropa La Nueva España

C 5 de Mayo No.2

11:00 a 19:00 horas

Esta tienda de ropa y artículos para caballeros y niños cuenta con más de 100 años de tradición y experiencia.

  1. Camisería Fer-Sal

Av.2 Poniente No. T18-C 11:00 a 19:00 horas Esta camisería, fundada en 1963, es uno de los principales comercios que ofrecen un extenso surtido de camisas de todas las tallas, diseños y marcas.

  1. Tienda de cartuchos González Galindo

Av. 2 Poniente No. 311

10:00 a 20:00 horas

De las últimas tiendas de su estilo en el corazón de la capital poblana, este establecimiento tiene a la venta artículos deportivos, principal- mente cartuchos para armas de cacería.

  1. Peluquería Iglesias

Av. 2 Poniente

No. 543 11:00 a 19:00 horas

Con más de 80 años de tradición, esta peluquería y barbería conserva el mobiliario típico de las peluquerías del siglo XX.

  1. Sombreros Cuauhtémoc

Av. 14 Oriente No. 11

10:00 a 19:00 horas

Desde 1937 está sombrerería está dedicada a la fabricación y distribución de sombreros de distintos tipos y para diferentes públicos.

  1. Perfumería Michelett

Av. Reforma 101-C

10:00 a 20:00 horas

Esta tienda, ubicada en la avenida principal del Centro Histórico, cuenta con más de 50 años de experiencia en el arte de vender perfumes y lociones a las familias poblanas.

  1. Casa Díaz

7 Norte No. 1403

9:00 a 18:30 horas

Fundado en 1930, este establecimiento se ha dedicado a vender máquinas de coser, así como refacciones y bordados.

  1. Telas Alpe

Av. 6 Poniente No. 306

9:30 a 20:00 horas

Esta surtidora de telas, a más de 50 años de haber sido fundada, cuenta con una amplia variedad de motivos tradicionales mexicanos.

  1. Bodega Bici Motos de Puebla Turbo

9:30 a 20:00 horas Este negocio cuenta con más de 50 años de experiencia distribuyendo refacciones para bicicletas y motocicletas.

  1. Bazar San Cristóbal

6 Sur No. 503 Local B 10:30 a 16:00 horas Este espacio, dedicado a aquellas personas amantes de las antigüedades, es ideal para visitar el fin de semana

16 . Peletería Pegaso

Av. 2 Oriente No. 414

10:00 a 19:00 horas

Este comercio, fundado en 1935, tiene a la venta artículos de piel y es uno de los últimos negocios que mantienen vivo este tradicional oficio.

  1. Casa Pedro Ruiz

3 Norte No. 802

9:30 a 20:00 horas

Esta icónica jarciería, con más de un siglo de servicio, tiene a la venta cabos, cordeles e implementos elaborados con fibras naturales.

  1. El Cisne de Puebla

C.3 Norte No. 609

10:00 a 18:00 horas

Con más de 45 años de experiencia, fue de las primeras tiendas especializadas en productos de repostería con venta de materias primas y artículos para fiestas.

  1. Farmadroguería Medina

Av. 4 Poniente No. 107

8:30 a21:00 horas

Fundada en 1921, fue la droguería más popular de la ciudad antes de la medicina comercial y de patente. Este establecimiento es un referente en la fabricación y distribución de productos naturales, químicos y farmacéuticos de alta calidad.

  1. Farmacias del Carmen

Av. 4 Poniente No. 30

8:00 a 21:30 horas

Durante muchos años se estableció como la principal farmacia poblana y estuvo ubicada en la emblemática calle 16 de Septiembre, frente al jardín Federico Escobedo.

 

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  • Cererias

Actualmente hay 6 establecimientos dedicados al comercio de la cerería se encuentran en estas calles, entre ellos “El Faro’, un comercio tradicional que fabrica velas y veladoras además de vender ceras. Este negocio inició a finales del siglo XIX.

  • Dulcerías

Se encuentran más de 20 establecimientos dedicados a la venta y fabricación de dulces típicos poblanos entre ellos “La Gran Fama’, una tienda de dulces típicos fundada en el siglo XIX y que, por su ubicación, fue testigo del inicio de la Revolución Mexicana al colindar con la Casa de los Hermanos Serdán.

  • Ferreterías

Se localizan más de 30 establecimientos ferreteros que ofrecen una gran variedad de herramientas manuales y eléctricas, así como insumos y materiales para la construcción.

  • Imprentas

Son más de 35 establecimientos dedicados a la impresión, serigrafía y bordados los que se encuentran en estas calles. Su variedad de servicios y productos hacen de esta zona un punto de referencia para producir todo tipo de mercancías y publicidad.

  • Papelerías

Estas calles cuentan con más de 27 establecimientos de artículos escolares o de oficina, entre las más populares se encuentra “El Tintero", que ofrece gran variedad de artículos de papelería al mayoreo y menudeo.

  • Pescaderías

En estas emblemáticas calles se encuentran decenas de establecimientos dedicados a la venta de una gran variedad de mariscos y pescado fresco.

  • Telas

En esta calle se ubican 3 establecimientos que ofrecen telas, artículos de decoración para el hogar y diversos materiales para manualidades. La tienda “Parisina”, es uno de estos establecimientos que cuenta con una trayectoria de más de 50 años en el mercado textil.

  • Ópticas

Esta zona cuenta con más de 17 establecimientos dedicados a la venta de lentes oftálmicos, solares y de contacto para toda la familia.

  • Botas y botines

En esta calle se encuentran distintos comercios dedicados a la venta de botas, botines, cinturones y muchos accesorios más de estilo texano.

  • Marcos

Con más de 5 negocios dedicados a la elaboración de marcos, esta calle es la referencia de todo aquel que desea enmarcar sus reconocimientos y fotografías.

  • Instrumentos musicales

Entre los establecimientos más populares en la venta de artículos musicales, se encuentra Centro Olmedo.

  • Estudios fotográficos

Desde hace décadas, esta calle es reconocida por ofrecer servicios fotográficos profesionales. Uno de los establecimientos más conocidos es el clásico: Castelán Hermanos.

  • Vestidos y disfraces

 Son 10 establecimientos ubicados en esta calle, los que se dedican a la venta de vestidos y disfraces para diferentes ocasiones.

  • Jugueterías

Todos los días del año se puede visitar esta zona para comprar una incontable variedad de juguetes y novedades.

  • Tecnología

En los últimos años esta calle se ha posicionado como el lugar predilecto para adquirir distintos artículos electrónicos como celulares, impresoras, bocinas, cargadores, entre muchos más.

  • Bicicletas

Esta calle ofrece todo para el equipamiento de bicicletas y motocicletas como refacciones, seguros, equipos de protección y luces.

 

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Miércoles, 21 Febrero 2024 18:53

La Ciudad de los mil y un productos

 

 

Julieta Castañeda Castellanos, Claudia Marín, Fernanda Gutiérrez

Edson Andrade Jiménez y José Ángel Soriano Zepeda

 

En esta edición te invitamos a reconocer la diversidad de productos que se venden en el Centro Histórico de Puebla. ¿Te imaginas algunos? Por su forma, material, color, textura, uso y ¡hasta sabor!, podrás identificar que la mayoría de estos objetos ya los has visto antes en sus hogares o durante sus exploraciones por las calles del centro.

  Sabías que... El Centro Histórico de Puebla cuenta con almacenes departamentales, tiendas especializadas y pequeños negocios familiares en donde puedes encontrar una gran diversidad de productos, desde libretas, colores y mochilas, hasta divertidas figuras de colección y soldaditos de plomo.

  Con tu vista de águila ayúdanos a contar cuán- tas veces aparece Patrimonito entre zapatos, letras y tambores que verás a continuación. ¡Cuando encuentres a Patrimonito, dale vida con tus colores favoritos!

  ¿Te gustaría conocer en dónde se venden es- tos productos? Consulta la sección de Croquis Temático en la página 80 y ubica las calles del Centro Histórico de Puebla en donde podrás visitar y apreciar con todos tus sentidos cada uno de ellos.

