Gerencia del Centro Histórico - Elementos filtrados por fecha: Agosto 2021

Sobre el terciopelo negro, profundo como la noche sin estrellas, el ave se revuelve inquieta, con la serpiente presa en el pico y el plumaje que refulge con luz propia. “He visto muchos trajes —dice doña Guille— en donde el águila parece zopilote o parece guajolote. El águila es una figura muy representativa de México, es un ícono, un símbolo patrio, entonces hay que bordarla con mucha devoción y respeto. Así pienso yo. Quiero que, cuando vean este traje, que vean que ésta es el alma de México. Y de preferencia, si hace usted su… no sé lo que vaya a hacer usted con todo esto, pero póngale ‘Esto es México’. Se lo sugiero”.

Guillermina Moreno con libro de su autoría. Foto de Daniel Herrera

Guillermina Moreno ha dedicado la vida a dos pasiones. Una es su colección de textiles, que ha conjuntado a lo largo de décadas; la otra, la mayor tal vez, es la china poblana. Para doña Guille, la historia de la china poblana y de su traje típico es una obsesión, que le ha acompañado desde sus primeros años y que ha cobrado para ella el sentido de una cruzada por rescatar la tradición en su forma primigenia, sin el recargado folclorismo que la  envuelve en nuestros tiempos. ² Todo comenzó muy temprano: “De niña siempre veía una foto de mi tía, vestida de china poblana, una foto como de 1928. Este par de aretes —una de las piezas de su extensa colección— los usaba en esa foto. Siempre me llamó la atención la china poblana, mire, hasta mis muñecas están vestidas de china. Siempre tuve esa fijación”.

Ambas pasiones han corrido de la mano, dando por resultado una maravillosa y peculiar colección, compuesta por textiles antiguos, bordados tradicionales de las distintas regiones del país, y, por supuesto, todos los accesorios relativos a la china poblana. Cuando le pregunto cuántas piezas integran su colección, doña Guille ríe. Ni siquiera intenta aventurar una cifra, para qué, si en cada cajón, en cada armario y en cada rincón de su hogar, a la manera cortazariana de una casa tomada, siempre aparece una nueva blusa, una falda más, otro huipil, aún más bello que el anterior. Por estos días, doña Guille se ha tomado la molestia de sacar a la luz una pequeña parte de su acervo textil, tarea engorrosa y nada sencilla, y aprovechando la ocasión me abre generosa las puertas de su casa para mostrármela.

Con poner un pie en esa casa, en el barrio del Carmen, uno puede adivinar al primer vistazo quién es doña Guillermina: reproducciones de fotografías antiguas sobre el muro del pasillo; juguetes tradicionales en un canasto; libros que se cuelan hasta la despensa; la bella maqueta de la cocina de Santa Mónica; algunas porcelanas, las pocas que le quedan, porque ha ido regalando muchas; la vitrina con todo el diminuto mobiliario de una casa de muñecas; más fotografías, ahora de doña Guille en comunidades y pueblos; muñecas ataviadas, claro, con trajes de china poblana que la propia doña Guille ha bordado; antigüedades de bazar aquí y allá. En la cocina, un panel en talavera de San Pascual Bailón, el santo de las cocineras; en la pequeña salita un retrato suyo, con una Guillermina aún joven, coronada de flores y ataviada con un huipil, que sostiene un colibrí, como símbolo de la libertad que vibra en el espíritu de esta mujer. Los sillones y la mesa de centro han desaparecido bajo un alud de textiles, con las faldas, blusas y enaguas que el pequeño espacio ha permitido sacar. Y aparece ahí, en medio de la sala, el mítico nopal donde se posa el águila que devora a la serpiente, todo bañado en un brillo áureo que resalta sobre el terciopelo negro, con elegancia y sobriedad. Es la falda de la china poblana que doña Guille ha estado bordando. Tal vez, su creación más querida.

 Bordado con lentejuela antigua. Foto de Daniel Herrera

 

“Me ha llevado toda la pandemia —cuenta doña Guille, orgullosa de la belleza que sus manos han confeccionado. No volveré a hacer una falda igual, porque el maestro Maimone [se refiere a su querido amigo Manuel Alejando Hernández Maimone, actual director del Archivo General Municipal de Puebla] me hizo el favor de regalarme chaquira de su bisabuela. Todos esos detalles están hechos con la chaquira que me obsequió. Todo en tonos dorados, plateados y cobre, con chaquira más pequeña que una lenteja, cuidando los detalles para darle movimiento a la figura”. Se trata de un traje de gala, muy alejado de los trajes de china que solemos ver, tan propensos a lo kitsch, a la sobresaturación y a los brillos que los convierten en disfraces más que en trajes típicos. Para doña Guille, la china poblana merece el mismo respeto que los símbolos patrios, por eso se ha convertido en una purista de la tradición, empeñada en rescatar el traje en su versión primigenia. “Alguna vez vi a una artista, en un 15 de septiembre, que no se podía mover porque la falda pesaba 10 kilos, y la gente decía ¡ay, 10 kilos de lentejuela! Pero no tenía vida, no tenía movimiento ni expresión.”

“Este trabajo —me dice, con la voz quebrada y la resaca de las horas de angustia— yo lo estuve bordando con lentejuela, chaquira y lágrimas, porque mi hijo y mi nuera se enfermaron de Covid-19, pues ambos estaban trabajando en San José, y pues pasamos una situación muy difícil”. Doña Guille acaricia con suavidad el largo lienzo, lo mima, y se toma un instante en recordar lo duro que fueron aquellos días. “Lo único que le sirve a una de consuelo, cuando pasa por esas situaciones tan difíciles, es buscar algo en qué acomodar nuestra angustia, nuestra tristeza, nuestra impotencia. Por eso en este trabajo he depositado parte de mi alma.”

En este año y medio reciente, doña Guillermina se ha dejado los ojos en este trabajo, bordando con minucia cada detalle, hilando pacientemente cada una de las diminutas lentejuelas y chaquiras (muchas de ellas antiguas, que ya no se fabrican) para lograr una figura solemne, pero cargada de vida y movimiento. “Además del bordado, de todo el tiempo y el trabajo que requiere, también se tarda uno en buscar el material adecuado. Yo no encontraba una tela que rimara para la blusa, pero ya la encontré”, me cuenta emocionada. Ha bordado y confeccionado otros trajes antes, pero éste representa para ella la cúspide de su labor como artista textil, por eso ha cuidado hasta el mínimo detalle, como los zapatos que hizo forrar del mismo terciopelo de la falda, o la joyería de ámbar que debe llevar.

“No es un traje para bailar o desfilar, es un traje de gala. Yo quisiera que esto quedara en un gran museo de aquí, de Puebla”.

 

 Traje de muñeca bordado por Guillermina Moreno (detalle). Foto de Daniel Herrera

Guillermina está acostumbrada a los ocasionales curiosos que la buscan para conocer su colección. Al recibirme, y tras el hola, comienza a describir piezas y técnicas sin demasiado entusiasmo, como siguiendo un guion varias veces repetido. Por eso se desconcierta cuando la interrumpo para preguntarle sobre ella, sobre lo que ha sido su vida.

Se trata de una mujer discreta, que gusta de hablar de sus pasiones pero que, al tratarse de su vida, prefiere mantener las zonas oscuras del relato, así que sólo me dibuja en gruesas pinceladas un boceto de lo que fue su infancia, en la Ciudad de México de los años cuarenta. “Tengo 79 años, nací aquí en Puebla, pero cuando mi hermana menor iba a nacer —tengo otras dos hermanas mayores—, mis padres me dejaron con mi tía abuela, en México. Yo creo que era una niña muy chillona, o no sé. Ella era una mujer del campo, de Uruapan; me hablaba del rancho, de la Revolución.” En recuerdo de aquella generosa mujer, doña Guille elaboró un hermoso collage con una fotografía suya, fechada en 1909, y algunos de sus objetos personales, sus pañuelos con las iniciales bordadas, una pluma de su sombrero, su anillo y abanico. “Desde niña me enseñó a usar rebozo, ahí está esa fotografía de niña, en un jueves de corpus, estoy vestida de ‘indita’, con un traje y unos collares de papelillo que aún conservo y que ya no se hacen. Fui creciendo de esa manera, y como somos ocho hermanos, creo que a mis papás no les hacía tanta falta”, dice, y ríe sin amarguras, con la ligereza de quien tiene las cuentas saldadas con el pasado.

***

¿En qué momento tomó conciencia de que se había convertido en una coleccionista? “¿En qué momento? En el momento en que ya no cabían las cosas aquí en la casa y que tenía que comprar menos despensa para meter más libros”. Lo que comenzó como una afición infantil, inspirada por su tía abuela y su tía, con los años se convirtió en una búsqueda febril a la caza de textiles antiguos e indumentaria relacionada con la china poblana. Como buena coleccionista, doña Guille se escabulle cuando le pregunto por el origen de alguna pieza, celosa de sus secretos. ¿Cómo consiguió este huipil? “Pues pastoreando, ya ni me acuerdo”, responde, y hace un ademán con la mano como espantando a un bicho molesto. “A veces los familiares venden todo por montón, y esos se van como trapos viejos… Es más bonito dejar todo así, sin decir de donde vino. Es muy difícil decir un origen, porque a veces me puedo equivocar”, afirma, aunque ambos sabemos que para un coleccionista es tan importante o más la historia de una pieza como la pieza en sí misma. Al final deja caer un pequeño rastro de migajas: “buscando, siempre estoy buscando, en la Lagunilla, en la colonia de los Doctores, en Santa Martha Acatitla; aquí, en San Isidro… a cualquier parte que haya voy, y cuando menos lo espero puedo encontrar hasta un pedacito de tela. Para mí, hasta un pedacito de tela vale mucho”.

En efecto, hasta un pequeño trozo de tela encuentra sentido en esas manos, curiosas y hábiles. Con el fondo de una falda antigua, doña Guille confeccionó un traje de china poblana para Juana, una de sus muñecas, a las que ha vestido con trajes de china, bordados con un detalle exhaustivo. “Me doy a la tarea de peinarlas, buscarles sus adornos, sus aretes, sus enaguas; estos son los pañuelos con deshilado de mi tía abuela, y los uní con randas en hilo para hacer las enaguas. Le hice hasta su costurero, porque cuando era yo chica las muñecas llevaban sus juguetes. Esta es Soledad, vestida a la usanza de la Sierra Norte. Esta es María, en honor a mi tía, su collar es de coral y también tiene encajes antiguos.”

***

Encontrar una prenda es apenas el primer paso. Guillermina se ha especializado en el rescate de estas piezas, documentando todo el proceso, desde el estado de deterioro en que la halló, el patrón del bordado que tiene o tenía, y la intervención que realiza, restaurando dicho bordado en su versión original, con chaquiras y lentejuelas de su colección que en muchos casos están virtualmente extintas. Además del rescate y del bordado, ahora ha aprendido técnicas de preservación, “gracias al maestro Maimone, él me ha dado las facilidades para aprender la conservación, cómo manejar estos trajes, cómo guardarlos, cómo exhibirlos”.

La colección, sobre la cual actualmente se está elaborando el catálogo, es sencillamente impresionante. “Me llegué a encontrar faldas antiguas. Ésta la encontré en un puesto, tirada en el piso. Me llevó casi 800 horas bordarla. Cuando encuentro algo destruido, me da el impulso de cobijar esa pieza, de acogerla con cariño y darle el esplendor que tuvo alguna vez. Lo que hago es bordar únicamente lo que viene dibujado en la tela. Si se respeta el dibujo y se borda correctamente, le vamos a dar más vida que a un trabajo sobresaturado, como ahora se acostumbra, que los llenan de lentejuelas. Este bordado es de influencia hindú. Es muy interesante porque nos permite conocer de dónde vinieron los dibujos, los motivos. Esta pieza es auténtica, conservé la tela, que es raso de algodón de esa época, respeté el dibujo y lo bordé tal cual”.

“Esta falda es de 1926, lo sé porque tengo la foto de la persona que la tenía. Estaba bordada de otra manera, es de niña. Le quité el bordado que tenía porque estaba tan deteriorado que ya no servía. Esta otra falda la tuve que dejar así porque estas lentejuelas ya no las fabrican.” Junto a las varias faldas que ha rescatado, doña Guille me muestra algunas blusas antiguas, entre ellas, una minúscula blusita de niña, con un trabajo exquisito en pepenado, donde vuelan aves diminutas que tienen una cuenta ridículamente pequeña en el ojo, casi imperceptible, y que es una de las piezas más antiguas de su colección. “Por el trabajo que tiene, en pepenado, yo le calculo que es anterior a 1900. Tiene mucho que ver el tipo de tela, el bordado. Es un trabajo muy fino. A veces la gente lo ve y dice que es tan sólo una blusa vieja”. Me pone otra en las manos y le calculo un peso que debe rondar los dos kilos. Se trata de una escena bordada extraordinariamente en chaquira. “Es como de los años veinte. Para bordados de Puebla no hay como los de San Gabriel Chilac. Este trabajo casi se ha perdido, todavía hay una que otra persona que lo llega a hacer. El bordado de Tehuacán, tanto el de hilo como el de chaquira, es conocido por la carrera de tortillas, donde las mujeres usan unas blusas espectaculares, aunque no les han dado el reconocimiento que merecen”.

Por debajo de las vistosas faldas iban las enaguas, de las que doña Guille ha encontrado ejemplos asombrosos. “Esta lleva las iniciales bordadas de la persona. Observe este trabajo, eran tiras bordadas que venían de Europa, así como el pasa listón, que ya no lo hay, y tenía una entrefalda debajo. Entonces conseguir todo esto siempre es andar buscando. Esta enagua calculo que es de los veinte por el trabajo que tiene, con los llamados entredós, que son tejidos. Lo que se debe de asomar del traje de china poblana no son esos encajes que le ponen ahora, sino los tejidos y las orillas de la enagua. Esta de aquí tiene un remiendo, eso es bueno dejarlo porque es original. Esta otra también es una delicia, es de jareta, con unos encajes preciosos. Esta tiene encaje de bolillo y los entredoses, trabajados a una sola hebra”. Las enaguas, sutiles, enigmáticas, lo mismo escondían secretos íntimos que rebeliones. “Esta es muy interesante porque tiene una jareta que no llega al frente, sólo va por la espalda.

