Ricardo Campos Castro
El carnaval es inherente a la vida en los barrios poblanos. Desde sus inicios, esta tradición ha formado parte importante de la historia de estos espacios de memoria. A través del carnaval, la gente de barrio ha forjado vínculos y compromisos que van más allá de la sangre y que permiten afirmar su pertenencia al lugar que los vio nacer.
Aunque se desconocen los detalles exactos sobre su origen en la Ciudad de los Ángeles, su reconocimiento es esencial para acercarse a la historia de los barrios y su gente.¹ El Alto, Xonaca y Analco han sido fieles testigos del tiempo y marco espacial para el desarrollo de una práctica que, año tras año, hace posible reencontrarse con el pasado a través de las danzas y música de los llamados huehues.²
Estos emblemáticos personajes, en el imaginario colectivo, se asumen como una representación burlesca de las prácticas festivas, dancísticas y musicales de los hacendados que habitaron la Puebla del siglo XVI. Su práctica, digna del mundo al revés, permite invertir el orden social y generar un discurso contestatario contra los abusos ejercidos sobre la población indígena durante la Colonia.³
Es menester señalar que, en sus inicios, esta práctica se encontraba circunscrita al ritual católico, y la fiesta se ajustaba a los tres días admitidos por el calendario litúrgico -domingo, lunes y martes previos al miércoles de ceniza-; incluso, se dice que eran los encargados de anunciar con sus bailadas⁴ la llegada de la cuaresma.
Por otra parte, aunque genéricamente se les reconozca como huehues, las cuadrillas⁵ están constituidas por tres personajes principales: los huehues, como representación de los hacendados; las maringuillas, como sus esposas o acompañantes, y los diablos, como entidades que, a través de juegos y travesuras, encarnan el pecado. Entre los carnavaleros existe el reconocimiento de que la primera cuadrilla de la que se tiene memoria se originó en El Alto. Esta primera agrupación fue bastante numerosa y reunió población de todos los barrios aledaños.
Las danzas de carnaval se representaban en los grandes patios de las vecindades entre las que destacan La Marranera, La Coyotera o las famosas Islas Marías. Los recuerdos de las generaciones actuales de carnavaleros pueden extenderse hasta la década de 1940 y nombres como el de don Carlos Sánchez†, don Pedro Hernández†, don Esteban Sánchez† y don Manuel Flores† resuenan como parte de esa historia.
Sin embargo, con el paso de los años, a partir del crecimiento poblacional, la transformación del espacio, la movilidad de la población y muchos otros acontecimientos, el gusto por esta práctica se fue extendiendo a otros barrios e incluso colonias donde la gente de barrio se ha desplazado, trazando nuevos caminos, ajustándose al contexto y adquiriendo características propias en sus dimensiones sonoras, corporales y simbólicas.
La música del carnaval era ejecutada con violín, guitarra y contrabajo. “La morena”, “La marcha”, “La primavera”, “Los puentes o listones”, “La estrella”, “El jarabe inglés”, “Las cuadrillas” y “Las garrochas” son las piezas que componen el repertorio tradicional. Con el tiempo, la instrumentación también sufrió ajustes; ahora es común escuchar teclados con bajo eléctrico o saxofón en algunas agrupaciones. Cabe destacar que todas las cuadrillas se hacen acompañar de camionetas con sonido a cuestas, para sonar fuerte y que la música resuene en los cuerpos.
Uno de los elementos más importantes para los carnavaleros es la careta;⁶ a través de ella, los personajes cobran vida, es más, se dice que la careta es la que elige al portador. Este elemento es tallado en madera y se basa en la imagen característica del hombre europeo, barbado y de ojos claros. Con el incremento de jóvenes, la referencia al hacendado se ha ido desdibujando y se han generado propuestas muy diversas con las que se sienten más identificados. Las actuales generaciones buscan obtener reconocimiento público a partir de mostrar diseños únicos e identificables dentro del conjunto. Sin duda, esto es parte de un proceso generacional que genera tensión entre aquellos que desean mantener la tradición intacta y quienes buscan establecer otro tipo de discurso para el carnaval de los años venideros.
Las capas son también elementos imprescindibles para la caracterización del huehue; sus diseños esconden historias de vida. Aunque en un principio no eran detalladas, la imaginación y agencia de los danzantes fueron reclamando un espacio de expresión a través de la cual pudieran demostrar su individualidad. Al igual que otros elementos, las capas han ido variando con el tiempo; antes se bordaban con chaquira y lentejuela, ahora las podemos encontrar bordadas o impresas.
Careta de Huehue, cuadrilla del Barrio El Alto, 2022. Foto cortesía del Instituto Municipal de Arte y Cultura de Puebla.
Con el crecimiento de agrupaciones, la competencia por ver quién vestía mejor se fue agudizando y las capas se fueron llenando de diversos motivos de la cultura popular; muchos personajes de caricaturas empezaron a formar parte del carnaval hasta que comenzaron a ser reemplazados por “lo prehispánico”. Sin embargo, el gusto personal siempre termina imponiéndose; nunca han desaparecido porque hay imágenes más significativas para los carnavaleros.
En sus inicios, el carnaval era una práctica exclusiva de hombres: los varones se vestían con las ropas de las mujeres de su familia, cubrían su rostro con un antifaz para ocultar la identidad y encarnaban a los personajes femeninos. En muchos trabajos, esta representación se ha asumido como una licencia ritual; sin embargo, es necesario reconocer que el carnaval ha permitido el reconocimiento de las personas diversas, permitiendo expresar su identidad de género dentro de un espacio seguro.