  No olvides compartir con nosotros una fotografía de tu recorrido en Facebook, Twitter e Instagram utilizando el hashtag: #ExploradoresDelPatrimonioPuebla

 

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Miércoles, 21 Febrero 2024 18:33

Deambular, observar y reconocer(nos)

 

 

Xosué Martínez

Gestor y comunicador social

 

Dedicado a las personas caminantes de A Pata

Yo quiero, para componer castamente mis églogas, Acostarme cerca del cielo, como los astrólogos, Y vecino de los campanarios, escuchar soñando Sus himnos solemnes arrastrados por el viento. Las dos manos bajo el mentón, desde lo alto de la buhardilla

(Baudelaire, 1857: 123)

  Es hora de salir a caminar con Páramo, mi perro de tres años cuya energía supera con crecesa la mía; pero como su cuidador, salir a marchar al menos dos veces al día por el centro de Puebla, el cerro de Loreto y Guadalupe, el parque Juárez, los barrios fundacionales o el Paseo Bravo se convierte tanto en rito como en necesidad. Se trata de una caminata que realizo con paciencia, alrededor, ya sea por cuestiones de seguridad o simplemente porque hay algo que me atrae, ya sea de día o de noche uso estos recorridos para cuestionarme qué significa vivir en esta zona de la ciudad.

  En primera instancia, me parece que ser un habitante del centro resulta un halago ya que en las últimas décadas ha ocurrido un proceso de despoblamiento que ha generado “la pérdida de uso habitacional en la zona central de la ciudad, en los barrios históricos y en colonias adjuntas al centro histórico, provocando su deterioro urbano y el desaprovechamiento de la infraestructura y equipamiento urbano de la que dispone” (IMPLAN, 2021: 39). En ese sentido, habitar el centro resulta una suerte de resistencia contra el proceso de gentrificación (desplazamiento de la población) ocasionado por el deterioro de algunos inmuebles, el alza en las rentas, la turistificación, el uso de suelo comercial; por mencionar sólo un poco del gran conglomerado de problemáticas que hacen percibir en ocasiones sus calles como solitarias, peligrosas, desordenadas e, inequívocamente, estridentes.

  Calles que son consideradas Patrimonio Mundial de la Humanidad desde 1987 por la Unesco por su Valor Universal Excepcional, por lo que representa un privilegio no sólo habitar sus calles, sino transitarlas y deambular viviendo de cerca la experiencia de la joya de la corona poblana. Sin embargo, no hablo de un deambular cualquiera, sino del caminar que el mismo Baudelaire utilizó para invocar a los cuadros parisinos de sus Flores del mal (1857): hacer fláneur y ser un contemplador silencioso de lo que ocurre en las calles como una actividad casi antropológica de poner atención en las personas y sus actividades, en los grandes edificios y los espacios públicos como parques y jardines, en las grietas que se asoman como testigos de la historia, en la configuración de las dinámicas sociales, el comercio ambulante y formal, las expresiones artísticas y culturales que tatúan las paredes; observar para dilucidar lo que significa el término ‘valor cultural excepcional' con el que se institucionaliza el patrimonio y que provoca que en ocasiones parezca distante.

  Para este ejercicio debemos observar el en- torno que nos rodea en cada paseo; no sola- mente para descubrir, sino para reconocer que la dinámica de la ciudad, como institución, es una obra de teatro donde los personajes caminan rápidamente en el marco del modelo de producción capitalista, que ha liberado de habitantes la zona para transformarlos en consumidores, en vendedores informales, en comerciantes, en ofertantes de servicios o hasta en turistas y vagabundos! Observar así, es también reconocerse testigo distante y protagonista de esta obra.

  Tanto la Zona de Monumentos Históricos como la zona centro que la engulle, manifiestan “una elevada capacidad de atracción de viajes por la concentración de unidades eco- nómicas (comercios y servicios), equipamientos urbanos y sedes político-administrativas” (IMPLAN, 2021: 71); provocando una fuerte dinámica social, administrativa y económica que perpetúa la centralización del Estado y sus instituciones.

  Como lo señala Debord: “Toda la vida de las sociedades en las que dominan las condiciones modernas de producción se presenta como una inmensa acumulación de espectáculos” (1967: 5), siendo esta centralización una forma de focalizar el espectáculo de un territorio que se llena de vida únicamente en horario de oficina, pero que irónicamente nos ofrece la oportunidad de ver las puertas de los edificios abiertos, de escuchar siempre el sonido de los motores, de percibir el aroma de la comida y de perdernos entre la multitud para llegar a un estado de contemplación o terminar perdidos en ella.

“La humanidad, que antaño, en Homero, era un objeto de espectáculo para los dioses olímpicos, se ha convertido en espectáculo de sí misma” (Benjamin, 1973: 98).

  Este espectáculo no sólo se nos presenta atractivo por el marco patrimonial que lo encierra, sino que se suma el carácter estético de los escaparates diseñados expresamente para llamar a la vista. Benjamin en el Libro de los pasajes (2005: 37-38) alude esa protomercadotecnia al servicio de las artes para generar un atractivo visual, que, al convivir con el marco del patrimonio, genera un parche en el propio corpus arquitectónico para configurar a la ciudad como un palimpsesto que se compone de capas de historia y experiencias superpuestas, en una interrelación simbiótica. Es decir, elementos tangibles que han trascendido físicamente a lo largo del tiempo, pero que simbólicamente se transforman en cada interacción, en suma, generando la imagen urbana.

  Es esta la interrelación que construye a la cultura, una palabra que “con- tiene en sí misma una tensión entre producir y ser producido [...]” (Eagleton, 2001: 16), por lo que lejos de despreciar la actual dinámica económica de la Zona Centro, podemos acercarnos con la seguridad de que las manifestaciones culturales ahí permanecen, más allá de su institucionalización que la reduce al espectáculo que critica Debord; encontrándonos con múltiples historias de las personas, no con los personajes del sistema, sino con las personas que nos pueden compartir como un escaparate para acercarnos al patrimonio y sus manifestaciones más allá de las vitrinas donde en ocasiones se forma.

  El privilegio de deambular por las calles con la mirada atenta, puede significar descubrir lo que se encuentra detrás de la dinámica comercial aun siendo parte de esta, como descubrir que sobran ejemplos de familias que han logrado trascender las dificultades y mantener abiertas las puertas de sus negocios; la Calle de los Dulces es un ejemplo, con locales que se mantienen gracias a los cambios de vocación de la calle y otros que se han transformado para aprovechar el paso peatonal; las tienditas que le han plantado cara a la proliferación de las llamadas tiendas de conveniencia, o inclusive los mercados de La Acocota, 5 de Mayo o del Carmen, representantes insuperables de la generación de comunidad y de cultura.

  El reconocimiento de la otredad se puede realizar a través de la observación y de un estado de contemplación donde se reconozcan las diversidades. Si bien Benjamin se refiere al fláneur como una forma de sabotaje al proponer pasar de largo por las tiendas y sus tentaciones (2010: 345), creo que, en nuestro contexto, la propuesta representa una forma de sabotaje al propio sistema.

  ¿A qué me refiero? Quiero decir que pasear por la ciudad, con una mirada atenta a todos los fenómenos que transcurren y a las relaciones que podemos entablar, puede ayudarnos a dilucidar que, a pesar de la institucionalización de la cultura, el despoblamiento del centro y la vocación comercial adornada por el patrimonio de la humanidad, se encuentra la principal labor de la cultura: la vinculación comunitaria.

  Caminar con la mirada atenta por nuestro Centro Histórico puede acercarnos, por ejemplo, a las llamadas cantinas típicas que representan en sí mismas un núcleo que conjuga otro elemento importante en el fláneur, la capacidad de sorprendernos y encontrar algo extraordinario en plena cotidianidad. Encontrarnos con esa fiesta efervescente nos da la oportunidad del goce que se manifiesta como uno de nuestros derechos culturales. “El acto celebratorio es por naturaleza entendido como una acción de comunidad [...]” (Pardo, 2018, p. 1) y esta a su vez nos permite reconocernos en la otredad. Siguiendo las ideas de Caillois, lo festivo se convierte en un momento sagrado, en el que se abren las puertas a nuevas convenciones sociales, se traspasan límites y se otorgan permisos que permiten escapar de la rutina diaria: una posibilidad para que las personas, consumidoras, comerciantes o visitantes, realicen un ejercicio comunitario para apreciar la vida cultural a través del con- traste, entre las actividades convencionales y la sorpresa, simbolizando ciclos de renovación y la continuidad de su participación en la co- munidad (1984: 114). Esto brinda la oportunidad a las personas, ya sean consumidores, comerciantes, visitantes o habitantes, de participar en un ejercicio comunitario que aprecia la vida cultural a través del contraste entre las actividades y la sorpresa, simbolizando ciclos de renovación y la continuidad de su participación en la comunidad.

  El fláneur, como una forma de abrazar nuestra vida cultural, es parte de nuestros derechos culturales y humanos, que nos permite disfrutar del patrimonio y acercarnos a él en un ejercicio verdaderamente democrático. Nos invita a congregarnos para disfrutar del paso del tiempo y escapar un poco del caos y la rutina, sin dejar de ser críticos con nuestro entorno.