¿Por qué? "Bueno, la mujer ha tenido a lo largo de la historia un papel muy importante, que no ha sido reconocido. Aquí se amarraban la enagua y les quedaba plegada la falda, y en esta jareta era donde se metían las armas, desarmaban las armas y las metían en las enaguas para transportarlas”.

Sobre un trinchador descansan los accesorios de china poblana. Aretes, moños, abanicos, horquillas, collares, peinetas españolas, cachirulos. “Estos aretes fueron elaborados por un orfebre de Cholula. Su abuelo vino a la batalla del 5 de mayo y aquí se quedó, era orfebre, y él trabaja con moldes que eran de su abuelo”. A un lado, en un pequeño estuche, un par de zapatos antiguos, rojos, de piel, con un águila nacional finamente bordada en hilo de oro, perfectamente conservados. “Son del tiempo de don Porfirio, se sabe por el estilo del bordado que tienen y por el botón con el ojal, pues todavía no se usaba la hebilla, y los botones son originales”.

Doña Guille se detiene, lo piensa un segundo y se anima. Tal vez por el asombro que lee en mis ojos ante cada pieza que descubre, se decide a mostrarme un poco más. “Espere, le voy a enseñar una sobrecama. Venga, para que vea usted de qué forma vivo. Ora sí que lo voy a llevar hasta mi recámara” me dice entre risas, y subimos a la primera planta, con dos habitaciones de franciscana austeridad. “Vivo con lo más necesario. Aquí puse un mecate —en el cubo de la escalera— porque luego cuelgo cosas de la china”, y en efecto, en el tendedero improvisado hay ocho, diez, doce blusas o huipiles de manta y algodón, algunos resguardados en bolsas de tintorería. En la habitación principal se encuentra su cama y un mueble que ocupa para planchar. “Cierre los ojos, no los vaya a abrir”, me indica, divertida y feliz de compartir con alguien más una de las joyas de su acervo. Espero de espaldas y con los ojos cerrados a que despliegue la sobrecama. “Ahora sí, vea…”.

Al escuchar la grabación de la conversación, me doy cuenta de que permanecí un par de minutos en silencio, que las palabras se me escaparon ante lo que vi. Encima de la cama hay una especie de colcha ligera, de un amarillo pálido, con la figura de una tehuana de casi un metro, bordada a máquina de pedal. El detalle del traje, la gradación de los colores, la sutileza de las facciones en ese bello rostro de mujer, todo captado con un realismo asombroso, por la mano experta de una bordadora. “Esto era de mi tía, la sobrecama de mi tía… Los trabajos a máquina antiguos eran muy buenos. Es de los años veinte, se puede deducir por el peinado de ondas. Por cierto, también tengo un traje de tehuana de los cuarenta, todo bordado a mano…”

Doña Guille me conduce a la otra habitación, saca cajas, revuelve entre montones de huipiles, busca. Cajas y cajas y siempre hay textiles y más textiles. “Este es un trabajo de la Sierra Norte; este es pepenado de Atlixco, de Tochimilco”. De repente encuentra la caja que busca y extrae un soberbio traje de tehuana, un traje de gala, de un negro profundo y aterciopelado sobre el que es talla la desbordada fiesta oaxaqueña de flores y colores, un bordado muy fino en el que se adivinan largos meses de trabajo de una mano experta. Es de los años cuarenta y luce mejor que nuevo, gracias al esmero con el que Guillermina trata a sus textiles. Más cajones; todo el closet, como el de la primera habitación, está destinado para su colección. “Acá tengo de Chiapas” dice, y saca un huipil típico de Zinacantán, bellísimo. Doña Guille se fatiga de bajar cajas, abre una al azar y me muestra lo primero que aparece, a veces es un huanengo de Michoacán, a veces es un huipil de San Cristóbal o de Oaxaca, algunos antiguos y otros nuevos. “Mire, este es mi rebozo de niña”.

 De repente, recuerda que hay por ahí una pieza más que quiere mostrarme. “Mire, le voy a enseñar una cosa: esta salida de teatro tiene más de un siglo, es una capita, las había cortas y largas. Me la obsequiaron. Me dijeron ‘ésta era de mi abuela, se la regalo’”. La prenda, apenas unos treinta centímetros de soberbio encaje y pedrería, era lo que las mujeres de alta burguesía se echaban a los hombros para desfilar por el foyer del teatro, una pieza digna de un museo. “Y mire en qué condiciones vivo —me dice doña Guille, aludiendo a la modestia del mobiliario, a la instalación eléctrica que se ha fundido, a las fisuras que dejó en el techo el temblor del 2017—, con muchas cosas valiosas y mire mi casa”. Su tristeza es genuina y justificada, pero apuesto —le digo—, que no cambiaría nada de esto por una casa grande y suntuosa.

Su respuesta es tajante.

No.

***

“Lo que más tristeza me da es que me voy a morir, y todo lo que sé se va a ir al cajón. Todo esto, ¿a dónde va a ir a parar? Me dicen mis hijos: lo único que han de decir de ti es ay, que viejita tan cajeta. Lamentablemente, los textiles son los más olvidados, los más ignorados y los más despreciados. Yo no lo entiendo, pero a nadie le importa lo que hago”. En su voz, en su rostro, asoma una amargura que no puede, ni pretende disimular. En tiempos recientes, doña Guille ha tratado de encontrar un comprador para su colección. Ella quisiera que quedara en manos de una entidad pública, que la exhibiera en el espacio y con las condiciones de preservación adecuadas y donde toda la gente pudiera apreciarla, tal vez la Universidad o el Gobierno del Estado. Intuye que, de adquirirla un particular, su destino sería incierto. “No se trata nada más de vender la colección, sino que lleve mi nombre y que quede como curadora” ¿Les puso un precio sobre la mesa? “Para mí un precio es comprar un terreno donde sembrar árboles. Irme lejos, comprarme un terrenito donde tenga yo mis arbolitos, porque anhelo tener árboles, ese es mi sueño, extender la mano y jalar una fruta. Esa es una riqueza que nadie ve”.§


¹. Doctor en historia por El Colegio de México.

². Véase el libro de su autoría, Rescatando Indumentaria de La China Poblana, publicado por la BUAP en 2017.

Publicado en Cuetlaxcoapan 27

El propósito del presente artículo es presentar un acercamiento a los distintos momentos del arte rupestre que existen en la Cueva del Murciélago, también conocida como Cueva de las Cruces de Rosario La Huerta, en la Junta Auxiliar de Azumiatla del Municipio de Puebla. Es un esbozo descriptivo y concienzudo, que nos permite hacer referencia a este sitio de arte rupestre en la periferia de la ciudad de Puebla. Cabe destacar que las autoridades ejidales están al pendiente de los visitantes, convirtiéndose en uno de los factores principales para que el sitio no se encuentre vandalizado hasta el momento.

La cueva posee una gran relevancia debido al discurso rupestre: se trata de un abrigo rocoso con elementos pictográficos distribuidos en diversos grupos de acuerdo con su forma, aunque se observa superposición entre algunos de los elementos distintos entre sí. En cuanto al contexto arqueológico y cultural, el sitio es privilegiado por el arroyo que lo determina geomorfológicamente, lo que permitió su elección para llevar a cabo actividades humanas en el pasado, quedando remanentes materiales de éstas: pinturas rupestres y un alineamiento de piedras en el piso en la parte de la línea de goteo.

Vista general del Grupo I. Foto: Fco. Mendiola, 2020.

 

En octubre de 2017, los arqueólogos Arnulfo Allende y Erik Chiquito Cortés realizaron un trabajo de inspección, en el cual se elaboró un informe preliminar con fotografías; datos que fueron importantes para poder hacer un primer diagnóstico de conservación del sitio. No tuvimos acceso al informe final, así que solamente obtuvimos algunos datos en comunicación personal con el arqueólogo Chiquito, por lo cual podemos aseverar que el estado de conservación es excepcional, con un mínimo de vandalismo gráfico histórico.

La técnica general de elaboración fue el asentamiento de pigmentos sobre la matriz rocosa. Ésta se realizó bajo las modalidades de estarcido en negativo,³ tintas planas y delineados, siendo estos últimos los que más abundan. Los colores predominantes son el blanco, el rojo y el negro. La morfología general se divide entre elementos de carácter naturalista con la familia biomorfa (antropomorfos⁴ y zoomorfos⁵) y el carácter abstracto con la familia geométrica rectilínea, así como con algunos elementos de la familia curvilínea.

Las formas de distribución del gráfico de unidad se expresan en cuatro grupos (I-IV), lo cual hace referencia, en principio, a la afinidad morfológica que se manifiesta, de manera clara, en la segunda etapa pictórica, que es la superpuesta. La primera es la infrapuesta y guarda afinidad morfológica entre sí. Pero también esos grupos están delimitados físicamente por la geomorfología específica de la pared rocosa del abrigo, esto significa que ciertos ángulos, casi rectos, dieron lugar a pausas del discurso pictórico-morfológico, y en lo que es nuestro ordenamiento analítico corresponde al establecimiento de los grupos mencionados. Descritos de izquierda a derecha y de arriba abajo,⁶ tenemos que la primera etapa se conforma de elementos en color rojo, principalmente de manos al negativo logradas con la técnica del estarcido.⁷

Imagen con el filtro iDStretch YRD para el contraste de rojos, sin embargo, estos no se observaron en infraposición en este grupo I. Foto: Fco. Mendiola, 2020.

 

Grupo I

 En el grupo I todos los elementos son de color blanco. Primeramente, se observa una mancha, enseguida un poco arriba, una cruz latina, una mano al positivo (izquierda), una cruz latina cargada hacia el lado derecho. Su pedestal es semi-redondo en la parte superior y cuadrado en la inferior, luego está una mano al positivo (al parecer derecha), en franca yuxtaposición, dos círculos con punto central interno con boca esquematizada y/o bigotera, de manera que estos elementos en asociación posiblemente estén conformando el rostro de Tláloc. Luego del quiebre rocoso saliente, en la misma pared, se observan en el ángulo dispuesto de la roca dos manchas provocadas al aventar o dispersar con fuerza la pintura (“brochazo)”; delatadas por las gotas de diferentes tamaños y formas que tomaron al depositarse en la matriz rocosa. En este grupo no se observa el fenómeno de superposición, es decir, que los elementos en color blanco son los únicos existentes.

Grupo II

 Atendiendo el mismo orden (de superposición a infraposición), este grupo sí presenta super- posición. Los elementos en color blanco son los siguientes: una gran mancha irregular, una cruz latina, una línea vertical quebrada (a manera de rayo); debajo de estas líneas rectas descritas se encuentra una cara humana de grandes ojos con tocado capital, orejas, bigotera y colmillos (conjunto de elementos que dan pie a ubicarlo como un Tláloc). En la parte superior se observan otras manchas y abajo una mano (al parecer izquierda), una figura deslavada con un círculo con punto central y líneas curvas salientes; al lado derecho un poco arriba, un antropomorfo semiesquemático con los brazos extendidos horizontalmente. Un poco debajo de esta figura, a la derecha, se presenta una mancha semi-redonda. Debajo de ésta, hacia ese mismo sentido, se ven cuatro líneas verticales (posiblemente dedos humanos). Ahora vamos con los elementos infrapuestos en color rojo: tanto en la parte superior como en la inferior se observan manchas rojas. En la inferior, desafortunadamente, la pintura blanca superpuesta no permite ver con claridad si es una posible mano al negativo en rojo. Enseguida tenemos (siguiendo el mismo sentido hacia la derecha y en la parte superior), un rectángulo dispuesto verticalmente, aunque le falta la línea inferior que lo cerraría con su línea recta horizontal. Dicho rectángulo muestra una línea horizontal interna. También esta figura está coronada por una especie de estrella (parte superior derecha). Debajo de la misma se observan al menos dos antropomorfos semiesquemáticos con los brazos extendidos horizontalmente. Continúan dos puntos y una línea recta horizontal y, enseguida, cuatro formas radiadas a manera de sol, hasta llegar a la parte inferior con un círculo con líneas rectas internas que se intersectan, esto a manera de asterisco (posiblemente sea la representación de un peyote) y más abajo están claramente dos manos humanas al negativo con parte del antebrazo (ambas parecen ser derechas). Ya en la parte superior se ven unas manchas del mismo color rojo.

Grupo II. Destacan los elementos superpuestos en blanco. Foto: Fco. Mendiola, 2020.

 

Grupo III

Este grupo, delimitado por un ángulo rocoso natural, posee elementos superpuestos en color blanco: una mano humana y enseguida un antropomorfo muy erosionado; abajo, a la derecha, casi en superposición, una especie de penacho con quince líneas radiadas (a manera de plumas), lo que podría ser un tocado capital, pues al parecer es un rostro humano el que lo porta. Pasando el ángulo rocoso, se observa una especie de cetro (aunque en la realidad geométrica es un círculo en la parte superior de una línea recta vertical), después, una gran mancha blanca en escurrimiento y, en franca yuxtaposición, una cruz latina con pedestal rectangular. La cruz posee en cada uno de sus brazos dos protuberancias. En la esquina inferior derecha del pedestal se observa una mano al positivo infrapuesta en color blanco más claro. Después de otra línea rocosa de quiebre, se tiene otra cruz latina con pedestal rectangular, cuyos brazos y parte superior del astil terminan en esfera, abajo a la izquierda una mano más pequeña.

En cuanto a los elementos infrapuestos en color rojo, del lado izquierdo se observan algunas manchas, pero éstas no se pueden ver del todo bien porque la pintura blanca es muy intensa. Debajo de la última cruz descrita hay un antropomorfo (que parece portar en su mano derecha un escudo o chimalli) y en la izquierda una cruz con dos puntos superiores. Ambos brazos están levantados, su pierna derecha muestra un pie con tres dedos; a la derecha de esta misma figura, en yuxtaposición, se observa un muy deslavado antropomorfo con el tronco borrado. En sus manos, hacia arriba, porta objetos indefinidos.