Ya entrados los noventa, las mujeres empezaron a integrarse a la práctica, replanteando las formas en que querían ser representadas; en gran parte porque invertían en sus propias indumentarias. Uno de los cambios importantes fue su participación como diablitas con faldas de color rojo con cuernos de plástico o fieltro; sin embargo, solo se hizo la adaptación visual, ya que las mujeres-diablo no realizan las tareas propias del personaje, como detener el tráfico para cerrar calles.
La participación de los niños es de vital importancia para la reproducción del carnaval. Muchas familias señalan que ser carnavalero “se trae en la sangre”. Desde los primeros años, los niños tienen una relación directa con el carnaval, ya sea en brazos de mamá o de la mano de papá bailando al ritmo de los huehues. Es común escuchar a los pequeños imitando el grito característico o tratando de copiar los pasos y posturas de los grandes. De hecho, para que también puedan vivir la experiencia, algunas cuadrillas han creado cuadrillas de niños.
Danza de carnaval de Huehues en el Barrio El Alto, 2022. Foto cortesía del Instituto Municipal de Arte y Cultura de Puebla.
La trascendencia social del carnaval es tal que actualmente se tiene un registro de alrededor de ochenta cuadrillas a lo largo y ancho de la ciudad. En los últimos años, su realización se ha convertido en el medio ideal para reencontrarse y reafirmar los lazos de identidad barrial forjados durante la niñez por las familias que, algún día, compartieron dicho espacio, sus colores, sabores, emociones y experiencias, pero que, por diversos motivos, tuvieron que emigrar. En este sentido, el carnaval es el tiempo-espacio que permite regresar al lugar donde crecimos: el barrio. Ser huehue de barrio, en pocas palabras, es herencia, historia, familia y amigos.
Reconociendo la importancia de esta expresión del Patrimonio Cultural inmaterial de la ciudad de Puebla, el H. Ayuntamiento, a través del Instituto Municipal de Arte y Cultura de Puebla (imacp), en vinculación directa con los agentes de tradición de diferentes cuadrillas, realizó la 8ª edición del Festival de Huehues, del 17 de febrero al 20 de marzo de 2022, con más de veinte actividades, entre conversatorios, talleres y exposiciones. De este modo, se diseñó un programa integral con un fin común: la puesta en valor y salvaguardia de la práctica carnavalera en la ciudad de Puebla. Así, contar con la participación directa de los carnavaleros permitió acercarse a la experiencia del carnaval desde diferentes ángulos y conectar de manera sensible con el público.
A través de los talleres “Sombreros de Carnaval” y “Bordado de capas de Huehues”, los carnavaleros, en representación de su cuadrilla, compartieron saberes y técnicas que forman parte importante del proceso para la realización de la festividad en los barrios, dejando en evidencia que su organización requiere mucho esfuerzo, compromiso y responsabilidad. Como resultado de dicho ejercicio, los poblanos inscritos elaboraron su propio sombrero con materiales reciclados y realizaron el bordado de una capa miniatura, poniendo a prueba su habilidad manual.
Danza de carnaval de Huehues en el Barrio El Alto, 2022. Foto cortesía del Instituto Municipal de Arte y Cultura de Puebla.
De manera complementaria, teniendo como sede la plancha del Zócalo de la ciudad de Puebla, se llevó a cabo la proyección del ciclo de documentales Los carnavales de México. En cada uno de ellos, se expusieron diferentes puntos de vista sobre la realidad del carnaval en Puebla. La riqueza de estos materiales reside en que los protagonistas siempre fueron la gente carnavalera.
Taller para niños Huehues, 2022. Foto cortesía del Instituto Municipal de Arte y Cultura de Puebla.
Con el propósito de reconocer la trascendencia y particularidad de la práctica carnavalera en los barrios de la ciudad de Puebla, la Galería de Arte del Palacio Municipal fue testigo de la exposición temporal Huehues, 5 Barrios Poblanos. El montaje reunió una colección de indumentarias, caretas, archivos familiares, registros sonoros y símbolos pertenecientes a las cuadrillas El Alto Garibaldi (El Alto), Organización Illescas y Amigos (Xonaca), Analco la 5 (Analco), La Luz (La Luz) y Reencuentro Sensación (Xilotzingo-Xonaca). Es importante destacar que el montaje y la curaduría fueron realizados de la mano de los portadores de esta tradición, respetando y considerando cada detalle significativo.
Taller de creación de Caretas de Huehues, 2022. Foto cortesía del Instituto Municipal de Arte y Cultura de Puebla.
De igual manera, se debe reconocer que el Festival de Huehues ha logrado establecer una conexión sensible con los visitantes. Para el público carnavalero fue significativo reconocerse en las indumentarias, en el montaje de las coreografías, en las expresiones que han empleado y en las fotografías de sus lugares de origen, y, para las personas ajenas al carnaval, fue interesante reconocer la trascendencia y particularidad de la práctica del carnaval en los barrios de la ciudad de Puebla.
Ricardo Campos Castro. Etnocoreólogo con especialidad en estudios de las tradiciones por el Colegio de Michoacán. Sus líneas de investigación se centran en las prácticas de carnaval y en el estudio de las culturas dancístico-musicales tradicionales y urbanas de México.
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