  Nos anima a observar para señalar y exigir acciones o políticas públicas que promuevan priorizar nuestra vida misma, considerando que tener la capacidad de ejercer estos derechos es un privilegio cada vez más escaso que parece disolverse a medida que nos dejamos llevar por la corriente de nuestra sociedad en constante cambio.


Referencias

Bauman, Z. (2010), La globalización. Consecuencias humanas, FCE, México.

Benjamin, W. (2005), El libro de los pasajes, Ediciones Akal, Madrid.

Benjamin, W. (1973), La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica, Editorial itaca, México.

Debord, G. (1967), La sociedad del espectáculo, Archivo Situacionista Hispano, Recuperado de https://bit.ly/3EX7FJa

Eagleton, T. (2001), La idea de cultura, Buenos Aires, Paidós

IMPLAN (2021), Programa de vivienda para el municipio de Puebla 2021, Ayuntamiento Municipal de Puebla, Recupera- do de https://bit.ly/atonl)

Pardo, R. M. (2018), “Reflexiones sobre los festivales artístico-culturales como instrumentos de impacto social y su relación con el entorno patrimonial”. Recuperado de https://bit.ly/3LAGIVO


  1. De esto ya había escrito algo así Bauman en su Modernidad liquida (2010), donde cataloga como turistas a las personas que cuentan con el poder adquisitivo para acceder a los bienes y servicios que ofrecen las ciudades, principalmente al viajar; mientras que los vagabundos somos quienes transitamos para cumplir con una encomienda economicista: ir al trabajo, a la escuela, de compras. Este abismo entre clases ha provocado el distanciamiento social y el no reconocimiento de la otredad como una forma de hacer comunidad (117).

 

 

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Miércoles, 21 Febrero 2024 18:28

Las otras letras de Puebla

 

 

Jesús Barrientos

Diseñador gráfico

 

Nuestra Puebla de los Ángeles ha contemplado el garbo de una buena cantidad de plumas y tintas, entre siglos y distancias, como aquellas de Elena Garro, Gutierre de Cetina, Ángeles Mastretta, Pedro Ángel Palou, Héctor Azar, Carmen Millán, Carlos de Sigiienza y Góngora, Sergio Pitol, por mencionar algunas.

  Pero esas no son las únicas letras que han acompañado a la Angelópolis durante su existencia; también están las “otras letras”, esas que se asoman entre callejones, perdurando en los muros que sobrevivieron a los tiempos bélicos, que como seres de tiempos lejanos nos miran detrás de los dinteles de distintas épocas.

  Letras majestuosas que evocan lo virreinal, entre formales e imaginarias, que no son exclusivas de Puebla pero que abundan en letreros y fachadas, como las del bohemio Barrio del Artista, junto con un amplio abanico de góticas estilizadas.

  Aquellas otras letras de Puebla que en una danza de materialidades fácilmente transmutan entre pintura de esmalte, perfilados de acrílico, marquesinas luminosas con bulbos, neones y ledes, vinilo adhesivo cortado en máquina y a mano, lonas impresas, antiguos cartelones de gran formato encolados a la pared, pan de oro aplicado en vitrinas, caracteres isométricos de metal y de madera, de lámina rolada, de yeso y escayola; cientos, incluso miles, de manos involucradas en la producción de letreros que han revelado las más variadas actividades de los poblanos. Letras que durante siglos convidan mensajes a nuestra cotidianidad.

  En distintos puntos del Centro Histórico aún podemos encontrar fantasmas, que no es eufemismo sino el término adecuado para describir los entornos rotulados, vestigios de letreros del ayer que a veces se asoman entre las capas de pintura que han tratado de ocultarlos, como el de la Vinatería del Jardín, actualmente expuesto en el local del portal Morelos, justo en la esquina de la 2 Sury la 3 Oriente.

  La memoria de estos letreros monumentales también se ha conservado, afortunadamente, en escenas fotográficas que de inmediato nos transportan a los tiempos de los bisabuelos que se pasearon por los portales del Zócalo, y que contemplaron un sinfín de anuncios en distintas épocas, como el que daba nombre al portal Iturbide, hoy Juárez, testimoniado en fotografías de finales del siglo XIX, o aquellas imágenes de los años cuarenta donde se observan letreros luminosos del foto estudio de Carlos Rivero en un contundente estilo art nouveau, o el de la Casa Balcázar con sus letras en degradado, o el majestuoso rótulo vertical con letras estilizadas que van de lo toscano a lo ornamental del Hotel Royalty.

  En la2 Oriente se han retratado los letreros de la cantina La Puerta del Sol y el monumental letrero de AGFA Foto, en la esquina de la 2 Norte donde hoy se encuentra una Farmacia del Ahorro. Sobre la misma calle merodean rótulos de sastrerías, comercializadoras, la Farmacia Ibáñez y resalta la marquesina vertical del Hotel del Pasaje, vecina de la vidriera artística que aún sigue mostrándonos un azulado escudo de armas de la Puebla de los Ángeles con la firma modernista de Claudio Pellandini de principios del siglo XX.

  En una de las primeras películas mexicanas, y probablemente la más célebre del cine mudo nacional, El automóvil gris, dirigida por Enrique Rosas en 1919, aparecen escenas filmadas en la avenida Ayuntamiento, llamada después Maximino Ávila Camacho y hoy Juan de Palafox y Mendoza, y se puede observar un edificio con los rótulos de Hotel Arronte y Cine Olympia, espacio que actualmente alberga la biblioteca José Revueltas de la BUAP. Justamente el edificio Arronte conserva la muestra de uno de los estilos más tradicionales en inscripciones artesanales angelopolitanas: una placa de mosaicos de talavera que da cuenta del tiempo en que dicho espacio fue la Vicerrectoría de Docencia y la Dirección General de Bibliotecas de la BUAP durante los años 90 del siglo XX.

  Ese tipo de letreros talaveranos podemos encontrarlos por todo el centro, dentro y fuera de las edificaciones como la placa en la facha- da de la Casa Raboso a la memoria del ilustre maestro don Salvador Morales de 1915, en letra con patines filiformes, muy cerca del Parián; el “Corrido de Puebla”, escrito por José Recek Saade, dentro del Teatro Principal, hecho con azulejos de Casa Padierna; el testamento de don Juan de Palafox y Mendoza en el costado derecho de la entrada a la Biblioteca Palafoxiana; la conmemoración luctuosa del químico don Manuel Ibáñez Guadalajara, fundador del Club Rotario de Puebla, manufacturada por Uriarte Talavera en 1970, en la 6 Norte y Palafox; el testimonio de la fundación del primer periódico editado en Puebla, La Abeja Poblana de don Juan Nepomuceno Troncoso, también de Uriarte Talavera, de 1968; el homenaje al compositor puertorriqueño Rafael Hernández Marin, “El Jibarito”, compositor de Que chula es Puebla, hecho en 2018; la memoria del doctor Gonzalo Bautista por la Unión de Artes Plásticas del Barrio del Artista en 1953, elaborada por Talavera La Concepción; la apertura de la Casa del Voceador en el interior del edificio de El Sol de Puebla, inaugurada el 18 de noviembre de 1965, con talavera de Rugerio, por mencionar algunos entre cientos de ejemplos de azul y blanco, en diáspora de letreros góticos, modernistas, ornamentados y románticos, eternamente unidos en mayólica e historia a través de sus letras.

  Atención especial merecen los locales alrededor del antiguo mercado La Victoria, frecuentados por generaciones de poblanos, que socorridos con su diversidad de productos los conocen bien; la mayoría conserva sus nombres en las placas que coronan cada entrada, en verde, blanco o dorado, con mayúsculas de estilo mestizo entre gótica textura y rústica romana, complementadas con letras ligadas, formas tipográficas imitadas de computadora, letras geométricas, grotescas, humanistas, con y sin patines, trazadas en lonas, antiguas pinceladas expertas repintadas por instinto tantas veces que casi pierden la forma original, pero nunca su misión comunicativa.

  La evidente y caótica combinación de estilos cruza enteras, de Reforma a Palafox, de 5 de Mayo a 16 de Septiembre, todas las poniente-oriente y norte-sur, siendo apenas punto de partida para incluir las acotaciones del siglo XIX, el registro de los tantos nombres que han tenido nuestras calles, almacenes de antaño, mueblerías, oficinas, escuelas, templos por dentro y por fuera, droguerías de oficio modernizado, tiendas religiosas, restaurantes, cantinas, tiendas de bicicletas, talleres de reparación de todo tipo de máquinas, distribuidoras de alimentos, suplementos, boneterías, perfumerías, camiserías, ropa infantil, de bautizo, primera comunión, quince años y bodas, dulces típicos, tiendas de regalos y novedades, y ocasionalmente de importaciones mundiales.