Grupo IV

En este grupo hay menos elementos gráficos y la superposición también se presenta. En cuanto al elemento superpuesto en blanco, éste refiere la re- presentación de un zoomorfo de grandes orejas con su cola levantada; la parte trasera de este animal se encima a un antropomorfo esquematizado del mismo color. En color negro, el elemento observable es un antropomorfo con cabeza en círculo y que presenta radios externos. Su tronco y piernas están esquematizados, los brazos no son visibles. En cuanto a los elementos infrapuestos, éstos se reducen básicamente a dos manos al negativo en color rojo (ambas de lateralidad derecha). La primera es, al parecer, de infante; la segunda de adulto.

Grupo III con los elementos superpuestos de color blanco. Foto: Fco. Mendiola, 2020.

Figuras aisladas

También se observaron y registraron figuras aisladas en la parte derecha extrema del abrigo. Entre las figuras que fue posible detectar en varios de los espacios rocosos, se encuentran las siguientes: un antropomorfo de cuerpo redondo en color negro, su cabeza no es visible, sin embargo porta zapatos; en otro espacio se registra una mano al positivo también en color negro, después un rectángulo en color blanco, dispuesto verticalmente, atravesado con una línea horizontal (lo cruza); un antropomorfo esquemático en negro y abajo una mano en color blanco; dos grafitis (modernos) en rayado, el primero es una mano (que seguramente pretendió imitar las antiguas en negativo y positivo ya descritas); un antropomorfo en color blanco con los brazos extendidos horizontalmente y sus pies dirigidos hacia la derecha; enseguida, se tienen las figuras siguientes: una representación de los atributos de Tláloc (como son bigotera y colmillos), después, en yuxtaposición, un círculo unitario en color blanco y en tinta plana, dos triángulos yuxtapuestos y, en medio de ellos, una línea recta vertical que termina en su parte inferior en círculo (puede ser la representación de una cara humana); y un poco abajo, se observa una figura geométrica abstracta rectangular, dispuesta verticalmente con seis secciones internas (a manera de escalera); en yuxtaposición, en un pequeño ángulo rocoso, se observa una cara humana. Finalmente, en un pequeño ángulo de la roca, localizado en el mayor extremo derecho del abrigo, se encuentra una cara con sus ojos, nariz, bigotera y colmillos, es decir, Tláloc.

Asociaciones contextuales, cronología tentativa, posibles interpretaciones de Azumiatla

 Por asociaciones contextuales se entiende el establecimiento de relaciones etnohistóricas, históricas, etnográficas, arqueológicas y medioambientales que permiten establecer posibles interpretaciones generalizadas sobre el sitio registrado. En el caso de La Cueva de las Cruces o del Murciélago, es posible plantear que las formas descritas en su conjunto reflejan, además de una gran complejidad, aspectos que se atendieron en los siguientes términos: en primer lugar, está la presencia de superposición e infraposición pictórica, la cual hace referencia a tres etapas que, en lo general y en lo particular, se abordaron.

El segundo aspecto se vincula con el hecho de que estas etapas permiten plantear un largo tiempo de ocupación, así como un determinado uso del espacio ahora arqueológico. Es necesario tomar en cuenta que la superposición, es decir, la segunda etapa pictórica, con elementos color blanco, es negadora del poder de la primera, la cual, con sus elementos en rojo, morfológicamente remiten a actividades de larga data. Se registraron elementos en color negro, pero estos no guardan superposición.

En cuanto a la primera etapa, la presencia de manos al negativo permite hablar de grupos prehistóricos de por lo menos 10,000 años de antigüedad, debido a los elementos de la tradición de improntas de manos logradas por estarcido o el negativo que se observa en ellas.⁸ Éstas delatan ritos de iniciación, tal como puede ser el paso de la infancia a la etapa adulta.⁹ Aquellos grupos humanos fueron nómadas y practicaron la caza y la recolección, por lo que tuvieron una economía de apropiación. Es importante pensar en la posibilidad de que las morfologías en rojo abarquen un largo periodo de tiempo entre las manos al negativo y los antropomorfos esquematizados; no obstante, la posible representación del peyote del Grupo II (planta utilizada en las prácticas curativas y de iniciación) se halla vinculada directamente con las manos al negativo en términos del uso ritual del mismo en actos de iniciación.¹⁰ De la segunda etapa, podemos hablar de una presencia ideológica, hegemónicamente determinada, expresada en las cinco representaciones de la deidad conocida como Tláloc. Vinculada al culto de la lluvia, nubes y rayo (una posible representación de éste en esta etapa),¹¹ además de que se asocia a la agricultura (maíz, frijol, chile, calabaza) para el periodo Postclásico Tardío (1200-1521 d.C.), por lo tanto, esta segunda etapa es una apología a dicha deidad, o numen, tan relevante para Mesoamérica. La tercera, y última etapa, posiblemente pertenezca a la Guerra Cristera o de la Cristiada (1926-1929). Esto se deduce a partir del tipo de cruces. Ante la prohibición del culto católico en esa época, los seguidores de Cristo se congregaban en las cuevas para llevar a cabo el culto (misas regulares, bautizos, primeras comuniones y casamientos). Así, tenemos el caso del sitio de “La Peña de la Estrella”, en el Municipio de Ixtacamaxtitlán, que también tiene este tipo de cruces.¹²

Por otra parte, el sitio de La Cueva de las Cruces o del Murciélago, no tuvo un uso doméstico, sino, como ya se puede inferir, de orden ceremonial o ritual, incluso hasta la época moderna. La inexistencia de materiales cerámicos y líticos alude a que no fue utilizado como lugar doméstico. En suma, se trata de un patrimonio invaluable, prueba fidedigna del desarrollo sociocultural, que demuestra que la complejidad urbana de la ciudad de Puebla tuvo sus inicios en grupos humanos que habitaron en las inmediaciones de este importante sitio arqueológico. En él se llevaron a cabo ceremonias y ritos iniciáticos, actos delatados por sus grafismos rupestres, realizados en distintos momentos y que lo han conformado como tal. Es responsabilidad de todos seguirlo conservando tan bien como hasta ahora. §

Bibliografía

• CHIQUITO CORTÉS, Erik, “Reporte de visita a la Cueva del Murciélago, Ejido de la Huerta, San Andrés Azumiatla Pue.”, México, s.f.
• MENDIOLA GALVÁN, Francisco, Petroglifos y Pinturas rupestres en el Norte de Sinaloa, Tesis de licenciatura en arqueología, México, Escuela Nacional de Antropología e Historia, 1994.
– ,“Representaciones de manos y pies en el arte rupestre del norte de México. Los casos de Chihuahua y Sinaloa”, en Arqueología Mexicana, xii:71 (2005), pp. 52-57.
– , Informe de Atención de dos Sitios con Arte Rupestre: “La Peña de la Estrella” y “La Cueva Ahumada”, Municipio de Ixtacamaxtitlán, Puebla, Centro inah Puebla, marzo, 2019, México, 30 pp.
• SCHOBINGER, Juan, Arte Prehistórico de América, México, Jaca Book, Conaculta, 1997.

Grupo IV. En la parte baja se observa un elemento zoomorfo. Foto: Francisco Mendiola, 2020.


¹ Arqueólogo del Centro INAH -Puebla.

² Arqueólogo del Centro INAH -Puebla.

³ Técnica que consiste en estampar sobre una superficie el dibujo a partir de una plantilla.

⁴ Representaciones esquemáticas u objetuales de seres humanos, sean sexuados (masculino y femenino) o asexuados (sin sexo).

⁵ Representaciones de animales.

⁶ Procedimiento seguido para el registro que ahora nos permite precisamente describirlos, y que, por orden, sigue el mismo principio de la lectura occidental de textos escritos.

⁷ Cabe aclarar que las formas específicas infrapuestas en color rojo fueron mucho más visibles con los filtros del DStretch, es decir, por medio de las técnicas de
“decorrelation streching”, recurso utilizado para mejorar el color de una imagen. Esta herramienta fue creada por Jon Harman para el procesado de imágenes de arte rupestre.

⁸ SCHOBINGER, Arte Prehistórico…, pp. 43-44.

⁹ MENDIOLA GALVÁN, “Representaciones de manos y pies…”, pp. 52-57.

¹⁰ El peyote (Lophophora williamsi), perteneciente a la familia Cactacea, proveniente del desierto de México y del sur de los Estados Unidos, ha sido utilizado desde tiempos antiguos.

¹¹ Esta representación no es el único caso que se tiene de este elemento en el arte rupestre de Puebla

¹² MENDIOLA GALVÁN, Informe de Atención de dos Sitios… 

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Caminar por el Centro Histórico de la ciudad de Puebla es toda una experiencia y puedes encontrar muchos motivos para hacerlo, ya sea por necesidad o placer. De una u otra forma cientos de personas transitamos por la Zona de Monumentos todos los días, y entre nuestros ires y venires, el apuro y la cotidianidad, dejamos de ser conscientes de la antigüedad de sus calles, las cuales han visto pasar a muchísimas generaciones y han sufrido innumerables cambios.

Una forma con la que podemos constatar las transformaciones y desarrollo de una ciudad es a través de sus mapas. La cartografía es un término que fue propuesto, en el siglo XIX, por el estudioso portugués Manuel Francisco Barros e Sousa, consistente en “el estudio de mapas, planos o cartas como documentos científicos y artísticos”. Sin embargo, con el paso del tiempo el concepto se ha ampliado. Hoy en día se entiende como cartografía no solo a su estudio, sino también al arte, la ciencia y la tecnología de hacer mapas.

Con el propósito de dar a conocer la historia cartográfica de nuestra ciudad, la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla en 2016 reeditó el libro Cartografía Histórica de la Ciudad de Puebla, donde Francisco M. Vélez Pliego y M. Ambrosio Guzmán Álvarez conjuntaron un número importante de planos en los cuales se muestra el desarrollo y las transformaciones de la Angelópolis. Esta obra comienza con el plano realizado por Cristóbal de Guadalajara en 1698 y concluye con un plano de 1947, cuya singularidad consiste en ser la última representación de la ciudad en una sola carta utilizando una escala menor a 1:100000.

Nuevo plano topográfico anunciador de la Ciudad de Puebla de 1908.

Mis planos y mapas favoritos son el de la página 19, una litografía sobre papel amate de 1750 que lleva el título “Plano de la nobilísima y muy leal ciudad de los Ángeles” de autor anónimo; el de la página 25, un plano maqueta de la ciudad de Puebla, realizado en 1849 aproximadamente y cuyo original está a resguardo del Museo Casa del Alfeñique; el plano topográfico de la ciudad de Puebla de Atenógenes N. Carrasco; una litografía a dos colores realizada en 1902; y el que se encuentra en la página 50, una impresión en papel con soporte de cartón realizado en 1908, el cual está rodeado por anuncios de diferentes negocios de la ciudad.

El campo de estudio de la cartografía en Puebla es vasto, de ahí que este libro tenga como objetivo fomentar su investigación. Es tarea de nosotros los ciudadanos, estudiantes y académicos tomar conciencia de que cada vez que caminamos por las calles del Centro Histórico, estamos ante siglos de historia, y que los mapas son testimonios esenciales para su comprensión, razón por la cual debemos conocerlos, valorarlos y resguardarlos.

La reedición del libro Cartografía Histórica de la Ciudad de Puebla se encuentra en la Biblioteca Jean Paul L’Allier, ubicada en la Casa del Puente de Bubas (Blvrd. Héroes del 5 de mayo 8, Barrio de la Luz). Esta biblioteca, de acceso gratuito, está dedicada al fundador de la Organización de las Ciudades Patrimonio Mundial, y cuenta con un acervo conformado por obras especializadas en la historia de Puebla y del patrimonio de México y el mundo. Así que, si estás interesado en conocer un poco más sobre la cartografía de nuestra ciudad, el libro está disponible para su consulta junto con otros fascinantes títulos. §


¹ Pasante de la Licenciatura en Historia del Colegio de Historia de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.

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Los restos de construcciones arqueológicas de antiguas civilizaciones mesoamericanas, o anahuacas, que yacen aledaños o inclusive dentro de la mancha urbana del Municipio de Puebla (Manzanilla, Cerro del Marqués, Amalucan, Cerro Azteca, Flor del Bosque, Tepalcáyotl, Tres Cerritos y Pueblo Nuevo)² representan, por sí mismos, la expresión arquitectónica de nuestros antepasados. Su significado va más allá de “simples ruinas”, pues son contenedores de tradiciones y cultura que han logrado sobrevivir al embate de más de 500 años.

 Los vestigios arquitectónicos escenifican miles de manos invisibles que sostienen un universo plagado de tradiciones, ritos, educación, sistemas de justicia, alimentario, cultural, médico, guerrero, místico y de tradiciones integradas al entorno natural. Los amores y desamores; las hazañas prodigiosas o los fracasos de los vencidos; las curaciones excepcionales o las muertes gloriosas; el ximiximati (conócete a ti mismo); la moteopeyotsi  (meditación); los cuícatl (cantos y poemas sagrados); la danza, las coplas y tonos del rezandero; los ritmos del huehuétl  (tambor); las ocarinas que imitaban el sonido de las aves; las palabras firmes del temachtiani  (maestro) en el calmecac y el telpochcalli para construir, poco a poco, la personalidad de los estudiantes, es decir, “dar rostro propio y corazón verdadero”; los sabios consejos de los ancianos o huehuetlatolli (la antigua palabra), que rememora el conocimiento de los viejos abuelos y las formas en que “han de vivir”, traslada, así mismo, desde “allá en el pasado” al “aquí y ahora” en el presente la voz del maestro y las preguntas ágiles de los aprendices; las propiedades curativas de las plantas y la gran sabiduría del tícitl (médico), que hacía del estudio de la enfermedad, la curación del cuerpo y del espíritu, o que orientaba al que no encontraba “sentido de vida como proyecto de destino” una armonía mística.

 Ofrendando copal en Poposchcomi. Junta Auxiliar Ignacio Romero vargas, "cerro" de citlaltepetl. 2020. Foto de Patricia Zavala Gutiérrez.

Las piedras que veo frente a mí susurran. Dicen los que saben, los tlamatinime, que la piedra habla historias con murmullos de voces antiguas en náhuatl, otomí, totonaco, maya, purépecha…, de los “tiemperos”, los que se comunican con las nubes o hacen llover. Cuentan, en un “ritmo cantadito”, historias de proezas, de gente que se creía, se transformaban en animal, “los nahuales”, o de niños que traían el “don” de la curación. Que, si lloraba en el vientre de la madre, podría “curar”; que, si se “ausentaba” del vientre de la madre por la noche su tonalli, o alter ego, su espíritu o energía vital, el niño(a) traía el “don” para curar; que, si se transformaba en una bola de fuego que jugueteaba por los cerros traía el “don”; que, si nacía con dientes o con el saco amniótico cubriendo su pequeño cuerpecito traía el “don”.