  El nuestro es un Centro Histórico textual que puede explorarse por campos semánticos, títulos, índices, capítulos, versos y sagas. Y es que esas formas, didonas y texturas caligráficas, tipográficas y rotuladas, hacen de Puebla de los Ángeles un palimpsesto improbable con tantos estratos como los años que han transcurrido por este espacio donde diariamente existimos, discretamente, como un secreto apenas sugerido entre murmullos de letras que desde siempre nos habitan, en tanto que ocasionalmente nos cruzamos con ellas.

 

Publicado en Cuetlaxcoapan 36

 

 Carlos Eduardo Benítez Suárez †

Historiador

 

Visitantes entraban y salían de las tiendas, donde dulcerías y expendedoras mostraban sus mercancías en vitrinas y estantes; pocos se resistían a comprar alguno de los productos que en esos sitios se exhiben. Hablamos de una serie de muestras de patrimonio intangible que, con base en el azúcar, se consumen por propios y extraños, si bien la clientela que predomina son quienes viajan desde diversos lugares del país, a nivel continental y hasta del mundo.

  Ese legado ostenta una dilatada historia que data de la época colonial, que se definió aproximadamente hacia la mitad del siglo antepasado, y se reafirmó en el último tercio de la centuria decimonónica; asimismo, la variedad de sus productos lo confirma en la más compleja diversidad. Sus ingredientes son tan antiguos como los productos indígenas que, proporciones guardadas, eran aplicados en su elaboración, siendo el principal la miel, que precedió al azúcar como el ingrediente funda- mental de lo que más tarde serían llamados “dulces”.

  Se afirma que para halagar a los caciques indígenas se les obsequiaba con productos que podían ser calificados como aquellos que constituían una mezcla de aguamieles del maguey, melcochas, tunas y mezquites; si bien se duda de tal afirmación, lo cierto es que lo que se conoce como dulcería poblana surgió en los conventos femeninos.

  Así lo confirman la historiadora Adriana Guerrero Ferrer, el chef e investigador Ricardo Muñoz Zurita y el historiador José Eduardo Zamora Martínez, quienes aseguran que la dulcería angelopolitana, de raíz virreinal, se vinculaba con diversas tareas que realizaban monjas y novicias desde el siglo XVI, cuando se expandió el sistema de dominación colonial; tareas como catequizar y educar a la población indígena; fundación y administración de hospitales; administración de recogimientos para mujeres viudas, solteras o en condición de maternidad obligada; brindar instrucción en oficios artesanales; hospicios, casas de niños expósitos, entre otras más.

  Quienes profesaban en los conventos también creaban dulces, viandas y guisos para ganarse la voluntad de virreyes, regidores, alcaldes y otras figuras de autoridad, y proceder a la construcción, o a la conclusión de un templo, de una de sus casas, establecer un patrocinio u otras obras piadosas que respondían al asistencialismo social novohispano, al que se consideraba un deber moral, una prerrogativa pública, o una manera de servicio público caritativo.

  No es remoto pensar que, en algún porcentaje mínimo si se quiere, el comercio de dulces, platillos u otras mercancías menos utilitarias, contribuía a las finanzas de una congregación religiosa; sin embargo, esto no constituía la fuente principal de sus entradas económicas.

  Más que ventas, los dulces comenzaron des- de el siglo XVI a llamar la atención de los pu- dientes y las personas con poder político, en el sentido de degustación culinaria. Con la implantación del cultivo del azúcar, primero en la región del Caribe, y más tarde en lo que fueron Veracruz, Morelos, Puebla, los productos realizados con este ingrediente y sus derivados como el aguardiente, melcocha o piloncillo, se impusieron en modestos establecimientos, donde no se compraban en gran cuantía, lo que denota que dulces y confites fueron abriéndose paso en los gustos de la gente, que posiblemente prefería diferentes formas de consumo, ajenas al azúcar, y después se cumplió con la compraventa dulcera.

  En este orden, los platillos profusamente elaborados que se crearon en la etapa colonial llegaron a tener un lugar de privilegio como alimentos de cierto lujo, y a nivel popular en algunos tianguis y mercados, como el mole, las cemitas, los chiles en nogada, el guaxmole o huasmole de caderas, u otros menos elaborados como los tlacoyos de masa de maíz re- llenos de alverjón, por referirse a algunas destacadas comidas.

  Por lo que corresponde a la mano de obra que participaba en la dulcería y en la cocina conventual y popular, se trataba de mujeres indígenas, más tarde de mestizas, que se des- empeñaban como servidumbre doméstica, recolectoras de alimentos y molenderas, en cocinas, braseros u otros espacios en los que la innovación y la experimentación eran dominantes. La participación masculina fue sumamente posterior; llegó en el siglo XIX y con platillos del extranjero, europeos en primera instancia. Hoy en día los varones que laboran como chefs gozan de una reputación bien ganada, cuentan con importantes ingresos, participan en concursos y su fama ha trascendido las culturas universales.

Suculento embeleso de los dulces locales

Siguiendo las propuestas de los historiadores Guerrero Ferrer, Muñoz Zurita, Zamora Martínez, y otros más, la dulcería local representa la contribución de las monjas que adaptaron, para proponer dulces, aquellos productos de origen inglés, hispanoárabe y galo, incluso de Oriente Medio. Sin embargo, los legados que predominaron fueron el prehispánico y el novohispano, siendo esa tradición la que respondió a ingredientes de tal origen: su impronta fue en alto porcentaje sensiblemente local.

Por lo tanto, la dulcería poblana tiene que ver con ingredientes tradicionales que configuran una tradición que, habiendo arrancado en el siglo XVI, ha recorrido los siglos XVII a XX y lo que va del XXI, como se afirmó en párrafos anteriores.

Las denominaciones de esos tiempos, semántica y conceptualmente, hacen alusión a otro legado, que se refiere a ideas tan dulces como los nombres. Así, por ejemplo, los términos “camote”, “tortas dulces de Santa Clara”, “picones”, “sorbetes”, “palanquetas”, fundamentan un léxico colonial que exalta los sentidos de monjas y profesas, la libido entre soterrada y reprimida de aquellas mujeres que participaban en la confección de dulces, bebidas, creaciones gastronómicas, labores artesanales y otros productos que le otorgaron “carta de naturalización” a las labores ordinarias en las que la dominancia de la dulcería fue considerada como sobresaliente. Siendo objeto de comercio de familias y asociaciones de artesanos que cubren ya varias generaciones como doña Dolores Espinoza, otros grupos familiares, o los Soto Espinoza, que atienden emblemáticas dulcerías como La Rosa, donde se expenden peculiares dulces en forma de caracoles marinos; algunas opciones compren- den todavía procedimientos artesanales, como el propio camote de sabores, muéganos, jamoncillos, etcétera.

Otras circunstancias se observan no sola- mente en los ingredientes, sino en los espacios de creación y experimentación donde se llevaban a cabo los procesos, a veces populares, otras un tanto más refinados, de aquello que se ofrecía a la corte virreinal, a los poderosos del orden colonial, cuando se deseaba alcanzar algún beneficio material, de otra naturaleza o político.

Estas delicias que ves

Los dulces que diversifican la heredad poblana se corresponden a dos conventos, el de las clarisas y de las catalinas, respectivamente. En esos puntos fueron concebidos, durante la antigüedad novohispana, los productos azucarados que hasta la fecha se consumen, sien- do el camote el más vendido, no obstante su origen sencillo y económico, por no llamarle humilde; la ubicación de la calle le imprimió la connotación de producto de considerable consumo. Otras opciones de estos manjares son las alegrías, realizadas a base de amaranto y otros cultivos; palanquetas, hechas con cacahuate y semillas de calabaza, pepitas, miel de azúcar y piloncillo; amaranto en distintas modalidades, que inclusive se puede consumir como cereal; y los consabidos molletes, que son un dulce de temporada y suelen consumirse en el verano.

La heterogeneidad de productos dulces comprende delicias de almendra, manzanas amerengadas, chongos, muéganos, pinole, chocolate de tablilla espolvoreado con azúcar, borrachitos, mazapanes, jamoncillos de leche, galletas de panela y anís en forma de cochinito, gallinitas de pepita decoradas, macarrones, bocadillos de nuez, garapiñados, pepitorias de calabaza, corazones de camote, huevos de faltriquera, cocadas, melindres, yemas de huevo, galletas espolvoreadas de canela, higos y otros frutos cristalizados, peras criollas hervidas, rosquitas blancas, merenguillos, limones rellenos de coco rallado, jamoncillos, acitrones, galletas de piloncillo, chilacayotes, merengues de limón, rompope de huevo hecho con alcohol ligero, apenas para “tomarse una copita”.