Recuerdo aquello años cuando veía el teocalli³ del bosque de Manzanilla que hoy ha sido absorbido por la urbe y, me preguntaba –o tal vez escuchaba el susurro del teocalli que mágicamente me indujo a respetar y amar las “voces de los predecesores” tocando a la piedra– si alguna vez el ser humano podría, por el estudio de las construcciones antiguas conocer el pasado cultural y hacer el presente glorioso.

Fue entonces que conocí, poco a poco, la Arqueoastronomía, disciplina que conjuga el conocimiento de los astros y la arqueología; es el estudio de las construcciones que nuestros ancestros crearon para explicar el conocimiento de los calendarios, la relación del sol, la luna y demás planetas o constelaciones, y su influencia en la vida sociopolítica, cultural y religiosa de nuestros pueblos originarios, la siembra y los ritos.

Grupo de ciudadanos saludando a los rumbos. Junta Auxiliar Ignacio Romero vargas, "cerro" de citlaltepetl. 2020. Foto de Patricia Zavala Gutiérrez.

Caminando ando y percibo –porque la toco- con todos mis sentidos, la sabiduría que la piedra me comparte, me hace uno con mis ancestros y, por ello, no me canso de caminar por los municipios y colonias para, “despacio que tengo prisa”, compartir con los vecinos del lugar, los mensajes de cientos o miles de años atrás que llenaron de vida los lugares que ahora piso, e invitarlos a preservar el espíritu de quienes nos dieron herencia; sin haberle pedido permiso a esta tierra que seguramente sobrevivirá, aunque ustedes y yo no estemos aquí.

Nochipa ipan noyoltzin

“Siempre en mi corazón”


¹ Lic. en Psicología, pasante de filosofía, Maestría en Ciencias Penales con especialidad en Criminología (inacipe), Doctorando en Criminología.

²Aquí cabe mencionar el estupendo trabajo que se ha realizado en la preservación de nuestra cultura originaria por parte del Centro de Investigación Anahuaca de Sabiduría Ancestral.

³Construcción para hacer rituales de meditación o de agradecimiento al “dueño del cerca y del junto”, al universo, al sol, la luna, los elementos, etc. La palabra teocalli viene de teo: energía creadora, y calli: casa. Al teocalli a veces se le llama erróneamente pirámide, más bien se denomina, teocaltzocualli “lugar donde se preserva la energía creadora”.

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Martes, 24 Agosto 2021 15:46

Tepalcayotl y el Jagüey Zoquiaqui

Les contaré un poco sobre las tierras de San Francisco Totimehuacan del cual soy originario. Aquí nacieron mis abuelos, quienes eran hablantes de náhuatl, mis padres, mis hermanos, mis hijos y yo; los cuales hemos disfrutado de estas tierras de gran abundancia. La Junta Auxiliar de San Francisco Totimehuacan, cuyo nombre quiere decir “lugar de pájaros hermosos” o “lugar en donde abundan las aves”, pertenece al municipio de Puebla, antaño conocido como Cuetlaxcoapan.

Aquí en Totimehuacan se encuentra la zona arqueológica conocida como Tepalcayotl, también designada como “tortuga de agua”. En torno del zacuali (nombre náhuatl para pirámide) habitaron nuestros ancestros. En sus alrededores había otros tres más. Nuestros antepasados habitaron el cerro Chiquihuite, el cual fue utilizado para realizar ceremonias como la del sol; para estos efectos ceremoniales, o en beneficio del cultivo, terminaron por aplanar el cerro.

Desde muy pequeño observaba y recorría este majestuoso lugar, que estaba lleno de agua. Por la zona donde hoy es el Batán había un nacimiento de agua que llegaba hasta el jagüey; cerca de allí había un manantial conocido como la Tacita, así como una corriente de agua del lado de Tepalcayotl. Toda esta tierra era abundante en agua, la cual permitía tener pozos en las casas a muy poca profundidad para el consumo familiar. No había agua potable, sin embargo, podíamos bañarnos y nadar en el jagüey. La riqueza de agua favorecía al cultivo. Se tenían buenos sembradíos y las cosechas eran copiosas. La comunidad se caracterizaba por tener gran variedad de plantas frutales. En fin, todo el lugar era una belleza.

Zona arqueológica de Tepalcayotl

El tiempo pasó y Tepalcayotl fue quedando abandonado. Posteriormente, la mancha urbana nos invadió. Antes se observaba el montículo más grande de como lo conocemos hoy en día debido a que algunas viviendas se han construido en el espacio que le pertenece a la zona del Tepalcayotl, creando situaciones irremediables, ya que las autoridades no asumieron un control sobre la situación. Sin embargo, pienso que si trabajamos todos juntos podríamos ayudar para detener su destrucción.

El basamento de Tepalcayotl, según su posición, está orientado de poniente a oriente, en sentido al volcán Popocatépetl. Tiene tres niveles.

Para llegar al tercer nivel se sube por el poniente, para la cima por el oriente. Su interior tiene un túnel principal que termina en tres cámaras, una a la izquierda, una en el centro, y otra a la derecha. Si bien es cierto que las teorías mencionan la existencia de un centro ceremonial y un observatorio, la verdad es que aún queda mucho por estudiar y descifrar de este complejo ancestral para poder comprender su historia.

En Tepalcayotl y sus alrededores se encontraron vestigios de tepalcates, tales como fragmentos de vasijas, algunas figuras, joyas, jarros y platos. Recuerdo que la gente que cultivaba llenaba cubetas con dichos objetos. En la cosmovisión ancestral se creía que cada 52 años todas las familias destruían, enterraban u ofrendaban sus vasijas, herramientas o figurillas a la madre tierra, ya que reiniciaban con todo nuevo, se iniciaba un nuevo ciclo.

Un día, no recuerdo muy bien la fecha, llegaron unos alemanes a destapar el Tepalcayotl para investigarlo, y de acuerdo con las memorias locales se llevaron algunos objetos valiosos, incluso destaparon un cofre de piedra que se llevaron sin mostrar qué tenía en su interior. En pocas palabras, saquearon el sitio arqueológico, pero lo importante es saber que nuestras raíces están aquí en Tepalcayotl Totimehuacan.

Como solución, intentamos contactar con el Instituto Nacional de Antropología e Historia y el Gobierno del Estado para que nos ayudarán a proteger la zona; ellos nos dijeron que si queríamos realizar algo lo hiciéramos a nuestra manera y como se pudiera. Lamentablemente no se pudo, ya que necesitábamos dinero para acomodar todo. Cuando los alemanes realizaron el agujero, lo taparon con una lámina, la cual la gente quitaba, desbarataba y se llevaba lo que encontraba. Yo quería que se realizara un buen trabajo para que ya no estuviera ese agujero, sin embargo, por más intentos que realizamos para tapar la lámina, la gente lo seguía destapando. Desde entonces, me percaté que necesitamos provocar la conciencia de la gente, entender que tenemos que respetar y apreciar nuestras raíces ancestrales, logrando, de este modo, mantener nuestra cultura viva.

El pueblo antes se dedicaba a la agricultura y cuidado del ganado, se realizaba el trueque, y la gente venía aquí de muchos lugares, como los Volcanes, Cholula, Atlixco, etc. Intercambiábamos semillas, plantas y animales. Gracias a ello, todos nos beneficiábamos de distintas culturas, compartíamos alimentos y conocimientos, así las comunidades estaban más unidas.

También practicábamos el Tequio entre vecinos y comunidades, el cual consistía en la limpia, con palas y picos, de las zonas comunes a la población, como canales y ríos, para asegurar la llegada del agua al jagüey, la cual corría libremente por los arroyos antes de que se captara con la presa de Valsequillo. Asimismo, la convivencia entre familias, amigos, vecinos, y comunidades se llevaba a cabo en fiestas comunales y familiares. Sin embargo, a medida que la población fue creciendo, se fueron destruyendo más los zacualis, ya que aprovechaban esos montículos de piedras para construir sus casas, y eso fue deteriorando la zona.

Jagüey Zoquiaqui

El jagüey le pertenecía a la ex hacienda de San Juan Xilotzingo. Era más grande de lo que es hoy en día, pero con el tiempo se fue reduciendo. Mi padre y varios vecinos buscaron defender los terrenos contra supuestos ejidatarios. En este terreno se acumulaban grandes cantidades de agua que funcionaban para regar los cultivos cercanos de la comunidad, los cuales abarcaban desde Xilotzingo hasta los alrededores de San Esteban. Todos ayudábamos en el mantenimiento de este lugar para que cuando llegasen las lluvias el agua corriese hasta el jagüey. También existían otras afluencias que provenían de distintos lugares. Una de éstas provenía desde Camino Real, que fue creado por los abuelos; ahora es conocido como San Manuel, y fue bloqueado por la carretera.

 

Flora en jagüey zoquiaqui.

Después de la muerte de mi padre (un hombre defensor del territorio y curandero), asumí la sucesión de derecho del terreno, y hago público que se levantó una demanda en mi contra para despojarme de éste. El juicio duró 13 años. En ese lapso de tiempo encontré papeles que indicaban que el Jagüey Zoquiaqui era parte de la ex hacienda de San Juan Xilotzingo, por lo tanto no era territorio del ejido. Los documentos fueron presentados en el juicio, pero los ejidatarios mostraron papeles que decían lo contrario… ¿Qué pasó ahí? No lo sabemos. Aquí entra un terciario, el cual concuerda que el jagüey era parte de la ex hacienda; con esto el juicio se quedó detenido durante 4 años. Actualmente, el lugar está con la sentencia de corto plazo de desaparecer.

Pongo de manifiesto a la ciudadanía los sucesos, para generar conciencia y evitar el despojo. Aún queda espacio en los terrenos del jagüey, pues en una parte hay fábricas y en otra el colegio de bachilleres. La parte libre está distribuida de la siguiente forma:

  1. La parte del jagüey, que es un humedal importante para la vida de la flora y fauna silvestre, tiene especies endémicas como ajolotes, peces y aves migratorias como patos, garzas y pájaros. Cuenta con una gran variedad de plantas, que proporcionan oxígeno, alimento para animales y humanos, además de su uso En pocas palabras, tener un humedal en la ciudad favorece la retroalimentación de los mantos acuíferos para que éstos nos proporcionen agua, tan importante para la vida.
  2. La parte de terreno firme, cerca del jagüey, había sido un lugar en el que los niños, jóvenes y adultos jugaban fútbol, las familias se ejercitaban, hacían días de campo y el festival de viento libre con papalotes, fomentando la sana convivencia, hasta que los ejidatarios pusieron una reja que obstruyó el paso a los lugareños hace como 7 años, cancelando todas estas actividades.

Centro de Investigación Anahuaca de Sabiduría Ancestral

Este espacio es muy significativo. Cerca del jagüey está mi casa, y contamos con las siguientes actividades disponibles para quien quiera llegar:

  1. Desde la medicina natural, tenemos varios temazcales en los que la gente entra para tener salud del cuerpo y espíritu, pues el temazcalli tiene la función de depurar, prevenir y curar, además de plantas medicinales muy efectivas para la salud.
  2. También tenemos un juego de pelota ancestral, en el que se realizan torneos con los jóvenes y adultos interesados.
  3. Enseñamos la cosmovisión ancestral, por medio de las ofrendas a los abuelos, a los muertos y a los guardianes con el propósito de no perder nuestros orígenes.
  4. Tenemos perros xoloitzcuintles, el perro ancestral; ajolotes, que cuido en el jagüey zoquiaqui por ser un animal representativo de la cultura ancestral.

Propuesta

Se hace un llamado a los vecinos de San Francisco Totimehuacan, a las colonias aledañas, personas interesadas, y a las autoridades correspondientes, para recuperar este espacio como área verde de flora y fauna silvestre, un espacio público de sana convivencia que por antigüedad y derecho nos corresponde.

 

Centro de Investigación Anahuaca de Sabiduría Ancestral.

Los invitamos a sumarse a las siguientes actividades:

  1. Aun estamos en época de siembra, por lo que se invita a reunirse los sábados para empezar a armar las chinampas para el cultivo sobre el jaguey, que serán de hortalizas naturales, libre de agroquímicos. Con expectativas a futuro de ser un proyecto sustentable y que además genere economía local.
  2. Participar en la práctica del juego de pelota como un deporte; una forma de convivencia y recuperación de nuestra cultura.
  3. También a que asistan a las sesiones de las ceremonias de En mayo de 2022, tendremos un encuentro intercontinental que cada cuatro años se realiza, con abuelos de gran sabiduría que vienen de algunos lugares del continente americano, antes nuestro grandioso Anahuak a compartir la palabra, su medicina y su sabiduría.

Entre todos tenemos el compromiso de salvaguardar el patrimonio ancestral, de mantener viva nuestra cultura comunitaria, con amor a nuestras raíces. 


¹ Abuelo Itztitlecutli Tekpatl (Rafael García Salas), guardián del jagüey Zoquiaqui

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 La Junta Auxiliar de San Francisco Totimehuacan se sitúa en el sureste del Municipio de Puebla. Su ubicación dentro del Valle Puebla-Tlaxcala y sus características ambientales, han permitido que los asentamientos humanos sean permanentes. De la época prehispánica tenemos evidencias de diversos momentos de ocupación. En la actualidad, su patrimonio arqueológico está en riesgo, pues al encontrarse en la periferia de la capital del Estado, la expansión urbana amenaza con transgredir las delimitaciones de protección que se han planteado para el sitio.

En este artículo se establece la propuesta del trazo de la poligonal que delimita al sitio arqueológico. Ante la disputa cotidiana entre aquellos que pretenden erigir nuevas edificaciones dentro del sitio, y los actores sociales que apelan por la conservación de los vestigios para las nuevas generaciones, este trabajo intenta contribuir a la valoración de los elementos culturales prehispánicos, con la finalidad de evitar su destrucción.

En las crónicas españolas e indígenas encontramos los datos etnohistóricos más tempranos sobre Totimehuacan, información que en muchas ocasiones coincide con la lectura de documentos pictográficos trazados en la misma época.

Vista del Tepalcayo 1 desde el este, en la actualidad. Foto: Sergio Suárez C.

 

Gracias a estos documentos podemos rastrear a la población asentada en el área, bajo el nombre de totomihuaque, lugar identificado en los códices con el glifo de un ave atravesada por una flecha, así como conocer el origen y características de su asentamiento durante el periodo Posclásico (900- 1521 d.C.). Sin embargo, el desarrollo cultural de los antiguos pobladores de Totimehuacan hunde sus raíces en el periodo Preclásico,⁴ evidenciado, principalmente, en la cultura material hallada en los basamentos piramidales conocidos localmente como pirámides de Tepalcayotl.

En los años sesenta, el arqueólogo alemán Bodo Spranz fue pionero en el registro profesional y sistemático de los vestigios encontrados en la actual Junta Auxiliar de Totimehuacan. La investigación se realizó como parte del Proyecto Mexicano-Alemán en Puebla y Tlaxcala que tenía como objetivo general el estudio integral de la arqueología de dicha área. De este modo, se identificaron algunos sitios que sirvieron para establecer una “estratigrafía horizontal”.⁵

Como resultado de las excavaciones y del análisis de los materiales, se obtuvieron datos concisos, los cuales, sin lugar a duda, han contribuido al conocimiento del conjunto ceremonial.

Basta mencionar un ejemplo: antes de la década de 1960, se afirmaba que los habitantes arribaron a esas tierras entre los siglos XV y XVI (como se narra en los documentos coloniales), sin embargo, a partir de la investigación de Spranz, se identificó una ocupación mucho más temprana que se remonta al periodo Preclásico. En la obra del investigador alemán también encontramos el único mapa o croquis que hasta el momento se tiene del sitio, en donde registra 8 elementos: “cuatro grandes estructuras, con dos o tres plataformas, y dos (quizá cuatro) montículos”.⁶

Para nombrar las estructuras, Bodo Spranz retomó la denominación Tepalcayotl y les asignó, de manera consecutiva, un número. El principal, llamado “Tepalcayotl 1”, es un basamento piramidal de 150 m de largo y 100 m de ancho, con la particularidad de contar con tres plataformas orientadas al poniente. En su interior se identificó un gran túnel que comunica con otros tres. El túnel central conduce hacia una cámara que contiene una tina de basalto decorada con ranas en relieve, espacio que albergó un entierro humano. De acuerdo con Eduardo Noguera, dicha práctica funeraria tiene similitud con la hallada en Tlalancaleca.⁷ De igual manera lo señaló Mari Carmen Serra Puche para el sitio de Xochitécatl,⁸ siendo los tres sitios contemporáneos y pertenecientes a la misma región.⁹

Plano realizado en el proyecto de Bodo Spranz. 1966.

 

La cerámica, de acuerdo con Spranz,¹⁰ mantiene similitudes estilísticas con las halladas en las fases Chiapa de Corzo II y III, y el tipo cerámico Chicanel, manufacturado durante el Preclásico en Guatemala. También halló correspondencia entre la loza manufacturada en épocas tempranas de Monte Albán, siendo formas comunes las cazuelas, comales, ollas y tecomates. Además, destacó la alta cantidad de figurillas halladas, principalmente femeninas. A partir de lo anterior, Bodo Spranz fechó, tentativa y aproximadamente, la ocupación del sitio en el Preclásico Medio-Superior, sin descartar una ocupación durante el Posclásico, evidenciado por tiestos diagnósticos de este periodo en el Tepalcayotl 2.¹¹

Descripción del sitio arqueológico

Tomando como base la descripción de Spranz, el sitio se compone de 8 estructuras arquitectónico-arqueológicas. De acuerdo con este autor, su nomenclatura va de Tepalcayotl 1 hasta Tepalcayotl 8, distribuidos en dos sectores. En el conjunto norte se encuentra Tepalcayotl 1, que es el montículo de mayor elevación y el más al septentrión. Por sus dimensiones, es posible observarlo desde el Periférico Ecológico. Es la principal estructura del sitio, por su tamaño y por los hallazgos arqueológicos localizados en su interior. Hacia el sur se encuentra lo que parece ser un adoratorio, al cual se registró como Tepalcayotl 2, que a su vez está sobre una terraza denominada Tepalcayotl 8. Al Tepalcayotl 7, Bodo Spranz lo representó como un elemento cuadrado, por lo que consideramos que podría tratarse de otra “cista” o tiro excavado durante ese proyecto.

En la actualidad, podemos identificar fácilmente el Tepalcayotl 1 por las dimensiones de este, no así los demás basamentos del conjunto norte que resultan difíciles de reconocer por los inmuebles construidos sobre ellos. De hecho, también en las inmediaciones del Tepalcayotl 1 se encuentra una construcción irregular, se trata de una vivienda recién armada con láminas de cartón y materiales perecederos.

El sector sur se encuentra en un mejor estado de conservación, por lo menos hasta que se hizo esta propuesta de delimitación en 2020. En el dibujo de Spranz existe un espacio de separación entre los basamentos Tepalcayotl 7 y 3, que es donde comienza el conjunto sur. Actualmente, esta división es más notoria pues se encuentra ocupada por un campo de fútbol. El Tepalcayotl 3 es una plataforma alargada de sur a norte con un montículo en su lado norte, elementos que se localizan hacia el oeste de la actual cancha de fútbol. Hacia el sur encontramos las estructuras 4 y 5, cubiertas por vegetación y conservadas aún con el paso del tiempo. Es preciso mencionar que no se encuentran piedras trabajadas dispersas en superficie, lo que nos da mayor certeza de la propuesta cronológica del Formativo, pues para este periodo generalmente los basamentos fueron construidos con bloques de tepetate y cantos rodados. Finalmente, en el croquis de Bodo Spranz vemos que ubica al Tepalcayotl 6 junto al 4; no obstante, en la imagen de Google Earth observamos que la estructura 6 se encuentra separada hacia el sur-oeste de la estructura 4, con el Tepalcayotl 5 entre ambos.

Hipotética del conjunto norte, basado en el dibujo de Spranz 1966. Google Earth.

 

Podríamos decir que gran parte del área nuclear del sitio arqueológico de San Francisco Totimehuacan se ha conservado, de alguna manera, cubierto de áreas verdes, excluyendo algunas construcciones como las que se encuentran inmediatamente al sur del Tepalcayotl 1, y, por supuesto, las alteraciones sufridas durante la construcción de las canchas de futbol y otras viviendas.

Con el objeto de delimitar el sitio, se prospectó el área que ocupan las estructuras y su entorno inmediato, verificando la presencia de material cultural prehispánico en superficie y las elevaciones en el terreno, tratando de identificarlas con las que señala Spranz en su croquis. Conforme a lo anterior, decidimos tomar el Periférico Ecológico como el límite norte de la poligonal que envuelve el área medular del sitio. Hacia el este, no se consideró que el camino de terracería que baja del periférico de norte a sur en el fondo de una ligera cañada fuera un elemento que definiera correctamente el área nuclear del lugar, por lo que se corrió la poligonal algunos metros más al este, en dirección a la unidad habitacional la Guadalupana, núcleo poblacional contemporáneo ubicado en la ladera poniente de una loma que se extiende paralela al sitio. La modificación de la poligonal hacia este punto se debió a que, en la superficie ya erosionada de dos pequeñas isletas ubicadas sobre la ladera de la loma, encontramos altas concentraciones de materiales arqueológicos de cerámica y lítica que bien podrían corresponder a los únicos restos del área habitacional del asentamiento.

Al sur, estamos seguros de que el sitio abarca por lo menos hasta el parque de la actual Junta Auxiliar de San Francisco Totimehuacan, no obstante, la mancha urbana ha invadido gran parte de esta área. Por este motivo, es sustancial regular las construcciones futuras en apego a los lineamientos de los salvamentos arqueológicos establecidos por el Instituto Nacional de Antropología e Historia. Ante este dilema, se decidió tomar la calle 8 Oriente como el límite sur de la poligonal, mientras que para cerrar el polígono en el extremo oeste se toma la calle 3 Norte. 

Hipotética del conjunto sur, basado en el dibujo de Spranz 1966. Propuesta. Google Earth.

 

Es importante mencionar que la poligonal incluye únicamente el área ceremonial del sitio, es decir, los espacios en donde se localizan los basamentos ceremoniales y administrativos del asentamiento, pero sus dimensiones son mayores, pues también contemplan las áreas de vivienda y de interacción social: espacios habitacionales, de cultivo, plazas públicas, etc., por lo que cualquier obra que se pretenda realizar en el entorno del polígono deberá contar con licencia del INAH. Así pues, al interior del polígono se debe evitar la construcción de nuevos inmuebles, vialidades, servicios, entre otros, con la finalidad de prevenir daños a los vestigios arqueológicos.

Finalmente, no tenemos la certeza de que el sitio se extienda hasta el convento franciscano, situación que puede ser discutida en un futuro cercano con los resultados de salvamentos arqueológicos que se pudieran realizar en terrenos del área urbana de Totimehuacan.

Hacia una  propuesta  de poligonal de protección del sitio arqueológico de Totimehuacan

Existen diversas propuestas de poligonales en torno al sitio, pero ninguna fue realizada de manera formal ni se concluyó adecuadamente. La más reciente, que se encuentra en los archivos de la sección de arqueología del Centro INAH Puebla, está fechada en 2010; en ella únicamente se delimita como área restringida lo que aquí llamamos sector norte. Es decir, es una delimitación parcial que protege únicamente al sector donde se encuentra el montículo principal o Tepalcayotl 1; el resto del sitio queda condicionado a la realización de salvamentos arqueológicos, por lo que no cumple con los lineamientos establecidos para la conservación y protección del patrimonio cultural. En contraste, nuestra propuesta de poligonal, aceptada el pasado 20 de febrero de 2020 por la Dirección de Registro Público de Monumentos y Zonas Arqueológicos e Históricos,12 abarca también al sector sur, en un intento por proteger en su totalidad los vestigios arquitectónicos de la ciudad prehispánica. Los puntos están colocados sobre elementos actuales del terreno, como son calles o inmuebles contemporáneos.

Poligonal de protección del Sitio San Francisco Totimehuacan. Google Earth.

 

Estamos conscientes que la zona de monumentos arqueológicos en su momento de mayor esplendor fue mucho más amplia, aún sin incluir la ocupación Posclásica, no obstante, trazar un polígono que envolviera toda esa área paralizaría el crecimiento de la población, afectando a los actuales habitantes de Totimehuacan. Por esta razón, lo que se presenta es una poligonal mesurada que protege la parte medular del sitio (donde se encuentran los basamentos arqueológicos), sin negar a la ciudad la posibilidad de crecer, siempre bajo supervisión del INAH, quien deberá instaurar un programa de salvamento arqueológico encaminado a supervisar y, en su caso, rescatar los vestigios arqueológicos que se pudieran encontrar con motivo de diversas obras que impliquen la remoción del suelo, sean éstas particulares o municipales. No obstante, nos queda la duda: ¿realmente esto nos habla de los límites del sitio en su ocupación prehispánica? Un objetivo a mediano plazo es generar las discusiones teóricas y metodológicas para el planteamiento de un proyecto de investigación. Tarea todavía no concreta, pero que se avecina ante la presión económica llamada especulación inmobiliaria. §

Bibliografía

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¹ Profesor investigador adscrito al Centro INAH Puebla.

² Colaborador de la Sección de Arqueología del Centro INAH Puebla. Licenciado en arqueología por la Universidad Veracruzana y Maestro en Sociología por el ICSYH de la BUAP.

³ Licenciada en arqueología por la Universidad Veracruzana.

⁴ También conocido como Formativo, el cual comprende los años que van del 1200 a.C. al 200 d.C.

⁵ SPRANZ, Las pirámides de Totimehuacan, p. 5.

⁶ SPRANZ, Las pirámides de Totimehuacan, p. 9.

⁷ Se refiere al sitio ubicado en el Municipio de San Matías Tlalancaleca (Puebla).

⁸ Ubicado en el Municipio de Nativitas (Tlaxcala).

⁹ MULHARE DE LA TORRE, Totimehuacán…, p. 50.

¹⁰ SPRANZ, Las pirámides de Totimehuacan, p. 29.

¹¹ Se trata de una estructura arqueológica localizada sobre una elevación natural ubicada al poniente de la población actual y del sitio Para saber más acerca de los antecedentes de investigación de este sitio véase: NAVARRO ROSALES y MELGAREJO PÉREZ, “Totimehuacan. Antecedentes…”.

¹² Registrada con el Identificador de Catálogo 54437 y Folio Real: 2ASA00053838.

 

Publicado en Cuetlaxcoapan 27

 

Nos encontramos así ante un doble proceso o, si se prefiere, ante un proceso con dos dimensiones: industrialización y urbanización, crecimiento y desarrollo, producción económica y vida social. Las dos “dimensiones” de este proceso son inseparables y conforman una unidad, pero, sin embargo, el proceso no deja de ser conflictivo.  Lefebvre, El derecho a la ciudad

 

El crecimiento urbano ha sido un fenómeno estudiado desde distintas perspectivas y disciplinas. Es un proceso complejo, con contradicciones y antagonismos, que requiere ser analizado desde una perspectiva transdisciplinaria y con la inclusión de la ciudadanía. La ciudad crece y las políticas públicas deben estar a la par de las distintas situaciones que se generan en relación con su expansión. En este número, lo que nos interesa analizar es qué sucede con el patrimonio arqueológico en la periferia de la ciudad de Puebla bajo el contexto del crecimiento urbano. La ciudad de Puebla, en las últimas dos décadas, ha crecido horizontalmente hacia diversos espacios debido al desarrollo comercial, industrial y habitacional; a su paso, absorbió suelo agrícola, bosques y vestigios arqueológicos, entre otros lugares de relevancia. Las problemáticas sociales y urbanísticas han sido atendidas por distintas instancias municipales, como la Secretaría de Desarrollo Urbano o la Gerencia del Centro Histórico de la ciudad de Puebla. Esta última tiene, entre sus principales funciones, vigilar, en coordinación con las instancias correspondientes, la salvaguardia del patrimonio cultural, tanto del Centro Histórico como de las áreas patrimoniales de las Juntas Auxiliares del Municipio. Sin embargo, queda un tema por atender: la protección y conservación de los vestigios arqueológicos que aún existen dentro y en la periferia de la ciudad. En este sentido, el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), por decreto presidencial desde su creación en 1939, tiene por tarea la protección y conservación de los sitios arqueológicos registrados, así como los de reciente descubrimiento.