   Las materias primas que son aplicadas como base de la dulcería urbana son esencias y sabores como la vainilla, pasta de camote, mermeladas y membrillos. Los camotes en sus inicios eran envueltos en papel de china, que después fue sustituido por envolturas enceradas de manera precaria y etiquetadas con una sencilla, elemental imagen en la que se observa la catedral de la metrópoli angélica, icono por excelencia de la arquitectura monumental poblana.

  La leyenda acerca de los prolegómenos del comercio dulcero sugiere que los primeros expendios de dulces fueron La Fama de Puebla, de 1892, y El Lirio, de 1917. La presencia de productos a base de azúcar sucedió en ingenios y trapiches; con posterioridad se arraigó en la urbe angelopolitana donde el consumo correspondió en primer lugar a quienes podían degustarlo y pagarlo.La proeza política e histórica de la familia Serdán Alatriste atrajo turistas y consumidores de dulces por hallarse en la misma calle la vivienda donde tuvo lugar el ataque oficial, durante las jornadas de noviembre de 1910, y por su vecindad con otras dulcerías. Esto hizo posible la concurrencia de adquirientes, lo que en un sentido cultural e ideológico rememora las dimensiones revolucionarias de los cuatro hermanos, en su condición de adeptos al maderismo, y por su oposición a la tiranía porfirista. En el presente, la casona y la calle son sitios de recorrido obligado, y de paso con la finalidad de saborear algún dulce local, remembranza de la contradictoria amargura que padecieron los llamados primeros mártires de la Revolución.

  Más tarde surgieron elementos laterales que ennoblecieron las muestras de dulces y viandas, como su presentación en platones de loza de talavera u otros recipientes cubiertos con mantelería bordada; esta práctica dio lugar a especialidades que se llevaban a cabo en conventos, beaterios, casas de mujeres solas o viviendo en situaciones emergentes, donde se les capacitaba de manera ordinaria, constante, hasta alcanzar pericia en ese tipo de labores.

Conclusiones

La herencia o el legado de la diversidad dulcera poblana es una muestra múltiple de diferentes conceptos, productos y significados que se desdoblan y desbordan en la modalidad de patrimonio intangible, entendido como ejecución de relaciones sociales, del ámbito cultural, de tipo material y de puesta en valor de los dulces de esta Muy Noble y Muy Leal Ciudad de los Ángeles. Los elementos que le dieron un origen, tan común como diverso, se remontan a los primeros siglos de la Colonia, y sus protagonistas fueron en primera instancia las órdenes religiosas de condición femenina. Más tarde, dulces y platillos caracterizados por la riqueza de sus componentes se transformaron en viandas comunes, y por su popularidad ocuparon un sitio de privilegio.

 Estas tradiciones culinarias dieron lugar a un tipo diferente de turismo nacional. En primera instancia configuró la presencia, consumo y admiración del viajante y viandante que, al pasear por los cuadrantes de la recientemente llamada “Calle de los Dulces”, no se resiste a la idea de redescubrir identidad(es), a la posibilidad de una degustación dulcera, así sea breve, “para llevar”; pero que por lo general invita a la convicción, repetición y adquisición de productos varios. La presencia de aquellas no omite la degustación de dulces o de otros elementos azucarados.

  El producto dulce que continúa siendo popular y consumido de forma permanente es el camote, tanto que ha dado a la ciudad destellos de azucarada identidad, como ha venido sucediendo al parecer con mayor énfasis desde el siglo XVIII, y con posterioridad hacia mediados y finales del siglo XIX, cuando en la famosa calle de Santa Clara se instaló un negocio en tres propiedades (es posible que una de ellas haya funcionado como un expendio). Nos referimos a una “azucarería”, lo que da cuenta del predominio del endulzante como ingre- diente de dulces, bebidas como el rompope y otras variedades realizadas con la producción azucarera de unidades productivas de la región central, primero de Nueva España, y más tarde del país.

  En calles aledañas a la de Santa Clara, hacia el sur, el norte y en los anexos del antiguo mercado La Victoria, así como en las que se denominaron “jarcierías” del Espíritu Santo o de La Compañía, funcionaba también a las puertas de esos lugares la venta de camotes, dulces varios y algunas bebidas (hoy día ex- tintas) como el denominado “punche-punchi” de maíz azul, a la usanza de un atole o de un producto de dulce espesor.

  Además de esas opciones con azúcar, de platillos de gala o especiales (mole de guajolote o pollo, cemitas, chiles en nogada, entre otros) que convergen en ocasiones festivas, a su vez tienen lugar legados dulceros semejantes en otros estados del país como Guanajuato, Michoacán, Nuevo León, Estado de México, Hidalgo, Yucatán, San Luis Potosí, Zacatecas, conservando cada región sus cualidades regionales, en lo que a variedad, orígenes o antigüedad se refiere.

  La presencia de antojos azucarados, dulces y golosinas hechos de manera artesanal nos remite a las influencias de sus inicios coloniales, y de su continuidad hasta nuestros días, en lo que se confirma(n) la(s) memoria(s) de la(s) identidad(es) que le ha(n) brindado huellas, rastros, pistas de elaboración, consumo y provocativa gula dulcificada. Señales de identidad, signos de un tentador patrimonio intangible, certeros testimonios de pluralismo, de una dulce y deliciosa diversidad.


Bibliografía

Anónimo, Cocina poblana, edición facsimilar del original del siglo XVIIl, México y Puebla, Imprenta Madero, 1968.

Castillo, Horacio, Recetario indígena de la Sierra Norte, Colección Cocina Indígena y Popular, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Dirección General de Culturas Populares e Indígenas, 2003.

Cordero y Torres, Enrique, La cocina, repostería y vinos poblanos, Puebla, Cordero y Bernal Editorial, 1996.

___Leyendas de la Puebla de los Angeles, Puebla, Cordero y Bernal Editorial, 1972.

El recetario novohispano, México, siglo XVII, [Prólogo de Elisa Vargas Lugo], México, Dirección General de Culturas Populares e Indígenas. Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 2000 (primera reimpresión, 2024).

Guerrero Ferrer, Adriana, La dulcería en Puebla. Historia cultural de una tradición Artes, 2000. , México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 2000.

Iturriaga, José N., Las cocinas de México lI, México, Fondo de Cultura Económica, 1988.

Leicht, Hugo, Las calles de Puebla, Estudio histórico, México, Gobierno del Estado de Puebla, Secretaría de Cultura y Turismo, sexta edición, 2016.


Fuentes electrónicas

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https//www.historia cocina/es/-losdulces-poblanos-algo-rico (Recuperado el 15 de mayo de 2023).

https// www-culinaria.mexicana.mx.mx/las dulcerías-mas-anti- guasmexico/ (Recuperado el 15 de mayo de 2023).

www.animalgourmet.com/2022/06/03granfama-dulces-tipi- cos-poblanos

https//centrohistorico.puebla.captal.gob.mx/revistacuetalxcoa- pan/ítem/s52-la-me (Recuperado el 16 de mayo de 2023).

https//www.animalgourmet.com/2022/06/03/granfama-dul- ces-tipicos-poblanos (Recuperado el 17 de mayo de 2023).

https//www.exicanisimo.com.mx/2022/08puebla-ciu- dad-de-manjares-dulces/ (Recuperado el 18 de mayo de 2023).

https://unesco.or/images/0013/001325/325405.pdf (Recuperado el 18 de mayo de 2023).

mas.siu.mx/portal-pprd/work/sites/escritos/resources/ localconten/32/1/jo (Recuperado el 17 de mayo de 2023).

www.elsoldepuebla.com.mx/cultura/calledesantacla- ra-0-de-los-dulces-lahistoria-del-sabor-los-tiempos-idos (Recuperado el 18 de mayo de 2023.45).

[Punche/Punchi (dulce de maiz) en Puebla] https: historias de cocinasycomidas wordpress.com (Recuperado el 23 de mayo de 2023).

https//www.bing.com/search?q=historia+de+la+dulceriapobla- nagaqs=edge6.69:45:45 ...(Recuperado el 24 de mayo de 2023).

 

 

 

 

Publicado en Cuetlaxcoapan 36

 

 

Nancy Andrea Díaz Muñoz

Arquitecta

 

La rehabilitación de las vialidades 10, 12, 14 y 16 Oriente-Poniente entre 11 Norte y boulevard Héroes del 5 de Mayo, 18 Poniente entre 11 Norte y 2 Norte, las calles 3 y 5 Norte, entre las avenidas 14 y 20 Poniente, y la calle 4 Norte entre las avenidas 10 y 18 Oriente de nuestro Centro Histórico de Puebla es una acción coordinada entre la concesionaria Agua de Puebla para Todos, la Secretaría de Movilidad y Transporte del Gobierno del Estado de Puebla, y el Honorable Ayuntamiento de Puebla. Una obra de intervención vial integral que consiste en tres puntos primarios: la restitución total del sistema de drenaje, la renovación de las tomas potables y la instalación de registrables sanitarios en banquetas, acompañada de la intervención de la estructura de pavimento de las vialidades mencionadas para que vuelvan  funcionar correctamente, así como el mejoramiento de las banquetas y la intervención de fachadas seleccionadas para la restitución de sus aplanados en mal estado y su color, lo cual es parte del seguimiento de las acciones para el reordenamiento del Centro Histórico de Puebla iniciadas a finales del año 2021. Toda acción está planificada, y quiero decir con esto que, antes de poner manos a la obra en ésta y otras intervenciones que le anteceden a la rehabilitación de la zona norponiente de nuestro centro, se generaron análisis previos de las acciones a realizar en torno a la priorización de zonas por su contexto social y su importancia histórica. Asimismo se realizaron estudios de evaluación de la calidad de los pavimentos anteriormente existentes en las vialidades en comento; esto para saber su resistencia a la compresión, porosidad, densidad y composición, o verificar la subestructura del material que vemos en la superficie y, sobre todo, el periodo de rezago en la atención de servicios públicos e infraestructura de la zona.

  Es fundamental conocer las condiciones y alcances de cada zona a intervenir, y más allá de estos dos años de acciones continuas de mejoramiento de infraestructura, es indispensable dar continuidad a los documentos, estudios, planeación y, sobre todo, la opinión y solicitudes de la ciudadanía para el mejoramiento y desarrollo de nuestro centro.

  Ahora bien, como comúnmente se le denomina a todo lo que no vemos en la superficie de cualquier edificio, vialidad o espacio construido (pero que indudablemente le da vida y funcionamiento a los mismos) sin las tripas o instalaciones y servicios, cualquier intervención, por más que se coloquen los mejores acabados, no tendrá la misma durabilidad de una acción que sí incluya su mantenimiento o mejoramiento. Desde hace algunos años, algunas vialidades ya llegaban a presentar algunos “malestares”, y es normal, pero como cualquier sistema con una gran demanda como es la zona de abasto norponiente del Centro Histórico, la atención y mantenimiento son inminentes.

Antecedentes. La zona de las provisiones

Como bien se sabe, el intercambio de productos, servicios y el abasto son parte de las actividades sociales desde el inicio del ahora Centro Histórico de Puebla, dinámica que sigue vigente hasta nuestros días en las zonas donde tuvieron su origen mismo; es decir, los registros más antiguos de la actividad mercantil de nuestra ciudad se remontan a la ocupación de la plaza Mayor que alojaba al mercado principal de la ciudad, así como la ocupación del callejón de la Alhóndiga, ahora Pasaje de Ayuntamiento, donde se llevaba a cabo la venta de trigo, harina, maíz y cebada. Posteriormente, el comercio ubicado en la plaza Mayor se trasladaría, a mitad del siglo XIX, a la huerta de Santo Domingo, hoy mercado de La Victoria.

  En esa misma mitad de siglo, se inició el mejoramiento de la infraestructura en materia de comunicación con la introducción de estaciones de ferrocarriles, obras de alcantarillado, agua potable y mejoramiento de áreas verdes. Esto cambió la dinámica del transporte de mercancías y visitantes, estableciéndose una interlocución con ciudades como México, Oaxaca y Veracruz. El punto de encuentro comercial se trasladó a la zona norponiente de la ciudad puesto que en ese punto estaban construidas las estaciones del Mexicano, Mexicano del Sur y la del Interoceánico, con correspondencia ahora de la vialidad 11 Norte.

  Para el siglo XX, con la introducción de la industrialización en la ciudad, la dinámica eco- nómica se transforma con la incorporación de la fuerza obrera a la industria y servicios, mientras otro tanto se traslada a la economía informal debido a la imposibilidad de generación de oportunidades laborales; estas “ocupaciones” se presentaron poco a poco en zonas adyacentes a los mercados (recordemos que los años 60 fueron los de mayor construcción de mercados municipales; el mercado 5 de Mayo ya estaba en existencia). Para los 70 la zona ya contaba con comercio de materias primas, productos semielaborados, abarrotes, perecederos, refacciones industriales, mezclado con la habitación, espacios educativos, culturales, y religiosos.

Área con vocación

Ahora bien, dentro de la memoria de la ciudad y en la actualidad, esta concentración comercial, aunada al nodo de comunicación (antes de vías férreas, ahora de transporte público local y suburbano) en la zona norponiente del Centro Histórico de Puebla con otras colonias y municipios de la zona metropolitana, ha generado una fuerza de atracción por la que, pese al crecimiento urbano, la zona norte continúa siendo referente de abasto y comercio en la ciudad.

  Quiero aclarar que toda intervención en materia de servicios públicos e infraestructura ejecutada en el Centro Histórico de Puebla tiene una gran valía, y que las intervenciones que anteceden a las acciones que comentaré a continuación respondieron a las necesidades de la época. Sin embargo, también debemos tener presente que el Centro Histórico de Puebla alberga más de diez mil unidades eco- nómicas, lo cual representa 10% de la actividad económica de la Zona Metropolitana Puebla- Tlaxcala (conformada por 39 municipios de estos 2 estados) por lo que no es una casualidad que se reenfoquen los esfuerzos de una forma más pronta en este punto nodal.

  Si bien no hay una delimitación precisa, sí se entiende que la zona de comercialización de abasto del Centro Histórico de Puebla se encuentra en su cuadrante norponiente, sobre todo en las vialidades 8, 10, 12, 14, 16 y 18 Oriente-Poniente, entre el boulevard Héroes del 5 de mayo a la calle 11 Norte.

  Desgaste general de la zona

  Estado de las vialidades. Falta de adoquina- do en la zona, hundimientos y baches son parte de la descripción del deterioro de las vialidades norte, así como la falta de piezas de cantera o renivelación de estas en las zonas caminables.

  Estado de las instalaciones. Según video inspecciones que realizó la concesionaria de drenaje y agua potable municipal, como parte de un monitoreo de todo el sistema de drenaje público en las vialidades anteriormente mencionadas, se observó el mal estado de las bóvedas de drenaje, la falta de constitución, y fracturas en sus paredes internas.

Las molestias son temporales, los beneficios para siempre

  Siendo más específica en lo mencionado al inicio de este artículo, dentro de las acciones de ordenamiento que se han trabajado duran- te los últimos dos años en nuestro Centro Histórico están la reducción de comercio en vía pública, la rotación de estacionamiento en las vialidades, el mejoramiento de la semaforización e implementación de fases de circulación peatonal, que son parte de una primera etapa de conducir a la mejora de la zona. De forma paralela se busca mejorar, más allá de la imagen urbana, los servicios públicos que al paso de los años, y entendiendo que sufren un desgaste más acelerado por la demanda de la zona misma (de ocupación y comercial), ya no estaban en condiciones de “seguir así”, para mejorar la habitabilidad y movilidad en el espacio público, por lo que se toma la decisión de generar la coordinación entre la concesionaria  Agua de Puebla para Todos y la Secretaría de Movilidad y Transporte del Gobierno del Estado de Puebla con el Ayuntamiento de Puebla en la obra de rehabilitación del Centro Histórico de Puebla, en las siguientes vialidades y acciones:

Vialidades intervenidas:

  • 10, 12, 14 y16 Oriente-Poniente entre el boulevard Héroes del 5 de Mayo y la calle 11 Norte
  • 18 Oriente-Poniente entre las calles 2 y 11 Norte
  • 3y 5 Norte entre las avenidas 14 y 20 Poniente
  • 4 Norte entre las avenidas 10 y 18 Oriente

Acciones:

  • Mejora de la red general de drenaje que tiene una edad mayor de 60 años.
  • Sustitución de 7 km de tuberías con material de mayor durabilidad.
  • Sustitución de 1000 tomas de agua potable y 1000 registros de drenaje en banqueta
  • Rehabilitación de 86 pozos de visita.
  • Trabajos sin interrupción del suministro de agua potable y drenaje.
  • 7 kilómetros de calles mejoradas.
  • 63,199.90 m? aproximado de pavimentación
  • 7,600 m lineales de pavimentación de calles (7.6 km) equivalente a 93 calles tipo.
  • 5,480 m lineales de guarniciones
  • 12,584 m lineales de banqueta
  • Aplicación de pintura en fachadas.