El objetivo de este artículo es que las y los ciudadanos conozcan los sitios arqueológicos que se localizan en la periferia del Municipio de Puebla, los cuales, por muchos años, se han encontrado vulnerables ante el crecimiento urbano descontrolado, provocando situaciones de olvido y destrucción. Hoy en día, son los ciudadanos los que han impulsado el rescate y protección de estos espacios, contando con el apoyo y coordinación de diversas instituciones.

 

Vista aérea del juego de pelota de La Manzanilla. 2021. Foto de Jorge Román Meléndez.

El entorno prehispánico de Puebla

En el territorio del Municipio de Puebla hay diversos elementos geográficos naturales (cuerpos de agua, barrancas, orografía volcánica), en los cuales se encuentran vestigios de asentamientos humanos que existieron en la región desde la época prehispánica. 

De acuerdo con los datos de la Dirección de Registro Público de Monumentos y Zonas Arqueológicos del INAH, en el Estado, hasta 2018, se tenían registrados 2,955 sitios arqueológicos; de los cuales 12 se localizan en el Municipio de Puebla. Estos sitios presentan distintas características: concentraciones con estructuras arquitectónicas-arqueológicas, arte rupestre, yacimientos o varias de estas denominaciones en un solo lugar. En 2020 se realizó el registro de Totimehuacan, y actualmente se encuentran en proceso otros sitios, como Rosario la Huerta (Azumiatla), Flor del Bosque y Romero Vargas.

Una forma de conservar y proteger los sitios arqueológicos es realizar su registro y definir polígonos de protección, para impulsar mecanismos de amparo legal sobre estos lugares. Sumado a lo anterior, los sitios arqueológicos y los polígonos de protección se deben incorporar a las cartas urbanas, planes de desarrollo municipal y demás mecanismos que permitan establecer políticas públicas de protección y conservación municipal.

En este contexto se llevó a cabo, en modalidad virtual, el Primer simposio regional “Crecimiento urbano: reflexiones acerca de la ciudad y su relación con los sitios arqueológicos conurbados”, organizado por el Centro INAH Puebla y la Gerencia del Centro Histórico y Patrimonio Cultural del Municipio de Puebla; el cual se desarrolló durante el mes de diciembre de 2020. Este evento representó un esfuerzo, de instituciones y academia, para difundir los sitios arqueológicos periféricos de la ciudad de Puebla y su relación con el crecimiento urbano. Con el objetivo de visibilizar dichos espacios, y destacar la importancia de su preservación y salvaguardia, hoy en día se han incorporado otras instituciones, como el Consejo Ciudadano de Asuntos Indígenas, el Instituto Municipal de Planeación Puebla (IMPLAN), y Turismo Municipal.

Los sitios arqueológicos del Municipio de Puebla

El Valle de Puebla-Tlaxcala, como unidad de estudio, ha sido abordado en distintos momentos por la historia y la arqueología. Para este trabajo nuestra intención no consiste en tratar de contribuir a las cronologías y caracterizaciones de los momentos de ocupación de dicho espacio; más bien, ofrecemos una mirada general sobre estos lugares, así como una revisión de quiénes han sido sus principales estudiosos.

San Francisco Totimehuacan

Este sitio, ubicado al sur de la ciudad, ha sido denominado como Tepalcayotl, fechado tentativamente para el periodo Preclásico o Formativo Tardío (400 a.C. al 100 d.C.). Fue estudiado, en el marco del Proyecto Mexicano-Alemán en Puebla y Tlaxcala, por el arqueólogo alemán Bodo Spranz en la década de 1960. Desde entonces, no se realizaron más trabajos de investigación arqueológica formal, pero sí trabajos de salvamento o rescate arqueológico. El sitio fue registrado en el año 2020 ante la Dirección de Registro Público del INAH, quedando delimitado de manera oficial.

Debido a los procesos de especulación inmobiliaria y a la expansión de la ciudad hacia el sur, se han observado asentamientos cercanos al sitio, al igual que venta de lotes de manera irregular, dando pauta a procesos organizativos comunitarios. Varias asociaciones civiles han surgido con el objetivo de salvaguardar el patrimonio. La más reciente, llamada “Tepalcayotl”, es una asociación que busca defender el sitio, reivindicando la experiencia comunitaria como resistencia. A la fecha se han sumado otras iniciativas, como “Juventud de Totimehuacan” o “la Fundación Chiquihuite”, organizaciones juveniles preocupadas por la historia de su comunidad.3

Amalucan

Hacia el noreste de la ciudad se encuentra este sitio arqueológico, en las inmediaciones de la antigua hacienda Amalucan. Este espacio fue estudiado en la década de 1960 por Melvin Fowler, de la Universidad de Milwaukee, quien describió el sistema hidrológico en las partes bajas del lugar; mientras que un área ceremonial, con diversas estructuras arquitectónicas, se encuentra en la cima del cerro del mismo nombre. Los dueños de la hacienda donaron al INAH parte del predio, específicamente la cima con las estructuras arqueológicas. De esta manera, se logró conservar el sitio de manera decorosa, no obstante, en los alrededores llegaron a vivir poblaciones adherentes a la ciudad de Puebla. Hoy se conserva la parte central del sitio, pero todo lo demás ha sido invadido por la mancha urbana. En las anteriores administraciones estatales y municipales se realizaron distintos procesos de embellecimiento, convirtiéndose en un parque municipal y reserva ecológica en las faldas del cerro. Diversos colectivos y organizaciones ecológicas, como el colectivo “Matlalcuéitl-Alseseca”, realizan acciones para salvaguardar este espacio patrimonial. De las investigaciones sobre Amalucan destacan varias tesis presentadas en la Universidad de Wisconsin-Milwaukee,4 con temáticas diversas como sistemas de asentamiento, organización espacial de los montículos, o complejidad socio-política a través de la cerámica de Amalucan. El Centro INAH Puebla ha trabajado en este espacio desde la década de 1980, principalmente en la delimitación del sitio.5

La Resurrección-La Manzanilla

Se trata de dos sitios, pero discursiva y metodológicamente pensamos que se pueden categorizar como un espacio patrimonial complejo. Se ubican en la parte norte de la ciudad, pasando la autopista México-Puebla. En la actualidad, es un espacio industrializado que alberga a migrantes de distintas regiones y lenguas.

Los antecedentes de investigación arqueológica de La Manzanilla se hallan en las exploraciones que hizo Eduardo Contreras.⁶ También hay una tesis de maestría presentada en la Universidad de las Américas Puebla, de William Reliford,⁷ en la cual analiza a los Teteles como un sitio urbano temprano y su dinámica urbana en el contexto del Valle de Puebla. Posteriormente, se encuentran trabajos que intentan insertarlos en la dinámica social; un ejemplo de esto es el de Raúl Valdez,⁸ quien destaca el intento de convertir el sitio arqueológico en producto turístico.

Tres Cerritos

Este sitio está compuesto, literalmente, por tres cerritos, es decir, tres montículos o estructuras arqueológicas ubicadas al otro lado del río Atoyac, frente al club de golf del fraccionamiento La Vista, en la zona de Angelópolis. El lugar se encuentra relativamente resguardado, ya que al parecer son terrenos del Gobierno del Estado. No obstante, hace unos años se instaló en las inmediaciones del sitio la Universidad Politécnica Metropolitana de Puebla, sin embargo, no hay datos acerca de algún salvamento o rescate arqueológico cuando se construyó la escuela. Existen en los archivos del Centro INAH Puebla registros de inspecciones realizadas por Sergio Suárez y Silvia Martínez, quienes le dan la cronología del Preclásico Terminal al Clásico Tardío, aproximadamente del 300 a.C al 750 d.C.⁹

Barranca Honda

Se encuentra al norte del Municipio, en los límites con Tlaxcala, específicamente en la Junta Auxiliar de San Pablo Xochimehuacan. Desafortunadamente se trata de otro sitio prácticamente absorbido por la mancha urbana. Únicamente se tienen algunos datos de inspecciones realizadas. Sergio Suárez, Silvia Martínez y Carlos Cedillo apuntan una cronología que puede ir desde el Preclásico Medio, pasando por el Preclásico Tardío y algunos elementos del Periodo Clásico, es decir, aproximadamente del año 1000 a.C. al 650 d.C.10 En una última inspección, realizada en abril del presente año por Francisco Mendiola, Sergio Suárez y Manuel Melgarejo,11 se pudo comprobar el nivel de afectación que tiene el sitio, pues únicamente fueron perceptibles dos montículos rodeados por casas habitación.

Rosario La Huerta, Azumiatla

Se trata de un espacio rural a escasos kilómetros de la ciudad de Puebla. Arqueológicamente lo que se encuentra en el sitio es arte rupestre. Se trata de una covacha cercana a un escurridero con representaciones gráficas de distintos momentos: cruces cristeras, tlalocs en pintura blanca y manos al negativo con pigmentos rojos. Es un espacio patrimonial en el que su análisis aportará mucho para la comprensión de la dinámica social del Valle de Puebla de distintas épocas. Lugar peculiar, cuidado por la comunidad, el cual consiste en un asentamiento pequeño, de unos cientos de habitantes, con reminiscencias de la lengua náhuatl, altos índices de migración y representaciones norteamericanas. Actualmente se encuentra en proceso de registro ante las instancias correspondientes.

San Sebastián Aparicio

Ubicado al este de la Junta Auxiliar San Sebastián Aparicio, el sitio fue registrado en el INAH en noviembre de 2008,12 integrado por cinco basamentos arqueológicos. En una inspección realizada en mayo del presente año se halló lo siguiente: es notable la presencia de obsidiana gris y verde, y abundante material monocromo, al parecer sin presencia de polícromos, lo que supone que la ocupación del sitio debe considerarse para el Formativo y Clásico, aunque no se encontró material diagnóstico que permita afirmarlo.13 Es necesario mencionar que esta inspección fue a petición de las autoridades municipales con el fin de determinar áreas de conservación ante la creciente urbanización de la Junta Auxiliar.

Conclusiones

En este momento, el Centro INAH Puebla se encuentra en proceso de oficializar el registro de Azumiatla y de realizar las propuestas de delimitación de Flor del Bosque y Romero Vargas, acciones de suma importancia para la salvaguardia de los sitios arqueológicos de Puebla; sin embargo, el reconocimiento, vigilancia y defensa de las y los ciudadanos locales de su patrimonio es el mayor esfuerzo que debe continuar y perdurar. Además, debe contarse con el apoyo y el marco normativo necesario de las instituciones y dependencias encargadas del patrimonio cultural arqueológico de Puebla. §

Bibliografía

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¹ Doctorado en Diseño y Estudios Urbanos por la Universidad Autónoma Metropolitana (Unidad Azcapotzalco). Directora de Inventario de Monumentos y Regulación

de Áreas Patrimoniales de la Gerencia del Centro Histórico y Patrimonio Cultural.

² Colaborador de la Sección de Arqueología del Centro INAH Puebla.

³ Con relación a los antecedentes de investigación del sitio, véase: Navarro Rosales y Melgarejo Pérez, “Totimehuacan. Antecedentes…”.

⁴ Véase: Precourt, “Settlements, Systems, and Patterns…”; Neitzke, “Mound Organization…”; y Freeman, “Investigating Sociopolitical…”.

⁵ Véase: SUÁREZ CRUZ, MARTÍNEZ Y SOLANES,  “Rescate preliminar...”; ALLENDE CARRERA, ARCOS GÓMEZ, CÁCERES SANTA CRUZ, MELÉNDEZ MORALES, MORENO HERNÁNDEZ Y RODRÍGUEZ MARTÍNEZ, “Reporte preliminar…”.

⁶ CONTRERAS, “La Zona arqueológica de Manzanilla”.

⁷ RELIFORD, “Los Teteles an early to…”.

⁸ VALDEZ MUÑOZ, “Los vestigios prehispánicos…”. Véase también la propuesta de Allende Carrera, “Huellas de supervivencia…”.

⁹ REYNOSO RAMOS, “Puebla y su historia…”, 18.

¹⁰ REYNOSO RAMOS, “Puebla y su historia…”, 18.

¹¹ GALVÁN, SUÁREZ CRUZ, MELGAREJO PÉREZ, “Reporte inspección Barranca Honda”.

¹² Fue registrado como parte del proyecto psalncpaohl 2008-2009, a cargo de Edgar CARRO.

¹³ SUÁREZ CRUZ y MELGAREJO PÉREZ, “Reporte inspección San Sebastián Aparicio”, p. 3.

 

Publicado en Cuetlaxcoapan 27

 

La Junta Auxiliar Ignacio Romero Vargas se encuentra ubicada hacia el norponiente de la ciudad de Puebla, pasando el Puente de México, a trescientos metros puedes ingresar a la comunidad y es ahí donde reside el Museo Comunitario Ignacio Romero Vargas.

 

¿Qué es un Museo Comunitario?

 El Manual para la creación y desarrollo de museos comunitarios nos dice que este tipo de museos son establecidos por la comunidad como una herramienta para afirmar la posesión física y simbólica de su patrimonio a través de sus propias formas de organización, como un espacio donde los integrantes construyen autoconocimiento colectivo, propiciando su reflexión, la crítica, creatividad y fortaleciendo su identidad.

La antropóloga Teresa Morales Lersch comentó en una entrevista en 2017 que el origen de este tipo de proyectos se remonta a 1985, en Santa Ana del Valle, comunidad zapoteca de Oaxaca, donde se creó un recinto que resguardase su patrimonio cultural. Este proceso, iniciado por el antropólogo Cuauhtémoc Camarena Ocampo, permitió trabajar de forma sistemática en la metodología y construir un equipo técnico que no perteneciera a ninguna institución;  posteriormente se creó la Unión Nacional de Museos Comunitarios de México en 1994 y la Red de Museos Comunitarios de América en el 2000. Analizar la cosmovisión de nuestros pueblos plantea reconocer cómo y porqué nos constituimos de cierta manera ideológica, religiosa, cultural y social a través de la introspección hacia la comunidad. Un museo comunitario implica abrir el espacio personal de nuestra sociedad para plantear la idea de quiénes somos a través de sus objetos, fotografías, creaciones artísticas, monumentos arquitectónicos y patrimonio intangible como el lenguaje, costumbres y tradiciones.