  Toda acción de obra que implique el mejora- miento de los servicios públicos genera un impacto en la cotidianidad y, sobre todo, una resistencia a su implementación, ya que toda obra en su proceso de ejecución genera incomodidades: no poder dar un mejor servicio en áreas comerciales, ruido, polvo, ver gente que uno no ha visto en su vida, en fin, ver dinámicas que no existían en su calle. Para contrarrestar esas molestias y poder tener un trabajo más coordinado, se implementaron las siguientes acciones:

  • Comunicación constante con vecinos y locatarios a través de 14 comités ciudadanos, así como con representantes de estacionamientos, templos, museos y escuelas.
  • Socialización de puntos de recolección de residuos a cargo del Organismo Operador del Servicio de Limpia.
  • Atención a la ciudadanía a través del WhatsApp, de lunes a viernes de 9:00 a 18:00 horas.
  • Atención en el Módulo de Agua de Puebla en el CAM (4 Poniente y 11 Norte), de lunes a viernes de 8:00 a 16:00 horas.
  • Atención en los Módulos de Atención ubicados en la calle peatonal 5 de Mayo, en las intersecciones de las calles 10, 12, 14 y 16 Oriente-Poniente, de lunes a viernes de 9:00 a 14:00 horas.

  Todo implica un esfuerzo operativo que, “si o sí”, tiene que ser de la mano de la ciudadanía. La interlocución para lograr las obras de mejoramiento a partir del 8 de mayo de 2023 se generó con vecinos, dependencias municipales con atribución de la gestión de la vía pública, conservación, seguridad, infraestructura, movilidad, economía, servicios públicos, bienestar y participación ciudadana, mercados, limpia y recolección de residuos, cámaras de comercio, consejos ciudadanos, autoridades estatales en materia de movilidad y transporte, entre otros.

  La rehabilitación del drenaje y de las vialidades mismas abona a la revaloración de una zona tan importante en materia comercial que por años no había tenido una inversión a la altura de su demanda, así como en su dinámica económica, social y cultural. Este sector del corazón de la ciudad estaba en un detrimento tal que -recordemos- eran las dunas de la zona norte debido al término de la vida útil de las instalaciones colocadas aproximadamente hace sesenta años en materia de agua potable y drenaje.

El ordenamiento continúa

  Para dar continuidad al ordenamiento del espacio público del Centro Histórico hay que mirar hacia los senderos que comunican a la ciudad misma, y considerar que aproximada- mente 80% de la población se traslada en transporte público. Dentro de la estructura de pavimento se diferencian las vialidades 10 y 14 Oriente-Poniente, puesto que fungirán como corredores de transporte público a partir del mes de octubre de 2023. Estas vialidades, entre el boulevard Héroes del 5 de Mayo y la calle 11 Norte, cuentan con concreto hidráulico para poder resistir la demanda de tránsito por la zona y para generar una mejor conectividad en el transporte público del Centro Histórico, sumado a que también cambia el sentido de estas vialidades en los tramos de la 11 Norte a la Diagonal Defensores de la República.

  Con 200 millones de pesos para la intervención de estas vialidades, se da respuesta a una demanda histórica. Estas acciones evitarán problemas futuros y abonan a la construcción de una Ciudad de 10, así como a la reactivación económica, social y cultural de esta importante zona.


Bibliografía

Gerencia del Centro Histórico y Patrimonio Cultural. (2020). “Reporte del estado de conservación del Centro Histórico de la ciudad de Puebla respecto al comercio en vía pública y el sexoservicio” (edición única).

 

 

 

 

Publicado en Cuetlaxcoapan 36
Martes, 20 Febrero 2024 21:37

Locales latentes

 

 

El Centro Histórico es un ser mutable, una especie de corazón/ tripa ruidosa y potente que se expande a través de nosotros. Esta serie es un intento por retratar el pulso que lo mantiene vivo, sus rostros y sus rastros.

 

ALEJANDRO CHANTRÉ (1991)

Diseñador multimedia, director de arte y fotógrafo.

Ha sido parte de diversas campañas publicitarias nacionales e internacionales. En 2020 su obra fue  publicada en el libro talento joven de Domestika, también ha sido destacado en plataformas especializadas como VSCO y Behance.

 

Publicado en Cuetlaxcoapan 36

 

Sergio Moisés Andrade Covarrubias

 

Desde su fundación la ciudad de Puebla de los Ángeles descolló como un lugar de enorme importancia económica, política, social y cultural, contraponiendo su fama con la de la capital del virreinato. Su rápido crecimiento y fomento de su papel dio pie a que poco después del medio siglo de su erección se le distinguiera con el epíteto de “Muy Noble y Muy Leal Ciudad de los Ángeles”, distinción poco común en los anales de la Nueva España.

  En su devenir la ciudad de Puebla logró que, sobre todo en el siglo XVII, disfrutara de un estatus prestigioso como lugar de convergencia de gran parte de artículos de diversa procedencia geográfica, así fuera Europa, Asia o las Filipinas, o también de otras posesiones españolas en el continente americano. En el mismo sentido, también de mercancías producidas a lo largo y ancho del virreinato con destino a muchas partes del globo terráqueo, cuyo medio de transporte principal eran las flotas ancladas en los puertos de Veracruz y Acapulco. Una somera lista de los productos poblanos abarcaría lo siguiente, según lo enumeran Lilián y Gustavo Illades Aguiar: harinas, panes, bizcochos, jamones, tocinos, manteca, jabones, sombreros, loza de barro, vidrio, talabartería, objetos de hierro forjado, instrumentos de labranza y cerámica de talavera. Igualmente, muy apreciados fueron “sus paños, sedas y mantas, fabricadas en los obrajes desde 1548, año en que Carlos V dio licencia a los vecinos —jefes de familia- de instalar libremente telares para las sedas. Adicionalmente, Puebla descolló en el comercio de la grana proveniente de Antequera”.'

  Igualmente, según los mismos autores, se puede saber que la actividad comercial se verificaba en la plaza principal (hoy conocida como “Zócalo”), donde los lunes se instalaba el mercado. A la larga, debido al crecimiento poblacional, fue necesario abrir nuevos lugares para el abastecimiento de mercancías por parte de la población, ubicados en las plazas de El Carmen y San Agustín, cambiándose el día de comercio en la plaza principal a los jueves. Años después los días miércoles se abriría el tianguis y mercado en la alameda nueva de San José2.

  Hacia 1764, de acuerdo con Hugo Leicht, el gobernador Esteban Bravo de Rivero ordenó retirar algunos puestos de la plaza, estableciendo cajones de madera a modo de calles. El7 de enero de 1796, se incendiaron veintitrés de estos, situados junto al Portal de Flores (hoy Morelos), frente al Sagrario. El intendente Flon trató de liberar la plaza edificando el Parián para los baratilleros y cajones de ropa, que- dando en el año de 1816 los jueves y sábados como días de mercado. Los otros días se establecerían en Santa Inés, el Montón y los Sapos.3

  Es así que en el año de 1854 se planteó la necesidad de construir un espacio adecuado para un mercado central, que contara con to- dos los elementos funcionales para un servicio de esas características y acorde con la calidad de la ciudad. Para el caso se propuso construirlo en un lugar céntrico que no afectara a otras construcciones y que tuviera el suficiente espacio para la realización de transacciones comerciales. El lugar escogido fue el área que ocupaba la huerta del convento de Santo Domingo y algunas edificaciones adyacentes. Conseguir dicho espacio no fue dificultad, puesto que las autoridades conventuales no tuvieron empacho en ceder con lo solicitado, basadas en un convenio que, a su vez, les concedía algunas prerrogativas en la administración del mercado, así como una renta adecuada.

  Hay que hacer notar que esta buena disposición se debió al hecho de que dicho convenio se firmó con las autoridades que en ese momento detentaban el poder, siendo primer mandatario de la república “su alteza serení- sima” Antonio López de Santa Anna, quien inclusive emitió una orden para llevar a cabo la obra del mercado. De ahí que se podría plantear la hipótesis de que el nombre como es conocido se deba a la remembranza de algún hecho glorioso del guerrero veracruzano (como bien podría ser la derrota infligida al brigadier español Isidro Barradas en septiembre de 1829) y no a honrar la memoria del primer presidente de nuestro país, Guadalupe Victoria, ni mucho menos la conmemoración del triunfo en la batalla del 5 de mayo de 1862.

  La orden de marras dice así:

República Mexicana. Gobierno del Departamento de Puebla en su Capital.

Secretaría de estado y Despacho de Gobernación. Sección de Municipalidades.

Excelentísimo Señor. Di cuenta a su Alteza Serenísima el General presidente con el oficio de Vuecencia número doscientos noventa y dos, en el que se inserta el del Señor Prefecto de esa Capital, sobre la necesidad de construir en ella un mercado público y su Alteza ha resuelto con esta fecha lo siguiente:

“Facúltese al Gobernador del Departamento para que pueda disponer todo lo concerniente a la construcción de un mercado en la Capital del Departamento de Puebla, de mampostería, eligiendo el punto que considere más a propósito y contratando la obra con el arquitecto que por este preste las garantías necesarias por su honradez e idoneidad y pagándose su importe de los fondos del municipio”. Y lo traslado a Vuecencia en contestación y para los fines consiguientes. Dios y Libertad, Mégico, Agosto treinta y uno de mil ochocientos cincuenta y cuatro. Aguilar. Excelentísimo Señor Gobernador del Departamento de Puebla. Es copia. Secretaria de Gobierno. Puebla Octubre doce de mil ochocientos cincuenta y cuatro. Licenciado Joaquín María de Uriarte. Secretario.4

Está por demás decir que ya se había elegido el punto idóneo para la construcción del mercado, desprendiéndose así el convenio entre las autoridades departamentales y la orden de los dominicos, representados respectiva- mente por el gobernador José María González de Mendoza, y por fray Mauricio López y fray José María Cao y Romero, este último prior de dicha orden, signado el día 14 de septiembre de 1854.5 La ceremonia en la que se puso la primera piedra tuvo lugar el día 22 de octubre del mismo año, siendo el gobernador, a nombre de Santa Anna, quien presidiera el acto.

  La puesta en marcha de las obras de erección del mercado sufrió los avatares de la época, en la que levantamientos armados y la caída de presidentes eran el pan de cada día, dándose así el caso de que el real funciona- miento del mismo -y no en su totalidad- se pudo dar hasta comienzos de la década de 1870. Para entonces, ya establecidos firmemente los gobiernos liberales y amparados con las Leyes de Reforma, la posesión total del predio de los dominicos pudo ser una realidad y así comenzar con lo proyectado. Se llevaron a cabo diferentes propuestas y proyectos que nunca se vieron terminados o concretados, hasta que, en el año de 1907, en los estertores del régimen porfirista, se replanteó nuevamente la propuesta, aunque con algunas modificaciones. Estas requerían de hacerse de otros predios y solares, ya que la construcción se proyectaba con mayores dimensiones a las concebidas hasta entonces. Al efecto, la Compañía Bancaria de Bienes Raíces quedó como contratista, proponiendo un año para la terminación total del proyecto. Una vez aprobado este, el Cabildo, o mejor dicho su presidente Francisco de Velasco, se dio a la tarea de organizar su puesta en marcha. Aun así, es hasta el día 18 de septiembre de 1910, dentro del programa de festejos por el centenario del inicio de la guerra de Independencia, que se colocó la primera piedra del nuevo edificio, siendo apadrinado tal acto por el gobernador Mucio P. Martínez. 

  El nuevo proyecto, obra del arquitecto Julio de Saracibar, contempló la desaparición de todas las instalaciones de la plaza como pues- tos y cobertizos, la sustitución del pavimento de piedra por uno de concreto, la construcción de un segundo piso en la fachada de la calle de la Cerca de Santo Domingo (hoy avenida 3 Norte) y el arreglo de las diferentes secciones del mercado en torno de dos grandes pasajes que cruzan el mercado.7 Las obras se desarrollaron muy lentamente, de tal suerte que para el mes de marzo de 1911 solo se había adelantado una tercera parte del total.

  En ese mes, debido al avance de las fuerzas revolucionarias en el interior del estado y al mal manejo de la crisis derivada de los acontecimientos donde murieron Aquiles Serdán y sus compañeros de lucha, tuvo que renunciar el gobernador Martínez y junto con él varios jefes políticos de distrito y otros tantos presidentes municipales, entre los que se encontraba el señor De Velasco. Dos meses después cayó también el presidente Díaz.

  En sustitución del señor De Velasco quedó el señor Antonio Pérez Marín y como encargado de Obras Públicas el señor Manuel Ramos Luna, asociándose a la obra de reconstrucción del mercado el ingeniero Francisco Tamariz Oropeza. Resumiendo la labor de estos comisionados, en poco más de dos años, de septiembre de 1910 a diciembre de 1912, según el informe que presentó el ingeniero Tamariz se erogaron en la obra de reconstrucción del mercado de La Victoria un total de 759,839.14 pesos, de los cuales se gastaron 137,500.00 pesos en la compra de cuatro casas adyacentes a los terrenos del mercado y el resto, es decir 622,339.14, en la obra propiamente dicha.8

  En esos dos años y pico se procedió a la fabricación y posterior instalación de los pues- tos cerrados, se tomó como muestra la propuesta del maestro herrero Ramón Sierra y Riva. También se aceptaron y se pusieron en ejecución sendos proyectos de saneamiento, drenaje y abastecimiento de agua y de instalación de luz. El primero quedó adjudicado a la compañía Constructora de Ferrocarriles y el segundo a la Compañía de Tranvías, Luz y Fuerza, subcontratistas de la obra. Además de esto se aprobó la instalación del laboratorio de química, del gabinete bacteriológico y de la oficina de vacuna en el interior del mercado. Por último, se arrendó la primera accesoria del mercado en 50 pesos al señor Rodolfo Castuera.

  Otras cuestiones interesantes, entresacadas del informe del señor Tamariz, nos informan de lo siguiente:

  • Superficie aproximada: 17,250 metros cuadrados, correspondiendo 2,294 a las cuatro casas adquiridas (dos sobre la calle de Cruz de Piedra y dos sobre la calle de Mariano Arista, esto es, las actuales 8 y 4 Oriente, respectivamente).
  • Distribución: en palabras de Tamariz serían “131 accesorias, de las cuales 68 son exteriores y 63 interiores... En la planta alta habrá 51 cuartos de habitación, 2 viviendas de ocho piezas cada una, 22 bodegas, 12 despachos, tres salones y una oficina para abastos y Gabinete Bacteriológico, con todas las dependencias necesarias. En la parte interior habrá aproximadamente 330 puestos de fierro con rejas del mismo material, y zócalos de cemento arma- dos, y 1,250 metros lineales de plataforma de cemento armado...”, teniendo entradas por siete portillos, tres correspondientes a la fachada principal y cuatro a las laterales.
  • Total de presupuesto estimado: 1421,744.44 pesos. Se mencionó que sería menos una vez terminada la obra.

  Si fue menos, no está a discusión, ya que finalmente la obra se concluyó hasta 1915. A pesar de eso, el 5 de mayo de 1913 se inauguró solemnemente la parte ya terminada del mercado, bajo el gobierno de Victoriano Huerta a nivel federal y de Patricio Carrasco a nivel estatal, siendo presidente municipal el señor Andrés Matienzo. A partir de entonces y hasta 1986 el mercado La Victoria fue punto central de abasto de la ciudad de Puebla y aun de otros puntos, y hasta el momento no deja de hacer recordar otra época y otras circunstancias.


Bibliografía

AGMP, Libro de Escrituras No.8, Archivo General del Municipio de Puebla.

Cervantes, Enrique A. Puebla de los Ángeles en el año mil novecientos treinta y tres, Puebla, Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, 1998.

Illades Aguiar, Lilián e Illades Aguiar, Gustavo, Ecos del pregonero, Puebla, Puebla, Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, 2010.

Leicht, Hugo , Las Calles de Puebla, Puebla, Secretaría de Cultura-Gobierno del Estado de Puebla, 1992.

Montero Pantoja, Carlos y Meyer Medel, María Silvina, Arquitectos e ingenieros poblanos del siglo XX, Puebla, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, Dirección de Fomento Editorial, 2006.

Revista Popular Ilustrada, Revista Mensual de Arte y Literatura, Puebla, mayo de 1913.


  1. Illades A guiar e Illades Aguiar ,2010,p.66
  2. Ibid, pp. 140-141.
  3. Leicht, 1992, p.471 a/b.
  4. AGMP,f. 76 v.
  5. Foja 75v.
  6. Cervantes, 1998.p.XIV.
  7. Montero Pantoja y Meyer Medel , 2006.p .108
  8. Revista Puebla Ilustrada …pp. XII-XVI.

Sobre el autor

Egresado de la licenciatura en Administración Pública y de la maestría en Historia de la BUAP, actualmente titular del Museo de Arte Religioso Ex-Convento de Santa Mónica (INAH-Puebla). Anteriormente coordinador del Museo de la No Intervención Fuerte de Loreto (INAH-Puebla) y director del ICP y la Hemeroteca del Estado “Juan N. Troncoso” (Secretaría de Cultura / Gobierno de Puebla).

 

 

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