 

Acceso al Museo Comunitario Ignacio Romero Vargas. 2021. Foto de Jonatan Moncayo Ramírez.

 

Antecedentes del Museo Comunitario Ignacio Romero Vargas

En la Junta Auxiliar se vislumbró desde el 2011 la participación activa de un grupo de ciudadanos que decidieron formar una Asociación Civil denominada Unidad, Servicio y Desarrollo por Ignacio Romero Vargas (USD)² para llevar a cabo actividades culturales que propiciaran la convivencia familiar y la exaltación de valores. Por elección se determinó en asamblea que Martín Carrillo Guarneros fungiera como presidente; Nemesio Bello de la Rosa, secretario; Héctor Gil Guarneros Carreón, tesorero; e Hilario Bello del Razo, vocal, quien posteriormente fue sustituido por Mauro Víctor Ramírez Cervantes. La Asociación Civil USD llevó a cabo eventos importantes en espacios representativos del lugar Avándaro, el kiosco y el cerro de Cristo Rey, con la colaboración de artistas y grupos internos y externos a la población.

Entre los eventos importantes llevados a cabo por USD fue la conmemoración del 111 aniversario de la Junta Auxiliar el 3 de abril de 2011. Se realizó un homenaje a los expresidentes de la comunidad, donde asistieron como invitadas especiales las biznietas del exgobernador poblano Ignacio Romero Vargas, Hada y Elizabeth Romero Vargas y Guzmán, quienes develaron una placa³ y entregaron a la Asociación el árbol genealógico y acta de matrimonio de su abuelo. Otros eventos destacados fueron la creación del primer kilómetro de libros para hacer una biblioteca pública, y la gestión del concierto Orquesta Esperanza Azteca y de la Orquesta Sinfónica del Estado de Puebla en 2012.

Exposición del Museo Comunitario Ignacio Romero Vargas. 2021. Foto de Jonatan Moncayo Ramír

 

Biznietas de I. Romero Vargas en conmemoración del 111 aniversario de la Junta Auxiliar que lleva su nombre. 2011. Archivo USD   

El trabajo comunitario había iniciado y el interés por investigar la historia comenzó a delinear el futuro camino a seguir; se estableció un espacio de acercamiento a la lectura por medio de la Biblioteca, que en un inicio estuvo en las faldas del cerro Cristo Rey, donde también sesionaba la USD.

En 2013 Olivia Sesma Rascón ingresa a la Asociación y comparte información sobre los museos comunitarios, por lo que en noviembre se participa en el XIX Encuentro Nacional de Museos Comunitarios, en Altzayanca Tlaxcala, donde se congregaron diferentes estados de México; en este lugar se conoció la labor, organización y retroalimentación que realizan a través de estos encuentros, por lo que se tuvo clara la idea de establecer un museo comunitario.

 

Capacitación para la creación del Museo Comunitario 

La Red Nacional de Museos Comunitarios ofreció el taller “Creación de Museos comunitarios” en Chumayel (Yucatán) del 31 de julio al 3 de agosto de 2014, en el cual tuve el honor de participar, y se abordaron una serie de conceptos como qué es un museo comunitario, sus objetivos, la importancia del consenso comunitario, sus gestiones, las líneas de acción para la creación del museo, el diseño museográfico, sus propuestas sobre temas del museo, etc. Los participantes del taller conocimos el museo comunitario Kaan Pepen en Teabo, inaugurado en 1997, que se constituyó con el objetivo de difundir conocimientos etnológicos del lugar.

A partir de estas visitas se comprendieron las diferencias esenciales entre museos de instituciones privadas, de Gobierno y los museos gestionados por la comunidad, los cuales reconocen e identifican elementos históricos y culturales de su entorno y los aproxima de manera esencial a su identidad.

 

Asambleas y preparación de la comunidad para la creación del Museo

Después de la capacitación se organizó una reunión con miembros de la comunidad para plantear la propuesta de creación de un museo en la Junta Auxiliar. Los asistentes tomaron a bien la idea y decidieron apoyar e integrarse en los primeros trabajos, por lo que la Asociación convocó a la comunidad en general, el 22 y 29 de agosto, para asistir al taller “Creación de museo comunitario” en el Salón Social, donde después de haber vivido esa experiencia cultural en Chumayel compartí los conocimientos a aproximadamente treinta personas que decidieron integrarse al proyecto. Durante el taller surgió una primera comisión del museo y se establecieron tres temáticas que se abordarían en la sala de exposiciones:

  1. Arqueología de la Comunidad en la época prehispánica. En la época anterior a la conquista existió un núcleo humano que residía en el cerro Citlaltépetl (actualmente cerro de Cristo Rey), tributario del señorío de Cuautlancingo, donde custodiaban la penetración de inmigrantes que pretendían establecerse en la región en calidad de tributarios; además impedían la salida de algunos grupos tlaxcaltecas.                                                        
  2. Origen histórico de la Junta Auxiliar Ignacio Romero Vargas.  El Gral. Juan Crisóstomo Bonilla (1880- 1884) otorgó terrenos cerca del Puente de México a familias de excombatientes republicanos contra el imperialismo francés. Además, se instalaron familias de obreros que trabajaban en fábricas textiles al margen del río Atoyac, el cual llamaron “Pueblo Nuevo”. Posteriormente, el 3 de abril de 1900, por decreto del Congreso del Estado de Puebla, recibió el nombre de Ignacio Romero Vargas.
  1. Monumentos históricos de nuestra comunidadExisten construcciones arquitectónicas y escultóricas representativas de la comunidad como el Puente de México (siglo XVII), haciendas (siglo XVIII), fábricas textiles (siglo XIX) y el monumento a Cristo Rey (siglo XX)

Inauguración del Museo Comunitario Ignacio Romero Vargas. 2014. Archivo Museo IRV 

 

Gestión con las autoridades para tener un espacio físico del Museo

La Asociación Civil platicó con las autoridades respectivas de la Junta Auxiliar Ignacio Romero Vargas acerca del proyecto del Museo y solicitaron la parte superior del antiguo edificio de la ex presidencia para su residencia. Dicho edificio fue construido en 1941 y durante varias décadas funcionó como Presidencia, salones de clase y Centro de Salud; pero para ese momento tenía cerca de una década de inactividad; por lo que el presidente Auxiliar Hugo López Cosca otorgó en comodato el inmueble.

La USD comenzó a realizar diversos trabajos en los cuales participaron personas interesadas de la comunidad para llevar a cabo la rehabilitación del espacio. Sin haber concluido los trabajos de acondicionamiento del edificio, se llevó a cabo en octubre de 2014 el primer taller “elaboración de catrinas con cartonería”, por Claudia Hernández, y se participó, en noviembre, en el concurso de ofrendas que convocó la presidencia de la Junta Auxiliar, donde se obtuvo el primer lugar.

Curso creación de museos comunitarios en el Salón Social IRV. 2014. Archivo USD.  

 

Inauguración del Museo Comunitario 

El 6 de diciembre de 2014 se inauguró el Museo Comunitario Ignacio Romero Vargas. El corte de listón estuvo a cargo de Cuauhtémoc Camarena Ocampo, padre de los museos comunitarios y Hugo López Cosca, presidente de la Junta Auxiliar; también asistieron integrantes de USD y habitantes de Pueblo Nuevo. El evento fue acompañado de danzas prehispánicas del grupo Calpulli Tezcatlipoca Coyote Jaguar; semanas después, en asamblea, se eligió presidente del Museo a Víctor Hugo Dena Jiménez, de enero de 2015 a junio de 2021. A partir de julio de 2021, en asamblea, fui designada para ocupar dicho cargo.

 

Actividades que se realizan en el Museo Comunitario

Un museo comunitario genera múltiples proyectos para mejorar la calidad de vida, ofreciendo capacitación para enfrentar diversas necesidades, fortaleciendo la cultura y desarrollando nuevas formas de expresión. El museo se ha convertido en un puente de intercambio cultural a través de actividades que permiten descubrir intereses comunes. Dentro de las actividades que se han realizado durante estos seis encontramos:

  1. Talleres para niños y adultos.
  2. Servicio de biblioteca y préstamo de libros.Exposiciones temporales de artistas de la comunidad y de convenios establecidos con instituciones como UPAEP, Ibero e IMACP.
  3. Presentaciones de libros.
  4. Conferencias. 
  5.  Círculos de lecturas
  6. Creación de cápsulas de rock.
  7. Presentaciones de obras de teatro infantil
  8. Participación en concursos de ofrendas.
  9. Realización de eventos culturales, musicales, y artísticos.
  10. Servicio de biblioteca y préstamo de libros.

En febrero del año pasado, con apoyo del Sindicato de Trabajadores de la UNAM, se imprimió y se hizo la presentación del primer libro Historias Viejas de un Pueblo Nuevo, escrito por personas de la comunidad y que formaron parte del taller de escritura del Maestro Reynaldo Carballido.

Niño asistiendo a la Biblioteca Ignacio Romero Vargas. 2013. Foto de Martín Carrillo Guarneros

Debido a la pandemia no se pudieron llevar a cabo presentaciones en las escuelas de nuestra comunidad, pero se sigue promocionando el libro a través de las redes sociales. Además, se mantienen actividades virtuales como círculos de lectura, obras de teatro, entrevistas en diferentes programas y la participación en el Cuarto Congreso de Museos y Gestión Cultural.

En el Museo se trabaja para que éste se consolide en un vehículo que sirva para acceder al reconocimiento y recuperación de nuestras raíces históricas y para brindar otras oportunidades de formación a través de la educación. §

Bibliografía

  • CARRILLO VIVAS,  Gonzalo, Crónica de Puebla. Reseña monográfica de las Juntas Auxiliares del Municipio de Puebla, Puebla, Municipio de Puebla, 1993.
  • Dirección  de   Medios   de Comunicación, INAH, Boletines, “Museos comunitarios preservan la memoria e identidad” [https://www.inah.gob.mx/ boletines/4434-museos-comunitarios- preservan-la-memoria-e-identidad]. Consultado el 28 de julio de 2021.
  • MORALES, Teresa; CAMARENA OCAMPO, Cuauhtémoc; ARZE, Silvia; y Jennifer SHEPARD, Manual para la creación de Museos Comunitarios, La Paz, Fundación Interamericana de Cultura y Desarrollo, 2009
  • AA., Historias Viejas de un Pueblo Nuevo. Puebla, SUTUNAM, 2020.

¹ Presidenta del Museo Comunitario Ignacio Romero Vargas

² Unidad Servicio y Desarrollo por Ignacio Romero Vargas.

³Donada por el Señor Juan Flores Hernández.

 

Publicado en Cuetlaxcoapan 27

La presente edición especial de la revista Cuetlaxcoapan es un esfuerzo colaborativo entre distintas dependencias gubernamentales, pero también es el reflejo del interés que está teniendo la sociedad civil en la protección, conservación y difusión del patrimonio arqueológico de Puebla. Justo en este año, se conmemoran dos fechas importantes que nos obligan a adentrarnos en una revisión de nuestra historia y de los elementos que conforman nuestro vasto patrimonio cultural, basados en el conocimiento de los elementos que han conformado nuestra identidad: el V Centenario de la Conclusión de la Conquista de México-Tenochtitlan y el II Centenario de la Consumación de la Independencia; en este panorama se enmarcan los trabajos de investigación que se presentan en el número actual de esta publicación.

Se conjuntan así, distintos trabajos desde un abanico de ópticas: a partir de la academia en formato de difusión, pero también, desde algunas experiencias colectivas y ciudadanas relacionadas con los valores y características de los sitios arqueológicos que se ubican dentro del Municipio de Puebla. Esta vertiente de la posibilidad de dialogar no solo entre especialistas, sino también con la sociedad civil, es una característica relevante en la consolidación de los procesos de protección del patrimonio que sustentan la imagen identitaria de nuestro país; es necesario recordar que es una función sustancial del Instituto Nacional de Antropología e Historia la protección, investigación, conservación y difusión del patrimonio arqueológico, pero también el actuar de forma coadyuvante con los distintos niveles de gobierno como mecanismo de colaboración, tal y como lo marca la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e Históricos, en el que se incluyen dependencias estatales, municipios, pero también juntas vecinales, asociaciones civiles y diversas formas de organización ciudadana.

El legado cultural ubicado en el Municipio de Puebla es un gran ejemplo pero también un reto de conservación y protección patrimonial, puesto que desde la declaratoria en 1987 del Centro Histórico como Sitio Patrimonio Mundial por parte de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, se han concertado muchos de los mecanismos de salvaguardia en la zona declarada y se han construido instancias preponderantes en dichas acciones; pero a la par, se requiere de incentivar nuevos esfuerzos para mejorar las condiciones de protección en el Centro de la ciudad, así como implementar otras acciones que permitan la regulación, revisión, protección y conservación de los sitios históricos y arqueológicos que se ubican en la periferia de la capital poblana, en la cual se empiezan a resentir la presión urbana y el deterioro de los valores patrimoniales de dichos lugares. Para ello, una acción imprescindible es la conclusión de la actualización del Plan de Manejo del Centro Histórico de la ciudad de Puebla, que lidera la Gerencia del Centro Histórico y Patrimonio Cultural, que debe concertar acciones de trabajo concurrente entre los diferentes actores involucrados; la operación de este instrumento de planeación, demanda un compromiso de continuidad técnica de las administraciones municipales y un trabajo colegiado con los diferentes niveles gubernamentales y la sociedad.

Para el caso específico del patrimonio arqueológico, que son “los bienes muebles e inmuebles, producto de culturas anteriores al establecimiento de la hispánica en el territorio nacional, así como los restos humanos, de la flora y de la fauna, relacionados con esas culturas”², es imprescindible que exista una colaboración estrecha entre el INAH y las instancias estatales y municipales que tienen injerencia en el desarrollo urbano, la protección del medio ambiente, los asentamientos humanos, la protección civil, las obras públicas y la protección técnica y legal del patrimonio cultural, en un esfuerzo concurrente y con participación ciudadana.

En el Estado de Puebla hay casi tres mil de estos sitios registrados, de los cuales, en el Municipio de Puebla se ubican 13 de estos conjuntos arqueológicos y actualmente se lleva a cabo el proceso para el registro e incorporación de 3 más; datos generales que muestran la riqueza cultural que constata la necesidad de generar mecanismos de planeación urbana que integren políticas de preservación arqueológica, evitando la voraz presión inmobiliaria sobre un patrimonio imprescindible, pero frágil.

Uno de los principales mecanismos de salvaguardia del patrimonio arqueológico es, sin duda, el trabajo de investigación y difusión. Este número especial responde a las visiones emanadas del Primer simposio regional “Crecimiento urbano: reflexiones acerca de la ciudad y su relación con los sitios arqueológicos conurbados”, organizado por la Gerencia del Centro Histórico y Patrimonio Cultural y el Centro INAH Puebla, llevado a cabo de forma virtual en diciembre de 2020. Este trabajo Centro Histórico de Puebla, de la Universidad Marroquín de Guatemala, de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla, de la ibero Puebla, de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla y de investigadores independientes. Todos con el objetivo común de generar acciones para la salvaguardia del patrimonio arqueológico que se encuentra en estrecha relación con el crecimiento urbano de Puebla.

En esa misma línea de acción, este número de Cuetlaxcoapan surge de manera paralela al Primer Foro Académico-Ciudadano “Crecimiento urbano y rescate de los sitios arqueológicos del Municipio de Puebla”, organizado por la Secretaría de Cultura del Estado de Puebla, la Gerencia del Centro Histórico y Patrimonio Cultural, el Instituto Municipal de Planeación de Puebla, la Secretaría de Turismo del Municipio de Puebla, el Consejo de Participación Ciudadana de Asuntos Indígenas del Municipio de Puebla y el Centro INAH Puebla, llevado a cabo del 17 y el 20 de agosto, como un espacio de reflexión especializada pero también ciudadana, procurando la definición de propuestas generales para la salvaguardia del patrimonio arqueológico, como una estrategia que conlleva la mejora en la calidad de vida de los habitantes, basada en gran medida en la consolidación de los sitios patrimoniales en el imaginario colectivo y en su respeto, protección y aprovechamiento como agentes detonantes del desarrollo de las comunidades. §


  1. Director Centro INAH Puebla.
  2. Artículo 28 de la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas, Arqueológicos, Artísticos e Históricos.



 

 

Publicado en Cuetlaxcoapan 27

La gente ya no sabe lo que es una jarciería, dice don Pedro, y dice bien. Proviene de jarcia, me explica, que se refiere a los cabos y las cuerdas usadas en el aparejo de los barcos de velas. La idea no puede ser más poética: en el corazón de esta ciudad vieja, que poco y nada tiene que ver con el mar, se encuentra la Casa Pedro Ruiz, una de las poquísimas y tal vez la única, la última, de las jarcierías tradicionales; un refugio para navegantes.

El diccionario de la Real Academia nos ayuda a precisar lo que es una verdadera jarciería, pues además de coincidir al pie de la letra con la definición de don Pedro, añade la acepción para el caso mexicano, donde la jarciería se refiere también al ramo del comercio de los objetos de fibra vegetal.


Google maps arroja la existencia de un puñado de jarcierías, regadas por los rincones del Centro Histórico. Sin embargo, aunque tales negocios conservan el giro, han perdido la esencia, pues en realidad son comercios de productos de limpieza, plásticos y artículos para el hogar. La Casa Pedro Ruiz, por el contrario, con su centenario de vida se mantiene fiel al término, especializada en la venta de cabos, cordeles e implementos elaborados con fibras naturales.
La gente ya no sabe qué es una jarciería —al menos las generaciones jóvenes—, pero en los siglos pasados, estos comercios fueron tan importantes en la vida cotidiana de la ciudad, que una de sus calles más icónicas, ni más ni menos que la hoy Avenida Juan de Palafox y Mendoza, antiguamente llevó por nombre Calle de las Jarcierías, en la cuadra que corre del Portal Hidalgo al Templo de la Compañía. El nombre venía, precisamente, de la alta concentración de estos negocios, que llegaron a contar hasta 14 de ellos en 1852, fluctuando su número con los años, hasta que en 1930 desapareció el último de estos comercios en dicha calle.²

El cruce de las calles 3 Norte y 8 Poniente está celosamente custodiado por las efigies de Santo Domingo de la Cruz, que, entre los temblores, las batallas y el desgaste natural, en algún momento de la historia perdió la diestra, pero que conserva la mano izquierda con la que sostiene un libro, y el perro, que lo mira dulcemente, echado a sus pies y con una antorcha en las fauces; y de Santa Rosa de Lima, representada como monja coronada acompañada por el niño Jesús, como símbolo de la pureza. En las alturas, desde sus nichos barrocos labrados en la piedra, observan el bullicioso trajinar de personas y mercancías, los puestos ambulantes de ropa y fritangas, y el tránsito incesante del centro de la ciudad. A unos cuantos pasos de su mirada vigilante está la diminuta cortina de La mina de plata, una de las cantinas más tradicionales de Puebla, y junto, la Casa Pedro Ruiz, en el número 802 de la 3 Norte.

Alberto Ruiz, padre de don Pedro, sin fecha, colección particular de Pedro Ruiz.

Pedro Ruiz Castro, hijo de españoles avecindados en Huamantla (Tlaxcala), fundó esta casa comercial hacia 1920, atendida ahora por su nieto, don Pedro Ruiz, hombre sencillo y de maneras corteses, que me concede unos minutos de charla en medio del trabajo. Un tío fue Pedro Ruiz segundo, yo soy el tercero ¡y ya hay hasta el quinto!, me cuenta divertido don Pedro, orgulloso de su historia y de su linaje. Su padre, Alberto Ruiz, desde joven acompañó al abuelo Pedro en el trabajo de la jarciería, quedando al frente del negocio por más de cuarenta años, hasta que, a comienzos de los noventa, don Pedro el tercero tomó la estafeta. Yo trabajaba en la Volkswagen, pero me tuve que jubilar para venir a ayudar a mi padre, pues si yo no lo tomaba, el negocio moriría.

Pedro Ruiz. Foto de Daniel Herrera.

 El tiempo es implacable y todo lo corroe, pero con la Casa Ruiz ha hecho una excepción, deteniendo su andar. Aquí las cosas permanecen tal y como estaban hace un siglo. Cuando me jala mi papá —recuerda don Pedro— me dice: este va a ser tu negocio, tú vas a estar al frente, y empecé con ideas para modernizarlo, cambiar pisos, hacer cambios… Entonces mi padre me dijo: ten en mente que el 80 o 90 por ciento de los clientes es gente del campo, no de la ciudad, entonces, si ellos empiezan a ver bonitas vitrinas, ya no verán la estructura de tu negocio, pensarán que será más caro y perderán la confianza en lo que es Casa Pedro Ruiz, así que te sugiero que se conserve tal cual. Atendí el consejo de mi padre, y hasta la fecha, he mantenido las mismas características. El mostrador, por ejemplo, es de cuando hacían las cosas a conciencia.

Mostrador y báscula. Foto de Daniel Herrera.

Este negocio histórico, refugio de navegantes, es una cápsula del tiempo. Cada pieza del mobiliario tiene la pátina de un siglo de trabajo, y la solidez para soportar cien años más. Sobre el mostrador, elaborado como se hacían las antiguas mesas de trabajo, con madera tosca e inagotable, recubierta con una plancha de metal y con el pequeño destapador de las cervezas —requisito indispensable de cualquier mesa de trabajo digna—, reposa la imponente báscula Fairbanks de principios de siglo, de hierro fundido, que don Pedro compró de segunda mano al poco tiempo de abrir sus puertas, con la extraordinaria capacidad de pesar hasta 125 kilos. Sobre los muros, de piso a techo, la estantería de madera es la misma de siempre, la misma que se observa en la fotografía de don Alberto, captado por el disparo de la cámara en medio de la jornada de trabajo, hace unos 60 o 70 años.

Cenefa, parte del decorado original que se conserva. Foto de Daniel Herrera.

Flanqueando el mostrador, la bella estantería de los gruesos rollos de cable, similar a una escalera, es la original, de los tiempos del abuelo Pedro. Claro, al cabo de tantos años tienen sus pequeñas cicatrices, como todo, como cualquiera, que sólo resaltan por contraste el encanto del conjunto y del trabajo de los artesanos carpinteros que las elaboraron. Se han ido desgastando por los años —dice don Pedro— y he tenido que sustituir algunas piezas, como esas crucetas metálicas, porque el desgaste hizo que se tronaran las de madera. Esa sostiene como 55 kilos, y juntas suman como 300 o 400 kilos. Por si todo esto fuese poco, el comercio mantiene las sólidas puertas de madera que se cierran con tranca poblana, así como la pintura original en un verde pálido, donde destaca la cenefa con elementos florales al estilo art decó. El decorado es el original. Me dijeron así se queda, y así se queda. Por eso los clientes me dicen que se transportan a comienzos del siglo XX, porque todo es original.

Pedro Ruiz, almacén de jarcia, Ca. 1940. Autor desconocido.

La trascendencia, la belleza de la Casa Pedro Ruiz, no reside sólo en lo que exhibe, sino en lo que cuenta, porque cuenta la historia de una ciudad que hasta hace algunas décadas conservaba una fuerte vocación agrícola, y la de los antiguos implementos de labranza que se van abandonando, las formas de la vida campesina y artesanal que la modernidad ha ido aniquilando. Antes —cuenta don Pedro—, la jarcia se complementaba mucho con productos del campo: el arado, los collares y collarines para la mula y la yunta, implementos como la cincha y la gamarra, que la gente del campo les ponía a los animales, cosa que se está perdiendo porque el campo se está mecanizando. La gamarra es una correa que va al hocico, hacia las orejas del animal, para agarrarlo, y la cincha es como una faja para que el animal no se hernie; los animalitos merecen sus cuidados y sus atenciones. Hay mulera, burrera (más chica) y lomera. Pero hasta los mismos artesanos que nos tejen eso ya se están acabando. La misma gente del campo, en sus momentos de ocio, se ponía a tejer todo esto.

La gente que los tejía, personas mayores que desgraciadamente ya se adelantaron, me decían: a mis hijos, a mis nietos, ya no les interesa [el campo], o se van a la fábrica o a los Estados Unidos, o le buscan por otro lado, pero esto ya no les interesa. Estamos cayendo en esa crisis. Yo, por ejemplo, ya estoy pensando en diversificar el negocio. Tienes que buscar la chuleta, porque hay la tendencia de que todos estos productos van a desaparecer, afirma don Pedro con pesar.

El uso de las fibras naturales es cada vez más reducido en la industria. El plástico, de menor calidad y durabilidad, pero más barato, ha convertido a la palma o al henequén en algo poco rentable. Los artesanos que antes tejían la fibra han abandonado el oficio, y las técnicas se van perdiendo; las haciendas que antes producían van muriendo. Por ejemplo, lamenta don Pedro, ese producto, que nosotros llamamos cable de fibra de henequén, yo lo traigo de Yucatán. Todo se vuelve una cadena, porque en Yucatán había 10 haciendas henequeneras. En 1950 le decían el oro verde al henequén. Actualmente queda sólo una hacienda henequenera, que no se da abasto para surtir a nivel nacional. Entonces los mismos productores de costal, de mecatillo, están importando el henequén de Brasil, lo que aumenta los costos. El plástico está sustituyendo el henequén. El costal de ixtle también se está perdiendo, ya no lo usan por el costo. Un costal de henequén cuesta 100 pesos, y uno de rafia sólo 8. Pero ¿qué es lo que pasa? Mucha gente por economía consideró que los de henequén ya eran prohibitivos, estoy hablando de hace 25 años, entonces envasaron su maíz en costales de rafia. Y cuando empezaron a ocuparlo, descubrieron que ya se estaba pudriendo, ya tenía palomita, ¿por qué? Porque el plástico guarda calor, el maíz suda y se empieza a pudrir, en cambio el henequén, como es fibra natural, se abre y deja respirar.

Algo similar ha ocurrido con las mangas. Esa es una manga ahulada —me explica don Pedro—, la ocupa la gente del campo en tiempos de lluvias. Esta es grande, le decimos de a caballo, porque sirve para cubrir la cabezada y las ancas del caballo, y la otra, más corta, es de a pie. Esto vino a sustituir lo que en la Sierra Norte le llaman el capisayo, y don Pedro se toma la molestia de buscar imágenes en internet para mostrarme. El capisayo —dice— es una chulada, no hay otra manera de llamarle, es una capa que tejen de pura palma, que pesa como la chingada, ¡y luego mojada!, pero no le pasa nada de agua por la estructura que tiene, por el tejido tan cerrado. Los capisayos son preciosos. Son cosas que se van acabando.

Dos señoras entran al local, y tras pensarlo un poco piden catorce metros y medio de cable de henequén, del más grueso. Una joven se acerca buscando cordón de dos cabos y un hombre compra una pesada madeja de cordón de algodón. Así transcurre un día normal en la Casa Pedro Ruiz, entre mecates, cables de henequén, mecatillo Yucatán, mecatillo de un cabo, de dos cabos, mecatillo tomatero, tela de costal para hacer mantas catreras, cordones de algodón, implementos de labranza, costales de ixtle y demás artículos que se resisten a la tentación del plástico y la rafia. Esta es la vida y la historia de don Pedro, el nieto de aquel hombre que, en mangas de camisa, chaleco y corbata, despachaba a los campesinos que se aprovisionaban en la ciudad. Mi hijo me dice salte ya, no lidies con la inseguridad, con los ambulantes. Pero esto es un cariño —dice, abriendo los brazos, contemplando su negocio, evocando los recuerdos buenos y los no tan buenos—, esto es un amor. Es mi vida. Me sacas de acá y me muero en dos meses. Esta es la Casa Pedro Ruiz, tienda de cabos y cables y refugio para navegantes. §


¹ Doctor en historia por El Colegio de México.

² Leicht, Hugo, Las calles de Puebla, p. 202.

 

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